Argentina: La participación de las mujeres en los movimientos sociales
Por Andrea D'Atri
Ponencia presentada en las Vº Jornadas de Sociología (UBA, Argentina) Voy a referirme a la experiencia de las obreras de Brukman. Soy militante del PTS y miembro del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (Ce.Pro.D.H.), cuyas abogadas defienden a las obreras de Brukman. Con ellas vengo compartiendo varios meses de lucha, de actividades, diálogos y reflexiones. Y, aunque mi formación profesional es la de psicóloga, voy a referirme a esta experiencia desde mi propia identidad como militante revolucionaria con la cual me acerqué y desde donde me conocen las trabajadoras de Brukman.
Hace 48 horas las obreras de Brukman recibieron el premio de Agenda de las Mujeres. Por ese motivo, las coordinadoras de la Red Informativa de Mujeres de Argentina enviaron unas palabras que sintetizan lo que hoy quiero decirles:
"Tanto Celia como sus compañeras y compañeros nos han permitido ser partícipes de un proceso de cambio, de un proceso de aprendizaje social, que se ha dado (y abren comillas para citar a la feminista lesbiana Adrienne Rich) 'codo a codo, no antes ni después, con otras demandas que se han negado durante siglos a las mujeres y algunos varones: el derecho a ser personas, el derecho a compartir justamente los productos de nuestro trabajo, no ser usadas sólo como un instrumento, un papel, un útero, un par de manos o una espalda o un conjunto de dedos; a participar plenamente en las decisiones de nuestro lugar de trabajo, nuestra comunidad; a hablar por nosotras mismas, por derecho propio.'"[1]
Creo que esa cita de Adrienne Rich sintetiza claramente la experiencia de las obreras de Brukman. Porque son dos aspectos los que distinguen esta lucha de otras: son obreras que exigen la estatización de la empresa, exigen su expropiación sin pago para ponerla a producir bajo control obrero... y son mujeres.
No hay antes y después para estas dos condiciones. Su lucha por la fuente de trabajo, la misma lucha que también llevan adelante varones de Brukman o los obreros de Zanon, a ellas, particularmente, las ha llevado a enfrentarse a una situación que antes no habían pensado: "Me dí cuenta que las mujeres no estamos sólo para cocinar y lavar la ropa, que damos para mucho más. Y ahora que me dí cuenta.. no pienso parar.", me decía Celia en alguna oportunidad.
Insisto: no hay antes y después. Estas mujeres se dan cuenta de que dan para mucho más porque, esa lucha que comparten con los obreros varones, es por mucho más que otras luchas actuales: no sólo demuestran que se puede enfrentar la crisis que estamos viviendo, que se puede resistir la decadencia capitalista; también nos muestran, en una pequeña escala, que es posible una sociedad sin patrones, donde las trabajadoras y los trabajadores sean dueños de su propio destino. Este horizonte de "mucho más" les permite a las mujeres desplegar las enormes potencialidades que poseen y que se encontraban ocultas y apresadas por las condiciones de la opresión patriarcal.
Hace ya un año en la Argentina algunos sectores de trabajadores y trabajadoras, desocupados y desocupadas y los mismos vecinos y vecinas tomaron en sus manos la solución a los problemas del hambre, del desempleo, de la miseria. Los comedores barriales, las movilizaciones que exigen al gobierno el cumplimiento de los planes Trabajar y otros subsidios, los microemprendimientos de huertas orgánicas, panaderías y roperos comunitarios, etc son la muestra de esto.
No casualmente las mujeres somos la inmensa mayoría de quienes cargamos sobre nuestras espaldas esta administración solidaria de los escasos recursos en medio de la crisis.
También hay otras fábricas gestionadas por los trabajadores En muchas de ellas, lamentablemente, algunos patrones, algunos sectores de la Iglesia y a veces de la misma burocracia sindical intentan imponer a los trabajadores que formaron las cooperativas, el respeto por los "tiempos legales" que deciden los mismos legisladores a los que nos dirigimos cuando gritamos "¡Que se vayan todos!"
No es ningún secreto para nadie que, recientemente, se hizo un Encuentro de trabajadores de estas cooperativas y fue auspiciado nada menos que por la Unión Industrial Argentina y contó con la presencia de Felipe Solá, el gobernador de la Pcia. de Buenos Aires. Y se hizo en Avellaneda, en el mismo lugar donde hace unos meses el gobierno y la policía mataron a dos compañeros piqueteros.
No nos sorprendió que muchos de esos trabajadores presentes en el acto nos comentaran lo difícil que es vivir con los 200 pesos que se llevan por mes, desde que gestionan su cooperativa. La tercera parte de lo que cobran las compañeras de Brukman, la cuarta parte de lo que cobran las compañeras y compañeros de Zanon.
Es que, en el caso de las cooperativas, mientras los dueños de los establecimientos reciben un subsidio, a los trabajadores se los condena a autoesclavizarse en pos de "ahorrar" para comprarles la fábrica a los patrones dentro de dos años...
Por eso, una de las discusiones que pone sobre la mesa la experiencia de las obreras de Brukman es si debemos resignarnos a la autogestión de esta crisis o si debemos apuntar a una lucha que, como la de ellas, conduzca a la construcción de una sociedad donde podamos disfrutar del pan y de las rosas.
Como cantaban las obreras textiles neoyorquinas: donde ya no haya "diez que trabajen para que uno repose".
La perspectiva que ellas plantean de estatización de la fábrica bajo control obrero también demuestra que es posible "reabrir" sin más despidos. Por el contrario, han elaborado propuestas para poner la fábrica a producir en función de las necesidades sociales e incorporando más trabajadoras, que ahora se encuentran desocupadas.
Los obreros de Zanon ya han comenzado a implementar un plan similar, incorporando bajo las mismas condiciones de trabajo y salario que ellos a varios de sus hermanos de clase del Movimiento de Trabajadores Desocupados de Neuquén y otras organizaciones.
Las mujeres desocupadas que hoy enfrentan la miseria en los barrios, aunando esfuerzos en pequeños microemprendimientos que ayudan a paliar la crisis, tienen en las obreras de Brukman a sus hermanas de clase, las que no sólo se solidarizan con su dolor y sus reclamos, sino que muestran en germen la enorme capacidad que tiene la clase trabajadora para terminar con la desocupación si toma en sus manos los resortes de la producción.
No hay un antes ni un después, decía Adrienne Rich... Pan y rosas, decían las obreras neoyorquinas de principios de siglo, quizás hablando de lo mismo. Y la lucha de las trabajadoras de Brukman como la de los obreros y obreras de Zanon, mientras señalan esta perspectiva superior para el conjunto de la clase obrera, muestran también otra perspectiva para las mujeres.
En el Encuentro de Fábricas Tomadas que hicieron en la puerta de Brukman en el mes de setiembre funcionó una Comisión de la Mujer, una experiencia inédita en este tipo de encuentros, asambleas y actos que están realizando trabajadores y trabajadoras ocupados y desocupados.
Ahí la escuché a Celia decir que ya su casa no es su lugar favorito, porque ha elegido la movilización, la lucha, la solidaridad con otros y otras que están en situaciones aún más difíciles.
Entre las resoluciones que se votaron en el Encuentro se incluyó la exigencia de la despenalización del aborto, que al ser leída por el micrófono arrancó los aplausos de los casi mil asistentes al Encuentro. Algo más inédito aún en un encuentro de estas características.
Las obreras de Brukman venían de un largo camino de varios meses en los que conocieron la historia de otras obreras que le dieron sentido al 8 de marzo, se reconocieron como trabajadoras y trabajadores –lo que no es poca cosa-, saliendo de la invisibilidad que incluso ellas mismas reproducían contra su propia existencia como mujeres obreras; convocaron la solidaridad de las feministas en distintos momentos y participaron en el Encuentro Nacional de Mujeres de Salta en agosto.
Pero más importante que las resoluciones, las denuncias y los reclamos sobre la doble jornada laboral, el derecho al aborto, el derecho a la igualdad de oportunidades en la educación y el empleo y otras reivindicaciones levantadas por las obreras de Brukman, es su misma experiencia como mujeres que, durante estos meses, reconocieron sus capacidades individuales y colectivas, transformaron sus roles como amas de casa, madres y esposas, transformaron a sus propias familias, enfrentaron –en algunos casos- la resistencia de sus maridos e hijos varones al cambio y descubrieron –en otros casos- el compañerismo y la solidaridad de algunos varones frente a este nuevo proceso.
Después de recibir el premio de Agenda de las Mujeres, Celia me comentó que le dijo a su marido que, además, se iba a hacer feminista. Riéndose, me decía: "¿Te imaginás? Si ahora no estoy nunca en casa, imagináte si encima me hago feminista."
Me quedé pensando... Quizás Celia no sepa aún que no todas las feministas son luchadoras y activistas sociales que no están nunca en casa. Que muchas de ellas se han adaptado a una década que impuso en el feminismo el horizonte mínimo de "combatir el sexismo", centrándose en incluir las perspectivas de género en el Banco Mundial, el BID y el FMI y en las políticas de Estados cada vez más empobrecidos por los dictámenes de esos mismos organismos internacionales que dicen incluir la perspectiva de las mujeres en sus programas.
Como dice la filósofa feminista española Victoria Sendón de León en un artículo reciente, tendremos que preguntarnos "si la perspectiva de género en los papeles mojados de la gran política solucionan algo real de la vida de las mujeres."[2]
La experiencia concreta de las obreras de Brukman, interpela también a las feministas en este sentido.
Ya otras feministas, como Alda Facio, se vienen planteando –ante la inminencia del próximo Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe-: "hay otras formas de vivir la discriminación y (que) luchar contra éstas debe formar parte de nuestro accionar. Y si lo hacemos bien, también nos puede ayudar a no caer en cosmovisiones parcializadas, porque así como el poder globalizado no es sólo machista, sino racista, clasista, homofóbico, adultocéntrico, etc, nuestro movimiento ha de poder hacer coaliciones con otros movimientos antidiscriminatorios, al tiempo que ayudamos a esos otros movimientos a no ser sexistas."[3]
No hay antes y después, como bien señala Adrienne Rich. Esta nueva perspectiva que muestra la lucha de las obreras de Brukman es la perspectiva de un cuestionamiento de la propiedad privada, y también de un cuestionamiento del rol de las mujeres en la sociedad. Es la perspectiva de un cuestionamiento profundo a la sociedad capitalista patriarcal en su conjunto.
Es una nueva perspectiva para cierta izquierda y para cierto feminismo más preocupados por imponer a los trabajadores y trabajadoras las perspectivas patronales a sus propias luchas o más preocupados por ocupar algunos lugares en el régimen político decadente.
Es la perspectiva que muestra, en última instancia, que para los trabajadores y trabajadoras y para todos y todas los oprimidos y oprimidas por este sistema, otro mundo NO es posible, ES NECESARIO.
Como dice Alda Facio... "tenemos que montarnos en el tren del futuro socialista".
En ese tren, las obreras de Brukman junto a otros trabajadores y trabajadoras serán, sin duda, las conductoras de la máquina. Todos y todas las que luchen con la perspectiva de una sociedad sin explotación y sin opresión de ningún tipo, seguramente, sacaremos boleto para el viaje. andreadatri@ciudad.com.ar, www.andreadatri.com.ar
Facultad de Ciencias Sociales (UBA), Buenos Aires, 14 de noviembre de 2002 Notas [1] Mensaje de las coordinadoras de RIMA, publicado en RIMA-lista por Susana Gamba, 12/11/02
[2] Sendón de León, V.: "Superación histórica de los feminismos originales", ponencia en el Encuentro Internacional de Mujeres Filósofas, Barcelona, octubre del 2002. Versión electrónica en www.nodo50.org/mujeresred
[3] Facio, Alda: "Globalización y Feminismo", documento al IX Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, Costa Rica, 2002