Rebelión y comunicación
Daniel Campione
1. Vivimos una ola de contestación política de alcance mundial. Pasada la marejada reaccionaria marcada por la contraofensiva capitalista comenzada en los últimos 70’, y el declive y posterior derrumbe de los llamados ‘socialismos reales’, de la pretensión de enterrar definitivamente al marxismo y a la idea misma del socialismo, el clima ha ido cambiando. Los efectos deletéreos del contraataque del gran capital, la renovada reflexión crítica impulsada en la tradición socialista, y sobre todo, la movilización de amplios sectores contra los crecientes niveles de desigualdad, la concentración de la riqueza y el poder, la destrucción ambiental, han terminado por revertir el clima de predominio indisputado de la derecha creado en los primeros 90’. A partir de Seattle (con el antecedente localizado pero fundamental de los zapatistas), han aparecido luchas que se mundializan instantaneamente, que no enfrentan al gobierno de un determinado Estado, ni a un núcleo localizado de empresas, sino al poder capitalista mundial. Parecen constituir el signo de una nueva época. Una respuesta desde abajo a la mundialización del capital es hoy posible, aunque no esté sintetizada en una idea o proyecto general que convoque al grueso de los descontentos, y corra el riesgo de diluirse en el tiempo sino se delinean ciertas ideas articuladoras, definidas por la positiva.
2. Se necesita más que nunca una perspectiva que, más que internacionalista, podría llamarse ‘mundialista’, de articulación de los explotados, alienados y asqueados de todo el planeta y de todos los sectores, contra el poder del gran capital. En la nueva era, las contradicciones antagónicas, la lucha de clases, siguen existiendo, y su sentido último se despliega sobre el plano mundial. Hay que partir de esa base para tener posibilidades de triunfo. Las ilusiones de desenvolverse en el plano ‘micro’, administrando contradicciones conciliables o negociables, no llevan a más que a callejones sin salida.
3. La mundialización de las luchas, implica la mundialización de la lucha de ideas, y en particular, de la disputa por lograr el acceso a amplios públicos, la batalla por la información. La comunicación, juega un gran papel en esto: Los servicios alternativos de noticias, las cadenas de mails, los sitios interactivos de información. Internet es el medio de comunicación más poderoso que ha aparecido, desde el surgimiento de la televisión. Pero en su modo de uso (dentro del hogar, la PC) parecería el más individualista de todos. Sin embargo, puede volverse colectivo, solidario, articulado mundialmente. Los contenidos pueden ofrecerse gratuitamente. Y lo alternativo compite con lo comercial en el mismo plano, con herramientas que pueden alcanzar la misma potencia. Y que pueden además ‘absorber’ todos los otros medios: la radio, el cine, la televisión, las bellas artes, y combinarlos en una nueva creación. Por añadidura: los sitios de Internet que responden a grandes corporaciones tienden a cobrar o restringir el acceso, los contestatarios tienden a facilitarlo y ampliarlo de todas las maneras posibles, sin reparar en la propiedad intelectual y otras regulaciones mercantiles.
4. Pero lo local, lo reducido es muy importante, a condición de no caer en el espejismo de considerarse ‘lo’ importante, y desechar lo de màs envergadura (o a lo sumo aceptar incluirse en ‘redes). La batalla comunicacional, por hacerse un lugar en disputa con las grandes multinacionales de la comunicación, es un aspecto, y muy importante, de la lucha de clases, de la confrontación por el poder a escala mundial. Pero que comienza a menudo en lo más pequeño, en esas radios que llegan sólo a unos pocos kilómetros a la redonda, en esos centros culturales que se dirigen a la gente de su barrio, en los periódicos que circulan de mano en mano. Pero lo maravilloso es que un sitio web de un periódico del barrio de Villa Crespo en Buenos Aires puede ser leído con facilidad en Australia u Holanda, y tomar contacto instantáneo y barato entre gente que habita latitudes opuestas del mundo. Allí hay un potencial transformador enorme, si se lo despliega correctamente.
5. Nada casualmente, fueron los últimos años 90’, y quizás con más fuerza a partir de los hechos de Seattle, los que marcaron la aparición de grandes redes contra-informativas dentro de la red. Muchas de ellas basadas exclusivamente en trabajo voluntario, en el tiempo libre de trabajadores movidos por el fervor militante. Sus pocos años de vida las han llevado tanto a una multiplicación de su capacidad para generar y difundir información, como a una expansión geométrica de quienes se informan por ese medio, y a su vez participan en él. Se han convertido en demostraciones del poder de la acción colectiva militante, de la fuerza del internacionalismo volcado a acciones concretas, de la posibilidad de allanar fronteras geográficas, idiomáticas, e ideológicas. En ese sentido insinúan, muestran un camino, que debería recorrerse mas allá de lo comunicacional. El movimiento social y político revolucionario del siglo veintiuno será mundial o no será de ninguna manera. Aprenderá a confiar en la fuerza de la militancia colectiva, sin complejas estructuras ni infranqueables jerarquías, o terminará fracasando.
6. Los sitios web alternativos son construidos, alimentados, por cientos, miles de personas, con distinto grado de participación: Los que escriben, los que comentan, los que opinan, traducen, protestan. O hacen de todo un poco según el momento, o casi al mismo tiempo. Todo ello, además de acentuar su carácter colectivo y disolver la idea de autoría individual, desdibuja las fronteras entre productor y consumidor, entre emisor y receptor. La ‘interactividad’, fetiche propagandístico de las grandes corporaciones, se manifiesta con un contenido y una forma completamente diferentes. Y todo en un espacio que tiende a la desmercantilización, donde predomina lo voluntario y gratuito, y el poder de decisión no depende de legitimidades previamente constituidas y difíciles de cuestionar.
7. La presencia del movimiento social real debería definir al medio crítico o alternativo. El protagonismo de esas luchas que el poder ignora, minimiza, distorsiona en su sentido, o demoniza, según las oportunidades y conveniencias respectivas, pero que nunca refleja en toda su magnitud, riqueza y potencial transformador. Leer Indymedia o Rebelión
[1] en los días culminantes de la rebelión argentina o la boliviana (para poner sólo dos entre muchos ejemplos posibles) era, dentro del estilo de cada uno (el centrado en las últimas noticias y con mayor despliegue multimediático de Indymedia, el ‘editorialista’ de Rebelión), asomarse a un mapa social y político fascinante, reflejado por múltiples espejos, muchas veces divergentes, pero teniendo en común el talante inconformista, la búsqueda de revelar lo oculto, de reflexionar sin seguir la trilla de las opiniones comunes. Y la disposición intelectual y emocional a solidarizarse con la rebeldía de los de abajo.8. Vinculado con lo anterior, la comunicación crítica necesita imperiosamente manejar las tensiones entre forma y contenido, para que el conjunto sea innovador, crítico, provocativo en el buen sentido. Un ‘mensaje’ desafiante en su intención, pero en un envoltorio solemne o linguísticamente chato, o impregnado de un pedagogismo paternalista, desmiente su intencionalidad y priva en gran medida de eficacia a su contenido. El vino nuevo echado en odres viejos se echa a perder, y esto ocurre con frecuencia. Lo que sólo transmite certezas y nunca dudas, lo que propende a la grandilocuencia y a la emoción fácil, aquél cuya disposición a hablar supera largamente la de escuchar, el que cree ocupar el invariable lugar del ‘saber’; todos reproducen de modo inconsciente las prácticas de los funcionarios de la ideología dominante. Se necesita además renovar el lenguaje, buscar el modo de llegar no a los previamente convencidos sino a los muchos más que aún le creen a la palabra oficial o a los medios ‘prestigiosos’.
9. El carácter alternativo debería ser un medio, no un fin excluyente. De lo contrario se corre el riesgo del snobismo, del ‘objeto de culto’, del producto sólo para iniciados, de la desconfianza ilevantable hacia todo lo masivo. Si se puede navegar sin ser absorbido por la ‘corriente principal’, si se puede ocupar un espacio más amplio o más central, sin que esto exija concesiones que desnaturalicen o coopten, hay que hacerlo. Un ejemplo de Argentina: Hoy los libros de Osvaldo Bayer se reeditan en Planeta, quizás la más poderosa de las editoriales en Argentina. Son los mismos libros que publicaban pequeñas casas editoras en los 70’, el autor no ha modificado una línea por exigencias de marketing o de censuras de cualquier tipo, ese es un gran triunfo. Lo alternativo, lo marginal, lo de culto sirve muchísmo, pero cuando se abre paso a circuitos más grandes sin perder sus características, allí hay un éxito trascendente: El costo de ‘ningunear’ se ha vuelto demasiado alto, y la tarea de cooptar se reveló imposible. Se lo incorpora, pero sin ‘colonizarlo’.
Pero lo mejor es cuando el espacio inicialmente marginal, por fuera del formato empresario y sin deberle nada absolutamente a los circuitos más o menos oficiales, alcanza un lugar central. En los 60’ libros de editoriales de izquierda, marxistas o libertarias, se vendían por millares. Tenemos que volver a eso, en ese o en otros formatos. ¿Cuántas personas abren por día Rebelión o Indymedia? Pensamos que muchísimos miles. Son medios invalorables, por ahí hay que ir.
10. A propósito de los años 60’, éstos fueron de rebeldía, de indisciplina generalizada. En todos los campos, tanto los de cercanía más evidente con la política como los aparentemente más alejados: Desde la sexualidad a la educación, desde la vestimenta a las instituciones parlamentarias, todo fue cuestionado, ridiculizado, trastornado. El predominio de los comportamientos tradicionales y las nociones preconcebidas se tambaleó seriamente. El establishment intervino asimilando, neutralizando, dividiendo, pero sólo pudo a duras penas conjurar la amenaza, varios años después, a veces a costa de represiones sangrientas.
En el presente hay elementos para comenzar a desencadenar una ola cuestionadora de parecida magnitud. El poder imperial norteamericano está empezando a sufrir un ‘empantanamiento’ muy distinto al de Vietnam, pero que ya ha desatado una amplia ola de repudio. Los organismos internacionales se desprestigian, la confianza en la ‘economía de mercado’ decae. Nadie piensa como hace tres décadas que la revolución está a la vuelta de la esquina, pero hay una valiosa predisposición a sostener una lucha prolongada y en múltiples campos, algo así como una ‘guerra de posiciones’, en el lenguaje de Gramsci.
Empezamos a estar de vuelta del ‘fin de la historia’ predicado a escala global, de la libertad de mercado como valor supremo, y de las respectivas derrotas y ‘lavados de cerebros’ colectivo de muchas sociedades nacionales. Necesitaríamos estar más firmes en no emprender el camino de regreso a nacionalismos poco críticos o particularismos estrechos, pero hay avances también en esa dirección.
11. De todas formas, porciones enormes de la sociedad siguen atrapadas en las compensaciones individualistas, la búsqueda de la satisfacción consumista, el conformismo político, la vida afectiva convencional. Los medios de comunicación sistémicos juegan allí un papel importante, que incluye mucho más que la prédica directamente conservadora. Siguen desarrollando su habilidad para ‘masticar’ lo activa o potencialmente cuestionador, y devolverlo convertido en rebeldía inocua, en consenso apenas disfrazado. Hay que colarse por las hendijas, golpear en los puntos vulnerables, divulgar lo silenciado. Por todos los medios, desde las radios locales a Internet. Aprender a hacer atractivos los propios mensajes, a saber darles la fuerza de la verdad que contienen, a comprender que la adaptabilidad y velocidad de respuesta, la audacia que no teme a patrones poderosos, la creatividad de la inteligencia libre y autónoma están de nuestro lado. Del otro, por cierto, millones de dólares, las tecnologías más sofisticadas, los profesionales mejor pagos, los hábitos arraigados de ser ‘espectador’ y de reflexionar escasamente y sin cuestionar. La historia nos enseña sobre que este último lado puede salir derrotado. Es nuestro deber apostar...
Buenos Aires, 8/12/03