Arrestaron al militar en actividad que confesó sus crímenes a Bendini
Es Enrique Bruno Laborda, que revistó en un batallón cordobés. El Ejército lo había sancionado con un arresto, pero ya había recuperado su libertad. También detuvieron a Dopazo y Menéndez.
Victoria Ginzberg
Página 12
El teniente coronel que confesó su participación en el asesinato de detenidos políticos durante la última dictadura, Enrique Bruno Laborda, quedó detenido ayer por orden de la jueza cordobesa Cristina Garzón de Lascano. El militar estuvo arrestado por disposición del jefe del Ejército, Roberto Bendini, pero salió en libertad hace diez días. Esta vez, la reclusión será más duradera y en compañía de dos de sus ex jefes: Orlando Omar Dopazo y Luciano Benjamín Menéndez, quienes también fueron detenidos.
Los crímenes de Bruno Laborda se hicieron públicos a principios de junio pasado. El mismo los confesó en un escrito que entregó en mayo a Bendini como argumento a su favor para obtener un ascenso. Pero no obtuvo una recompensa; por el contrario, el jefe del Ejército le impuso un arresto de treinta días y denunció los hechos en la Cámara Federal porteña. El expediente fue enviado a Córdoba, lugar donde se produjeron las detenciones y asesinatos descriptos por el militar, que durante la dictadura revistó en el Batallón de Comunicaciones de Comando 141.
Bruno Laborda terminó de cumplir la penitencia que le impuso Bendini el 9 de julio pasado. Un día antes, la fiscal Graciela López de Filoñuk había solicitado que el teniente coronel sea detenido, junto con Dopazo y Menéndez. La fiscal imputó al militar por un homicidio calificado y una privación ilegítima de la libertad. Si bien el mismo confesó haber participado de más delitos, López de Filoñuk decidió avanzar en la acusación por los hechos por los que hasta ahora consiguió "prueba independiente". Esto significa que posee testimonios y documentos que confirman los crímenes del militar.
Bruno Laborda se cuidó de no mencionar los nombres de sus víctimas pero la fiscal pudo identificar, hasta ahora, a un par de ellas en base a elementos que poseía por la tramitación de otras causas sobre violaciones a los derechos humanos cometidas en Córdoba durante la última dictadura. En esas investigaciones se allanó la Policía Federal, la SIDE y la policía provincial. Además, la funcionaria accedió a la declaración de una de las víctimas del represor, sobreviviente del centro clandestino de detención La Perla.
López de Filoñuk seguirá con la investigación y no se descarta que Bruno Laborda, Dopazo y Menéndez (que ya estaba preso por otros casos) sean acusados de más delitos, así como pueden surgir también nuevos imputados.
"Para nosotros lo importante es que Bruno Laborda generó un punto de inflexión importante en Córdoba porque rompió el pacto de silencio, no como un ‘arrepentido’ sino para seguir gozando de impunidad", aseguró a Página/12 Martín Fresnedas, abogado de la agrupación HIJOS (Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio).
Entre los hechos que confesó el militar está el transporte en ambulancia desde el Hospital Militar de Córdoba hasta el campo de fusilamiento del batallón de una mujer que el día anterior había dado a luz. "Fue lo más traumático que me tocó sentir en mi vida –señaló–. La desesperación, el llanto continuo, el hedor propio de la adrenalina que emana de aquellos que presienten su final, sus gritos desesperados implorando que si realmente éramos cristianos le juráramos que no la íbamos a matar fue lo más patético, angustiante y triste que sentí en la vida y que jamás pude olvidar. A órdenes del jefe de la unidad, el entonces teniente coronel (Alberto) Solari, todos los oficiales procedimos a fusilar a esta terrorista que, arrodillada y con los ojos vendados, recibió el impacto de más de veinte balazos de distintos calibres. Su sangre, a pesar de la distancia, nos salpicó a todos."
En el escrito que presentó ante Bendini, Bruno Laborda –primer oficial en actividad en confesar esos crímenes– argumentó que el rechazo de su ascenso debía ser revisado a la luz de que en su momento esos hechos habían sido considerados como "verdaderos e ineludibles actos de servicio". No consiguió lo que pretendía