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Entrevista
a Chomsky
Fuente: Radio B92, Belgrado Znet
¿Por qué piensa que tuvieron lugar estos ataques?
Para responder a esta pregunta primero debemos identificar a los que perpetraron
los crímenes. Por lo general se supone, verosímilmente, que su origen está
en Oriente Medio, y que los ataques probablemente estén ligados a la red de
Osama bin Laden, una organización extensa y compleja, sin duda inspirada por
Bin Laden, pero no necesariamente actuando bajo su control. Supongamos que
esto sea verdad. A continuación, para contestar a su pregunta, cualquier persona
mínimamente sensata intentaría indagar los puntos de vista de Bin Laden, y
los sentimientos del gran número de seguidores que tiene en todo Oriente.
Acerca de esto, tenemos abundante información. Bin Laden ha sido entrevistado
en los últimos años en numerosas ocasiones por reputados especialistas en
Oriente Medio, notablemente por el más eminente de los corresponsales en la
región, Robert Fisk de The Independent (Londres), que tiene un conocimiento
íntimo de toda la región y una experiencia directa de décadas. Bin Laden,
un multimillonario saudita, se convirtió en un líder islámico militante durante
la guerra llevada a cabo para expulsar a los rusos de Afganistán. Fue uno
de los muchos fundamentalistas y extremistas religiosos reclutados, armados
y financiados por la CIA y sus aliados del servicio de inteligencia pakistaní,
para causar el mayor daño posible a los rusos - muy probablemente para retrasar
su retirada, según muchos analistas sospechan - aunque no está claro si tuvo
o no contacto directo con la CIA, y tampoco es importante. No resulta sorprendente
que la CIA prefiriera movilizar a los luchadores más crueles y fanáticos que
encontrara. El resultado final fue "destrozar un régimen moderado y crear
otro fanático, a partir de grupos imprudentemente financiados por los americanos"
(Simon Jenkins, corresponsal del London Times y también un especialista en
la región). Estos elementos, conocidos como"afganos" (muchos de
los cuales, como Bin Laden, no eran de Afganistán) llevaron a cabo operaciones
de terror atravesando la frontera rusa, ataques que finalizaron cuando los
rusos se retiraron. Su guerra no era contra Rusia, a la cual desprecian, sino
contra la ocupación rusa y contra los crímenes rusos perpetrados sobre musulmanes.
Los "afganos," sin embargo, no dieron por terminadas sus actividades.
Se unieron a las fuerzas musulmanas bosnias en la guerra de los Balcanes;
los EE.UU. no se opusieron a ello, al igual que toleraron el apoyo que les
prestaba Irán, por razones complejas que no vienen al caso, aparte de mencionar
que no les preocupó mucho la triste suerte que corrieron los bosnios. Los
"afganos" también luchan contra los rusos en Chechenia, y posiblemente
están también involucrados en actos terroristas en Moscú y en otras partes
del territorio ruso. Bin Laden y sus "afganos" se volvieron en contra
de los EE.UU. en 1990 cuando éstos establecieron bases permanentes en Arabia
Saudita - desde su punto de vista, un acontecimiento similar a la ocupación
rusa de Afganistán, pero mucho más significativo por el estatus especial de
Arabia Saudita como guardián de los lugares santos del islam.
Bin Laden también se opone con rencor a los regímenes corruptos y represivos
de la región, a los cuales considera "no-islámicos," incluyendo
entre éstos al régimen de Arabia Saudita, el régimen islámico más extremista
y fundamentalista del mundo, si exceptuamos a los talibanes, y un estrecho
aliado de los EE.UU. desde su nacimiento. Bin Laden desprecia a los EE.UU.
por su apoyo a estos regímenes. Al igual que otros en la región, también se
siente ultrajado por el prolongado apoyo estadounidense a la brutal ocupación
militar israelí, que ha cumplido ya 35 años; por la decisiva intervención
diplomática, militar y económica de Washington en apoyo de los asesinatos
y del cruel y destructivo cerco de muchos años y de la humillación diaria
a la que están sometidos los palestinos; por la continua expansión de las
colonias israelitas destinadas a fragmentar los territorios ocupados en cantones
tipo Bantustán y a controlar sus recursos; por la flagrante violación de las
Convenciones de Ginebra y por otras acciones que son clasificadas como crímenes
en la mayor parte del mundo, no así en EE.UU., sobre quien recae la principal
responsabilidad. Y al igual que otros, Bin Laden contrasta el apoyo prestado
por Washington a éstos crímenes con el asalto británico-estadounidense contra
la población civil de Irak que dura ya más de una década y que ha devastado
su sociedad y ha causado cientos de miles de muertos al tiempo que ha reforzado
a Saddam Hussein - quien fuera uno de los amigos y aliados favoritos de Washington
y Gran Bretaña cuando cometía sus peores atrocidades, como por ejemplo la
gasificación de kurdos, como recuerdan muy bien la gente de esta región, aunque
los occidentales prefieran olvidar los hechos. Estos sentimientos son ampliamente
compartidos. El 14 de Septiembre, el Wall Street Journal publicó una encuesta
realizada entre musulmanes ricos y privilegiados de la región del Golfo (banqueros,
profesionales, hombres de negocios muy cercanos a los EE.UU.). Básicamente,
expresaron los mismos puntos de vista: resentimiento hacia las políticas de
los EE.UU. en apoyo de los crímenes de Israel y bloqueando durante muchos
años el consenso internacional para una solución diplomática, mientras devastaban
la sociedad civil iraquí, apoyando regímenes anti-democráticos crueles y represivos
en toda la región e imponiendo barreras al desarrollo económico "sustentando
regímenes opresores". Entre la gran mayoría de gente que sufre una pobreza
extrema y todo tipo de opresiones, estos sentimientos son similares y mucho
más amargos, y son la fuente de la furia y la desesperación que les ha conducido
a los bombardeos suicidas, como es ampliamente entendido por aquellos que
se interesan por los hechos.
Los EE.UU. y buena parte de Occidente prefieren una historia más reconfortante.
Citemos, por ejemplo, uno de los principales artículos aparecidos en el New
York Times el 16 de Septiembre, los perpetradores actuaron movidos por el
"odio a los valores más preciados en Occidente tales como la libertad,
la tolerancia, la prosperidad, el pluralismo religioso y el sufragio universal."
Las acciones de los EE.UU. son irrelevantes, y por tanto ni siquiera hace
falta mencionarlas (Serge Schememann). Esta es una imagen conveniente, y su
tono general no es extraño en la historia intelectual; de hecho es casi la
norma. No tiene nada que ver con lo que sabemos, pero tiene el mérito de la
auto-adulación y el apoyo sin fisuras al poder.
También es ampliamente conocido el hecho de que Bin Laden y otros como él
están rezando para que ocurra "un gran asalto a los estados musulmanes,"
el cual hará que infinidad de "fanáticos se unan a su causa" (Jenkins
y muchos otros). Esto es también muy familiar. La escalada de violencia es
típicamente bienvenida por los elementos más duros y brutales de ambos lados,
un hecho suficientemente evidente en la historia más reciente de los Balcanes,
para citar sólo uno de los múltiples casos.
¿Qué consecuencias tendrá sobre la política interior y sobre la autopercepción
de los americanos?
La política oficial de los EE.UU. ya ha sido anunciada. Se ofrece al mundo
una "severa elección": uniros a nosotros o "enfrentaros a un
panorama cierto de muerte y destrucción." El Congreso ha autorizado la
utilización de la fuerza contra cualquier individuo o país que el Presidente
determine que estuvo involucrado en los ataques, una doctrina que cualquier
partidario de la misma considera ultra-criminal. Y esto se demuestra fácilmente.
Simplemente preguntando cómo habría reaccionado esta misma gente si Nicaragua
hubiera adoptado esta doctrina después de que los EE.UU. rechazaran las órdenes
de la Corte Mundial de que "finalizara su uso ilegal de la fuerza"
contra Nicaragua y vetara una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas haciendo un llamamiento a todos los estados para que respetaran la
legislación internacional. Y este ataque terrorista contra Nicaragua fue mucho
más severo y destructivo incluso que la atrocidad de los días pasados.
En cuanto a cómo estos temas se perciben aquí, es un asunto mucho más complejo.
Debe tenerse en cuenta que los medios de comunicación y las elites intelectuales
generalmente tienen sus propias agendas. Además, la respuesta a esta pregunta
es, en gran medida, una cuestión de decisión: al igual que en muchos otros
casos, con suficiente dedicación y energía, es posible combatir y anular los
esfuerzos de los que estimulan el fanatismo, el odio ciego y la sumisión a
la autoridad. Es una cuestión que todos conocemos bien.
¿Espera que los EE.UU. cambien profundamente su política hacia el resto del
mundo?
La respuesta inicial ha sido hacer un llamamiento para intensificar las políticas
que condujeron a la furia y al resentimiento que constituyen la base sobre
la que se apoyan los ataques terroristas, y para proseguir, aún con mayor
intensidad, la agenda de los elementos más extremistas del equipo dirigente:
aumentar la militarización, regimentar la vida interna, atacar los programas
sociales. Todo esto era de esperar. De nuevo, los ataques terroristas, y la
escalada de violencia que a menudo engendran, tienden a reforzar la autoridad
y el prestigio de los elementos más represivos de la sociedad. Pero no hay
nada que haga que nos veamos inevitablemente sometidos a este curso de los
acontecimientos.
Después del impacto inicial, llegó el temor hacia cuál iba a ser la respuesta
estadounidense. ¿Está Ud. también asustado?
Cualquier persona en su sano juicio debe temer la reacción que parece más
probable - la que ya ha sido anunciada, la que probablemente da satisfacción
a las plegarias de Bin Laden. Es muy probable que haya una escalada de violencia,
en la forma que es ya familiar, pero en este caso a gran escala.
Los EE.UU. ya han exigido a Pakistán que cierre el suministro de alimentos
y otras mercancías que hasta ahora habían evitando la muerte de una parte
importante de la hambrienta y sufrida población de Afganistán. Si se accede
a esta petición, un número indeterminado de personas, quizás millones, que
no tienen ni la más remota conexión con el terrorismo morirán de hambre. Déjeme
que le repita: los EE.UU. han pedido a Pakistán que mate a millones de personas
que son a su vez víctimas de los talibanes. A esto ni siquiera se le puede
llamar venganza. Está a un nivel moral muy por debajo. Lo significativo es
que este hecho se menciona de pasada, sin comentarios, y probablemente pase
totalmente desapercibido. Podemos aprender mucho sobre el nivel moral de la
cultura intelectual reinante en Occidente observando las reacciones que provoca
esta petición. Creo que podemos razonablemente confiar en que si la población
americana tuviera la más mínima idea de lo que se está haciendo en su nombre,
quedaría totalmente consternada. Sería instructivo buscar precedentes históricos
a una acción de este tipo.
Si Pakistán no accede a ésta y a las demás demandas de los EE.UU., corre el
riesgo de ser también objeto del ataque - de consecuencias desconocidas. Si
Pakistán se somete a las demandas de los EE.UU. pudiera ser que el actual
gobierno fuera derrocado por fuerzas muy parecidas a los talibanes - quienes
en este caso tendrían armas nucleares. Esto tendría un efecto inmediato en
toda la región, incluso en los estados productores de petróleo. Llegados a
este punto estaríamos considerando la posibilidad de una guerra que podría
destrozar gran parte de la sociedad humana.