VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Latinoamérica

TROTSKYSTAS: ES HORA DEL GOBIERNO OBRERO CAMPESINO

Econoticiasbolivia.com (La Paz, marzo 5 de 2003).

- El trotskysta Partido Obrero Revolucionario (POR) de Guillermo Lora cree que Bolivia ya está madura para la revolución y la dictadura del proletariado.
Al evaluar el alzamiento popular de febrero, el POR destaca la quiebra del aparato represivo del Estado y la posibilidad de resolver por esa vía el problema del armamento de la masas. Los trotskystas están seguros que el movimiento obrero y popular camina aceleradamente hacia la insurrección que daría fin con la propiedad privada de los medios de producción y con propio Estado burgués.
El POR es, organizativamente, un diminuto partido, pero con una enorme y decisiva influencia en la vida política y sindical boliviana desde los años 40. En esa década elaboró la Tesis de Pulacayo, adoptada como biblia por los mineros bolivianos, y en la que se proclama que la liberación nacional y social será posible únicamente con el gobierno de obreros y campesinos.
Bajo su influjo, a principios de los años 70, la Central Obrera Boliviana (COB) asumió, en sus documentos y tesis, la tarea histórica de la construcción del socialismo. En esa misma época, el POR y su líder Guillermo Lora fueron los artífices de la denominada "Asamblea Popular", un verdadero soviet de obreros, campesinos y clases medias empobrecidas, que fue destruido con el golpe militar de Hugo Banzer en 1971.
En la etapa neoliberal, los trotskystas mantuvieron su discurso contestatario, proclamando la necesidad de la revolución social. Para ellos, los acontecimientos del 12 y 13 de febrero no son una casualidad ni "un rayo en el cielo sereno". Econoticiasbolivia extrae esta evaluación de "Masas", el vocero oficial del POR.
EVALUACIÓN DEL POR Masas (1843 del 21 de diciembre del 2003) dice lo siguiente: No es la primera vez (recordamos el amotinamiento del año 2000), ni será la última, en que la tropa policial se rebela demostrando que el descontento social tan profundo alcanza al propio aparato represivo del Estado burgués. La clase dominante ya no es capaz de alimentar ni siquiera a quienes deben cuidarle las espaldas. La miseria extrema en que se encuentra la gran mayoría de los bolivianos alcanza a la tropa y a la oficialidad de bajo rango, tanto de la policía como del ejército.
El gobierno, servil ante las instrucciones del FMI, quiso imponer su maldito impuestazo. No se imaginó que sería la policía quien desate la furia popular contra la medida. Apenas se supo del amotinamiento policial, la población se volcó a las calles a rodear la plaza (Murillo), esperanzada en que ésta podía ser la oportunidad para asaltar este bastión, símbolo del poder burgués.
El asedio no cedía pese a la brutal represión de los militares y sus francotiradores que, no cabe duda, obedecían órdenes el gobierno que buscaba ahogar en sangre la rebelión de la policía.
La furia popular contra el gobierno se ensañó con los símbolos del poder: Ministerios, Vicepresidencia, sedes de los partidos políticos de gobierno fueron arrasados por la gente insurrecta en las calles. La gente no fue a saquear estos edificios, no se llevaba nada, fue a destruirlos. Estaban expresando así, de manera fetichista, su deseo de acabar con el poder burgués.
GRANDES LECCIONES Los hechos de los días 12 y 13 de febrero están llenos de lecciones.
Primero. Nos muestra el camino para resolver el problema del armamento de las masas: La quiebra del propio aparato represivo del Estado burgués. Las armas están en manos de la policía y de las Fuerzas Armadas y es posible arrebatarlas de esas manos, ganando a la tropa y a la oficialidad a la causa revolucionaria.
Segundo. Es necesaria una dirección revolucionaria que conduzca la lucha de las masas a materializar la revolución destruyendo el poder burgués y no solo algunos de sus símbolos. Destruir el poder burgués quiere decir echar del poder a la clase dominante en su conjunto para instaurar el gobierno de los explotados: el gobierno obrero - campesino que sepulte a las transnacionales y sus lacayos, la burguesía nativa que nos explotan y saquean el país. No se trata de pedir la renuncia de Goni (el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada) para salvar el orden burgués y su falsa democracia, como planteó el reformista y ambicioso Evo Morales.
Se ha logrado hacer retroceder al gobierno con lo del impuestazo. Corresponde ahora exigir (como consignas de transición) que acabe la miseria extrema, superar la desocupación masiva con trabajos permanentes, salario mínimo vital de acuerdo al costo de la canasta familiar, presupuesto suficiente para las universidades y para la salud pública, recuperar el gas y el petróleo de manos de las transnacionales.
Si el estado burgués es incapaz de atender estas demandas del pueblo hambriento, y si como ya lo ha manifestado no puede dar de comer a los bolivianos, no merece seguir existiendo y debe ser destruido. Debemos acabar con el orden social burgués imperante, con la gran propiedad privada burguesa e instaurar el gobierno de obreros y campesinos (la dictadura del proletariado).