BOLIVIA ES MAS GRANDE QUE SUS TRIBULACIONES
Por Julio Aliaga Lairana
Los últimos acontecimientos evidencian que la patria reclama el favor de todos, sin distinción de razas, credos, grados de instrucción, ni pertenencia cultural; porque en democracia y sólo en democracia, todos podemos ser iguales. Concernidos con el destino colectivo de la nación queremos proclamar que Bolivia es más grande que sus tribulaciones, las que se presentan a veces como insalvables, pero que mañana serán briznas en el viento, frente a la voluntad irrenunciable de convivencia ciudadana, que no es otra cosa que la disposición de encontrar un destino que nos sea común y que nos otorgue un principio, una vocación y un rol entre las naciones.
Admitámoslo con franqueza y actuemos en consecuencia: nuestras carencias estructurales se han ahondado y han dado paso al ímpetu de las demandas de los excluidos y marginados, que deben ser tomadas en cuenta en nombre de la razón, del bien general y de la convivencia pacífica; la pobreza, la discriminación, la desigualdad y la injusticia, nos colocan en el límite de lo tolerable, pero son también caldo de cultivo para la aparición de fanatismos e intolerancias de toda índole, que no podemos dejar pasar.
Si comparamos el país actual con el que les tocó vivir a nuestros abuelos, veremos cuanto se ha avanzado; no podemos desvalorizar los cambios en un Estado nacido en medio de la exclusión secante de las mayorías, el racismo, el autoritarismo y otros resabios coloniales.
En los últimos veinte años hemos logrado apuntalar instituciones democráticas, estabilizar la economía, garantizar las libertades básicas y alcanzar un nivel mínimo de tolerancia entre los diversos grupos, razas y culturas que habitamos este suelo. Pero no es suficiente, hay que vencer los complejos de una elite enroscada en si misma, con mentalidad falsamente aristocrática, que no nos representa y que nos impiden avanzar a la velocidad que los tiempos demandan.
Acostumbrados a los motines, las revueltas, los golpes de estado, los cuartelazos y a la reiterada presencia de caudillos y dictadores, es la democracia el gran logro de finales del siglo XX. Lo novedoso en nuestro país son las instituciones del dialogo y la convivencia, que nos permitirán construir el futuro, libres de ilusorios "redentores" que solo han traído dolor y sangre en nuestra historia. La comunidad nacional que necesitamos debe construirse a través del más moderno de nuestros logros: la vida en democracia y sin exclusiones; frente a ello, todo lo demás es pasajero. El modelo económico, el ajuste estructural y la política económica al servicio de sectores privilegiados y del mercado, son problemas que podemos superar pacíficamente, si empeñamos en ello la voluntad de todos.
A pesar de las limitaciones que nos impone un mundo interconectado y organizado en beneficio del capital que trasciende las naciones, y con el cual está comprometida la fe del Estado, existe un camino por el que pueden transcurrir el pueblo y su soberanía, para dotar al mercado de aquello que precisamente carece: solidaridad, equidad, redistribución, equilibrio, justicia social; al sistema lo que aún le falta: eficiencia, representatividad, ciudadanía, participación; a la sociedad, la capacidad de convivir digna y solidariamente, fruto de una urgente reforma en el seno de nuestras culturas y costumbres predemocráticas; y devolverle al Estado un rol comprometido con el desarrollo integral en beneficio del pueblo y las grandes mayorías.
Otros temas también son ineludibles si queremos sobrevivir como nación y como sociedad: la corrupción, la mediocridad y la ignorancia, son asuntos que deben ser abordados con franqueza y valentía, dejando de lado hipocresías vanas que nos impiden mirarnos a nosotros mismos y cambiar en consecuencia. Para salir adelante, para igualar a los pueblos que nos aventajan, asimilemos sus ejemplos: educación, educación, educación y más educación.
Convocamos a todos los ciudadanos y ciudadanas, a todas las instituciones de la democracia y a los partidos sin distinción, a abrazar esta causa ciudadana, a recrear un compromiso político verdadero, sellado a fuego en nuestras mentes, nuestros corazones y nuestras obras, y a participar ahora para solucionar estos asuntos, y renacer, respetuosos e iguales los unos con los otros, hasta conquistar el futuro que merecemos todos.
Julio Aliaga Lairana