23 de febrero del 2003
El primer mes del gobierno de Lucio Gutiérrez:
Manuel Salgado Tamayo
LA VISITA A WASHINGTON
Aún los que cabalgan por la vida en rocín flaco y lento están de acuerdo en que, el viaje del Presidente ecuatoriano Lucio Gutiérrez a los Estados Unidos de América, el pasado 10 de febrero, llevado de la mano por el Embajador y banquero Guillermo Lasso, marca el giro definitivo de su política nacional e internacional. La firma de Carta de Intención con el Fondo Monetario Internacional, sin objetar ni una sola línea de las 22 condiciones impuestas, todas lesivas para los intereses nacionales, demuestra un nivel tan extremo de sometimiento que la prensa del Imperio comentó que el nuevo Presidente "es visto por los organismos financieros internacionales como un político con ideas novedosas y los banqueros de Wall Street se sienten muy a gusto con sus ideas económicas"[2]
El lunes 11 de febrero Lucio es recibido por Bush, analizan, entre otros temas, los relacionados con la Base de Manta y la intervención del Ecuador en el Plan Colombia. Al salir de la reunión anuncia a la prensa nacional y extranjera: "Le hemos dicho que queremos convertirnos en el mejor aliado y amigo de Estados Unidos, en la lucha por la paz en el mundo, por fortalecer la democracia, por reducir la pobreza, por combatir el narcotráfico y por acabar con otra lacra, el terrorismo". [3] El mismo día, en horas de la mañana, en un acto público, en el Centro de Estudios Estratégicos Internacionales, definió como una de las prioridades de la política oficial de su gobierno el luchar contra el terrorismo y el narcotráfico. " Si no apoyamos, todos, de manera más protagónica a (Alvaro) Uribe, seguramente se seguirá sacrificando la vida de más gente". Para sentenciar: "Uribe lleva de una manera muy adecuada una posible solución al problema( de Colombia)".
Para demostrar, de inmediato, los resultados de la subyugación a la estrategia imperial en la región, Gutiérrez anunció que Estados Unidos incrementará su ayuda a Ecuador con 116 millones de dólares.[4] Al parecer las ayudas incluyen pertrechos militares para la frontera norte.
Para que nadie dude de su adherencia al militarismo proimperialista, en una entrevista concedida a The Washington Times afirmó que: "la población de la Isla( de Cuba) no debe sufrir las consecuencias de la política de Castro".[5]
EL MEJOR ALIADO Y AMIGO DE LOS ESTADOS UNIDOS
Las declaraciones del Coronel Presidente sólo ponen de manifiesto la efectividad que, a la postre, tienen los acuerdos para la instrucción de nuestros militares. El excelente alumno de las Academias norteamericanas, como ha sucedido casi siempre, besa la mano de sus instructores. Debe ser difícil para el Coronel entender que los Estados Unidos de América no tienen ni amigos ni enemigos, sino intereses. El 20 de Septiembre del 2002 el Presidente George Bush declaró que los Estados Unidos es el "poder supremo" del mundo y advirtió que no tolerará desafíos a su ventaja de poder. En un documento de 33 páginas enviado al Congreso bajo el título: "La estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos" Bush señala:
"El Presidente no tiene ninguna intención de permitir que algún poder extranjero alcance la enorme delantera que Estados Unidos ha logrado desde la caída de la Unión Soviética hace más de una década...Nuestras fuerzas serán lo suficientemente fuertes para disuadir a potenciales adversarios de promover una acumulación militar con la esperanza de superar, o igualar, el poder de Estados Unidos".
Los analistas militares internacionales han comentado que la estrategia de Bush significa el abandono de los elementos básicos de la disuasión y no proliferación, que eran el eje de la política exterior norteamericana, y que, ahora, se impondría el concepto de la "contraproliferación" o desarme obligado de todo poder que desafíe o presente una amenaza para los Estados Unidos. En tal sentido Estados Unidos se reserva el derecho de desatar guerras preventivas, es decir, se hace tabla rasa de los compromisos militares firmados con otros bloques o Estados y se advierte que tampoco sus soldados se someterán al derecho internacional o a la nueva Corte Penal Internacional.
La estrategia de dominio mundial y regional de los Estados Unidos de América se ha ido definiendo cada vez más en torno a tres ejes fundamentales: Una estrategia económica basada en la globalización neoliberal, cuyas instituciones operadoras son el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio; Una estrategia política basada en democracias tuteladas y en gobiernos clientes; y, una estrategia militar basada en el poder único del Estado Imperial. La militarización que impulsa el Imperio en todas las latitudes tiene al parecer un doble componente:
a) Intervenciones militares unilaterales y directas del Ejército Imperial en aquellos casos en el que el conflicto pueda resolverse por la vía de una intervención aérea y marítima masiva, con el menor costo social para los agresores; y,
b) Utilización de los ejércitos de los gobiernos clientes, nacionales y regionales, en los casos en que las condiciones topográficas y el grado de desarrollo de las fuerzas rebeldes puedan configurar un pantano que repita la traumática experiencia del sudeste asiático.
La primera modalidad la presenciamos en Afganistán y, al parecer, en pocos días se iniciará una nueva guerra de este tipo en Irak, desoyendo la repulsa de la opinión pública mundial y pisoteando las resoluciones de la ONU.
La segunda modalidad es la que busca implementarse en Colombia. El Expresidente de la República, Pedro Pinto reconoció que: "Estados Unidos insinúa que entremos en el conflicto de Colombia". Y el Ex Ministro de Defensa, Hugo Unda, afirmó que "las relaciones entre Ecuador y Estados Unidos no son buenas por la negativa ecuatoriana de inmiscuirse en el conflicto colombiano".[6]
Las presiones al Gobierno y las Fuerzas Armadas del Ecuador para que intervengan en un proyecto regional de combate a las fuerzas insurgentes de Colombia fueron brutalmente transparentes el martes 15 de octubre del 2002, cuando el Jefe del Comando Sur, General James T. Hill, durante una entrevista con el Presidente Gustavo Noboa y el Jefe del Comando Conjunto, general Oscar Isch, pidió abiertamente el apoyo de Ecuador y de la región para luchar conjuntamente en la solución del conflicto interno colombiano.[7] El incidente desató una gran polémica que fue recogida por los principales medios de comunicación del Ecuador. Hay que decir, en honor a la verdad, que el Presidente Noboa habría rechazado la propuesta. Noboa la rechazó pero Gutiérrez la acepta.
LA SUBORDINACIÓN DEL ECUADOR AL PLAN COLOMBIA
Aún en sectores ajenos a la intelectualidad adocenada, hubo voces que creyeron que el Plan Colombia y la Iniciativa Regional Andina eran un plan de combate al narcotráfico. Ahora que las caretas han rodado por el suelo está más claro que la guerra contra las drogas fue, desde el comienzo, un Caballo de Troya para ocultar un vasto proyecto de militarización y subordinación de la región andina y América Latina a los intereses geoestratégicos de los Estados Unidos de América.
Durante la Guerra Fría era poco creíble, pero al fin y al cabo admisible, que todos los conflictos de América Latina se atribuyan a las nefastas proyecciones del "Imperio del mal", como llamaba Reagan a la URSS. Desaparecido ese eje de contradicciones había que crear un nuevo fantasma y nada mejor que las drogas. Francamente, nos pudieron conmover hasta las lágrimas por la preocupación que demostraban los señores del Imperio por el destino de nuestros hijos. Pero las cosas han cambiado, la guerra contra las drogas se ha transformado en la guerra interminable contra el terrorismo, después del ataque a las Torres Gemelas el 11 de Septiembre del 2001, y, los fondos y las armas del Plan Colombia cuentan con la venia del Imperio para utilizarse en la guerra contra la insurgencia. El proceso de paz en Colombia está roto y el único lenguaje que se escucha en la región es el de la guerra. El jefe del Imperio ha dicho en West Point, el primero de junio del 2002:
"Alentaremos a nuestros socios regionales a llevar a cabo actividades coordinadas para aislar a los terroristas. Una vez que la campaña regional localice la amenaza, nos esforzaremos por asegurar que el Estado disponga de los medios militares, coercitivos, políticos y financieros para llevar a buen término su tarea".[8]
Andrés Pastrana que gobernó sobre las expectativas generadas por el proceso de paz ha sido reemplazado en el Palacio de Nariño por "El señor de las Sombras",[9] Alvaro Uribe Vélez. Personaje siniestro, vinculado al narcotráfico y al paramilitarismo.[10] Su propuesta central habla de incrementar el pie de fuerza del Ejército y la Policía y de crear un sistema generalizado de sospecha y denuncia, propio de los peores momentos de las guerras. La guerra química contra los cultivos de coca y amapola tomó una dimensión enorme desde el mes de septiembre del 2002: Los expertos norteamericanos que vuelan a 50 metros de altura, protegidos por soldados colombianos, han lanzado miles de barriles de glifosatos, valorados en millones de dólares, en una operación que busca destruir todos los cultivos, incluso los de alimentos básicos, a fin de obligar a la población campesina a emigrar a las ciudades. Es la limpieza social o étnica que precedió a otras guerras norteamericanas en el pasado. Las debilidades de la economía y la sociedad estadounidense seguramente van a impedir que el apoyo al Plan Uribe se transforme en una intervención masiva y directa de las fuerzas militares norteamericanas en el conflicto colombiano, por ahora, las prioridades apuntan a Irak, pues las demandas esenciales buscan petróleo. Pero sería ingenuo suponer que el colofón de la profundización de la guerra interna, no pueda ser, en algún momento, sobre todo, si los tercos insurgentes resisten, la intervención militar directa de los ejércitos imperiales en Colombia. Al fin y al cabo, un acucioso periodista mexicano, Gregorio Selser, ha recordado que los Estados Unidos han intervenido, en los últimos dos siglos, en diversos puntos de América Latina, no menos de 1.500 veces, lo que nos transforma en la región del mundo cuya soberanía ha sido la más violada del planeta.
LOS PELIGROS DE UNA GUERRA QUE NO ES NUESTRA
En dos libros[11] y decenas de artículos he demostrado que el Ecuador de inicios del siglo XXI no tiene en su agenda prioritaria los problemas del narcotráfico y la insurgencia.[12] Comprometer a nuestras Fuerzas Armadas y a nuestro pueblo en una guerra que no es nuestra no sólo constituye una grave violación de los principios que han animado la política internacional del Ecuador a lo largo de su historia y que se encuentran consagrados en nuestra Carta Magna: el respeto a la independencia, la soberanía y la autodeterminación de los pueblos, la no ingerencia en los asuntos internos de otros Estados, la solución pacífica de las controversias, la condena de todo tipo de colonialismo, neocolonialismo y hegemonismo. Adicionalmente, el Ecuador, sumido en una de las peores crisis de su historia y con graves problemas económicos y sociales que afectan a la mayoría de sus habitantes, no puede cometer la irracionalidad y la injusticia, como se pretende, de militarizar al Estado nacional para servir a los intereses de la gran potencia. El Congreso Nacional en Pleno tiene que oponerse a la Proforma enviada, en estos mismos días por el Ejecutivo que pretende recortar drásticamente el Presupuesto para el frente social y los sectores productivos a fin de dedicar esos recursos a la insensata tarea de financiar la guerra de la gran potencia en Colombia. En efecto, la primera sorpresa de la proforma es el descomunal incremento del presupuesto destinado a la defensa nacional( 40.5 %) y a la policía nacional( 30.2 %). Algunos analistas han querido interpretar que éstas asignaciones obedecen a la búsqueda, por los militares en el poder, de una base de apoyo, en el caso, bastante previsible, de que reactive la lucha social por efecto de la continuidad de las políticas de ajuste fondomonetaristas y de la dolarización. Sin embargo, la explicación central de este incremento se encuentra en la subordinación del Presidente Gutiérrez a la política de la administración Bush para la región que prepara de modo acelerado una salida militar al problema de la insurgencia en Colombia. "Ser el mejor socio de los Estados Unidos en la región" significa, desde el punto de vista militar, aceptar la propuesta formulada en Noviembre pasado, en Quito, por el Jefe del Comando Sur que promovió abiertamente la participación de las Fuerzas Armadas del Ecuador en las operativo regional, encabezado por la alianza norteamericana colombiana, para desarrollar un vasto plan de guerra cuyo objetivo declarado es la derrota de las fuerzas insurgentes de Colombia. El Presidente Alvaro Uribe Vélez ha dicho reiteradamente que, luego de que culmine la guerra contra Irak, los Estados Unidos deberían desarrollar operativos semejantes en Colombia con la participación de sus fuerzas terrestre, aéreas y marítimas. Desde que Lucio Gutiérrez se entrevistó con Uribe Vélez, en los mismos días en que Fidel Castro y Hugo Chávez inauguraban la Capilla del Hombre, en Quito, creación excelsa y póstuma del mayor artista plástico del Ecuador en el siglo XX, a la que el Coronel no concedió ninguna importancia, se supo que el Presidente Electo ecuatoriano había comprometido la participación de las Fuerzas Armadas del Ecuador en operativos conjuntos con los Ejércitos de Colombia y asesores norteamericanos. Lo dicho en Washington el 11 de febrero no hace otra cosa que ratificar un compromiso que significa la subordinación total del Gobierno ecuatoriano al Plan Colombia y la Iniciativa Regional Andina. Como ha señalado el historiador Enrique Ayala Mora, implicar a las Fuerzas Armadas en el conflicto interno de Colombia puede ser catastrófico y hasta trágico para el Ecuador.
LA ENTREGA DE LUCIO AL IMPERIO ES UN VIAJE SIN RETORNO
Un segmento de la izquierda y el movimiento indígena del Ecuador han sido entrampados por el Coronel Lucio Gutiérrez en el peor de los escenarios posibles: la inconsecuencia y la traición. Cierto que Lucio Gutiérrez nunca dejó de decir sus verdades, nacidas de su formación militar e ideológica, pero tuvo la intuición suficiente para comprender el grado de descomposición a que habían llegado, tras dos décadas de globalización neoliberal, los viejos partidos políticos y la política, así como también la necesidad de enancarse en la ola creciente del movimiento indígena y de la izquierda, que venía creciendo, poniendo en peligro la continuidad de los privilegios insultantes de una minoría, aliada al Imperio. A los socialistas que por poco firman un acuerdo de fusión orgánica con el pequeño movimiento de Gutiérrez, la Sociedad Patriótica, nos sacó del atolladero León Roldós Aguilera, al que, al menos, siempre deberemos reconocer el habernos evitado el estigma de estar en la misma estructura política de un militar reaccionario y proimperialista. Para el Movimiento Popular Democrático, el Partido Comunista del Ecuador y, sobre todo, el Movimiento Plurinacional Pachakútik y la CONAIE se abre un proceso de urgentes definiciones si quieren conservar el único patrimonio que ha caracterizado a las fuerzas revolucionarias en la historia: la fidelidad a los principios y a los intereses permanentes de los explotados y ofendidos, a los que jamás podrá servir Lucio Gutiérrez desde su opción neoliberal y militarista, arrodillada frente a un Imperio que nos desprecia.
En el Proyecto Político de la CONAIE[13] se levantan como principios de vida: el humanismo, el comunitarismo, el anticolonialismo, el anticapitalismo, el antiimperialismo, el antisegregacionismo. La independencia total de la nación plurinacional ecuatoriana, frente a la dependencia económica, política, ideológica y tecnológica del exterior. Es decir, casi los mismos principios por los que, el sábado 15 de enero del 2003, han salido a las calles, en las principales ciudades del mundo, más de 30 millones de mujeres y hombres, enarbolándolos como expresión de rechazo a las políticas imperialistas de guerra y muerte que pretende imponer al mundo George Bush que, hasta ahora sólo tenía un aliado descalificado en la región andina: Alvaro Uribe Vélez, a cuyo cortejo fúnebre de ha unido el Coronel Presidente del Ecuador.
Se ha cerrado entonces el primer capítulo de esta historia. El pueblo ecuatoriano ha transitado de la esperanza al desencanto. Lucio, en sus andanzas por las entrañas del monstruo, ha conseguido una Malinche dispuesta a justificarlo todo. Pero el pueblo ecuatoriano no ha cesado de luchar un solo instante y su fuego purificador, como ha sucedido tantas veces en la historia de América Latina, barrerá por los mentirosos y traidores.
Quito, 15 de febrero del 2003
* Profesor de la Universidad Central del Ecuador. Ex Vicepresidente del Congreso Nacional de la República del Ecuador.