Francisco Ferrara y los piquetes
Remedios contra la desolación
"Más allá del corte de rutas, la lucha por una nueva subjetividad" es el título del libro del profesor de Psicología Social Francisco Ferrara, que enfoca la actividad de los piqueteros cuando no hacen piquetes. Ferrara explica cómo cambió él mismo -preconceptos, desilusiones y utopías- con la experiencia. Analiza en qué consiste el abismo entre el que quiere investigar y el investigado, y de qué modo hablar de "humanidad" o "derechos humanos" puede convertirse en una engaña pichanga: una forma de desviar la mirada sobre las verdaderas luchas y las verdaderas personas que las llevan a cabo. La actitud de la izquierda tradicional y los "guiones" políticos, según un hombre decidido a rebelarse contra las palabras vacías.
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El libro que acaba de editar Francisco Pancho Ferrara tiene un título claro: Más allá del corte de rutas, la lucha por una nueva subjetividad. El objetivo de ese trabajo también lo es: narrar la experiencia del encuentro del autor con el Movimiento de Trabajadores Desocupados de Solano, un grupo que en estas páginas describe con didáctica vocación.
Ferrara es profesor universitario de Psicología Social y su libro es una clase que recorre ese paisaje de lucha contra la miseria y todo lo que ello implica. Desde la primera línea planta su punto de vista: "La Argentina transita estos primeros años del siglo XXI por un escenario dramático, que se caracteriza por una tensión insoportable entre dos fenómenos: el surgimiento de nuevos interrogantes para los cuales no se avizoran respuestas y la caída de las certezas que sostuvieron durante generaciones la cohesión de su sociedad".
Sin certezas ni respuestas, Ferrara viajó al territorio del piquete y cruzó la línea. Y una vez allí no solo descubrió otro mundo, sino otro Ferrara. Un intelectual que recupera intacta su utopía. "Hoy -asegura Ferrara al final de su libro- sea cual sea mi lugar en la sociedad, tengo clara la inoperancia de cualquier lugar de observación, sé que no hay conocimiento genuino que no venga amasado con el mayor compromiso posible y sé que, en definitiva, la batalla más seria, frontal y definitiva contra el sistema implica mi propia transformación y la derrota de ese sistema en mis prácticas y en mis modos de vivir". De ese viaje y esos cambios da cuenta en el libro, y en esta entrevista.
-¿Cúal fue el punto de partida de este viaje al piquete y su más allá?
-Yo tengo que dar cuenta de una búsqueda personal porque también hay en este libro una intención de cerrar una experiencia, historias propias, en la medida en que me caben las generales de la ley de los muchos que transitamos los 70 y hoy podemos dar cuenta de ese recorrido. En ese sentido, se trata de ver qué cosas quedaron y cuáles se transformaron, desde una búsqueda muy personal. En algún momento, cuando en los '90 empezó a producirse este fenómeno masivo de la expulsión de millones de seres al territorio de la exclusión -por tomar esa palabra en boga- me estaba replanteando una cantidad de cuestiones conceptuales y me preguntaba: ¿cómo será esto, qué es lo que estrá pasando en este ámbito? ¿Cómo estará constituyéndose la subjetividad de la miseria, de los que viven en esas condiciones y más aún, de masas enteras que fueron arrojadas hacia ese lugar? Y entonces, claro, una de las cosas que me trababa es eso de lo que doy cuenta en uno de los últimos capítulos: la cuestión del tipo que mira desde afuera esta situación.
-La cuestión del experto, alguien que no tiene preguntas sino que ya sabe, antes de ir, qué va a pensar...
-Pero de todas maneras, aun cuando uno vaya mudo o lleno de preguntas, la propia presencia y los propios valores que uno transporta, todo lo que vos llevás contigo -tu manera de ser, de vestir, de pensar- supone un riesgo muy fuerte de establecer esas relaciones típicas entre el que está jodido y el que viene a darle alguna mano; el que no sabe y el que sabe; el que puede y el que no puede. Eso me detenía para poder meterme, porque sabía que, de lo contrario, podía repetir una frustración. Hasta que apareció un concepto del filósofo Alain Badiou, en torno de la figura que llama el inmortal. Ese concepto dice que la lucha por valores que podían representar los derechos humanos, por ejemplo, son un engaña pichanga. Son maneras de ocultar la matriz explotadora para recuperar la ciudadanía. La única alternativa para poder establecer una relación de iguales es si el otro está luchando. Esto saca al otro de la posición de víctima, de animal, y lo convierte en un sujeto en busca de su humanidad, que conquista a través de la lucha. Y el experto deviene herramienta. Ahí me cerraron algunas cosas y me planteé: bien. ¿quiénes son los que luchan? Y los que luchan son los MTD, que son a su vez varios y diversos movimientos.
-¿Y cuál era la idea del trabajo que podía realizarse?
-Por entonces, yo me había propuesto hacer una cosa omnicomprensiva. Tenía contacto con varios movimientos piqueteros y comencé con entrevistas a gente de la Corriente Clasista y Combativa, de la CTA que trabaja en los barrios, hasta que finalmente llegué a los muchachos de Solano. En el tránsito, mientras participaba de cortes y asambleas, me fui dando cuenta que había cosas que me interesaban y otras no. Incluso había cosas que podía criticar fuertemente -y de hecho lo hice en algunos casos- aún cuando tampoco tenía mucho sentido. ¿Quién soy yo para decirle a fulano que está haciendo las cosas mal? Sin embargo, esas cuestiones me fueron replanteando la investigación. Y ahí me avivé: el error era suponer que existía una especie de balcón desde donde mirar este escenario de lucha para poder dar cuenta de la vista panorámica. Y no es así. Así fue cómo nos acercamos a lo que vos planteás: mi cambio. Las resonancias mayores las encontré en Solano y esto me permitió, a su vez, trabajar con ellos y ya no desde una posición de distancia, de ninguna distancia, sino desde un estar al pie de las experiencias, de trabajar conjuntamente y conforme se iba dando ese ida y vuelta. Así de claro es el procedimiento que se fue estableciendo.
-Habla de el inmortal como figura y suena como una resignificación de la palabra sobreviviente, una marca de su generación.
-De alguna manera sí. Lo que dice Badiou en ese trabajo titulado La ética, que a mi me gusta mucho, es que si nosotros establecemos las necesidades, las garantías o los derechos en términos de algo que se llama la Humanidad, el Ser Humano, estamos ya partiendo de un engaño: no hay Humanidad. Hay humanos, concretos y específicos que producen situaciones muy puntuales, que son producto de esa situación y ese momento. Entonces, la Humanidad planteada así como Derechos Humanos, del Trabajador, de las Minorías, etc. establecen una relación entre el sujeto y su humanidad que lo deja pegado a esa definición. A partir de ahí se pierde la posibilidad de que un humano advenga humano a través de su lucha y su tarea, porque es como si le dijera: estos son los derechos que te corresponden y por ellos y de esta manera vamos a luchar. Es como si se respondiera a un retrato que no hay que construir, sino que ya está construido. Te tenés que hacer cargo de eso, y todos contentos. Lo que nos está diciendo Badiou es que si la humanidad es eso, es poco. El ser humano es algo más que un mortal. Cuando en su lucha adviene sujeto, puede morir o seguir viviendo, pero ya alcanzó el rango de inmortalidad en la medida de que es capaz de no quedar pegado a esa cuestión que lo convertía en un "víctima de", un mortal.
-La izquierda tradicional o partidaria -como quiera llamarla- no vio en un principio a los desocupados como actores de una transformación. ¿Responde también a ese retrato robot que tiene la izquierda acerca de cuál debe ser la clase revolucionaria? ¿Por qué tardó en descubrir que había allí un cambio de lógica?
- Ni siquiera descubrió que hay un cambio de lógica. Ven allí una fuerza social para ser operada. No es que los partidos hicieron un clic y dijeron: me parece que tenemos que revisar nuestros conceptos porque aquí apareció una fuerza transformadora. Nadie hizo eso. Solamente implementaron sus mecanismos para poder disponer de fuerzas sociales en lucha. Y en rigor, la cuestión planteada es mucho más profunda porque habla de la fisonomía actual del capitalismo. Fisonomía sobre la que -si no podemos dar cuenta con la mayor fidelidad de la profundidad de sus cambios- vamos a terminar errándole como a la bocha. ¿Qué quiero decir con esto? Apoyándome en una cantidad de gente que está trabajando y estudiando estos temas, lo que quiero plantear es que el hecho del trabajo material, fabril, dejó de ser el sostén principal del sistema. El sistema se sostiene sobre la base de algo que se ha dado en llamar biopolítica o biopoder. Lo que había anticipado Foucault hace unos años: que el capitalismo empieza a ocuparse de las poblaciones, de la vida, de los sistemas sanitarios, etc. Ahora no hay rincón del planeta en donde el individuo de esta sociedad esté a salvo o fuera de este marco de explotación y control. En función de este proceso, se transforma la empresa -ya no hay más concentraciones fabriles- las compañías se convierten en cosas muy plásticas, elásticas, dinámicas y entonces, ¿qué sentido tiene la lucha en un taller? Y de alguna manera la izquierda quedó atrapada en esa estampa del proletario frente a su máquina que ya no tiene no solo fuerza, sino lugar en la realidad. Para mi hay una cosa que determina toda esta historia que es la siguiente: para poder ver lo nuevo, necesitás una mirada nueva. No podés percibir la novedad si estás mirándola desde los conceptos que ya tenías. A lo sumo verás cuánto más o cuánto menos la realidad se parece a ese modelo que tenés en la cabeza. Pero ese modelo es ciego para ver lo nuevo porque fue construido en función de otra lógica, una lógica que está cayendo y está dando paso a otra. Y esta otra lógica requiere de otros instrumentos y otros sujetos. También de un esfuerzo para poder pensar en lo nuevo, que en muchos casos no se quiere hacer.
-Y en su caso ¿cómo hizo para poder seguir replantéandose cosas en sintonía con un país que también se las estaba replanteando, para poder ser contemporáneo con esos cambios?
-Confluyeron varias cosas. Por un lado, siempre fui un tipo con una historia política, de jovencito. Y muy poco teórico, siempre ligado y muy conectado con los movimientos, necesidades y prácticas políticas. Veía los cambios que estaba haciendo esta sociedad y no podía dejar de advertir que lo que yo planteaba hace 15 o 20 años atrás, hoy no tiene ninguna resonancia. Me daba cuenta qué cosas ya no tenían ningún sentido. Por decirte la más tonta: la unidad obrero- estudiantil. No tiene ningún gollete, ni hay nadie dispuesto a escuchar una cosa como esa. Se transformó tan solo en un planteo doctrinario, que sin embargo durante mucho tiempo nos hizo pensar que ahí había una vía para lograr un cambio. Y hoy son palabras vacías. También, en mi caso personal, quizá tenga que ver con que en el medio me fui unos años a vivir al campo.
-Se convirtió en un extranjero...
-Exactamente. Cuando vuelvo, me encuentro con algunos amigos y gente conocida que me empieza a tirar las puntas actuales de la teoría filosófica y política, ideas novedosas, que yo pude absorber sin prejuicio. La otra cosa que permite estar atento es la docencia universitaria. Como además mi materia es Psicología Social, que intenta dar cuenta de los fenómenos actuales, todos los días me pone frente al brete de correlacionar lo que estoy diciendo con lo que está pasando y de manera que pueda resultar interesante y útil para los estudiantes, que son 600, 700 y 800 por cuatrimestre. Entonces ahí también hay otro impulso, porque no puedo quedarme tranquilo, porque creo que el peor obstáculo para el saber es el saber mismo, porque te quedás atrancado. Y si se quiere, desde el punto de vista más concreto, el encuentro con un grupo de reflexión me permitió caminar más aceleradamente.
-También hubo una tendencia de algunos intelectuales -que no atacó a todos por igual- de volver a conectarse con la realidad, porque de alguna manera no les llegaba información por la existencia de "piquetes" que cortaban los canales de comunicación entre lo académico y lo práctico.
- Exactamente. Durante un tiempo estaba más establecido de dónde tomar información confiable e interpretarla. Pero la realidad se empezó a poner complicada.
-Y también más entretenida.
-Mucho más entretenida. Pero ojo: si querés podés hacer un esfuerzo y meterla en el cajón que quieras. La retorcés toda y entra. Y en el cajoncito que quieras o tengas abierto. Pero si no te interesa hacer el esfuerzo de deformar la realidad hasta que entre, no tenés más chance que aceptar que no podés decir con certeza qué esta pasando. Y eso se puede parecer a una chantada, a una visión posmoderna de "todo vale lo mismo" porque se terminaron las certezas. Pero no es una chantada en la medida en que hay algunas consideraciones que le dan rigor teórico y científico a eso de salir a ver qué pasa. Hay una serie de operaciones que permiten analizar esa realidad que estás viendo.
-¿Se trata de pensar en el territorio, para ver qué queda en pie de la biblioteca?
-En el libro lo cuento rápido, porque no me interesaban esas polémicas. Pero, por ejemplo, en la CCC y la CTA encontré dos exponentes muy claros de lo que yo no quería más. Por un lado, la operación del partido. Me encontré en plenos corte de ruta con comisarios políticos, con cuadros políticos. Por ejemplo, el compañero Alderete larga cada tanto unos guiones políticos que son los guiones sobre los cuales se encuadra todo el movimiento. Son guiones. Los tengo yo ahí. Es decir que el resto del movimiento lo único que tiene que hacer es leerlos, comprender cuál es la línea y proceder en consecuencia. No había ahí ninguna novedad. Por otro lado, los muchachos de la CTA, víctimas de un reformismo atroz, todavía están planteándose la recuperación de la ciudadanía como si este sistema tuviera chances de retrotraerse a los tiempos de bonanza.
-De lejos no se le reconoce al movimiento piquetero esa identidad, esas diferencias. Los periodistas, por ejemplo, apenas logran clasificarlo como si se tratara de un tipo de queso: duros y blandos. Tampoco hay, como propone el título de libro, registro del trabajo de estos movimiento más allá del corte de ruta...
-Esa es la intención de este libro. Poder meter una cuña en esa dirección, que atornilló la lucha piquetera a la imagen mediática de las gomas quemándose, la capucha y el palo. Es un intento por establecer otras posibilidades de mirar, con mayor detenimiento y profundidad.
-¿Cree que se trata de ningunear la capacidad del movimiento piquetero de producir un pensamiento político transformador?
-Yo digo en el libro que los zapatistas no produjeron su ataque más letal contra el gobierno mexicano, sino contra las bibliotecas. Y es ahí donde hicieron estragos. Esto obliga a replantearse las bibliotecas, sino no hay forma de entenderlos. Podés hacer otros intentos: la CCC, el PO, Castells, lo que quieras. Pero ahí estamos metiendo a la realidad en los moldes. Y luego se dirá, como tantas veces, "como lo demostró la justa línea del partido..."
-Pero los cambios de lógica del movimiento piquetero -de los que usted habla en el libro- tienen que ver con categorías profundas: tiempo, espacio. Es muy potente el cambio que se produce en el piquete. ¿Esto es lo que usted notó en Solano?
-Muy fuerte. Pero muy fuertemente. Los veía transitar, a lo largo de un día entero en donde me quedaba tal vez molestándolos, y comparaba esas imágenes con las viejas imágenes de la militancia y no tenían nada que ver. Eran tipos que estaban haciendo una actividad -un taller, por ejemplo- con los pibes dando vueltas por ahí -porque no hay forma de sacar a los chicos de su vida- sin que nadie se asombre ni se inquiete por eso; en el medio viene fulano con un problema con el hermano y entonces todo el taller conversa sobre el problema y allá viene menganita que dice que se le colgó la computadora con la que estaba haciendo las cosas de la administración... y así se da todo. Naturalmente, sin prisa, como si la vida pudiese estar al fin integrada. No es que allí -como en otros lados- la vida esté partida: de tal hora a tal hora trabajo, de tal hora a tal hora milito. El día es un día en el que ocurren diversas cosas. Y eso es lo integrador. Porque en el otro caso, el reloj lo que está marcando es cómo opera en nuestra vida y en nuestros días las leyes del sistema. Y en el caso de Solano lo que uno siente es que el tiempo es humano. Esto tiene implicancias de construcción política muy profunda. Como cito en libro, ellos dicen: "nosotros llegaremos a ver pasar el tren, llegaremos en el último vagón o tal vez no llegaremos y esperaremos otro tren. Pero cuando lleguemos queremos llegar todos juntos, no uno o dos".
Ferrara hoy se ha integrado al trabajo más allá del piquete del MTD de Solano. Todos los jueves, se suma a los talleres de salud, donde los diferentes barrios que integran este movimiento debaten sus problemas, estudian tácticas de prevención y se entrenan en la asistencia primaria de enfermedades. En la posdata con la que cierra el libro Ignacio Lewkowicz, se habla de que el piquete "es la instancia integradora por excelencia de una subjetividad que, en ausencia de estos procedimientos, sería pura desolación". Seguramente, luego de este libro Ferrara se siente menos solo. Y esto es -fundamentalmente- lo que pretende transmitir a su lector.