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NO A LA GUERRA
REFLEXIONES DE UN BOMBARDEO

El que a hierro mata

Jesús Valencia
Gara

Pocas horas había consumido aquel 11 de setiembre que nadie suponía tan aciago. Al rugido característico de un avión en vuelo rasante le siguió una ensordecedora explosión. Fuego y ruina que marcaban un tiempo infinito y breve. Unos minutos más tarde irrumpía en el escenario de la tragedia otro avión dispuesto a culminar la barbarie del anterior. El segundo impacto hería de muerte a un edificio emblemático y cargado de connotaciones: el Palacio de la Moneda ardía por los cuatro costados.
También aquel 11 de setiembre concitó la atención mundial que fijó sus miradas en Chile. Las potencias occidentales celebraron la derrota de la Unidad Popular. La iglesia dedicó un responso breve por Salvador Allende. Y la marina norteamericana festejó en Valparaíso el golpe de Estado que ellos mismos habían organizado. El Chile obrero se desangró en crueles tormentos y crímenes abominables promovidos e instigados por el imperio.
Norteamérica había sembrado el Continente de Dan Mitriones que instruían a los cuerpos de policía en técnicas de tortura practicando con putas y radicales. Plagaron Latinoamérica de militares golpistas adoctrinados en Panamá para declarar la guerra a los disidentes locales. Se valieron de todos los Trujillos, Somozas o Batistas que eran útiles a sus miserables intereses hegemónicos. Y cuando consiguieron controlar la opinión mundial comenzaron a actuar sin intermediarios ni contemplaciones.
Vietnam, Granada o Panamá tuvieron que soportar sobre sus espaldas la bota inmunda y odiosa de los marines. Hoy estamos en la era de los bombardeos selectivos. Misiles inteligentes dotados de carga ética que nunca yerran en el blanco y respetan escrupulosamente a la población civil. Libia, Irak, Yugoslavia conocen mucho de esta nueva terapia aséptica y nada traumática.
Sobrecogedora imagen la de aquellos cuerpos precipitándose al vacío del gigante en llamas. Los helicópteros argentinos lanzaban desde esa misma altura a los prisioneros políticos que, enganchados al lastre, se hundían para siempre en el Río de la Plata. Desesperados gestos de quienes pedían auxilio. Reclamos que se repiten a diario entre el hambrerío del mundo sin que nos angustien sus imágenes. Durísima jornada que se parece a cualquier otro día con una sensible diferencia. Quienes ayer murieron tienen nombre e historia. Los que mueren en Palestina son basura. Quienes se enfrentan al imperio son unos hijos de perra. Y Bush, el día de la orgullosa venganza, será el paladín de la justicia.


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