|
El encanto de Afganistán
Algunas hipótesis, quizá tan audaces como la
iniciativa de guerra lanzada
Ana Ceceña, ALAI
La urgencia del gobierno de Estados Unidos por desatar la guerra en Afganistán,
sin ninguna prueba acerca de la responsabilidad de Osama Bin Laden en los
atentados del 11 de septiembre, es una provocación que obliga a formular
algunas hipótesis, quizá tan audaces como la iniciativa de guerra
lanzada.
Primero que nada es necesario recordar que durante una hora aproximadamente
(los datos difieren de acuerdo con el medio consultado. Tomando la información
de El País sería una hora y 25 minutos) el gobierno de Estados
Unidos perdió el control de su espacio aéreo y de posiciones
terrestres estratégicas como el Pentágono. El tiempo que pasa
entre la primera colisión en una de las torres y el avión derribado
en Pittsburg marca un intervalo de tiempo demasiado prolongado en el que la
administración militar es incapaz de impedir los ataques.
Nadie parece poder encabezar la defensa del territorio (Bush se refugia fuera
de la Casa Blanca y no declara, Powell está significativamente en la
zona andina y los otros voceros no tiene una presencia determinante) y, para
el país más poderoso del mundo, con los mejores y más
pretenciosos servicios de inteligencia, defensa y ataque, una hora sin recuperar
el control de la situación es un tiempo excesivo.
La vulnerabilidad del hegemón mundial quedó en evidencia y una
de sus razones parece ser que, a pesar de la revolución en los asuntos
militares operada para hacer frente a conflictos asimétricos en los
que el enemigo no es un ejército convencional sino un pueblo, un grupo,
una cultura distinta, etc., los detentadores de los grandes poderes mundiales
están cada vez más alejados de la otra realidad que se les contrapone,
la de las sociedades.
No obstante el desconcierto del primer momento y la indefinición de
la figura dirigente, la hipótesis principal es que el gobierno Bush-Powell
no sólo recupera la iniciativa sino que aprovecha la ocasión
para reforzar su hegemonía y para reposicionarse territorial, militar
y políticamente en el mundo.
Efectivamente, hay algunas consideraciones que parecen apuntar insistentemente
en esa dirección. Voy a destacar las que percibo como más importantes:
1. La señalización de Osama Bin Laden como responsable del operativo,
sin contar con ningún elemento de comprobación, parece ser más
bien una manera de hacer coincidir el escarmiento a los culpables con un territorio
cuya ubicación geográfica le confiere, en varios sentidos, un
carácter estratégico. Da la impresión de que se eligió
el lugar hacia el que se dirigiría la ofensiva de guerra antes aun
de identificar a los culpables, si es que esta identificación es posible
(ya que varias de las pistas seguidas llevan a callejones sin salida).
Afganistán no es un territorio rico en sí mismo pero se encuentra
en un punto clave para poder trazar desde ahí un círculo, cuya
contrapartida está en Israel y Saudiarabia - pasando por Yugoslavia-,
que engloba a varias de las repúblicas separadas de la URSS y a los
países petroleros del Islam. En esa región se ubica el 75 %
de las reservas petroleras (WRI) del planeta, grandes yacimientos de uranio,
reservas de gas natural y una gran cantidad de metales estratégicos
para el desarrollo general como cromo, oro, mercurio, plata, platino, manganeso,
cobre, bauxita/aluminio, zinc, estaño, wolframio y carbón.
Adicionalmente, cerrar el círculo de esta región brinda interesantes
posibilidades de insertarse de manera conveniente en su reorganización.
Se trata de una zona con una alta inestabilidad no sólo política
sino también territorial, tanto por el equilibrio inestable en el que
se encuentran todavía las repúblicas ex soviéticas, como
por los conflictos político-culturales desatados por las sucesivas
ocupaciones de los territorios de Medio Oriente. La entrada en la región,
en una posición de fuerza, puede permitir a Estados Unidos un lugar
de avanzada frente a Europa y de contrapeso frente a Rusia, y de algún
modo también frente a China e India.
2. El otro círculo se traza desde Afganistán hacia el sudeste
asiático con especial atención en China e India por su importancia
económica (población, recursos, mercados, ascendiente sobre
el resto) y tiende a crear un "control de paso" entre China y la zona islámica
de Asia.
No hay que olvidar que China es el otro enemigo potencial de la estabilidad
estadounidense, con recursos y capacidad de autosuficiencia y de liderazgo
dentro de la región asiática. Prioridad mayor, en este caso,
es imposibilitar un entendimiento entre China y los países islámicos.
3. Dentro del juego de fuerzas planetario, el posicionamiento militar de la
zona asiática desde Afganistán, combinado con la estrategia
de apropiación lanzada sobre América Latina (ver Plan Puebla
Panamá, Plan Colombia y acuerdos para la colocación de bases
o realización de ejercicios militares en el sur), permitiría
al ejército y a la inteligencia estadounidenses establecer un control
total sobre el territorio mundial.
Por esto una de las primeras medidas consiste en reactivar el Tratado Interamericano
de Asistencia Recíproca (TIAR), que compromete a los estados y ejércitos
de la región en la defensa de la seguridad nacional de Estados Unidos
y crea corresponsabilidades que no atañen tanto al envío de
soldados a Afganistán o cuestiones similares sino a la utilización
de los recursos y economías latinoamericanas. La seguridad nacional
de Estados Unidos ya contemplaba el uso de los energéticos latinoamericanos
para garantizar el funcionamiento de su economía; ya contemplaba la
apropiación de la biodiversidad y los conocimientos tradicionales para
mantener la vanguardia en la carrera tecnológica y para construirse
la mejor posición frente al peligro de una guerra bacteriológica
o, simplemente, de que sus ejércitos sean incapaces de resistir en
zonas tropicales del planeta. Con la nueva situación esos recursos
deberán ser indudablemente puestos a disposición de Estados
Unidos en su cruzada por imponer "la justicia" en el mundo.
4. Sin embargo, como el enemigo no es un estado definido, por más que
se intente obligar a Afganistán a asumir ese papel, no hay mejor justificación
para emprender una campaña mundial en contra del "terrorismo" que es,
según una definición reiterada los últimos días,
todo lo que no se somete incondicionalmente a la iniciativa del gobierno estadounidense
(desde Hillary Clinton hasta George W. Bush) de imponer sus reglas y criterios
universalmente. Por encima de cualquier diferencia cultural, de clase, de
color y de situación, todos, hasta los más miserables y humillados
del mundo, tendrán que compartir los "valores" del gobierno estadounidense
si no quieren ser identificados -y reprimidos-como terroristas.
5. La iniciativa de guerra lanzada por el presidente Bush encubre la campaña
desposeedora de mayor amplitud y profundidad que se haya conocido hasta ahora.
Los afanes imperialistas de Estados Unidos están rompiendo sus propios
límites y amenazan con un "arrasamiento total de la totalidad del mundo"
(como dijera el Subcomandante Marcos analizando el mundo contemporáneo).
La única posibilidad de enfrentar este arrasamiento es mediante la
negación de la guerra. Luchando en contra de todo aquello que sustente
la guerra y construyendo un presente y un futuro donde la diversidad sea costumbre
y la paz con respeto y dignidad la norma. Un mundo sin guerras es posible,
tenemos que hacerlo realidad