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Reflexiones sobre el bombardeo
Noam Chomsky
Servicio Informativo "Alai-amlatina"
Los ataques terroristas constituyeron atrocidades de gran escala.
En proporción, puede que no alcanzaron el nivel de muchos otros, por ejemplo,
el bombardeo de Clinton a Sudán sin pretexto creíble, que destruyó la mitad
de sus provisiones farmacéuticas y mató a una cantidad desconocida de gente
(nadie sabe, porque Estados Unidos obstaculizó una investigación en la Organización
de Naciones Unidas y a nadie le preocupó darle seguimiento). Sin hablar de
casos mucho más graves, que fácilmente vienen a la mente. Pero que fue un
crimen horrendo, no cabe duda.
Las principales víctimas, como siempre, fueron trabajadores: conserjes, secretarias,
bomberos, etc. Es probable que a la postre se traduzca en un golpe contundente
contra los palestinos y otros pueblos pobres y oprimidos. También es probable
que conlleve a severos controles de seguridad, con muchas ramificaciones eventuales
que podrían socavar las libertades civiles y la libertad interna.
Los acontecimientos revelan, dramáticamente, la necedad del proyecto de "defensa
anti-misiles". Como ha sido obvio desde el inicio, y señalado reiteradamente
por analistas de estrategia, si alguien quiere causar un daño inmenso a Estados
Unidos, incluso con armas de destrucción masiva, es altamente improbable que
lance un ataque con misiles, pues ello garantizaría su destrucción inmediata.
Existen innumerables maneras más fáciles, que básicamente son imparables.
Pero los acontecimientos de ahora serán, muy probablemente, explotados a fin
de incrementar las presiones para desarrollar e implementar tales sistemas.
La "defensa" es una cortina de humo para cubrir los planes de militarización
del espacio, y con un buen trabajo de relaciones públicas, incluso los argumentos
más flojos tendrán cierto peso ante un público atemorizado.
En suma, este crimen es un obsequio para la extrema derecha patriotera, aquella
que anhela utilizar la fuerza para controlar sus dominios. Y ello, incluso
sin tomar en cuenta las probables acciones estadounidenses y lo que éstas
desatarán -posiblemente más ataques como éste, o peor-. Hacia delante, las
perspectivas son mucho más siniestras de lo que aparentaban antes de las últimas
atrocidades.
En lo que concierne a cómo reaccionar, tenemos opciones. Podemos expresar
un justificado horror; podemos tratar de entender lo que pudo haber conllevado
a estos crímenes, lo cual significa hacer un esfuerzo para penetrar la mente
de los probables responsables. Si escogemos este último camino, creo que lo
mejor que podemos hacer es escuchar las palabras de Robert Frisk, cuyo conocimiento
y claridad en los asuntos de la región son inigualables, después de muchos
años de un periodismo distinguido.
Al describir "la perversidad y pasmosa crueldad de un pueblo aplastado
y humillado", señala que "ésta no es la guerra de la democracia
contra el terror, en la cual se incitará al mundo a creer en los próximos
días. También tiene que ver con los misiles norteamericanos estrellados en
los domicilios palestinos, y los misiles lanzados desde helicópteros norteamericanos
contra una ambulancia libanesa en 1996 y los proyectiles norteamericanos arrojados
sobre un pueblo llamado Qana, y con una milicia libanesa -pagada y uniformada
por el aliado de Estados Unidos, Israel-, que se abrió paso en los campos
de refugiados mediante cuchillazos, violaciones y asesinatos". Y mucho
más. De nuevo, tenemos opciones: podemos intentar comprender, o negarnos a
hacerlo, en cuyo caso, se contribuiría a la probabilidad de que lo peor está
por venir.