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Latinoamérica

La embajada española y Alfaguara viven en otro mundo (o no)

Por Andrés Capelán

MONTEVIDEO/URUGUAY/29.03.03/COMCOSUR AL DÍA -

La embajada del Reino de España y la Editorial Alfaguara parecen vivir en otro mundo. En su comunicado afirman que los primeros jurados resolvieron renunciar "por motivos totalmente ajenos a los organizadores." Además de omitir decir que un segundo grupo de jurados convocado tras la renuncia del primero, también declinó el ofrecimiento, no parecen darse cuenta del grave error que cometieron al incluir al ex presidente Julio María Sanguinetti en su integración. Además de haber escrito algún texto de propaganda política, la única relación de Sanguinetti con la literatura, es la de lector.
Pero además, siendo ministro de cultura del ultraderechista Jorge Pacheco Areco en los años 70, Sanguinetti fue autor de la más represiva y siniestra Ley de Educación que recuerde el país. Además de ser sospechado de tener estrechas relaciones con el Escuadrón de la Muerte en los años 70 y de apadrinar a las mafias del contrabando en los años 90, también fue impulsor de la Ley de Impunidad que prohibe juzgar a los militares y policías que cometieron violaciones a los derechos humanos durante la dictadura de 1973-85.
Por si fuera poco, en los últimos meses de su última presidencia (1995-2000), mantuvo una polémica pública con el poeta argentino Juan Gelman, quien reclamaba su intercesión para la ubicación de su nieta, María Claudia, nacida en una cárcel clandestina en Montevideo en 1976, y desaparecida desde entonces. El presidente Sanguinetti afirmó hasta el último día de su mandato que en Uruguay no había ningún desaparecido, y que Gelman (un terrorista, claro) mentía con el sólo fin de desestabilizar la democracia uruguaya. Sin embargo, a los pocos días de su pasaje a cuarteles de invierno, el poeta argentino encontró a su nieta viva y sana en Montevideo.
La campaña de Gelman para pedir a Sanguinetti que intercediera en la búsqueda de María Claudia incluyó decenas de cartas firmadas por miles de escritores, intelectuales, políticos, defensores de los derechos humanos, premios Nobel, y ciudadanos en general, a las que Sanguinetti nunca contestó. Ahora, los organizadores del concurso dicen que decidieron suspenderlo porque "existe una alta probabilidad de que se entre en debates no deseados, que además no se corresponden con las funciones de la Embajada ni con la tarea de la Editorial." La embajada de España y la Editorial Alfaguara reconocen que para ellos las violaciones a los derechos humanos cometidas en nuestro país es "un debate no deseado," y afirman que los inconvenientes se han suscitado "por motivos totalmente ajenos a los organizadores.
Sin embargo, no es ello así, el debate se ha suscitado porque los organizadores habían incluído en el jurado a Julio María Sanguinetti, algo tan traído de los pelos que sería motivo de risa si no fuera por todo el transfondo político-electoral e ideológico que conlleva. Quienes han politizado el premio Juan Carlos Onetti han sido ellos. Han metido las cuatro patas en el tacho y han provocado el efecto totalmente contrario al que buscaban. En lugar de prestigiar al ex presidente, han dejado en evidencia su falta de idoneidad artística, ética y moral. Finalmente, no han tenido la nobleza de reconocer su error, y no han encontrado otra solución al problema que eliminar el concurso. ¿O es que la inclusión de Sanguinetti en el jurado era una condición sine-qua-non impuesta desde Madrid por su amigo Aznar para ayudarlo en la campaña electoral?