"Si Lula y Lucio Gutiérrez quieren ser buenos alumnos, van a fracasar"
De visita en Buenos Aires, el historiador estadounidense especializado en América latina James Cockroft, analizó frente a Página/12 las alternativas que se abren ante el ascenso regional, desde Brasil hasta Ecuador, de la nueva centroizquierda que cuestiona los principios neoliberales de los ‘90.
James Cockroft en Callao y Rivadavia, junto a los piqueteros, el miércoles pasado.
Por Pablo Rodríguez
"Vamos para los piquetes". Es miércoles. Acaba de terminar la entrevista y James Cockcroft, aliviado, quiere abandonar rápidamente el lujoso departamento en Belgrano donde se aloja, cedido por un ex alumno argentino que tuvo en Estados Unidos. Este historiador norteamericano especialista en América latina, que ha publicado una decena de libros desde la década del ‘60 sobre el tema, se calza el sombrero y se apura para llegar a tiempo a la marcha de los piqueteros de aquel día por la tarde en la Plaza de los Dos Congresos. En su último libro publicado en castellano por Siglo XXI, América latina y Estados Unidos, Cockcroft hace un análisis minucioso (900 páginas), país por país, de la historia reciente de cada uno de los países latinoamericanos y su relación con Estados Unidos. Página/12 preguntó a este militante del movimiento antiglobalización en Europa (vive en Amsterdam) sobre los últimos avatares de estas historias.
–Si uno mira el panorama en América latina parece haber dos fenómenos comunes y contrapuestos respecto del fin de la hegemonía neoliberal: la aparición de posibles alternativas (Brasil, Venezuela, Ecuador), y una crisis política sin resolución a la vista (Argentina, Perú, Paraguay). ¿Hasta dónde comienza una nueva historia en la región y hasta dónde todo dependerá de lo que diga y haga Estados Unidos?
–En lo que diga y haga Estados Unidos hay un peligro y también una oportunidad para los pueblos en América latina. El peligro es el desarrollo de más guerras en la región, mucho más de lo vemos ahora mismo en Colombia y sus vecinos. La oportunidad es el hecho de que Estados Unidos está preocupado más por otras regiones del mundo que ésta. Ahora bien, en la política latinoamericana veo una gran oportunidad para avanzar en la liberación de los pueblos. Las fuerzas de reacción son muy fuertes, pero un nuevo conjunto de liderazgos y de movimientos sociales están tratando de evitar la caída definitiva de América latina en la pobreza y el hambre. El neoliberalismo ya está muerto, por más que muchos sectores quieran reforzarlo. El último golpe al neoliberalismo fue dado aquí, en diciembre pasado.
–Ante las deudas externas, ¿cómo harán estas nuevas fuerzas para salir de este atolladero? ¿Qué margen de acción tienen?
–Mucho margen, si tienen el valor de aprovechar la oportunidad que ya existe. Si no se aprovecha este margen, por más mínimo que sea, para decir "no" a la deuda externa, América latina va a desaparecer. En el caso de Brasil, Lula va a tener que renegociar la deuda externa y realizar algún tipo de reforma agraria, porque de otro modo es imposible que pueda cumplir su promesa de que todos los brasileños tengan tres comidas diarias. Y para renegociar la deuda externa, Brasil puede apoyarse en su envergadura (es la décima economía del mundo) o en todos los países que pasan por su misma situación y negociar en bloque. Yo no creo que haya otra oportunidad como ésta para introducir cambios.
–Lula también quiere negociar en bloque la cuestión del ALCA. Respecto a este tema, si Estados Unidos como dice usted no está tan preocupado por América latina, si además observa tanta resistencia al ALCA en la región, ¿puede pensarse que en realidad el ALCA no es tan esencial para Estados Unidos, y que tratará de impulsar acuerdos bilaterales para romper la cohesión contra el ALCA?
–Sí, puede decirse que los acuerdos bilaterales son la única alternativa hoy para Estados Unidos para imponer el libre comercio. Pero el ALCA no está muerto. El problema es más complejo. Hay un ala militar del ALCA, manifestado en el Plan Colombia, en el Plan Puebla-Panamá, en las bases de Aruba en el Caribe y Alcántara en Brasil. Estados Unidos está entrenando fuerzas en todas partes de América latina. Por otra parte, hay quienes hablan de un nuevo "Eje del Mal": Brasil-Venezuela-Cuba. Ahora bien, esto en realidad es una debilidad del imperialismo norteamericano, porque lo que quieren los hombres de negocios en entrar en América latina,no congelarla con amenazas militares y bloqueos económicos como en Cuba. Además, Estados Unidos, la Unión Europea y Japón están en una guerra comercial feroz detrás de sus apelaciones al "libre comercio". Todas estas contradicciones ofrecen una oportunidad para América latina.
–Entre la crisis actual y las contradicciones que mencionó, ¿cuál es el espacio para golpes de Estado tradicionales, como ocurrió en Venezuela?
–Poco. Las oligarquías latinoamericanas siempre mantiene como última alternativa la del golpe militar. Pero los militares hoy no tienen legitimidad para hacer golpes, y además no están en una situación económica y social diferente de la de la mayoría de las personas. Estamos todos en el mismo barco. Es muy difícil montar hoy un golpe militar: se vio en Venezuela, donde ya hay otro intento en marcha, que otra vez fracasará. Supongamos que las alternativas políticas actuales al neoliberalismo inicien transformaciones ¿Qué van a hacer los banqueros, enviar militares a todas partes de América latina a la vez? El paisaje cambió mucho.
–Ahora bien, Lula y Lucio Gutiérrez no hablan de una ruptura con el FMI ni con Estados Unidos ¿Se trata de una táctica de respeto a Washington en una estrategia para romper con él o efectivamente van a ser buenos alumnos, con lo que se perdería la oportunidad de la que usted habla?
–Si quieren ser buenos alumnos, fracasarán totalmente, por el simple hecho de que sus apoyos políticos son movimientos sociales muy importantes que van a rechazar la continuación de las mismas políticas. Mire, en toda América latina hay un descontento terrible. Hasta en México, donde todavía no hay una organización fuerte, pero donde los movimientos sociales, indígenas, estudiantiles, etc., están creciendo mucho.
–¿Y usted qué piensa que harán Lula y Lucio Gutiérrez?
–Yo creo que van a tener muchas contradicciones con los movimientos sociales que los apoyaron. Pueden hacer cambios, si quieren, pero el proceso será difícil. Hubo una situación parecida a ésta cuando Fidel Castro, inmediatamente después de la Revolución Cubana, fue a Washington para ver qué pasaba. Cuando volvió, se enfrentó al dilema: o seguía la línea norteamericana, o continuaba con la revolución. Salvando las diferencias de épocas, éstas son las opciones de Lula, Lucio Gutiérrez, Chávez, Evo Morales en Bolivia o Tabaré Vázquez en Uruguay.
–¿Y cuáles son las opciones en los países, como Perú, Paraguay o Argentina, que no tienen un Lula, ni un Chávez, ni un Evo Morales?
–En Ecuador se vivía la misma crisis de las instituciones que vive Perú. En el 2000, los movimientos sociales tomaron el poder por unas horas. En Perú y en Argentina, puede pasar lo mismo que en Ecuador u otros países: construcciones políticas que se consolidan por los movimientos sociales y no por los partidos políticos, que están vaciados de sentido. En Argentina, la conciencia está muy avanzada en comparación con otros pueblos, pero confundida a la vez con su propia historia, que es tan difícil de comprender. "Que se vayan todos" es un principio de unidad, pero ya pasó un año y no se fueron. Hay que ir a una Asamblea Constituyente, porque pasó el tiempo de decir lo que no se quiere y hacer lo que se quiere, y ello implica sacar de cuajo a los que están. En cuanto a Paraguay, como en El Salvador y en otros países de Centroamérica, los movimientos sociales siguen obteniendo victorias. Ahora bien, hay que parar aquí la generalización, porque cada país tiene una cultura política propia y la manera en que se expresen estos vientos de cambio va a diferir