El lunes, al sol
Manuel Talens
La película Los lunes al sol, de Fernando León, es un eficaz artefacto audiovisual que da voz a quienes no suelen tenerla en la actualidad, los parados. Empieza y termina de la misma manera, con un grupo de antiguos trabajadores de los astilleros de Vigo que, carentes de ocupación, toman el sol. Entre ambos extremos del celuloide asistimos a sus esfuerzos inútiles por luchar solos contra el destino, pero el entorno hostil en que se mueven, con la solidaridad de clase ya casi olvidada y unos sindicatos obreros reducidos a pura realidad virtual, los condena a una existencia vegetativa.
El pasado 1 de mayo, durante la tradicional manifestación sindical en Madrid, un grupo de desempleados reventaron la fiesta y uno de ellos le partió la frente a José María Fidalgo, el secretario general del sindicato CCOO. Los medios de comunicación de masas del país -el sistema nervioso del estado- trataron a modo de espectáculo un hecho tan insólito como éste, la rebelión de los obreros contra quienes, por principio, deben defenderlos de la patronal, y tanto lectores de periódicos como televidentes sólo pudieron asistir a la superficialidad de los hechos y a la condena moralista del antiguo obrero que cometió la agresión, sin ningún tipo de análisis que tratase de explicar el porqué. Como ya va siendo habitual, la intrahistoria desde el lado de los perdedores tuvo que aparecer en los medios alternativos de internet, que son el último reducto donde se refugian quienes aún creen que otro mundo es posible. Manuel Espinar, un sindicalista contestatario, desmontó con palabras sencillas el discurso "progresista" de la cúpula sindical (