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Medios y Tecnología

15 de marzo de 2004

Con los ojos del sur"
Medios de guerra

Miguel Ángel Ferrari
Acción

Un día de febrero de 1898, el periodista del "New York Journal" acreditado en La Habana, telegrafiaba a la redacción de su periódico quejándose sobre la ausencia de noticias. En la Cuba prebélica reinaba una calma incompatible con las expectativas de un corresponsal de guerra. William Randolph Hearst, el inefable editor del diario neoyorkino, le respondió de manera cortante: "Quédese ahí. De que haya guerra me encargo yo".
Días después —el 15 de febrero— estallaba el Maine, el acorazado de segunda de la Armada de los Estados Unidos, que se hallaba fondeado en la bahía de la capital cubana. La controvertida explosión, que acabó con la vida de 254 marineros y dos oficiales de su tripulación, fue el casus belli utilizado por Washington para entrar en guerra con España e iniciar así las largas décadas de dominio imperial sobre la isla del caribe.
"Recuerden el 'Maine'" fue una frase recurrente tanto en el "Journal" como en su competidor "The New York World", del famoso editor Joseph Pulitzer. La campaña emprendida por éstos y otros medios estadounidenses fue de tal magnitud, que el presidente William McKinley se vio obligado a declarar la guerra.
La prensa estaba jugando, tal vez por primera vez en la historia, un notorio papel propagandístico que contribuyó a azuzar el clima bélico. De allí en adelante, los medios se constituyeron en una pieza clave de las guerras modernas.
Durante la guerra mundial iniciada en 1914, entran en pugna por primera vez los intereses de los estados con la libertad de expresión. La prensa —en ambos bandos— eleva el fervor de la población hacia la contienda y miente sobre la proximidad del triunfo. Desde las columnas de los periódicos del establishment se identifica al pacifismo con la traición a los intereses nacionales que, en realidad, son los intereses de las clases dominantes. Desde entonces, la verdad comienza a ser una de las víctimas de los conflictos armados.
Los círculos belicistas, especialmente en los Estados Unidos, llegan a la conclusión de que las guerras no se ganan solamente en el plano militar, sino que es imprescindible vencer en la retaguardia; esto es, en la opinión pública de su propio país. El logro de una empatía entre los objetivos de quienes gobiernan y la opinión pública, ha sido una constante en todas y cada una de las situaciones de enfrentamiento bélico con participación estadounidense. Este férreo control de la prensa en tiempos de guerra, contempla algunas sutilezas cosméticas tales como la libertad de formular algunas críticas a ciertas conductas inapropiadas de las propias fuerzas, sin poner en tela de juicio los objetivos estratégicos y las tácticas fundamentales. Esta modalidad —por supuesto— no es exclusiva de Washington, pero bien podría decirse que el país del norte es su más acabado paradigma.
Desde la primera guerra mundial hasta la invasión a Irak, con diferencias de poca consideración, se registró sistemáticamente este modo de operar. Una sola excepción confirmó la regla: la guerra de Vietnam. La exasperante prolongación del conflicto y las crecientes bajas estadounidenses que presagiaban la primera derrota militar, terminaron por fracturar la aprobación que la población le había otorgado originariamente a la contienda. Ante la creciente oposición ciudadana, la prensa norteamericana optó por informar con mayor apego a la verdad.
Durante el gobierno de William Clinton, los grandes medios de información (mal denominados de comunicación) estadounidenses y europeos se sumaron con entusiasmo a lo que dieron en llamar la guerra humanitaria. Este cínico eufemismo trataba de encubrir el verdadero sentido de la agresión a Yugoslavia: la incorporación de esa región del mundo al mercado mundial, en el marco del modelo neoliberal imperante.
En los viejos tiempos, la prensa jugaba un rol de fiscal de los tres poderes pergeñados por el barón de Montesquieu, de allí la clásica denominación de cuarto poder. Con el correr del tiempo, el negocio de los medios se fue entrelazando con las más diversas actividades económicas. En los países centrales este entrelazamiento se manifiesta especialmente con el complejo militar-industrial. El grupo Westinghouse —por ejemplo— se ha fusionado con la cadena informativa Columbia Broadcasting System (CBS), en tanto que la General Electric es la propietaria del complejo NBC News. General Electric y Westinghouse, gigantescos grupos empresarios, han diversificado a tal punto sus actividades, que se hallan implicadas en las controvertidas áreas de la producción de armamentos y energía nuclear. Este romance entre los medios y las armas no es solo patrimonio de los Estados Unidos. El grupo francés Dassault —el principal del país— que controla el diario Le Figaro, el semanario L'Express y numerosos periódicos regionales; y el grupo Lagardère, el principal editor de Francia (Hachette, Fayard, Grasset y Stock), que también lidera el sector revistas (Paris Macht, Elle, Tele 7 Jours y Pariscope); tienen "en común —señala Ignacio Ramonet— la inquietante particularidad de haberse constituido en torno a una empresa central dedicada a la actividad militar (aviones caza, helicópteros, misiles, cohetes, satélites, etc.)".
Estos breves ejemplos, permiten comprender claramente que los grandes medios no apoyan las políticas belicistas, son unos de los principales generadores de esas políticas. Los mismos que fabrican la muerte nos "informan" acerca de ella. Pero eso sí, su propósito es informarnos con exclusividad. ¿Será por ello que las oficinas de la cadena televisiva qatarí "Al Jazira" fueron bombardeadas "por error" el 13 de noviembre de 2001, en Kabul, Afganistán; y atacadas a cañonazos "involuntariamente" el 8 de abril de 2003, en Badgad, Irak?
"El mercado con sangre entra" dice la periodista y escritora altermundista Naomi Klein, refiriéndose a las últimas guerras imperiales de agresión. La desinformación se convierte en el mejor complemento de la sangre.
Hace cinco o seis años una ínfima minoría accedía a internet. Hoy, más de 700 millones de usuarios se asoman, casi diariamente, a esta red que les ofrece 9 mil millones de páginas. La cantidad de visitantes, por su parte, crece a razón de un 25 por ciento cada año.
Internet se ha convertido en uno de los caminos para obtener una información más fidedigna, junto a las radios comunitarias y a la prensa alternativa en general. Esta malla electrónica, que tiene una bien ganada fama de democrática, peca —no obstante— por la sobreabundancia de información emanada del poder hegemónico y por la proliferación de contenidos de mala o baja calidad. En este marco, solamente un 10 por ciento de los sitios a consultar pueden ser considerados como verdaderamente alternativos, lo que permite pensar que todavía el papel de internet en el plano de la contrainformación es insuficiente. Pero también es cierto que quienes acceden, en su mayoría de un nivel cultural medio-alto, con capacidad de búsqueda y de elección, suelen ser formidables reproductores de esas informaciones o análisis que recorren este tejido universal por fuera del pensamiento funcional al imperio.
Estos sitios de internet no se limitan solo a difundir noticias o ideas, desde hace un buen tiempo también se han revelado como efectivos movilizadores populares. Uno de los ejemplos más significativos, estuvo dado por las marchas contrarias a la ilegal e ilegítima intervención desatada por el gobierno de George W. Bush contra Irak, realizadas —el 15 de febrero del año pasado— en simultáneo en numerosos países del mundo. Estas manifestaciones congregaron a decenas de millones de personas. Esta exitosa convocatoria partió del III Foro Social Mundial de Porto Alegre y recorrió la red generando un fenómeno absolutamente inédito en la historia de la humanidad.
Internet está ayudando a perforar las mentiras del complejo militar-industrial-mediático. Aunque por ahora no alcance para destruirlas, vale la pena caer en la tentación de lograrlo. Recordemos con Mark Twain que "la mejor protección contra la tentación es la cobardía".
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Recordamos a la audiencia que el Cuarto Foro Social Mundial de Mumbai, India, se lanzó un llamamiento convocando —a nivel mundial— a la realización de marchas contra la agresión estadounidense en Irak. La fecha elegida es el domingo 20 de marzo, en coincidencia con el aniversario del inicio de la ilegal, ilegítima y criminal invasión anglo-norteamericana.