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Argentina: La lucha continúa

7 de noviembre del 2002

En la crisis argentina, economía y trueque

Jorge Marchini
Argenpress

La crisis económica y social de Argentina no sólo conmueve por su dimensión sino también por sus características y vertiginosidad. La mera observación de indicadores de caída de actividad, desempleo, pobreza, marginación no pueden reflejar en realidad condiciones cotidianas terribles que conlleva la vida para millones de personas.
Aun pudiendo ser factible establecer comparaciones y relaciones, el desmoronamiento tiene características inéditas que deben ser precisamente comprendidas a efecto de dimensionar no sólo su extensión, sino también su precipitada dinámica, impacto y, sobre todo, alternativas para su superación.
Los centros urbanos, cuya referencia básica de integración tanto para el trabajo como para el consumo se refiere en épocas normales a la diversificación de actividades el intercambio en el mercado concentran más del 90% de la población bonaerense. El progresivo fenómeno de urbanización asentado a lo largo de varias generaciones ha conllevado un enorme cambio cultural y en el uso del espacio e inhibe en la actualidad objetivamente la vuelta simple hacia una 'economía de subsistencia' en la cual prevalezca la auto-producción (la imagen de la pequeña huerta o el gallinero, el tejido y la costura hogareña fueron fiel reflejo de ello) o aún el regreso a países o regiones de origen.
Muy probablemente en base a la falsa creencia que las crisis económicas en un país con las cualidades naturales y productivas como Argentina no podrían alcanzar niveles de indigencia y marginalidad que se observan abrumadoramente en la actualidad, no se desarrolló extensivamente en épocas de mayor prosperidad en forma preventiva mecanismos anticíclicos para morigerar los efectos negativos de períodos recesivos, tales como seguros al parado o el desempleo.
A las consideraciones indicadas debe sumarse el límite impuesto al rol supletorio del Estado para intervenir sobre problemas sociales generalizados tanto por la propia desestructuración funcional provocada por políticas liberalizadoras, la gigantesca quiebra financiera y la desarticulación y/o limitación de los presupuestos públicos tanto a nivel nacional, provincial como municipal para abarcar y revertir una desarticulación social tan acelerada y extensiva.
Auge y reestructuración
Ante una situación desesperante y sin perspectivas de reinserción inmediata en la economía formal, se observó en el último año la multiplicación de una forma simple de intercambio de 'oferta' y 'demanda' sin uso de dinero (existe sí una 'moneda' de uso dentro del propio sistema de 'créditos').
En un marco enormemente crítico se verificó a lo largo de la segunda mitad del 2001 y primeros meses del 2002 en forma paralela a una veloz desarticulación laboral y social el auge de la extensión y participación popular en las redes del trueque. Sólo en la Pcia. de Buenos Aires, de convocar en la provincia a fines del 2000 a 150.000 personas en alrededor de 250 puntos de encuentro pasaban ya en plena crisis a reunir más de 1.300.000 concurrentes en forma regular en alrededor de 2.800 nodos, como se los denomina dentro de las redes. Más de 1/3 de la población bonaerense ha estado en forma directa o indirecta ya vinculada al trueque.
De todas formas, aún reconociéndose que el trueque pudo cumplir en lo inmediato una función sustitutiva, encontró en particular en las zonas urbanas rápidamente limites de abastecimiento para conformar las expectativas de cubrimiento de las necesidades básicas de las familias participantes debido a:
La existencia de una comprensible tendencia inicial al desarrollo masivo de actividades de intercambio y no producción. Bienes y productos llegaron a los nodos o bien del despojamiento de tenencias acumuladas en etapas anteriores más prósperas o en forma directa o indirecta de la economía de mercado -tal vez mediante el uso de ahorros o los pocos pesos disponibles-.
Los nodos concentraron una masiva oferta de artesanías, ropa usada o nueva, aparatos o herramientas, etc, pero no así de alimentos.
Los nodos pudieron concentrar en forma inmediata una enorme espectro de ofertas e intercambio de servicios personales, técnicos y profesionales, comenzando a canalizar en forma útil capacidades necesarias demandadas y valoradas entre los propios concurrentes que habían sido marginadas ante la vertiginosa caída economía formal, pero en una medida crecientemente menor otras necesidades básicas materiales de los hogares.
En relación a los alimentos, se observó en un principio una mayor presencia de productos caseros elaborados (Ej: pizzas, tortas) con calidad dispar y utilizando materias primas e insumos accesibles únicamente en el mercado con dinero (harinas, huevos, etc.) comprados en forma individual sin coordinación o complementación grupal, pese a ser el dinero cada vez más escaso.
En cuanto a los alimentos frescos, en particular frutas y verduras, comenzó en poco tiempo a verificarse en las ciudades una cada vez más limitada oferta debido a los límites impuestos por la dependencia de número reducido de productores rurales. La falta de abastecimiento de productos básicos, con la paralela insatisfacción provocada por la incapacidad de compra de los 'créditos' y la inflación por desabastecimiento, fueron el motivo central de la caída de la concurrencia en un 50% luego del período de explosivo auge. Se sumaron también como causas del descenso las denuncias de falsificación y las sospechas de inyección desmedida de papeles-créditos que degradaron rápidamente la credibilidad del sistema de participación masiva en una época plena de desconfianza y frustración: con formas tradicionales de organización y liderazgo: el intercambio debe reconocer el valor del esfuerzo de los participantes.
Unir al intercambio la producción y participación
Los organismos y programas que brindan colaboración y asistencia a sectores marginados o desplazados se basan en la premisa que es necesario poner énfasis centralmente en 'hacer volver al mercado a los desplazados'.
De todas formas debe reconocerse que cuando el colapso económico social y económico alcanza el nivel que se observa y aún tiende a agravarse, el camino de vuelta rápida a la economía formal de intercambio no puede ser simple, ni tampoco es lógico pensar que será inmediato.
Los planes de ayuda y asistencia tienen un rol fundamental en la emergencia, pero no pueden ser suficientes. Por lo pronto el 'asistencialismo' no cubre déficits gigantescos que deja una sociedad desencajada. No sólo por la falta mencionada recursos públicos, sino también, porque no es capaz de recrear la dignidad y el valor del trabajo no sólo para quienes lo tienen sino también y en especial, para aquellos que son marginados.
Es preciso entonces pensar también alternativas y mecanismos de organización, trabajo, alivio, reinserción y apoyo educativo, cultural y social que se basen en la iniciativa y esfuerzo de los propios afectados. La aparición masiva del trueque ha sido objetivamente una primer respuesta a ese desafío. Su retroceso circunstancial, por cierto no reemplazado por otras formas de organización social, debe servir para realizar sí un balance de sus deficiencias, pero sobretodo plantear una nueva etapa.
Aspectos centrales que deberán ganar mayor atención y análisis serán:
El propio sistema del trueque. Apuntando a conocer condiciones de oferta y demanda de productos y servicios y lograr una base informativa sistematizada de forma de poder reconocer capacidades y potencialidades de complementación de zonas y actividades y, a partir de ello, apuntar a que los 'nodos de intercambio' se conviertan en una manera eficiente, racional, conveniente en 'nodos de producción e intercambio'.
Las relaciones de la economía del trueque con la economía de mercado. A partir del relevamiento y el intercambio establecer matrices básicas de insumo-producto y un sistema informativo integrado no sólo individual sino también entre nodos de producción y trueque de forma de poder mejorar y racionalizar las vinculaciones con el mercado (clubes de compra para insumos, herramientas, etc.). Promover capacitación y alternativas productivas y de comercialización de bienes y servicios viables para lograr y/o complementar capacidades de ingreso en el propio sistema de trueque y en el mercado.
El estudio del fenómeno social, educativo y cultural: Los clubes del trueque no deben ser exclusivamente analizados desde una perspectiva económica, sino también como un rico escenario para la promoción de nuevas y positivas instancias de vinculación y participación comunitaria.
Por cierto que la vuelta a través del trueque a una 'economía de subsistencia' no es en si mismo la solución o la alternativa integral para el insoslayable desarrollo social y productivo. No es posible pensar en una economía esencialmente urbana y altamente compleja pueda organizarse a través del trueque. De todas formas los clubes del trueque pueden rescatar muy rápidamente valores de participación, y cooperación presentes también en la historia un poco olvidada en los últimos años (mutualistas, cooperativas, cooperadoras escolares, uniones vecinales, sindicatos, sociedades de fomento, etc.) y dar impulso, en un momento tan grave, a la imprescindible necesidad de cada familia de lograr con el esfuerzo y la solidaridad el pan de cada día y un horizonte a la esperanza.
* Jorge Marchini es profesor de Economía de la Universidad de Buenos Aires e integrante del EDI (Economistas de Izquierda)