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29 de
enero del 2002
Prisioneros
de Guantánamo
José A. Gimbernat...
Los preocupantes derroteros que está tomando la lucha contra el
terrorismo desde el pasado 11 de septiembre no pueden dejar impasibles a las
organizaciones defensoras de los derechos humanos. Contemplar cómo
la sociedad civil se va dejando arrastrar por la lógica militar, cómo
los adalides de esta lucha pretenden llevarnos a un estado de excepción
permanente que deje en suspenso sine die las garantías jurídicas
del Estado de Derecho, produce gran alarma en cualquier ciudadano que no esté
dispuesto a cambiar su libertad por su seguridad (si lo estuviera, no merecería
ni la una ni la otra, como dijo Jefferson).
Tener que soportar que una nación que ha sido condenada repetidas
veces por la mismísima ONU acusada de apoyar o perpetrar acciones terroristas
(Cuba, Nicaragua...), que ha preparado o asesorado para la preparación
de una buena cantidad de golpes de Estado contra gobiernos democráticamente
elegidos (Chile es uno de los más claros ejemplos); tener que soportar,
decimos, que una nación así pretenda erigirse en líder
moral contra el terrorismo y en defensa de los valores democráticos,
parece francamente excesivo.
Las respuestas que las autoridades estadounidenses han ido dando con
referencia al conflicto de los prisioneros afganos en Guantánamo son
por lo menos decepcionantes, cuando no indignantes.
En primer lugar, el punto de atención de Estados Unidos cuando
se le interpeló por este asunto, estuvo en la condición de los
prisioneros: eran combatientes "ilegales".
Parecía con esto querer indicar que ninguna legislación les
amparaba, olvidando que la referente a derechos humanos es universal, es decir,
aplicable a todos los seres humanos sin excepción. En todo caso,
lo que parecía querer decir Estados Unidos es que si no se trataba
de prisioneros de guerra, no les eran aplicables los convenios de Ginebra,
y eso parecía otorgar a las autoridades estadounidenses un cheque en
blanco para disponer de ellos sin rendir cuentas a nadie.
Posteriormente, Donald Rumsfeld, en una conferencia de prensa del día
22 de enero, se permitió hacer el siguiente comentario:
"Cualquiera diría, leyendo la prensa, que el problema del mundo es
Estados Unidos". El pretendido chiste pierde su gracia si se considera que
precisamente la concepción que Estados Unidos tiene de las relaciones
internacionales supone un serio obstáculo para la aplicación
del Derecho Internacional (recuérdense, sin ir más lejos, sus
denodados esfuerzos por obstaculizar la puesta en marcha del Tribunal Penal
Internacional, instrumento imprescindible para el castigo y, más importante,
la prevención de delitos de terrorismo y genocidio).
Pero la comparecencia del secretario de Estado tiene todavía
otra perla cuando declara que a los prisioneros afganos "les conviene la ventilación".
Si una cosa deja clara el artículo 3 de los convenios de Ginebra es
que todo prisionero debe tener un trato humano. Qué entiende Donald
Rumsfeld por trato humano es un misterio, incluso jurídicamente es
muy difícil determinar qué es un trato humano. Pero desde luego,
por ambigua que sea la expresión, no parece discutible que el destinatario
de una jaula es un animal, y en ningún caso un ser humano, que pierde
en esa condición toda su dignidad.
En cuanto al papel de la Unión Europea en esta crisis, no podemos
dejar de lamentar la postura acrítica y seguidista, más propia
de "la fe del carbonero" que de un sujeto internacional que pretende ser una
potencia política y económica. España, país que
preside este semestre, no piensa "recoger la inquietud que en el Parlamento
Europeo ha suscitado el presunto trato incorrecto" que reciben los prisioneros
(El País, 23-1-02). Nuestro ministro de Justicia está
convencido de que Estados Unidos está respetando y respetará
esos derechos" [los derechos humanos], y nuestro ministro de Asuntos Exteriores
tampoco tiene la menor duda de que lo que hace Estados Unidos siempre está
bien. La dejadez de nuestro Gobierno en materia de derechos humanos en éste,
como en otros asuntos, es más que preocupante.
Desde la Asociación Pro Derechos Humanos de España sentimos
gran preocupación tanto por que los prisioneros afganos no estén
teniendo un trato digno como por que los gobiernos no demuestren el mínimo
interés en comprobar las denuncias hechas en los últimos días
y sigan ciegamente las versiones y dictados de Estados Unidos. La lucha contra
el terrorismo, sin olvidar a las víctimas, no debe ser incompatible
con el respeto con los derechos humanos.
Autores: José A. Gimbernat Ordeig, Carmen Laguna Gallego, Pedro
López López, Juan J. Tamayo Acosta, Juan F. Martín Seco
(son miembros de la Junta Directiva de la Asociación Pro Derechos
Humanos de España)