|
16
de febrero del 2002
Refugiados viven situación apremiante
Laboratorios
de drogas afganos
sobreviven a bombardeos de EE.UU
Contracorriente
Decenas de laboratorios de procesamiento de heroína y almacenes
de opio han sobrevivido por todo Afganistán a la operación antiterrorista
internacional, afirmó la Agencia Nacional de Control de Drogas de Tayikistán.
El flujo de drogas que llega a Tayikistán desde Afganistán se
ha incrementado en los últimos meses, tras la derrota talibán,
afirmó el portavoz de la citada Agencia, Avaz Yuldashev, quien destacó
el peligro de desestabilización regional que supone este problema.
"En enero de 2001 nuestra Agencia Nacional confiscó 40 kilogramos de
heroína; en enero de 2002, fueron incautados 140 kilos", señaló
Yuldashev.
Esta afluencia de droga detenida es apenas la punta de un iceberg que amenaza
con desbordar los mercados centro-asiáticos y europeos, pues, según
Yuldashev, en las zonas afganas fronterizas con Tayikistán "hay concentradas
más de diez toneladas de heroína".
La Agencia contabilizó 417 laboratorios de producción de heroína
que trabajaban hasta hace muy poco en territorio afgano y "no tenemos ninguna
información que lleve a pensar que fueron destruidos por los bombardeos
norteamericanos", explicó el experto tayiko.
Estos almacenes repartidos en provincias como Badajshán, Kunduz o Tajar
dejaron de enviar sus partidas de heroína hacia Tayikistán con
la intensificación de la guerra entre la Alianza del Norte y los integristas
talibanes.
Pero con la derrota del régimen extremista gracias a la operación
antiterrorista desatada por Estados Unidos, el negocio de la droga ha recobrado
el interés de antaño, cuando la heroína afgana ocupaba
más del 72 por ciento del mercado mundial.
En este negocio vuelven a ocupar un papel destacado los comandantes afganos
que hasta hace unos meses dedicaban sus energías a la lucha contra
los talibanes.
Según fuentes militares tayikas, la droga vuelve a ser el instrumento
más rápido para hacerse con una parcela de poder en el convulso
Afganistán, oportunidad que no dejarán escapar muchos jefes
tribales, ya fueran del bando talibán o de la Alianza del Norte.
También el mando de las tropas rusas que guardan la frontera de Tayikistán
con Afganistán ha manifestado su temor a una explosión del narcotráfico
en la región.
"La comunidad mundial debe hacer serios esfuerzos para destruir las raíces
de ese negocio, que ha florecido durante décadas", dijo el general
Ramazán Dzhafarov, comandante de uno de los grupos guarda-fronteras
rusos.
Refugiados afganos viven situación apremiante
El hambre invernal lo sacó de su pueblo. Y la guerra junto a la mala
suerte lo llevó a uno de los campamentos de refugiados afganos ignorado
por la mayoría de los grupos de ayuda. Los llantos de sus hijos, pidiendo
el pan que él no les puede dar, llevaron a Mohammad Sadeq a bañarse
en diesel y prenderse fuego.
Ante una tienda llena de agujeros, como las otras miles ubicadas en un olvidado
risco en las afueras de Mazar-e-Sharif, los ocho hijos de Sadeq gritaron asustados
y trataron de apagar las llamas que cubrían a su padre, de 40 años.
Arrancaron sus ropas incendiadas, llevándose también sin querer
pedazos de carne humeante, dijeron testigos.
"Estoy harto de la vida'', dijo Sadeq en su cama del hospital donde se recupera
de sus lesiones, cuatro días después de su intento de suicidio.
``No puedo dar comida a mis hijos. Morir es el único escape de todo
esto''.
El periplo de Sadeq desde la montañosa población norteña
de Charholak a una camilla en el cuarto número tres del Hospital Barat
es un recorrido por distintos niveles de miseria comunes en todo Afganistán.
Las familias en todo el país han invertidos todos sus recursos para
satisfacer la necesidad más básica: El tener alimentos. Las
zonas donde se concentran los mecanismos de ayuda internacional, como Mazar-e-Sharif,
han recibido la mayor parte de la ola de migrantes, estimados en al menos
un millón de personas. Sadeq pensó, al igual que otros, que
la ayuda sería pronta y plena.
Sin embargo, las agencia de ayuda se encuentran sobrepasadas por el número
de refugiados, así como el alcance de sus necesidades.
Los envíos de trigo donado avanzan por medio de los canales de distribución
de la ONU hacia varios puntos del país. Pero solamente un porcentaje
de la ayuda ha llegado a los casi 20 campamentos en los alrededores de Mazar-e-Sharif,
llenos de emigrantes como Sadeq y pobladores locales que solamente desean
aprovecharse de la situación.
La lenta distribución se debe en parte a un esfuerzo de las agencias
de ayuda por no estimular la migración.