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Medio Oriente

30 de enero del 2003

Un Estado democrático y laico en la Palestina histórica: ¿a quien se le ha terminado el tiempo?
Ghada Karmi
Comité de Solidaridad con la Causa Arabe

"Dada la estructura actual del Estado de Israel y de los Territorios Ocupados, que es una estructura binacional en todo menos en el nombre, una política formal binacional no es descabellada. En último extremo, allanará el camino para un Estado laico democrático en la historia palestina. Ahora, esto podría parecer una utopía, pero: ¿no hay nada más aparte de la empresa sionista de construir un Estado judío en la tierra de otro pueblo?" .

Durante las dos últimas décadas, la idea de la solución en forma de Estado bipartito ha sido un tema de discusión permanente en el conflicto israelo-palestino. En 1993, cuando se firmaron los Acuerdos de Oslo, prevalecía la idea que la creación de un Estado palestino independiente era sólo una cuestión de tiempo. A pesar de que los Acuerdos [de Oslo] no exponían abiertamente esta idea, en realidad tampoco indicaban una fecha límite, ello no impidió que la mayoría de los palestinos y otras personas pensaran eso. Ahora, casi nueve años después, y pese a los cambios esenciales producidos, la posición oficial palestina en relación con un Estado independiente sigue siendo la misma. De hecho, esta postura se ha reforzado con la ayuda, al menos verbal, europea y estadounidense. Ahora esta postura representa el punto de vista oficial y el fin último de las aspiraciones palestinas..
La historia del Estado palestino nace de la decisión, tomada en 1974 por el Consejo Nacional Palestino (CNP), de crear una "autoridad" en cualquier parte de la Palestina liberada. Posteriormente, esta "autoridad" pasó a ser sinónimo de Estado [palestino] y, desde entonces, el líder palestino ha intentado por todos los medios lograr un Estado independiente, establecido en Gaza y Cisjordania, con Jerusalén Este como capital de dicho Estado. La Liga Árabe aceptó, en 1976, a Palestina como un Estado miembro. En noviembre de 1988, el CNP se reunió en Argelia y aceptó formalmente la existencia de dos Estados independientes: Israel y la nueva Palestina. En 1997, Yaser Arafat anunció que, el 4 de mayo de 1999, la OLP declararía la creación de un Estado palestino independiente. Aunque esto nunca ocurrió, Arafat ha estado, desde entonces, reiterando su posición. Pese a que las fronteras de este Estado aún no se han definido, y pese a los rumores que fueron tomando cuerpo en las conversaciones de Camp David y Taba en 2000- 2001, la idea de esa "entidad a lo largo de Israel" se ha consolidado. Parece que se ha extendido la aceptación tácita de la idea, incluso en Israel. A pesar de que nunca ha existido aprobación alguna de ningún Estado Palestino, existe un sentimiento de resignación hacia este hipotético resultado. Como consecuencia de todo ello, la solución al conflicto en forma de dos Estados ha resultado ser tan predominante que ha desbancado cualquier otra posible solución. Sin embargo, el actual asedio militar israelí sobre los cantones palestinos y la nula descolonización de la tierra palestina ha hecho obligatorio volver a revisar esta postura. En las actuales circunstancias, ¿es posible aún la creación de un Estado palestino? .
La solución de dos Estados .
Sin tener en cuenta si esta solución es políticamente acertada, o deseable, una ojeada al último mapa de los Territorios Ocupados (TTOO) sugiere la imposibilidad de llevarla a la práctica por una mera cuestión logística. Cisjordania hoy en día es una salpicadura de puntos rodeados de asentamientos judíos que separan cada una de las ciudades palestinas, entrecruzadas por carreteras construidas únicamente para uso exclusivo israelí y para desgajar, aún más si cabe, los territorios palestinos. Compartiendo Gaza y Cisjordania con los palestinos hay alrededor de 180.000 colonos judíos y una población de alrededor de 200.000 judíos en Jerusalén Este y sus alrededores. En Cisjordania no existe ningún tipo de continuidad territorial entre las zonas palestinas, aisladas entre sí, y aisladas de Gaza y Jerusalén..
Si los asentamientos judíos permanecen, cualquier proyecto de creación de un Estado palestino no tendría ningún territorio en el que establecerse. El problema se complica aún más por la falta de recursos naturales y por la desestabilización económica que sufren, actualmente, las áreas palestinas. Esto es la consecuencia de 30 años ocupación israelí, ocupación que ha transferido los recursos naturales de los habitantes de Palestina a los colonos, y consecuencia de la política israelí de aislamiento impuesta en Gaza y Cisjordania desde 1993. Las zonas palestinas sufren un alto índice de desempleo (sobre el 50% en Gaza y un 30% en Cisjordania), restricciones al comercio, una industria subdesarrollada y escasos recursos naturales. Cualquier Estado palestino erigido sobre estas bases no es económicamente viable y sólo podría sobrevivir con ayudas de millones de dólares..
El punto de vista de Israel respecto al fin de los asentamientos concede muy poco a las aspiraciones palestinas de creación de un Estado propio. Israel mantendría la mayoría de la tierra y los recursos bajo su control. Jerusalén Este permanecería para siempre como la "capital indivisible" del Estado de Israel. No ha existido ningún plan israelí que haya ofrecido suficiente territorio a los palestinos para poner en práctica un Estado palestino viable. Sin el total desmantelamiento de los asentamientos judíos y la salida de Israel de Jerusalén Este, la fórmula que existe hasta el momento de establecer un Estado palestino en Cisjordania y Gaza, con las fronteras de 1967 y con Jerusalén Este como su capital, simplemente no puede ponerse en práctica. Para lograr el objetivo de los dos Estados, habría que plantearse, o bien una renuncia voluntaria israelí a los asentamientos de Jerusalén Este, o bien la existencia de un agente externo que presionara a Israel para hacerlo. Ninguna de las dos opciones son posibles y, en cualquier caso, las dificultades prácticas de evacuar a todos los colonos y separarlos de Cisjordania, desde el punto de vista de la seguridad, el agua y las infraestructuras, serían tan impresionantes como para disuadir al gobierno israelí de llevarla a cabo..
La solución de un único Estado .
Por todas estas razones, un Estado palestino, tal y como se imagina, no es viable, y la situación en el terreno hace que, incluso, la separación física de los dos pueblos sea muy difícil de lograr. Bajo estas circunstancias dejar de lado la idea de los dos Estados a favor de la solución de un solo Estado que incluya a los dos pueblos, parecería una alternativa evidente. La historia de la solución en forma de Estado único entre los palestinos, se remonta, de hecho, a los años 30. La propuesta de creación de lo que se ha dado en llamar un Estado democrático laico en Palestina fue realizada por primera vez en 1969 por el ala izquierda de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), el frente Democrático para la Liberación de Palestina (FDLP) y, formalmente adoptada en su versión modificada de "Estado democrático de Palestina", por el Consejo Nacional Palestino (CNP) en el congreso anual de aquel año. Con pocas excepciones, la propuesta se enfrentó al rechazo por ambas partes. Los israelíes consideraron simplemente que se trataba de una fórmula para destruirles, y los Palestinos pensaron que se trataba de una concesión inaceptable al enemigo. Nunca tuvo aceptación en ningún lado y, sin grandes alharacas, después de 1974, fue abandonada, momento en el que la opción de un Estado en Cisjordania fue tomando cuerpo..
En los últimos tiempos, y dado el actual impasse de la situación política, la idea de un Estado para los dos pueblos ha comenzado a resurgir entre un pequeño número de izquierdistas palestinos e israelíes, si bien es cierto que desde distintas perspectivas y por diferentes motivos. El debate se centra en la forma que este Estado debería tener, si debería ser un Estado binacional, o un Estado laico y democrático. El binacionalismo no es una idea nueva en Israel. Durante los años 30 y 40 los intelectuales europeos sionistas, como Martin Buber, Judah Magnes y Arthur Ruppin, estuvieron muy interesados en la creación de un Estado binacional en Palestina en el cual las dos comunidades pudieran convivir. Algunos sionistas propusieron la convivencia con los árabes dentro de una organización cantonal, como en Suiza. Esto daría la autonomía a los judíos en las localidades en las que vivirían y el resto del país se dividiría en cantones autónomos, cristianos y musulmanes..
Algunos palestinos estuvieron de acuerdo con la idea de los cantones, porque pensaron que sería una forma de detener las ambiciones sionistas de la creación de un Estado judío en Palestina. Pero la mayoría se opuso al binacionalismo en cualquiera de sus formas, ya que ello habría supuesto la concesión de un estatus de igualdad, con los palestinos, a una minoría extranjera sin derechos en Palestina, lo que les permitiría proseguir con el objetivo sionista de dominación. Entre los judíos, quienes abogaban por un binacionalismo formaban un grupo pequeño e inefectivo y abandonaron estas ideas en 1948, cuando Israel se estableció como un Estado judío. El discurso sobre este tema fue totalmente olvidado, pero ha renacido en estos días entre unos poco sionistas del ala izquierdista, que están preocupados otra vez con el binacionalismo..
En un Estado binacional, judíos y palestinos existirían como comunidades separadas dentro de un marco federal. Cada pueblo se organizaría de forma autónoma y el derecho legítimo del uso de la lengua propia, de la religión y de sus tradiciones estarían garantizados. Ambos [judíos y palestinos] participarían en un gobierno con un único parlamento, que podría ocuparse de asuntos de importancia supranacional, defensa, recursos, economía, etc. Un Estado así estaría basado en un modelo de cantones, como el suizo, o en el modelo binacional de Bélgica. En el caso de Palestina e Israel, la estructura cantonal estaría basada en la actual estructura demográfica del país, donde las zonas árabes densamente pobladas, como la de Galilea, se convertirían en cantones árabes, y las [zonas] judías, como Tel Aviv serían cantones judíos y así sucesivamente. Esto dejaría pendiente por resolver un numero de cuestiones prácticas, como por ejemplo, los poderes y la composición del parlamento, el ejercicio del derecho al retorno de judíos y árabes, etc..
Sin embargo, el debate todavía no ha calado en Palestina más allá de en un pequeño grupo de gente, entre quienes se encuentran dos figuras destacadas, el diputado de la Knesset [Parlamento israelí] Azmi Bishara, y el académico palestino Edward Said. Pero, al menos, implícito en estas propuestas está el reconocimiento de que Israel es, de hecho ya algo parecido a un Estado binacional, puesto que una quinta parte de su población actual, dentro de la Línea Verde [de armisticio de 1967], es árabo-palestina. Por otra parte, el Estado laico y democrático demanda un solo individuo, un solo voto político, sin relación con la étnia o la confesión religiosa. El objetivo sería la creación de una sociedad pluralista basada en el modelo democrático de Occidente, y a ésta se opondría un modelo basado en la separación de ambas comunidades. Esta última idea tiene menos adeptos y éstos, aparte de las ordenadas filas de judíos antisionistas, como el Profesor Ilan Pappe de la Universidad de Haifa y de otros, como yo misma, son sobretodo palestinos..
Objeciones a la solución de un único Estado .
Independientemente del sistema que se elija, es poco probable que la solución de un Estado único fuera aceptada entre las masas palestinas o israelíes. Actualmente, existen varios argumentos en contra:.
Primero, se dice que los judíos israelíes y los palestinos no aceptarán nunca la integración. Existe, sin embargo, una diferencia entre la separación y la conquista militar de una parte sobre la otra. La separación es la más humana de estas posibilidades..
Pero, ¿esta premisa es cierta? En realidad hay muchos ejemplos en la historia del mundo sobre integración de pueblos que parecían totalmente irreconciliables antes de que se llegase a la resolución del conflicto. Quizás, la más relevante, aunque todavía frágil, es el ejemplo de Sudáfrica. Inglaterra, después de su Guerra Civil es otro ejemplo. No podemos olvidar jamás que la mitad de la población judía de Israel proviene de países árabes, donde los judíos se encontraban relativamente bien integrados. Aunque la mayoría de ellos ahora hablan hebreo, y se ven así mismos como israelíes, conservan importantes elementos de su cultura árabe y han empezado a manifestarla abiertamente..
Segundo, se ha señalado que Israel hace lo que quiere porque posee el poder militar para ello. En estas circunstancias, los palestinos deberían apropiarse de lo que pudieran y vivir, dejando la lucha a un lado. Esto debería ser una filosofía realista, pero los palestinos no muestran ninguna inclinación a capitular. A pesar de su debilidad militar, siguen luchando en la actual Intifada, como estamos viendo, porque son conscientes de que el poder militar no es la única forma de poder. Hay un argumento moral en contra de la capitulación a la injusticia, y esto ha calado hondo en la conciencia del pueblo palestino. Los últimos acontecimientos internacionales parecen haber reforzado esta posición. Cualquier postura que ignore al argumento moral está destinada a su rápida desaparición..
Tercero, se ha argumentado que, aunque lejos de la perfección, la solución de un Estado binacional ofrece una salida hacia delante, que más tarde podría avanzar hacia una solución más justa, por ejemplo una federación o una unión económica. Otros verían esta solución como el primer paso hacia un futuro Estado único. Muchos apoyan esta postura porque creen que un enfrentamiento directo con el sionismo, dado el desequilibrio de fuerzas, sería totalmente ineficaz. Creen que mientras la realidad demográfica y económica va calando, la solución es alejar lo más posible el sionismo..
No atacar al sionismo ahora simplemente aparca el problema para un futuro. El desequilibrio de poder entre Israel y un Estado palestino aseguraría que un "futuro desarrollo" siempre sería favorable a Israel y desfavorable para Palestina. En este contexto, producto de la naturaleza esencialmente racista del sionismo, no puedo concebir que la solución de un Estado binacional pueda derivar en alguna forma de igualdad entre ambos pueblos..
Cuarto, aquellos que propugnan un Estado unitario son acusados de desviar la fuerza y la atención lejos de aquello que es factible (dos Estados) en aras de sostener una utopía de imposible realización (un Estado). Esta objeción podría justificarse si la solución de un Estado binacional fuera deseable en términos morales pero impracticable..
Quinto, se mantiene que la creación de un Estado único plantea tremendos obstáculos. ¿Como se llevaría a cabo? ¿Tendrían los judíos el derecho al retorno al igual que los palestinos? ¿Qué carácter tendría el Estado híbrido resultante y cómo sería aceptado por el resto del mundo árabe? ¿Sería predominantemente árabe con aspectos judíos o todo lo contrario? .
Todas estas preguntas son muy difíciles de responder. No tenemos un precedente histórico al que mirar para guiarnos. La verdad es que habrá que enfrentarse a estas cuestiones cuando se dé el primer, y más difícil, paso, que es la decisión de establecer un Estado unitario. Una vez que esto se logre, el resto debe someterse a la discusión y al conocimiento. Sería inútil pretender que el proyecto sionista en Palestina no ha creado un problema de grandes dimensiones en la región. Lidiar con estas consecuencias no será fácil, pero ello no puede ser una razón para apoyar la supervivencia del sionismo sosteniendo la continuación de un Estado judío..
El binacionalismo y el derecho al retorno .
En el contexto de la solución de un Estado unitario, el Estado binacional resulta, evidentemente, menos inaceptable, puesto que puede diseñarse para que se asemeje lo más posible a la solución del Estado binacional propuesta por el lado más fuerte. Pero desde el punto de vista palestino, para que un Estado binacional sea equitativo, y no simplemente un nuevo caos de la fórmula actual de hegemonía de Israel, debe garantizar el derecho al retorno de los refugiados palestinos a este [nuevo] Estado y la devolución de la tierra y de los recursos que les han sido robados. Tiene que abolirse la Ley israelí del Retorno judío [cualquier judío del mundo tiene derecho a ser ciudadano de Israel] y el Estado binacional debería configurarse a lo largo de las fronteras no sionistas, puesto que ello forma parte de la naturaliza exclusivista y discriminatoria del sionismo, que ha sido el origen del problema..
El destacado sociólogo israelí Sami Smoocha, que ha dirigido numerosas investigaciones desde la década de los 70, ha observado que "los judíos de Israel eran, al mismo tiempo, racistas e inflexibles" y ello es la causa de que persista el conflicto israelo-árabe..
La discusión es, sin embargo, académica, a la luz de la actual opinión pública israelí, que en su mayoría no apoya la solución de un Estado binacional..
El Estado democrático y laico .
Se puede presumir que la idea de un Estado democrático y laico, atraiga en este momento a pocos, porque sería, evidentemente, el fin del sionismo y obligaría a los israelíes a compartir en igualdad la tierra que ellos ven exclusivamente como tierra judía habitada por no judíos. El Estado laico y democrático es apenas mejor para los palestinos, para quienes significaría el fin del sueño de un Estado palestino soberano, sueño que se ha convertido en algo familiar y, hasta hace muy poco, alcanzable. La idea de vivir con los israelíes, después de décadas de odio y de sufrir el actual asalto israelí, parecería inaceptable. Y ¿aún así la alternativa de un Estado único sigue sobre la mesa? Irónicamente, es la política anexionista del gobierno israelí en los TTOO la que precisamente ha destruido la opción de los dos Estados. Fragmentando Cisjordania de forma tan eficaz, se ha asegurado que allí no pueda existir ningún Estado y así se abrió la puerta a la solución de un Estado único. Como consecuencia de ello, la opción de un Estado palestino deja de ser débil..
Tampoco es deseable, desde el punto de vista palestino, la solución de un Estado binacional. En caso de que hubiera ocurrido, habría sido inestable y, finalmente, inaceptable para los propios palestinos. Les habría proporcionado, como mucho, una identidad rota, cierto grado de desmilitarización y una dependencia económica sobre 1/5 de la tierra primitiva (incluso aunque les hubieran ofrecido toda Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este, ello alcanzaría sólo el 23% del Mandato de Palestina). Sería un Estado incapaz de absorber los 4 millones de desplazados palestinos, y pondría fin a las esperanzas del derecho al retorno a los hogares que les pertenecieron. Más importante, habría sellado con su aprobación la reivindicación sionista de que la tierra palestina es la tierra exclusiva de los judíos en la que jamás ningún palestino será aceptado..
El sentido palestino de la injusticia, que deriva fundamentalmente de la pérdida de su hogar ­de su tierra- y de la negación del derecho al retorno, no podría ser resarcido con un acuerdo desigual entre dos Estados. Y si la injusticia se deja sin resolver, ello será una fuente constante de inestabilidad y una causa de terrorismo en la región. Nadie niega que hay una cantidad ingente de problemas en la manera de poner en práctica un único Estado en Israel/Palestina. Tampoco nadie niega que el pasado no puede cambiarse, pero una solución, incluso a estas altura, que permita que toda la tierra sea compartida de forma equitativa por los dos pueblos y que permita la repatriación de los refugiados ayudaría a poner los cimientos de un futuro estable. Dada la estructura actual del Estado de Israel y de los TTOO, que es una estructura binacional en todo menos en el nombre, una política formal binacional no es descabellada. En último extremo, allanará el camino para un Estado laico democrático en la historia palestina. Ahora, esto podría parecer una utopía, pero ¿no hay nada más aparte de la empresa sionista de construir un Estado judío en la tierra de otro pueblo? .
* Ghada Karmi es escritora y académica palestina residente en Londres. Su último libro (coeditado con Eugene Contral) es The Palestinian Exodus, 1948-1998, (Ithaca Press, 1999). Es miembro y vicepresidenta de CAABU y miembro de IOPA internacional. Este artículo fue publicado en la edición de julio de 2002 de la revista libanesa Al-Adab..
Al-Adab, julio de 2003
Traducción: Paloma Valverde, CSCAweb