Medios y Tecnología
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Día Mundial de la libertad de prensa
Se puede engañar a todo el pueblo parte del tiempo, se puede engañar a parte del pueblo todo el tiempo; pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo.
Por ERNESTO VERA
La moderna religión de la libertad impuesta por las armas alcanza en nuestros días su máxima expresión y tiene de cómplice imprescindible al sistema dominante mundial del engaño, representado por las transnacionales de la información y sus ecos locales. Al aumento creciente de los presupuestos militares —sobre todo después de la guerra fría— le ha acompañado el proceso de megafusiones de los medios de prensa, hasta llegar a enormes grados de concentración monopólica en el último decenio. Nunca se había arribado a tanta capacidad para matar y mentir.
Al libre flujo informativo, proclamado por Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial se ha agregado la libre decisión de hacer guerras contra todos, en cualquier momento, sin importar para ello mentir impunemente.
Si el empantanamiento de las tropas estadounidenses en Iraq ha seguido a su incierto destino en Afganistán, de igual modo algunos escándalos en las redacciones de varios de los más importantes medios norteamericanos reflejan la complicidad histórica y actual de ellos con las acciones criminales de sus gobiernos, llevadas al extremo, tanto en el orden material como en el moral, por mister W. Bush. Y no solo se trata de la mentira orientada a tratar de justificar las guerras, sino de un amplio grado de deterioro de la información que, según un estudio de la Universidad de Columbia, se ha reducido la circulación de la prensa en 11% desde 1990 y la sintonía de los noticiarios de televisión en 34% durante los últimos diez años. También existe estancamiento en las cadenas de TV por cable, sean Fox News, CNN y otras principales. Esa falta de credibilidad ha crecido con los escándalos de Jayson Blair en el New York Times y Jack Kelly en el USA Today —redactores de varias decenas de historias inventadas—, así como en el Boston Globe, New Republic y Chicago Tribune. El estudio comprobó la reducción en más del 20% del reconocimiento a la profesionalidad de los medios de comunicación por parte del pueblo de Estados Unidos. Las veinte mentiras comprobadas para invadir a Iraq y la invención del Pentágono para convertir en heroína a Jessica Lynch, divulgadas como verdades por los grandes medios, han contribuido a aumentar la conciencia crítica del pueblo norteamericano que ya venía, desde la llamada guerra del golfo, manifestando rechazo creciente a tanta manipulación.
En nuestros días han comenzado las crisis de las libertades ilegítimas de matar y mentir. Tanto el enorme poder militar como la capacidad desinformativa con que cuentan el Gobierno y los medios estadounidenses, empiezan a sentir los efectos del uso racional de la inteligencia y combatividad de gran parte del pueblo norteamericano.
De forma general ha empezado a manifestarse el hecho de que los poderosos medios no son realmente de comunicación porque sus líneas editoriales contradicen la realidad y el sentir de los pueblos y por tanto no puede existir identificación entre emisores y receptores, lo que imposibilita crear convicciones profundas, aunque confundan y engañen superficial y transitoriamente. Ninguna moderna tecnología, recursos financieros y técnicas desinformativas serán capaces de cambiar la inteligencia, el espíritu de justicia y la dignidad de los hombres y mujeres que habitan y luchan en cada colectividad.
Aunque a la sociedad interesa el curso de los medios, no serán estos los que sean factores determinantes en el desarrollo histórico de los pueblos, sino cómo del combate surge la unidad que también es capaz de vencer a los que se creen todopoderosos. En Venezuela está ocurriendo. ¡Alo, Presidente!, el mejor programa alternativo frente a los medios convencionales, lo demuestra en nuestros días.
Si en las guerras están los ejemplos del pueblo español que fue capaz de expulsar a las tropas napoleónicas y el de los combatientes de Viet Nam que pusieron en huida precipitada a los militares norteamericanos, hoy el pueblo de Iraq demuestra que el factor determinante en la guerra no son las armas, sino la capacidad de resistencia del pueblo, porque detrás de ella son muchos los valores que motivan cada combate.
La creencia que tiene el sistema de comunicación dominante de ser capaz de moldear las mentes a favor de sus intereses, o sea, a favor de la minoría opulenta contra la mayoría, línea central diseñada en Estados Unidos desde los primeros años del siglo XIX —planteamiento de James Madison en 1809—, comienza a dejar de tener los éxitos disfrutados durante doscientos años. Y lo mismo ocurre de forma específica en otros países. Un ejemplo fueron las presiones de Aznar para culpar a ETA de las acciones terroristas en Madrid, con la respuesta conocida por todos. También es evidente el descrédito creciente de los medios golpistas en Venezuela, que se manifiesta mediante la reducción de la circulación de los diarios, así como de sus páginas, y la audiencia de la televisión, debido al desarrollo de la conciencia crítica del pueblo bolivariano.
Pero no hay que ir lejos para comprobar cómo los medios poderosos llegan a perder toda credibilidad. En nuestro país se ganó con las ideas la batalla de la prensa en los dos primeros años del triunfo revolucionario y después, durante más 43 años, han fracasado las miles de horas semanales de las radios contrarrevolucionarias, sean del Gobierno de Estados Unidos o de los grupúsculos mafiosos. Campaña tras campaña han fracasado y fracasarán, aunque ese engendro de la CIA conocido como Sociedad Interamericana de Prensa tenga hoy de socio al señor Matsuura.
El periodismo libre en patrias libres, sueño de los periodistas dignos de América Latina al fundar la Federación Latinoamericana de Periodistas, tenemos el honor de encabezarlo en su realización práctica los profesionales de la prensa cubanos. Nunca una prensa ha sido más fiel a los intereses de un verdadero poder absoluto del pueblo. De él se deriva —y no puede ser de otro modo— el que tiene como base el derecho de la sociedad a la información veraz, primero de los diez principios del código de ética de la UNESCO, ignorado por su actual Director General. Este y los otros nueve se cumplen por el periodismo cubano y se han ejercido también por centenares de mártires del periodismo ético en los países de la gran patria latinoamericana, así como por la prensa alternativa en ascenso.
Sí, en defensa de los verdaderos intereses populares de nuestro pueblo, pero más todavía: al servicio de toda causa justa en cualquier parte del mundo, sin la menor restricción para ese ejercicio digno que se realiza como un modo de ser, como algo que se hace sin consultarlo con nadie, con toda la libertad de ser también y a mucha honra periodistas del mundo.