Intervención de baja intensidad
Narciso Isa Conde
FUERZA DE LA REVOLUCION POPULAR, CAMAÑISTA, COMUNISTA.
SANTO DOMINGO, RD.
Para donar escuelas y policlínicas no se necesitar traer soldados. Mucho menos armas, barcos, helicópteros, camiones militares, municiones... Eso sólo requiere dinero y personal dominicano. O, en casos excepcionales, personal civil extranjero.
Para entrenar soldados criollos no se necesita tropas extranjeras, sino becas en academias o simplemente instructores.
Para hacer maniobras conjuntas no necesariamente se necesita el territorio nacional, el espacio aéreo del país, sus aguas limítrofes y su espectro radial. Podría hacerse en el territorio del país que las propone o en sus campos de entrenamiento.
Para ayudar a combatir el terrorismo hay que dejar de ser terrorista. No existe un terrorismo bueno y uno malo. No deja de ser terrorismo cuando, en lugar de células o redes civiles, el método es ejercido por un gran Estado y por un super-ejército.
Ese terrorismo incluso es peor.
Para combatir el narcotráfico es preciso eliminar los grandes mercados de las drogas. No solamente hay oferta, sino una gran demanda. Para ofrecer confianza en ese terreno no se puede tener una CIA que auspicie el consumo y el tráfico de drogas en gran escala, ni una DEA que tenga carteles preferidos.
No se debe tener un padre como George Bush que usó la CIA con esos fines. Ni un "cuadro" como Oliver North que traficó todo lo malo. Ni aliados como Arnoldo Alemán, Guillermo Endara, García Mesa, articulados al narco-poder de sus respectivos países.
No se debe tener un socio como Alvaro Uribe, de igual calaña. Ni mucho menos haber tenido tropas como las que en 1965 introdujeron el consumo de drogas en el país y más recientemente permitieron que Haití se convirtiera en un paraíso de las drogas.
Para hablar de paz y ser creible, está prohibida declarar "guerras infinitas", bombardear naciones, cometer genocidio, sembrar bases militares en todo el planeta.
Hay cuentos que no se deben creer. Hay disfraces y máscaras que no se deben aceptar. No hay que suponernos imbéciles o tontos como para creer en su "ayuda humanitaria". A otro perro con ese hueso. A otro lugar con esos regalos envenenados.
De 200 en 200 se ocupa un país o se preparan las condiciones para ocuparlo, después de haberlo privatizado a su favor y saqueado con préstamos usureros.
En cinco meses, además de escuelitas pueden hacerse muchos escondrijos como los que ya hicieron la gente de "Nuevos Horizontes" en El Darién de Panamá.
Y helipuertos, caminos y puentes que en caso de intervención masiva pueden ser conectados.
En cinco meses, de 200 en 200, se entrenan 10 mil soldados en el conocimiento del futuro "teatro de operaciones". En cinco meses se amarran muchos cabos y se establecen nuevas condiciones de manipulación de unas Fuerzas Armadas en las que ya no pocos de sus miembros han comenzado a pensar con cabeza propia y a sustentar ideas democráticas y nacionalistas.
En ese período pueden ser adoctrinados muchos "cuadros militares" en la "doctrina Bush". Se pueden hacer muchas cosas que no debería hacerse en las frontera con Haití.
Las "facilidades" sobran: pueden traer las armas y equipos militares que deseen, no tienen que ser registrados; no tienen que pagar impuestos; no responden por hechos criminales ante la Justicia dominicana; pueden usar el espectro radial y andar armados.
Yo diría que para materializar un proceso tan perverso contra nuestra soberanía se necesitan dos partes: los halcones y los que sumisa y gustosamente aceptan tales imposiciones. Ya está claro quién es el principal responsable de esta ignominia.
Ya sabemos quién es el actual jefe de los traidores a nuestros derechos soberanos. Declaró que se trata de un "asunto militar", que "nada tiene que ver con la diplomacia ni con la Cancillería".
Y lo dijo cuando se anuncia una guerra contra Irak y el mundo se levanta por la paz. Cuando América Latina y el Caribe han dado inicio a una nueva oleada transformadora y la cúpula imperial estadounidense se enseña contra todos los que se resisten a ser víctimas de su recolonización y anexión (en Venezuela, Bolivia, Brasil, Ecuador, Argentina, Colombia...).
Lo ha dicho cuando su inicial popularidad se desploma y cuando el deterioro apunta hacia nuevas luchas, rebeldías y alternativas.
Está claro: estamos frente a una intervención militar de baja intensidad (de carácter preventivo), que eventualmente puede aumentar de potencia y dimensión.