"...Ella por quien el cielo..por quien las aguas son custodiadasla Vaca de las mil aguas, la invocamos con la formula santa.De tu primer ordeño salieron las aguas....¡Oh Vaca!, el alimento y la leche...La Vaca es la madre del jefe de la tribu¡Oh Oblación!, la Vaca es tu madre.. Himno hindú a la Vaca Sagrada El himno que citamos arriba forma parte de la colección de escritos y cantos de la literatura sagrada hindú llamada Atharva-veda; y es en sin mismo una expresión del pensamiento religioso de una cultura milenaria que realza la devoción hacia la mítica vaca sagrada; devoción que aun pervive en nuestros días (V. Grigorieff, Mitologías Orientales. Ed. Robin Book, 1998). Para entender la razón de este respeto y devoción recurramos a Heinrich Zimmer, considerando unos de los mitólogos mas importante del siglo XX; el nos explica que "según la concepción india, la idea de total o totalidad esta asociada al numero cuatro...Todo lo completo y autónomo...está firmemente asentado sobre sus "cuatro patas"...El dharma, el orden moral del mundo, está ...firme sobre sus cuatro patas, como una vaca sagrada" (Mitos y Símbolos de la India, Ed. Siruela, 1995, p.23). Bajo esta concepción mitológica, la merma del orden moral del mundo es interpretada como si la vaca estuviese apoyada en menos de cuatro patas (Zimmer, p. 24). De allí que sea de suprema importancia la preservación de este noble animal.
En occidente, bajo la influencia de la racionalidad propugnada desde la Ilustración, nos cuesta creer el poder que ejerce sobre para la mentalidad hindú esta clase de creencias. El espectáculo de una calle cualquiera en Calcuta, por ejemplo, es deprimente para nuestra cultura: las vacas deambulan libremente regando su estiércol a diestra y siniestra. /!Oh Oblación!, la vaca es tu madre/. Peor aun, para no atentar contra el orden moral del universo, encarnado en la vaca sagrada, millones de seres humanos han fallecido y otros tantos siguen desnutridos y hambrientos con rumbo seguro al sepulcro. /Oh Oblación!, la vaca es tu madre/. Este es un ejemplo tangible y triste del pernicioso poder de los mitos sobre la mentalidad y conducta de los hombres.
Por eso, en occidente estamos acostumbrados a llamar "vacas sagradas" a personas o instituciones que en virtud de algún tipo de poder que ostentan (o que suponemos que ostentan) son consideradas venerables e intocables. Uno de los ejemplos mas representativos de esta clase de mitología occidental son los medios masivos de comunicación, y de manera especial la televisión. El carácter mítico de los mass media reside en que se ha investido con un poder absoluto a sus dos pilares fundamentales: la libertad de expresión y la autonomía (financiera y jurídica) frente al Estado. Existe una larga data de encuentros y desencuentros entre los medios de comunicación y el Estado, que van desde un concubinato a la fuerza (durante una dictadura) hasta acuerdos sobre una política de conveniencia o tolerancia mutua (en democracia). Esto último es precisamente lo que deseo abordar: el rol de los medios de comunicación en la presente crisis venezolana y, si es posible y deseable una regulación de la libertad de expresión por parte del Estado.
Para destacar el funesto papel de la TV venezolana actual, permítanme citar al Dr. José Padrón de la Universidad Simón Rodríguez, quien en un brillante ensayo nos dice: "Lamentablemente, desde muchísimo tiempo antes de la actual coyuntura política venezolana, ya una gran parte de nuestras organizaciones de comunicación masiva venían históricamente moviéndose dentro de dos grandes tradiciones nefastas de gestión comunicacional: la tradición amarillista y la tradición mercenaria. Bajo la gestión amarillista, el derecho a la información estuvo siempre supeditado a la explotación de la desgracia y el dolor humanos en función del impacto emocional (irracional) generador de grandes dividendos....En el rubro de la comunicación mercenaria, la información a la cual tiene derecho el ciudadano se administra en función de la negociaciones de poder, llevadas a cabo en la penumbra de ciertos escenarios políticos y empresariales, por vía de toda una maraña de chantajes, sicariato mediático, de alianzas y traiciones" (Ver www.gumilla.org.ve). Padrón muestra que esta doble tradición es parte ya de la conducta de los medios de comunicación venezolanos. Dos, de sus productos negativos, entre muchos otros, son (1) que "ya no tenemos periodistas, sino instigadores armados con una cámara o grabador; no tenemos medios de información, sino medios políticos de manipulación, no tenemos narradores de noticias, sino voceros de los dueños de la información.." y (2) tan nefasto como el anterior, es que "el venezolano, en general, ha renunciado a su derecho a la información, a cambio de sus propios interese políticos".
Aun así, desnudos ante la historia y antes sus propios homólogos extranjeros, los medios de comunicación venezolanos insisten en mantenerse con sus ropajes míticos, como la encarnación misma de la vaca sagrada hindú, y en nombre de la libertad de expresión y de la autonomía se creen con el derecho de esparcir su estiércol a diestra y siniestra, /!Oh Oblación!, la vaca es tu madre/. La industria de la prensa y la televisión deben estar al servicio del interés publico, no en actitud servil ante una parcialidad política o económica; en lugar de aportar soluciones se han convertido en parte importante de la crisis de gobernabilidad que enfrenta el Estado. Este uso indebido de la libertad de expresión por los canales de televisión, por su mayor poder de difusión, los convierte en un peligro para la democracia. Karl Popper, brillante filosofo de la ciencia, ya nos advertía de esta problemática hacia la década de los sesenta, cuando apenas la vaca sagrada asomaba su cornuda cabeza en el océano de la modernidad: "La democracia consiste en someter al poder público a un control. Esa es su característica esencial. No debería haber ningún poder político incontrolado. Ahora bien, la televisión se ha convertido hoy en un poder colosal; se puede decir que es el mas importante de todos, como si hubiese reemplazado la voz de Dios. Y será así en tanto continuemos soportando sus abusos. La televisión ha adquirido un poder demasiado extendido en el seno de la democracia. Ninguna democracia puede sobrevivir sino se pone fin a toda esta potencia" (La televisión, un peligro para la democracia, 1995).
Ahora bien, dado que la vaca sagrada venezolana ha experimentado una monstruosa metamorfosis y ha llegado parecerse a las vacas locas que aterrorizaron a Europa no hace mucho, es urgente y necesario, por causa de la estabilidad de la democracia misma, ponerles un yugo y conducirlas a los campos y a los potreros de donde nunca debieron haber salido. Lo que quiero decir es lo siguiente: que es pertinente que se constriña a ese poder a ejercer las funciones para las cuales está llamado. En otras palabras, se impone una regulación de la libertad de expresión de estos medios por parte del Estado, y nosotros, como simples ciudadanos estamos obligados, por honestidad intelectual, a colaborar en esta empresa. Y no solamente por las razones arriba señaladas, sino porque al valor de la libertad de expresión de los medios privados debe a su vez respetar el valor de la igualdad de todos ante la ley; y esto último significa mi irrenunciable derecho a participar en la arena pública en medio de un escenario libre y abierto. De otro modo, la libertad de expresión de los medios para hacer oír su voz se convierte en un poder sutil y abusivo que silencia la mía.
La intervención del Estado a fin de regular la libertad de expresión siempre ha sido objetada, aquí y en todas partes, en virtud de los graves errores cometidos. Pero ello es solo una parte de la historia. La razón de fondo estriba en que el liberalismo, uno de los abrevaderos de nuestra vaca sagrada, ha forjado el mito de que el Estado es el enemigo natural de la libertades ciudadanas, y de manera particular de la libertad de expresión. Con un ejemplo trivial mostraré no solo que el Estado debe intervenir para restringir nuestras libertades sino que además, aunque resulte paradójico o contradictorio, los ciudadanos pueden invocar su ayuda. Uno de los derechos civiles es aquel referido a la libre circulación, pero el Estado, a fin de asegurar otro de nuestros derechos como el de la vida, interviene restringiendo aquella libertad al imponer un limite de velocidad y una serie de señalizaciones. Nadie en su sano juicio protestaría al Estado por ello. En el caso, de que alguien impida mi libre transito, como me ocurrió cuando en uno de esos benditos bloqueos de calles y avenidas por parte de la oposición (como parte de sus protestas), yo tengo el derecho (como lo hice) de recurrir a los organismos del Estado correspondientes a fin de que se me respete mis derechos (a la verdad tuve que irme por otra vía porque el que iba a resultar preso era yo). Si esto es así en materias tan elementales, cuanto mas cuando se refiere a la libertad de expresión por todo lo que ella significa e implica. Especialmente cuando detrás de los medios hay enormes capitales de "mastodontes industriales procedentes de los territorios de la ...informática, ..el armamento" (Ver por ejemplo, Medios Concentrados de I. Ramonet, en Question, Num. 6, Dic. 2002). Estas bestias, "fueron atraídas por ambiciones de poder y perspectivas de ganancia fácil" y con sus deformes pezuñas "pisotearon algunos valores fundamentales: en primer lugar, la preocupación por una información de calidad" (Ibid).
Afortunadamente no estamos a ciegas en este asunto de la regulación de la libertad de expresión. En una obra magistral del Dr. Owen Fiss, Profesor de Leyes de Yale, que todo venezolano debiera leer (y que la oposición desearía quemar), establece una doctrina por medio de la cual desarticula el mito de que el Estado es enemigo de la libertad de expresión, y que puede convertirse en un amigo y promotor de ésta (La Ironía de la Libertad de Expresión, Ed. Gedisa, 1999). De hecho, el Dr. Fiss dice que el objeto de su libro es explorar bajo que circunstancias es necesario el ejercicio del poder del estatal para regular la libertad de expresión (p. 14). Para ilustrar esto, citaré algunos pasajes realmente impresionantes.
Debido "al impacto que las concentraciones privadas de poder tienen sobre nuestra libertad; a veces se necesita al Estado para contrarrestar estas fuerzas" (p. 12)
El sistema jurídico debe evaluar cuidadosamente al "elegir entre compromisos trascendentales, la libertad [de expresión] y la igualdad [ante la ley]" (p.24).
"Quizás sea posible ver las regulaciones en cuestión como medidas que promuevan la libertad de expresión, en lugar de restringirla" (p. 27).
"Lo que hace el Estado es simplemente ejercer su poder de policía para promover un fin publico valioso....el fin que se persigue representa una concepción de la democracia que exige que la expresión del poderoso no ahogue o menoscabe la del menos poderoso" (p. 29)
El Estado debe establecer las "precondiciones esenciales para el autogobierno colectivo, asegurando que todos los puntos de vistas sean expuestos al publico...[esto es] una forma de promover el proceso democrático" (p. 30,31).
Una de las tareas urgentes del Estado venezolano consiste en desmitificar la concepción de un Estado interventor que desea cercenar la libertad de expresión. Si el Estado falla en esta tarea hercúlea de tomar por los cachos a esta engreída vaca sagrada y no logra acallar sus insolentes mugidos, no solo peligraría un proceso de cambio o un proyecto de país, sino que la democracia misma quedaría a merced de las embestidas mediáticas de esta bestia apocalíptica; amén de los poderosos intereses económicos y políticos que son su fuerza e inspiración. Y nosotros, ¿que haremos?, yo sugiero que, al paso que libremos una batalla por la emancipación del gran mugido mediático, que nos unamos en un gran coro nacional y a una sola voz cantemos: /La Vaca es la madre del jefe de la tribu /!Oh Oblación!, la vaca es tu madre/., /!Oh Oblación!, la vaca es tu madre/., /Oh Oblación!, la vaca es tu madre....tu madre...tu madre....
Williams Pitter Universidad del Zulia, Venezuelagospel@luz.ve