8 de marzo del 2003
En nombre de Dios
Theotonio Dos Santos
Servicio Informativo "alai-amlatina"
Las guerras religiosas dominaron el escenario político europeo
desde la Edad Media hasta el siglo XX. Las conquistas coloniales de España
y Portugal, con su cortejo de muertes y miseria, se hicieron en nombre de la
salvación de las almas ateas a ser convertidas. Se trataba de expandir
el objetivo inicial de las Cruzadas. Estas se confrontaron con la expansión
victoriosa del Islam, convertido en el mayor imperio de la Edad Media.
La rebelión protestante dio origen a muchas otras guerras en contra de
la dominación papal que se materializaba en el imperio de Felipe II.
Los siglos de la ilustración empezaron a conocer las guerras no religiosas
en Europa. La revolución francesa impuso el materialismo progresista
que respaldó las guerras napoleónicas.
La Inglaterra protestante oficializó su religión e impuso un imperio
liberal que era dirigido por una reina anglicana. Además de los católicos
irlandeses que jamás aceptaron esta imposición, vimos a los pueblos
más diversos aceptar convivir con esta institucionalidad liberal que
actuaba en nombre del laicismo pero que se conciliaba con la estructura religiosa.
La primera y la segunda guerras mundiales no aparecían claramente como
guerras religiosas pero los lideres religiosos locales siempre bendijeron a
sus tropas.
Después de la II Guerra Mundial se montó una nueva "cruzada" religiosa.
El Occidente cristiano se opuso al Oriente materialista y ateo en la guerra
fría. Pero ni el Occidente era claramente cristiano ni el Oriente era
claramente ateo. Había que excluir la India, los pueblos islámicos
y los budistas japoneses y de otros países que solo hace poco fueron
considerados ateos por el Papa con una gran dosis de razón.
Un caso interesante ha sido el del Islam. En la posguerra se desarrolló
en el Oriente Medio el pan arabismo de Nasser y del Partido Socialista Árabe
(el Bahat) al cual se juntaron otros movimientos laicos (que ya habían
triunfado en Turquía en los años 20s).
La victoria de la Revolución Islámica en la Persia no islámica,
apoyada por la CIA y los intereses norteamericanos, transformada en Irán
por el gobierno del Ayatolá Komeini, empezó a generar un nuevo
cuadro en el Oriente Medio a partir de 1979.
Esta situación se agravó a partir de la invasión de Afganistán
por las tropas soviéticas. Los servicios de inteligencia norteamericana,
unidos a las monarquías de Arabia Saudita y de los Emiratos Árabes,
resolvieron estimular un movimiento alternativo al pan arabismo considerado
demasiado radical y pro-soviético o por lo menos Tercer Mundista.
El apoyo del gobierno americano abierto a Saddan Hussein en contra del Irán
en la guerra entre los dos países se siguió al apoyo menos evidente
pero también público a Bin Laden y a los Talibans para unificar
la oposición islámica a la ocupación soviética,
apoyada por laicos liberales nacionalistas y pan árabes.
Es impresionante notar la irresponsabilidad de este coktail ideológico
estimulado por la CIA y las autoridades diplomáticas norteamericanas.
Pero el enemigo era el ateismo soviético que se encontraba arriba de
cualquiera otra amenaza.
Los soviéticos desistieron de la ocupación del Afganistán
y retiraron sus tropas anticipando el movimiento general de retiro de sus tropas
de Europa Oriental y de la antigua Unión Soviética hacia la Rusia
que preparaba su conversión en una nación de porte medio, sin
mayor misión en la humanidad. Se trataba, como lo planteó el entonces
ministro de relaciones exteriores, Eduard Shevardnadze, "de retirar cualquier
pretexto para el militarismo norteamericano".
Todo indica que Shevardnadze era un ingenuo. A los Estados Unidos le faltará
siempre un enemigo. Y si no se trata de los ateos soviéticos (que buscaron
desesperadamente restablecer la religión ortodoxa en su país para
reforzar la hegemonía rusa), se puede perfectamente sustituirlos por
los "fanáticos islámicos".
Saddan Hussein, que dirige un gobierno laico y antifundamentalista fue el primero
enemigo retirado de este mundo islámico a ser demonizado. Una guerra
en contra de él marcó el inicio de un nuevo ciclo de confrontación
entre la civilización cristiana y otras potencias democráticas
en contra del fundamentalismo islámico. Este argumento fundamentó
la guerra con el antiguo aliado de Irak, que la administración demócrata
disminuyó.
Pero la retomada del poder por los republicanos en 2001 pusieron en marcha otra
vez los elementos de este conflicto entre civilizaciones. Los antiguos aliados
se rebelaron en contra de sus principales protectores y Bin Laden y los Talibanes
se aliaron para destruir por el terror los infieles norteamericanos que los
abandonaron cuando cumplieron el objetivo de expulsar a los soviéticos
de Afganistán.
¿Cómo manejar la nueva situación en la cual la guerra se define
claramente entre dos agrupaciones religiosos, monoteístas, fundamentalistas
religiosos, creyentes de que Dios (el único) los respalda directamente
en su acción militar?
Nunca faltaron personas para creer en los motivos más absurdos para justificar
las ambiciones económicas y geopolíticas de los belicosos grupos
en el poder en las varias regiones del mundo. Muchos son los intelectuales,
artistas, políticos y líderes religiosos que se dedicaron a justificar
los halcones en todos lados de las luchas armadas. Dios es un mal argumento
en una guerra entre fundamentalismos religiosos.
Marx afirmaba en sus ensayos de juventud que todas las religiones ridicularizaban
los dioses y los dogmas de las religiones ajenas, consideradas creencias bárbaras.
Esto es verdad sobretodo para las religiones monoteístas. Es pues muy
difícil a un ente racional apoyar este tipo de guerras religiosas.
En el momento presente el Papa y casi todos los líderes importantes ya
se pronunciaron contra la guerra desautorizando aquellos que la apoyan en nombre
de Dios. Esta es una situación nueva. Nuevo es también el enorme
movimiento mundial por la paz que se yergue antes de la guerra, antes de que
sus compatriotas empiecen a morir.
Esta es una situación nueva en la historia de la humanidad por la extensión
planetaria del movimiento por la paz, por el compromiso de los artistas, periodistas,
personalidades, políticos y religiosos en contra la guerra.
Hay una esperanza en el aire. Dios parece protestar junto con los millones que
se inmovilizan en las calles de todo el mundo para decirlo con toda fuerza:
"no utilicen mi Santo Nombre en vano", mucho menos para justificar la destrucción
y muerte de millares o quizás millones de inocentes.
*Theotonio dos Santos es profesor titular de la Universidad Federal Fluminense
y Coordinador de la Cátedra y Red UNESCO - Universidad de las Naciones
Unidas sobre Economía Global y Desarrollo Sostenible. Su libro más
reciente es "Teoría de la Dependencia: Balance y Perspectivas", Editora
Plaza & Janés