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¿Los marcianos hablan inglés?
Guillermo Almeyra
La Jornada
La matanza
ha sido terrible y plantea de inmediato a quién sirve y quién la perpetró.
Por eso es legítima la duda y necesaria la memoria. ¿Se acuerdan, por ejemplo,
del incendio del Reichstag, atribuido por los nazis a los comunistas y realizado
por ellos mismos para justificar una política represiva? ¿Recuerdan la voladura
del acorazado estadunidense Maine en la bahía de La Habana, atribuido por
Washington a los españoles para justificar la guerra de Cuba con las decenas
de cadáveres de la tripulación, pero realizada en realidad por la misma Marina
estadunidense, para la cual la muerte de sus marineros era sólo un costo de
la operación bélica provocada? ¿Se acuerdan de Pearl Harbor, cuando la aviación
japonesa hundió en el puerto, impreparada, la flota de guerra estadunidense
del Pacífico, con miles de muertos, en un ataque ya anunciado a Washington
y que el presidente Roosevelt dejó realizar para precipitar en la guerra a
un país que era pacifista y no la quería? Todo esto salta a la memoria cuando
uno piensa en que los múltiples atentados, bien coordinados y organizados,
sólo pueden haber sido realizados por un gran aparato que los preparó cuidadosa
y largamente, probó muchas veces la logística y la tecnología y pudo, con
medios muy perfeccionados, evitar que los radares de Boston registrasen el
cambio de ruta de un avión que habría debido ir a Los Angeles, en el oeste,
y se desviaba, sin embargo, hacia el noreste; los atacantes pudieron también
evitar que los aparatos antiaéreos y de seguridad del Pentágono previesen
el ataque contra el corazón del dispositivo bélico estadunidense. Si los atentados
exigen la capacidad de un Estado bien pertrechado, o al menos de un grupo
con dinero en grandes cantidades, capacidad técnica altamente desarrollada
y militantes sumamente preparados, podemos proceder ad excludendum para ver
quién reúne esas características.
Seguramente no los palestinos, de cualquier organización, ya que carecen de
medios y de tecnología que habrían utilizado, sin duda, contra Israel en el
caso de haberlos tenido. Tampoco los rogue States (los Estados canallas, según
Bush), porque ni Siria ni Libia ni Irak ni Corea del Norte ni Irán ni el bombardeado
régimen de los talibanes están en condiciones de hacer algo semejante, en
el caso de que quisiesen y les conviniese, porque ¿qué ganarían con provocar
a Estados Unidos si la retorsión podría ser enorme? Ni siquiera podrían hacerlo
China o Rusia, que no tienen interés alguno en realizar actos semejantes.
La única potencia militar y tecnológica en condiciones de planear y ejecutar
atentados simultáneos, con el consiguiente personal altamente preparado para
desviar aviones contra blancos dispersos, con gran sentido del tiempo y anulando
las defensas de la primera potencia militar del mundo, es precisamente ésta.
¿Qui procuit, a quién beneficia esto? Este principio del derecho romano sigue
siendo válido. Es evidente que los atentados han sembrado pánico en la sociedad
estadunidense, que jamás ha tenido la guerra en casa ni ha sido invadida,
salvo en Columbus, por Pancho Villa. El terror, la sensación de vulnerabilidad,
la idea de ser blanco potencial en cualquier momento del día, refuerzan la
exigencia de orden y el nacionalismo agresivo. O sea, sirven a la derecha
conservadora y belicista de Estados Unidos. Si no hay un enemigo visible que
se pueda bombardear e invadir, si hay la idea de una conspiración mundial
del "terrorismo", o sea, la sensación chauvinista de que los enemigos
potenciales y escondidos deben ser golpeados preventivamente en todas partes
donde puedan tener sus guaridas y de la idea de que todo lo unamerican, es
decir, todo lo que se opone al régimen, sean las posiciones políticas o los
actos, ayudan a ese enemigo siempre presente y siempre oculto y, por consiguiente,
se necesita reforzar la acción de FBI y CIA (o sea, de los mismos aparatos
que han reforzado el terrorismo de Estado, desde los contras en la guerra
en Nicaragua y los talibanes, hasta los grupos financiados por la droga).
La economía estadunidense está al borde de la recesión. Ya el presidente Bush
intentó reanimarla con la construcción del llamado escudo estelar, que dará
al Pentágono (que gasta este año 280 mil millones de dólares) otros 320 mil
millones adicionales. El partido de la aeronáutica, del armamentismo y de
la guerra, dirigido por el vicepresidente Cheney, espera más dinero, que podría
inyectar fondos a la economía y, de paso, obligar a los otros Estados a gastar
en armamento, en una carrera similar a la de los años 30. Pero el escudo estelar
no sirve para evitar atentados con aviones de línea y coches bomba. Por lo
tanto debería ser reforzado por una militarización de la sociedad estadunidense,
por un poder suspicaz y represivo, policial, de Gran Hermano orwelliano. Sobre
todo si los aviones han sido desviados en vuelo, no por kamikazes, bien preparados
y organizados, sino por -formulemos una hipótesis de ciencia ficción- gente
capaz de "enloquecer" desde tierra las computadoras que guían los
radares y dirigen los aviones, lo cual no exigiría equipos de terroristas
capaces de entrar armados en todos los aviones de todos los aeropuertos y
de ser capaces de pilotear todo tipo de aparatos y de acallar los radares
y las señales de radio antes de suicidarse.
Un Estado policial dirigido por el famoso complejo militar-industrial en una
perspectiva de guerra no le vendría nada mal, particularmente en tiempos de
recesión, al equipo más agresivo en el gabinete de Bush. Para las trasnacionales
la democracia es un lujo que esa oligarquía no se puede permitir, sobre todo
cuando su política puede llevar a un colapso económico internacional, con
sufrimientos inauditos para miles de millones de seres humanos.
La reacción de los que ahora están encerrados en bunkers, comenzando por Bush
y terminando por los parlamentarios, nos dará la pauta de lo que se cocina.
Es probable que encuentren otros chivos emisarios y bombardeen nuevamente
algún rogue State. Es probable que decreten el estado de emergencia y fomenten
la histeria racista y belicista para preparar aventuras aun peores, aprovechando
la superioridad militar aplastante de que dispone actualmente Estados Unidos.
Lo cierto es que esta vez Estados Unidos no fue golpeado por los marcianos
y que su respuesta será cosa de este mundo y pondrá en peligro a todos. Si
el neoliberalismo, sostenían sus turiferarios, los que arrojaban incienso
a su paso, se suponía había acabado con las guerras, lo que está preparando
claramente es la Tercera Guerra Mundial, que hay que impedir, entre otras
cosas, rechazando la histeria y las mentiras de los belicistas.