Ollanta Humala puede ser el próximo presidente del Perú.
El 29 de octubre de 2000, el teniente coronel se rebeló en la sureña ciudad de
Tacna acompañado de su hermano, el mayor en retiro Antauro, y medio centener
de soldados, contra la politización y corrupción instalada en el ejército
manejado por Vladimiro Montesinos, el hombre fuerte del régimen. Ollanta pidió
la renuncia de Fujimori, quien abandonó poco días después la presidencia
escapando rumbo a Japón
Raúl Zibechi
Simplificando, los tres principales candidatos encarnan tres viejas
aspiraciones de diversos sectores de la población peruana: Lourdes Flores a la
oligarquía; Alan García la viveza criolla y Ollanta Humala "el caudillo
buscado a lo largo de nuestra historia", según el sociólogo Gonzalo
Portocarrero. Para el analista, entrevistado por el diario La República
el pasado 30 de marzo, los políticos peruanos son visualizados como
"corruptos" y "sinvergüezas" por la población como parte de un clima donde
reinan "el desencanto y el cinismo".
Para Portocarrero, la fuerza de Humala consiste en que la gente común, los
pobres del Perú, lo identifican como uno de los suyos: "Su fuerza está en esa
especie de complicidad con los oyentes. En decirles: 'Yo soy como tú y te
entiendo', 'tú vas a tener lugar en mi política'". A diferencia de lo que
sucede con la política tradicional, se trata de una identificación no racional
sino emotiva y hasta corporal: "Esa reivnidicación se da a veces en un
lenguaje no verbal a través de esos gestos, énfasis, en posiciones de cuerpo
que lo describen como un individuo que ha vivido con los de abajo".
Víctimas del modelo neoliberal, buena parte de los partidaios de Humala -en
consonancia con una parte de la tradición andina- siguen buscando un caudillo
que ponga orden en un mundo caótico que, para colmo, no les ofrece un lugar o,
a lo sumo, los acepta como subordinados. La debilidad de la institucionalidad
peruana ha llevado a que el país oscile entre dos extremos, según Portocarrero:
la oligarquía versus el caudillismo. Uno y otro se excluyen, hasta con
violencia, pero pertenecen a un mismo universo.
"Los gringos y la clase política se rieron cuando apareció en la campaña
electoral. No le dieron ninguna importancia, lo ningunearon, lo insultaron, lo
trataron como basura", asegura el antropólogo Rodrigo Montoya en La Paz, en
medio de las II Jornadas Andino-Mesoamericanas: "Movimiento Indígena,
Resistencia y Proyecto Alternativo". A escasos días de las elecciones del 9 de
abril, Humala encabeza las encuestas y todas las previsiones indican que
pasará a la segunda vuelta con grandes chances de derrotar a Lourdes Flores,
la "candidata de los ricos" como la llaman en Perú.
Según Montoya, el éxito de una candidatura que nació por fuera del sistema de
partidos se debe a que desde hace mucho tiempo existe en Perú "un hartazgo
total de los políticos". Ese cansancio llevó a la presidencia a un outsider
como Alberto Fujimori, en 1990, y más tarde al actual presidente Alejandro
Toledo, en las elecciones de 2001. Humala tiene sus apoyos más sólidos entre
la población andina del sur (Cusco, Puno, Ayacucho, Huancavelica, Apurímac), y
entre los sectores populares más castigados por el modelo neoliberal.
Hijo del ejército
Se trata de un personaje contradictorio si se lo mide con los parámetros de la
política racional tradicional. Pero Ollanta es ante todo un militar, "una
hechura del ejército", según Montoya. Cuando se levantó en Tacna no tenía la
menor posibilidad de derrocar a Fujimori, por lo que no debe verse como una
acción militar fracasada sino desde una óptica propagandística. Fue un éxito,
ya que pese a ser expulsado de las fuerzas armadas consiguió un amplio
respaldo popular. Cuando el parlamento decide la reincorporación de Humala, el
ejército lo designa como agregado militar en París, en 2003, tiempo que
aprovecha para estudiar Derecho Internacional en La Sorbona. En 2004 es
enviado a Seúl para ocupar un cargo inexistente: adjunto a la agregaduría
militar del Perú. Cuando su hermano Antauro se rebela en Andahuaylas, el 1 de
enero de 2005, con un saldo de cuatro polícias y dos rebeldes muertos, Ollanta
suscribe un comunicado mostrando su apoyo. Queda definitivamente apartado del
ejército.
Hace pocos días, Ollanta aseguró en una carta pública que se lanzó a la
carrera presidencial porque le denegaron la posibilidad de que se
reincorporara a la fuerza armada. En febrero de 2005, luego de su definitivo
apartamiento del ejército, escribió una carta en la que argumentaba: "Es una
oportunidad que le doy al Ejército de reflexionar en su mala decisión. De lo
contrario, entraré en la política de una manera diferente a lo que se ha visto
hasta ahora". Parte de sus chances de ganar, radican en que 200 mil militares
votan por primera vez en Perú, y se estima que la inmensa mayoría lo harán por
Ollanta. Su inspiración ideológica se remonta a la Guerra del Pacífico
(1879-1883) que enfrentó a Perú y Bolivia con Chile, en la cual los dos
primeros perdieron las provincias de Arica, Tarapacá y Antofagasta. "En esa
guerra, el mariscal Cáceres formó un ejército con zarrapastrosos y campesinos
sin armas, y les ganaron todas las batallas a los chilenos en los Andes.
Cáceres es considerado la figura del país por Ollanta y todos dicen que tiene
los huevos bien puestos", asegura Montoya.
En este punto debe considerasrse la figura paterna. Isaac Humala es un abogado
empresarial de la sierra sur, domina el quechua, "comunista en su cabeza e
indigenista en su corazón", dice Montoya. Fue militante comunista en la década
de 1950 y luego formó parte del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, y ha
sido el creador del denominado "etnonacionalismo", ideología que defiende con
vehemencia su hijo Antauro. Por el contrario, Ollanta se define sólo como
nacionalista, en una pugna político-familiar que salta cada cierto tiempo al
escenario electoral. Mientras Antauro es partidario de una vía revolucionaria
para la conquista del poder, Ollanta es más moderado y defiende los caminos
legales para lo que creó el Partido Nacionalista Peruano (PNP).
En los últimos meses han surgido desde filas castrenses denuncias de la
participación de Ollanta en la "guerra sucia" contra Sendero Luminoso. Pero el
candidato presidencial no salió mal parado de las denuncias, según cree
Montoya: "Ollanta tuvo que estar metido en la guerra sucia. Hay muchos datos y
testimonios, y él mismo confesó que estuvo en la zona de guerra en la selva.
El ejército quiso perjudicarlo con informaciones de su dossier secreto pero se
les volvió en contra, ya que Humala desafió al ministro de Defensa a que
aporten todos los datos. El ejército que nunca aceptó haber matado a nadie, no
puede dar datos precisos sobre Humala porque sería aceptar el genocidio".
La izquierda, Evo y Chávez
El ascenso de Ollanta Humala se produce en una coyuntura en la que los países
andinos están registrando un viraje profundo de la mano de líderes
carismáticos: Lucio Gutiérrez en Ecuador, aunque luego de asumir la
presidencia dio un abrupto viraje a favor de Estados Unidos; Hugo Chávez en
Venezuela, principal problema para la estrategia de George W. Bush; y ahora
Evo Morales en Bolivia. Hay analistas que sostienen que la Casa Blanca no
estaría dispuesta a tolerar un triunfo de un hombre como Ollanta, que podría
ambientar un eje andino anti-estadounidense y convertirse en un freno al Plan
Colombia, la principal iniciativa del imperio en la región.
En todo caso, el ascenso de Ollanta está ligado –entre otras razones- a la
debilidad de la izquierda peruana, que aún no consiguió reponerse de la
"pinza" que sufrió entre Sendero y Fujimori. Sin olvidar, que una parte
considerable "se sumó al proyecto de Fujimori, entre ellos Patria Rojaº, dice
Montoya, el partido de matriz maoísta que hoy se erige en la principal fuerza
organizada de la izquierda. Además, problemas de sectarismo le impiden unirse
y acude a las elecciones en decenas de pedazos que evidencian una insuperable
fragmentación. En realidad, Ollanta asume buena parte del discurso de la
izquierda: "Creo que hay influencia directa de Chávez y de Evo, ya que dice
que entiende el nacionalismo como el control de los recursos naturales por los
propios países y eso abre un horizonte importante". En el Perú actual suena
normal que las empresas canadienses y norteamericanas se ocupen de explotar
las riquezas mineras, y Ollanta viene a ocupar el lugar vacante de oposición
del imperialismo.
Sin embargo, cree que el proyecto de Ollanta es poco sólido y que "los
mecanismos para cooptar a Humala son más fuertes que su potencialidad para
cambiar el sistema". Queda en el aire la pregunta de si Ollanta, en caso de
ganar la presidencia, será más parecido a Lucio Gutiérrez o a Hugo Chávez:
"Creo que va a tener de las dos cosas", asegura Montoya. De alguna manera,
adivina un nuevo período de incertidumbres para un país, como Perú,
acostumbrado a los sobresaltos.