Así opina la derecha
Arauca, la prueba de fuego
Una zona estratégica
Por Alfredo Rangel Suárez
La evolución de la situación de Arauca dará señales
claves sobre las posibilidades de cambio de las condiciones de seguridad en
el resto del país.Arauca se está convirtiendo, sin duda, en uno
de los escenarios donde la efectividad de la política de seguridad gubernamental
se está poniendo a prueba de manera definitiva. Tanto el Estado como
la guerrilla parecen haber escogido esa zona para demostrarse mutuamente su
potencial armado y su capacidad política. El resultado final, si lo hay,
nos dará un indicador de las reales posibilidades de recuperar el control
del territorio, por parte del Gobierno, o de mantenerlo, por parte de la guerrilla.
La importancia de la zona para las partes no es poca cosa, pues, además
de su imagen, se juegan muchas cosas. Arauca es clave por los inmensos recursos
del petróleo, las siembras de coca en crecimiento y la amplia y abierta
frontera con Venezuela. Además, es una de las zonas donde la guerrilla
ha ejecutado con más éxito su estrategia de control sobre la población,
la administración local, la actividad política y los recursos
económicos públicos y privados. Su prolongado usufructo del poder
le ha dado a la guerrilla una inocultable y considerable base social y mucha
fuerza política, pues casi ninguna decisión importante se ha tomado
allí sin su consentimiento.
Arauca fue durante mucho tiempo un santuario exclusivo del Eln. Sus recursos
prácticamente lo salvaron de la extinción hace cerca de veinte
años. Pero no pasó mucho tiempo para que tan suculento botín
de control social, económico y territorial quisiera ser apropiado por
las Farc, razón por la cual desde hace algunos años ambos grupos
guerrilleros se han enfrentado incluso de manera violenta en muchas ocasiones.
Sin embargo, ante los cambios recientes de la situación, de manera pragmática
han optado por hacer un frente común para contrarrestar la acción
del Estado y de los paramilitares, alianza en la que las Farc, fortalecidas,
llevan la voz cantante, y el Eln, debilitado, se encuentra sometido y casi dependiendo
de las Farc para su supervivencia.
También los paramilitares se han percatado de la importancia que para
la guerrilla tiene la zona y, utilizando a Hato Corozal en Casanare como base
y plataforma de lanzamiento, desde hace algunos años han empezado a penetrar
en algunos municipios de Arauca, con grupos bien armados y entrenados.
En medio de tan confuso y problemático escenario, el Gobierno se la ha
jugado estableciendo allí una de las Zonas de Rehabilitación y
Consolidación. Con el incremento del pie de fuerza en el área,
presencia de la Fudra, entrenamiento norteamericano de fuerzas especiales, nombramiento
de gobernador ex militar y de un alcalde militar, realización de decenas
de allanamientos y detenciones, restricciones a la circulación de vehículos,
y organización de redes de informantes civiles, el Gobierno ha jugado
todas sus cartas para demostrarle al país que sí es posible recuperar
el control del territorio en una de las zonas de mayor presencia e influencia
guerrillera.
Por su parte, la guerrilla ha recogido el guante y está enfrentando el
reto de la ofensiva gubernamental. A diferencia de la actitud que ha asumido
en buena parte del país donde se ha replegado en una suerte de espera
estratégica, en Arauca la guerrilla inició muy pronto una contraofensiva.
Está realizando acciones violentas en zonas urbanas de distintos municipios,
tal vez con la intención de mantener a las Fuerzas Militares dispersas
e inmovilizadas en los cascos urbanos, evitar que realicen presión sobre
las áreas rurales donde están las estructuras armadas de la guerrilla,
generar desmoralización entre las tropas gubernamentales y provocar desconcierto
e incredulidad entre la opinión pública. Lo enconado de su respuesta
violenta prueba que para la guerrilla Arauca es una zona de primera importancia
cuyo control no está dispuesta a perder.
De todas formas, es prematuro hacer un balance de las posibilidades reales de
cada una de las partes para controlar la situación y es probable que
la indefinición militar se mantenga por un tiempo indeterminado, lo cual
podría continuar generando un deterioro de la situación de seguridad
a corto plazo.
Pero como en toda guerra irregular, la balanza se inclinará hacia quien
logre ganarse el apoyo activo y voluntario de la población. El Estado
debe evitar presionar por la fuerza este apoyo, y las Fuerzas Militares en su
trato con los civiles no deben caer en la lógica funesta de amigo-enemigo.
La lucha contra los violentos debe ser también una oportunidad para la
relegitimación democrática del Estado. La evolución de
la situación de Arauca dará señales claves sobre las posibilidades
de cambio de las condiciones de seguridad en el resto del país. Arauca
es la prueba de fuego y un pulso que el Estado no puede perder, porque la confianza
del público en su política de seguridad democrática podría
verse francamente deteriorada.