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Latinoamérica

A Cochabamba me voy...

Sebastián Hacher / LA HAINE

Bolivia. Linda ciudad Cochabamba. Tiene plazas, y los graffiti mas creativos que vi en mi vida. Es verdad que las paredes son las imprentas de los pueblos, pero esas imprentas producen mejores cosas cuando el pueblo tiene mucho que decir. Y vaya si tiene que decir Cochabamba.
Las cholitas, hermosas como siempre con sus polleras armadas y sus sombreros típicos, venden comida envasada; galletitas, papas fritas, cosas baratas. Las casas son bajas, humildemente coloniales algunas, pero muy lindas. Y en la parte de la ciudad donde estamos alojados, se confunden los ranchitos de adobe, los asfaltos de piedra y tierra despareja con las casas grandes de ladrillo y pequeñas huertas familiares. A la vuelta de mi casa hay una vaca atada en la vereda y estamos tan cerca de los cerros que parece que podemos llegar caminado hasta donde está un jesucristo con los brazos abiertos que, según se dice, es mas grande que el de Rio, pero que desde la parte de la ciudad donde estamos se ve de espaldas, permitiendo así poco cristianos comentarios sarcásticos.
No hay tantos pibes trabajando en la calle como en otras ciudades, y en cambio hay oficios insólitos propios de una ciudad; personas que alquilan celulares a 50 centavos la llamada, y en la zona financiera hombres con máquinas de escribir que se ofrecen para llenar formularios. Esos son los mejores; no se cuanto cobran, pero me pareció poético, como en la película y pensé que sería una buena forma de ganarse la vida; ofrecer el mismo servicio en una plaza, y volver a escribir cosas por encargo, como alguna vez fue.
Sería como ser periodistas por demanda, y escribir notas a gusto del consumidor. "Cada persona es un jefe de redacción", diríamos, y escribiríamos la noticia para transeúnte que se siente bajo nuestra sombrilla.
También hay muchos guardias privados raros, con atuendos estridentes tipo rambo, logos de colores, chalecos antibalas con muchos bolsillos y palos. Son bastante ridículos, y se les nota en la cara la "alegría de pertenecer" a esa raza extraña. Hoy nos cruzamos uno con ropa toda ajustada y anteojos negros, caminaba como desfilando y nos salió del alma cantarle una canción de esas de strip-tease para hombres. Se enojó, pero no quiso pelear; nos dimos cuenta que se comunican entre ellos mediante un sistema de silbatos y nadie respondió a su chiflido.
También está el ejército, como en todas partes. Parece que Bolivia es un país totalmente militarizado. En Villazón vimos como todo el mundo se para cuando cantan el himno todas las mañanas. Aca los vimos correr, formados en escuadra, para ir de un lugar a otro. Cantaban canciones de entrenamiento, tipo "soy un soldado que lucha por la paz, y en mi andar soy muy sagaz". Parecía una pelicula clase C y los corrimos para filmarlos. No llegamos, pero otra vez será; parece que hay cuarteles por toda la ciudad, y que les gusta hacer ostentación y gala.
Cochabamba definitivamente es una ciudad con todas las letras; uno puede perderse fácilmente (yo lo hago religiosamente todos los días) y hay montones de trufis (colectivos les decimos en argentina, creo que autobus en españa) que son camionetas reformadas y que nadie sabe bien donde van, igualito a los subtes de New York. Tiene robos, vida nocturna, culturas diferentes que permanecen en esferas autónomas o que se entrecuzan. Hay dialogos en Quechua y en Aymara, y algunas palabras que parecen sacadas de una pelicula mexicana. Uno también puede encontrar un café expreso, un bar típico, comida en la calle e internet las 24 horas.
Otros personajes son los taxis. Son coches que casi siempre son blancos, con un autoadhesivo que los identifica. El precio se tranza antes de subir, y siempre es distinto; puede ir desde los 8 hasta los 20 pesos según la cara del pasajero y el conocimiento geográfico –que casi siempre es dudoso- del conductor. Como nosotros estamos en una zona que todavía no tiene numeración, la operación de regateo a veces se complica, y todo el viaje es una especulación para ver si llegamos.
En la plaza principal todos los días se juntan decenas de personas a discutir. Alguien, no sabemos quién, pone un tema, y agitadores espontáneos dan encendidos y divertidos discursos. Hablan lenguaje de militantes algunos; huelga general, insurrección, lucha armada. Nunca votan nada; no son una asamblea popular, pero la convocatoria informal se repite todos los días. Nosotros nos sorprendimos con eso, pero parece que es algo normal.
Los campesinos llegaron en masa el Lunes por la mañana. Están en la plaza frente a la Federación del Trópico. Ellos están ahí, en vigilia, sentados de a grupos picjeando coca, conversando sobre sus cosas o simplemente esperando. Es una pelea larga y paciente, y el gobierno parece no querer dar nada, ni siquiera una pausa en la erradicación. Los medios tocan el tema todo el tiempo; que la embajada no quiere y toda una serie de conjeturas y tautologías que aburren de tanto repetirse. Hoy incluso un tipo llamó a un programa para decir que estaba bien que erradiquen la coca del Chapare, porque era demasiado agria. Me reí un rato, porque yo estoy consumiendo de esa coca diariamente y todavía no me percaté de que era agria; parece que la reacción utiliza hasta argumentos culinarios.
En informativo escuché algo gracioso: "Evo Morales atribuyó al gobierno los hechos de violencia que protagonizaron los cocaleros". Suena a chiste de mal gusto, a noticia tan burdamente deformada que ni los mismos redactores la pueden creer. Me reí otro rato frente al televisor, comiendo en un barcito muy barato y pensando que no habría nada mas divertido que un noticiero oficial si lograran salir un poco del patetismo que no disimulan.
El gobierno parece estar jugando, y no se hasta cuando los campesinos van a seguir teniendo paciencia. Ahora, por ejemplo, los cocaleros propusieron cambiar "coca cero" por "droga cero". El gobierno parece que ya respondió: Estados Unidos no sólo duplicó la ayuda militar para este año (4,5 millones) sino que además construirán en el Chapare una base "antiguerrillera" para enfrentar a los desarmados cocaleros. Así es la política boliviana.
No se que sentirán los campesinos cuando vienen a Cochabamba, pero ayer vi un video –que seguramente proyectaremos en Argentina- que resume la lucha de los campesinos entre el 2000 y los últimos bloqueos. Son imágenes muy crudas, algunas tomadas en el Chapare y otras muchas en la ciudad. Muchísima muerte, mas de que se imagina uno cuando le cuentan las historias de por aquí. Y una represión mas que salvaje, mucho mas de lo que estamos acostumbrados a ver; el ejercito torturando en plena calle, mutilando compañeros o asesinando a mansalva a dirigentes y militantes de base.
Después de verlo, siento que la ciudad es diferente.
"Aca los muertos se cuentan como números, nadie se acuerda los nombres, y a veces no se sabe realmente cuantos números son" me dijo el autor del video. Le conté entonces de los grupos que todos los meses realizan homenajes a los caídos, y que marcan los lugares donde fueron asesinados, repitiendo una y otra vez todos y cada uno de los nombres. Entiendo que es una forma de no olvidar, y al videasta le pareció una buena idea.
Cochabamba es una ciudad linda que se vuelve rebelde y por tanto hermosa cuando las paredes gritan, cuando se cortan las rutas y el fragor de la batall inunda cada una de sus baldozas. Y entonces escribimos en su honor una nota de color, solamente para darle bronca al diario Los Tiempos.