12 de octubre del 2003
Telebasura y Estado
Malime
Rebelión
Bajo el título "Telebasura y política", Manuel Martín Ferrand en el semanal "La Estrella", crítica los perniciosos efectos de la telebasura, al mismo tiempo que introduce el necesario juego de la confusión de la que los profesionales al servicio de la democracia capitalista hacen gala, con su insano cometido de impedir salgan a la luz las causas que dan lugar a esa telebasura y a todos los males que se padecen en la sociedad dividida en clases sociales. Dice: "Vivimos, en los países (...) de carencia ética, confusión política y relajo cívico. Hemos organizado una sociedad basura (...) Ahí están los resultados: desde una juventud desnortada a una senetud aburrida y marginada (...) Hay que saber que el mal no nace en las televisiones. El mal está en la sociedad, lo tolera el Estado y lo aprovechan los gobiernos..." (los subrayados son míos)
Inconscientemente, ¿tal vez?, o conscientemente para dar credibilidad a la autocrítica que hace gala, nos dice que: "Hemos organizado una sociedad basura". Él, se incluye, si bien es cierto que bajo el manto de la globalidad, ya que no especifica a ningún contribuyente en concreto. Todos hemos contribuido a lo que padecemos: falta de ética, confusión política y relajo cívico. Lo cual resulta bastante confuso, desde una posición crítica que no entra en el fondo de la cuestión, como lo pudiera realizar cualquier crítico anticapitalista desde la dialéctica materialista.
Bien es cierto que todo lo que acontece en el mundo nos afecta, unas veces lo vemos por la cercanía en que se producen los efectos y otras no lo vemos por lo alejado en que tienen lugar. Somos de alguna forma también colaboradores y víctimas de todo lo que para bien o para mal sucede en el planeta. Somos colaboradores, cuando no hacemos lo necesario para evitar los males del mundo, y víctimas por sufrirlos. Pero no es esa interpretación dialéctica a la que Martín Ferrand no quiere conducir. No nos dice que los efectos tienen unas consecuencias, que son producto de un sistema social y económico egoísta y depredador que hay que destruir y reemplazarlo por otro basado en la solidaridad y la cooperación entre los seres humanos.
Miente y tergiversa groseramente la realidad, cuando, si bien es cierto que el mal está en la sociedad por padecerlo, como si fuera algo intrínseco de la sociedad, culpabilizándola, y al mismo tiempo generar conformismo, en vez de provocar rebeldía, ¡Qué le vamos a hacer!, ¡El mundo es así!, trata benévolamente de responsabilizar al Estado por tolerarlo, no nos dice que efectivamente ese estado que no es "algo colgado del cielo", sino que responde a una realidad muy concreta, a una sociedad dividida en clases sociales antagónicas, donde el estado no es otra cosa que el reflejo de esa sociedad, y que responde a los intereses de la clase dominante que ejerce ese poder desde el Estado, donde todos sus eslabones y reglamentos, desde la Constitución, el Parlamento, el Poder Judicial, los Aparatos Represivos (policía y ejército), la Educación y Cultura, el Poder Mediático, el Gobierno como máximo coordinador, responden y sirven ante todo a perpetuar la explotación del hombre por el hombre, a la moderna esclavitud que se ejerce desde los modernos estados, donde se necesita la colaboración sumisa de los explotados, dado el complejo sistema productivo de alta tecnología, muy diferente al de las épocas que le precedieron, a la feudal y a la esclavista, donde el látigo suplía a los modernos medios de formación alienantes que posibilitan adquirir conocimientos técnicos al mismo tiempo que consiguen explotados sumisos y colaboradores con el sistema que les somete.
Ese Estado clasista capitalista, es el responsable de la telebasura y de la sociedad basura consumista que da lugar a una juventud "desnortada" y a una senetud "aburrida y marginada". Un estado socialista y popular, que responde a las verdaderas necesidades del ser humano no permitiría las televisiones basura, serian televisiones de educación y cultura, de verdadera formación y sano entretenimiento.