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Medio Oriente

3 de mayo del 2003

La onda de choque de la invasión americana de Irak pasa también por una reflexión política sobre la incapacidad de los dirigentes para formular un proyecto coherente
La amargura de los intelectuales árabes

Mouna Naïm
Le Monde
Traducido para Rebelión por Alberto Villalba

Tristeza, humillación, dolor. En el mundo árabe, la onda de choque de la invasión americana de Irak pasa también por una reflexión política sobre la incapacidad de los dirigentes para formular un proyecto coherente, y por una autocrítica de los opositores.

Abdul Rahman Mounif está profundamente abatido. De la "barbarie" de la conducta del Ejército de EE.UU en Irak, de los «bombardeos terribles y ciegos, en particular de objetivos civiles», el gran novelista árabe ha sacado ya una conclusión: "La guerra y la ocupación de Irak no tienen como único objetivo derribar un Régimen, sino vengarse de un país, de su historia y de su civilización, y reducir su función a nada." "¿Cómo explicar de otro modo lo que ha ocurrido en el Museo Arqueológico de Bagdad, cuando un solo tanque y unos soldados habrían bastado para disuadir a los ladrones?

Cómo justificar el saqueo de la Biblioteca Nacional, el de los wakfs (bienes religiosos) y de los archivos, y de otras instituciones culturales iraquíes en varias ciudades?¿Cómo admitir, mientras que Irak estaba aislado del mundo por causa de las operaciones militares, que cientos de obras robadas hayan podido cruzar las fronteras en menos tiempo del necesario para volver a aparecer en Londres, en París y en Irán?¿No existía la movilización internacional, nunca habría sido posible el bloqueo de esos tesoros?"

De Damasco al Cairo, pasando por Beirut, la guerra angloamericana contra Irak y la ocupación de la antigua Mesopotamia han dejado huellas asesinas. Cualesquiera que hayan sido o que sean sus compromisos políticos pasados o actuales, los hombres y mujeres literatos, artistas o del espíritu hablan de "tristeza", de "humillación", de "dolor" y alimentan el mayor desafío respecto de EE.UU. Más allá de las víctimas civiles que todo el mundo deplora, de loas interrogaciones o acusaciones de "cobardía" o de "traición" que suscita "la evaporación" de los dirigentes iraquíes, de su ejército y de sus milicias, y del asunto de las armas de destrucción masiva, a menudo calificada como "falso pretexto" para invadir Irak, la devastación de los lugares históricos ha dejado una profunda huella en los espíritus. La idea, en el mejor de los casos, de un "gouffre de incultura y de ignorancia de la Historia", y en el peor de los casos, de una voluntad de "venganza" americana, está bastante difundida. El desagrado es muy grande, incluso entre quienes, como ese editor, se niegan a confiarse, porque, dice, el tiempo de la Prensa no es el de la reflexión, porque de nada sirve entregarse a un sentimentalismo fuera de lugar, porque Bagdad no s la primera capital ocupada --¡y Beirut, y Jerusalén!, dice--, porque todos los países árabes, desde el Golfo al Mediterráneo, están "a las órdenes de Washington". Pero el asunto iraquí parece haber catalizado una reflexión sobre los proyectos y los sueños políticos imposibles o abortados tanto de los regímenes actuales como de los opositores en su infinita variedad.

DAMASCO

Abdul Rahman Mounif es uno de los mayores novelistas árabes actuales, uno de los más prolíficos también, traducido a varios idiomas. Su novela histórica de cinco volúmenes, Las ciudades de sal, es sin duda la más conocida. A los setenta años de edad, ha sido testigo de los grandes acontecimientos del siglo XX y su interminable exilio ha aguzado su sentido de la memoria individual y colectiva. Bagdad fue una de las ciudades de acogida de este escritor, privado desde hace 40 años de su nacionalidad saudí por pensamiento políticamente incorrecto. A su partida para Damasco, en 1981, los responsables del Museo de Bagdad le habían ofrecido una estatuilla, hoy colocada sobre un anaquel del modesto salón de su apartamento, en cuyos muros están colocados algunos cuadros de artistas árabes, a menudo iraquíes. Titular sucesivamente de pasaportes argelino, yemení, iraquí y sirio, Abdul Rahman Mounif se mantiene desde hace años apartado de toda actividad política, convencido de que su única "arma" es su pluma. Sus países sucesivos de acogida han respetado extrañamente esta libertad de espíritu. A veces hay que creer en el milagro, en una región donde la tolerancia no es la primera cualidad de los gobernantes.

Conteniendo su ira y controlándose al máximo, lanza un veredicto implacable: la destrucción y el saqueo de los símbolos de una cultura y de una historia en Irak estaban "inevitablemente organizados entre el invasor americano y las bandas de ladrones, con un doble objetivo: cortar los lazos del pueblo iraquí con su civilización y apoderarse de las piezas más valiosas del patrimonio, después de haber destruido todo lo que parecía secundario o no transportable". Destino final, los EE.UU, "nuevos colonizadores" y "país sin raíces", que se entrega a una "acumulación compulsiva de obras de arte e históricas para dotarse de una historia y de una civilización". El colonizador británico, dice, había utilizado la "astucia, intentado adaptarse a los pueblos y a su modo de vida"; la Francia colonial "transportaba consigo toda su cultura". "Los americanos, en nombre del pragmatismo que profesan, jamás han dudado, pretendiendo ser heraldos de los derechos humanos, en sostener y proteger a los peores regímenes dictatoriales, para derribarlos cuando ya no son útiles." Más allá del Irak actual, su objetivo es "apoderarse del petróleo, desde el origen hasta el consumidor, para imponerse a todos los competidores reales o potenciales, ya se trata de Japón, China o Europa"; Abdul Rahman Mounif se niega, no obstante, a abandonarse a esta autocompasión, durante mucho tiempo la marca registrada de un mundo árabe que siempre se presenta como víctima de "conjuras". Los fallos árabes son numerosos, dice, señalando primero "una ausencia total de racionalidad y de equilibrio". "La norma es #8216;sálvese quien pueda' y la solidaridad árabe es una palabra vana. Las instituciones colectivas están pasivas; peor, se deshacen. La autocrítica es algo imperativo. Poderes y opositores son igualmente responsables. Los lemas nunca han servido más que para seducir a las masas con el fin de mejor manipularlas. El intelectual, que, hace aún cincuenta años, era el noble, el censor que hacía temblar al príncipe, es hoy día su asalariado, un instrumento de su poder. Todo infractor es dejado en prisiones convertidas en lugares de paso obligado para remodelar las mentes, domesticarlas y volver a situarlas en el camino correcto. ¡Si hubo florecimiento, fue realmente el de las prisiones!"

Abdul Rahman Mounif quiere, no obstante, mantener la esperanza, que ve surgir en la resistencia iraquí a la ocupación americana. "Lo que ocurre bajo nuestras miradas en Irak es quizá un giro histórico. Las manifestaciones que han tenido lugar en los países árabes han suscitado una nueva toma de conciencia. Los EE.UU han cerrado el paraguas bajo el cual protegían a los dirigentes regionales. Los reyes están desnudos, o casi."

Seguimos en Damasco. Si tuviese que "resumir en una palabra" su estado de ánimo, Alí Al-Atassi hablaría de "humillación". A los 35 años de edad, este universitario y editorialista sirio culpa a EE.UU, a los medios de comunicación, a los dirigentes árabes, y se inquieta por su país. Acepta "reconocer que los soldados americanos no tenían ni el tiempo ni los medios para hacer de policías en Bagdad, pero han tomado ciertos lugares, ¡especialmente el Ministerio del Petróleo! No veo conspiraciones por todas partes, pero lo que ha ocurrido revela el vacío de desprecio por todos los aspectos humanos y culturales. La destrucción de los museos, de las bibliotecas, ha privado a Irak de esas riquezas. ¡Irak no es solamente el petróleo!", exclama. Está aterrado por este "orientalismo televisivo", que adquiere una importancia "enorme" y que, basado en un desconocimiento total de la cultura y de la Historia, "se interesa por imágenes que corresponden a clichés y mitos, presentando a los iraquíes como beduinos hambrientos y sedientos o como bandas de saqueadores" sólo interesados por la rapiña. Imágenes "que no corresponden apenas a la realidad de Irak, un país de clases medias, de tecnócratas, de una 'intelligentsia' que nunca se ve". Imágenes que recuerdan a otras, presentando al conjunto de Oriente Medio casi exclusivamente como "un nido de guerras, o bajo el aspecto de regímenes dictatoriales, o como cuna del integrismo". Las cadenas de TV occidentales han dado el "la", pero sus colegas árabes no lo han hecho mejor, y funcionaban bajo el mismo estilo, "vertiendo un flujo de imágenes que no pueden más que provocar la depresión, terreno ideal para el terrorismo".

Alí Al-Atassi está inquieto por su país, Siria, donde no desea "ver repetirse lo que ha ocurrido en Irak". Contesta el supuesto proyecto estadounidense de imponer la democracia « desde lo alto de la torreta de los tanques" y señala, irónicamente amargo, que EE.UU no hace alusión alguna a los derechos humanos como en las exigencias que ha planteado en su país. Para él, la pelota está ahora en el campo del poder, que "debe comprender que no puede defenderse si no respeta la dignidad y la libertad de los ciudadanos. Para enfrentarse a las presiones, ese poder no tiene otra elección más que volverse hacia el pueblo y darle la libertad, subraya. Todos estamos preocupados por lo que ocurre, y la oposición, en todos sus miembros, desea una reconciliación nacional, por poco que se respeten las reglas democráticas".

Hanane Kassab Hassan, profesora en el departamento de francés de la Universidad de Damasco, comparte esta opinión. "Ahora es el momento de un cambio interior, dice. ¡Que EE.UU diga que quiere imponer la democracia ¡y reclamaremos prisiones! ¡Que se alcen contra el Régimen, y nosotros les apoyaremos! Pero los americanos, asegura ella, no quieren realmente la democracia. Por lo demás, su apoyo ha permitido a los regímenes actuales seguir existiendo. Sabe que los verdaderos demócratas se opondrán aún más a su presencia." Después de lo que ha ocurrido en Irak, Hanane Kassab Hassan teme una "recrudescencia del fanatismo y del nacionalismo en su sentido más estrecho de antioccidentalismo primario. Y esto se hará contra nosotros", los demócratas, que aspiramos a la libertad y a la laicidad.

"Ya, subraya ella, en la mente de los fanáticos, la laicidad se confunde con el ateísmo. Marginadas, divididas, atontadas por discursos alambicados, las élites intelectuales están, además, carentes de espacio público, mientras que los religiosos tienen el suyo: la mezquita". Lo más "doloroso", para ella, en esta guerra de Irak, son "esos pillajes, esas destrucciones, ese caos", y tiene dificultad en creer que un pueblo "elegante" como son los iraquíes "se comporte de esta manera". "¡No son hambrientos que han saqueado!, señala. Además, no se han robado los almacenes de productos alimenticios." Todo da la impresión de que estaba "organizado, provocado".

BEIRUT

En Beirut, una de sus escalas favoritas, Nuha Al-Radi fulmina. Todo o casi todo lo que acaba de ocurrir en Irak parece cargado de símbolos para esta iraquí pintora, ceramista y escultora, con la sensibilidad a flor de piel, para quien los americanos y los británicos han "sido peores que el Mongol Houlagou, que, al menos, tuvo la decencia de no pretender venir a liberar a los iraquíes". Lo que ha ocurrido, dice ella, es un "enorme film a la americana", que permite a los "criminales" de la administración Bush y a Tony Blair apoderarse de Irak. Incluso "si no hay pruebas", Nuha Al-Radi está convencida que el saqueo de los museos y el incendio de las bibliotecas estaban "organizados" por los invasores. "Los saqueadores existen, por supuesto, dice ella, pero asaltan las casas de los ricos y los comercios, no los archivos y la documentación."

¿El objetivo? "Dejar instalarse el caos, mostrar que los iraquíes son beduinos viviendo bajo la tienda y pretender comenzar la Historia desde cero." La indignación se lee hasta en sus gestos, cuando añade: "Y esas reuniones de la oposición en Nassiriya... ¿Por qué ahí, me he preguntado? Pero la respuesta se ha impuesto por sí misma: ¡porque es la antigua Ur, pues claro! Quieren ser los nuevos Abraham. ¿No estará Israel en el asunto ?" Diplomada de la Byan Shaw School of Art de Londres, Nuha Al-Radi, que ha dado clases en la Universidad americana de Beirut después de haber vivido entre Irán, India, Egipto, Irak y Líbano, siguiendo los destinos de su padre, diplomático, se ha visto convertida en escritora sin darse cuenta. Su Diario (Bagdad Diaries, publicado en la Editorial Saqi Books, en Londres) -la única obra reciente sobre Irak que habla de él como de un "verdadero país", según el profesor universitario americano-palestino Edward Saïd- narra, no sin humor, la vida en Bagdad y en el exilio desde doce años. Saddam Hussein no es, en su opinión, más que un cobarde, cuya única preocupación ha sido, durante treinta años, su propia supervivencia y que, está persuadida de ello, ha "vendido" Irak a EE.UU y a Gran Bretaña a cambio de su huída hacia algún lugar al otro extremo del mundo. No es verdad, dice ella, que la guerra era inevitable para librar a Irak de ese sátrapa. La única solución "humana y honorable" habría sido retirar las sanciones, y permitir a los iraquíes vivir dignamente. Ahora que George W. Bush reclama la retirada de esas sanciones "porque es la solución", Nuha Al-Radi desea que Naciones Unidas, que "se han deshonrado en todo este asunto, vivan un sobresalto, le digan que no, y recuperen el control".

Wajih Kawtharani no opina así, y estima que, aunque "EE.UU se hayan puesto las botas de Sadam para poner a Irak a sus pies", aunque hayan "heredado métodos colonialistas, incluso fascistas", aunque durante años hayan "cerrado los ojos sobre el asunto de los derechos humanos en esta región, incluso alentado las dictaduras", su "ingerencia en Irak era un mal inevitable". Este libanés, profesor de Historia en la Universidad libanesa, que como muchos otros de su generación, ha vibrado con las ideas del nacionalismo árabe o del marxismo, está "triste, afligido" por el destino reservado a Irak. "Pero el Régimen de Sadam Hussein había alcanzado tales cumbres de crueldad sanguinaria que no era ya posible solucionarlo de otro modo", estime. "En Irak, les árabes cosechan lo que han sembrado", dice aún Wajih Kawtharani. "Nosotros, élites, partidos políticos, poderes y regímenes árabes no hemos logrado construir el Estado moderno" después de las independencias.

Del mismo modo que las antiguas potencias coloniales habían logrado explotar, al servicio de sus estrategias, los particularismos regionales -el islam político, la estructura comunitaria, el tribalismo--, "los lazos de fidelidad, de dominante a dominado, de clientelismo, de sometimiento, de opresión y de autoritarismo forman parte de la trama de la relación del Estado con la sociedad" después de la descolonización. "Ha habido muchos intentos serios para modernizar la cultura política árabe por parte de los pioneros de la nahda (renacimiento) árabe. Esas Constituciones democráticas han sido adoptadas, en Irak, Egipto, Siria y Líbano, pero, desde la década de 1950, más que hacer evolucionar esos intentos embrionarios de una experiencia democrática, los sucesivos golpes de Estados las han hecho fracasar." "La autocrítica es, hoy día, fundamental, sigue diciendo Wajih Kawtharani, no para exonerar a Occidente, sino porque tanto las élites como las poblaciones árabes han centrado de tal modo sus críticas sobre ello que ocultan sus propias responsabilidades." Pese a su "amargura", este universitario quiere seguir siendo "optimista a fecha fija". El "proyecto de renacimiento árabe no es imposible, pero obedece a ciertas condiciones, la primera y más fundamental es que los árabes reconozcan que están derrotados y se dediquen a señalar las razones de esta derrota", dice.

EL CAIRO

Sí, tienen algo que decir, los novelistas egipcios Sonallah Ibrahim y Gamal Ghitani y el investigador Nader Ferghani ; y primero y ante todo, reconocer la derrota del orden árabe, del que la crisis iraquí, según ellos, ha revelado la inanidad y el fracaso. Un dibujo, publicado el otro día por el semanario Al-Ahram Weekly, ilustra bien esa situación: la Liga árabe está representada ahí bajo el aspecto de un gigante blandiendo una pancarta, sobre la que está escrito: "Nada de guerra, por favor", mientras que desfila, entre sus grandes piernas abiertas, una columna de tanques americanos.

"Ante la agresión dirigida contra Irak, el orden árabe nacional y transfronterizo representado por la Liga Arabe ha caído", machaca Nader Ferghani, coordinador del famoso informe del PNUD sobre las carencias del desarrollo humano en el mundo árabe. "Están los que han cometido el crimen, los americanos, pero también están los "accesorios", y son los regímenes árabes, dice. La impotencia del sistema regional árabe se ha revelado en todo su esplendor. Es ya inevitable acabar con la Liga de los Gobiernos árabes, en beneficio de una Liga de los pueblos árabes y de las organizaciones" de la sociedad civil. "Si la desgracia tiene algo de bueno, la invasión de Irak habrá permitido a las gentes expresar sus puntos de vista, pese a la represión de los regímenes, de los que no se han privado de decir todo lo malo que piensan de ellos." Otra consecuencia "positiva", según él: "Un movimiento popular está en gestación, en los países árabes y más allá, cuya Trama es un apoyo capital, que abarca las cuestiones iraquí, palestina, --el asunto iraquí ha despejado el terreno para una solución del conflicto palestino-israelí en beneficio de Israel-- las políticas oficiales y la mundialización en sus aspectos más salvajes."

Como Nader Ferghani, el novelista y editorialista egipcio Gamal Ghitany, que, en calidad de ex corresponsal de guerra, conoce la cuestión militar, se pregunta sobre los misterios de la caída de Bagdad sin la menor resistencia, "las fuerzas americanas penetrando en la ciudad, con la expresión serena de quienes saben que no tendrán que luchar". La derrota de Irak era previsible, dice, "pero habría deseado que no ocurriesen tan fácilmente. La resistencia de Um Qasr ha hecho esperar una repetición en Bagdad". No ha ocurrido nada ded eso, y Nader Ferghani y Gamal Ghitany están casi convencidos de que ha habido un "acuerdo", una "negociación" quizá.

Gamal Ghitany, que "conoce bien Irak", que tiene "amigos personales", rechaza que la imagen de Sadam Hussein se extienda a todo baassista o soldado del ejército iraquí. Acusa al dictador de haber manipulado la idea de panarabismo, primero lanzando una guerra contra Irán para anexionarse el Kouzistán-Arabistán, y luego invadiendo Kuwaït.

"La idea de panarabismo, dice, debe ser revisada. Una etnia, la árabe, y una comunidad, la sunnita, han impuesto su poder en Irak, ¡país multiétnico y pluricomunitario! La primera lección que debe sacar de ello el mundo árabe es no reprimir al Otro, quienquiera que sea. El panarabismo debe ser cultural ». Su primera preocupación, en el momento actual, es Egipto, cuya historia, deplora, ha sido maltratada desde la oleada panarabista de 1952. "Por ejemplo, nuestros alumnos no conocen la historia de los coptos -cristianos-... Egipto debe ser redescubierto culturalmente, porque su pasado es constitutivo de su presente. Hacerlo, es asegurar la protección del panarabismo." Es indispensable, sigue diciendo Gamal Ghitany, que "el Gobierno, que ha acertado en su acción en el asunto iraquí, mida ahora la importancia de una verdadera liberalización democrática en el interior". Es igualmente indispensable, frente a la brutalidad de la intervención americana, ilustrada principalmente por "el saqueo del Museo de Bagdad y de las bibliotecas, y cuyo objetivo es negar a Irak una civilización milenaria", que las "civilizaciones antiguas, olvidando los contenciosos pasados, se acercan, en interés mismo de la Humanidad". A este respecto, Gamal Ghitani se quita su sombrero ante Francia, Alemania y el Papa, cuya postura respecto a Irak ha combatido frontalmente, según él, la idea de una "guerra de las civilizaciones" que se extendía a nivel popular.

Sonallah Ibrahim, el autor de Warda, (Ed. Actes-Sud), o de Años de Zeth (Babel), entre otras, no cree ya, por su parte, más que en la creación de un "gran frente transnacional, sin tener en cuenta la pertenencia étnica, religiosa y política, para enfrentarse a la ocupación americana e israelí". No quiere ya utilizar el vocablo "democracia", porque que cada cual le da el sentido que le apetece. "Los lemas de democracia y de libertad" mostrados que hasta ahora "no eran más que vanas palabras, a propósito de Irak, los regímenes árabes han rozado la caricatura, usando y abusando del verbo, pero incapaces, ¡incluso no deseosos de actuar!" "Cuando era pequeño, dice, me horrorizaba la redacción, porque es hablar para no decir nada. De paso, el otro día, por El Cairo, Dominique de Villepin, el ministro francés de Asuntos Exteriores, ha dado un discurso#8230;muy intenso#8230;en el sentido árabe del término#8230; es decir, vacío de sentido; ¡la redacción aún!", se lamenta Sonallah Ibrahim, que el asunto iraquí ha sido "penoso, por supuesto", pero que está "igualmente contento, porque ahora todo está muy claro: es evidente que existe un bloque, Occidente, que se sirve de lemas para lograr sus objetivos", y porque la movilización de la opinión pública a través del mundo es la señal de salida de una oposición mundial al orden nuevo que EE.UU quiere imponer al mundo.

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30.04.03
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