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La ira de Dios
Gustavo Varela
Resumen Latinoamericano
La ira de Dios se desencadenó sobre la globalización. Dos bestiales
dardos sobre el cerebro, otro en el corazón y uno más en su brazo armado.
La ira de Dios es brutal, el Apocalipsis es terrible.
El infierno tan temido llegó de golpe, sin aviso a pesar de todos los avisos.
Sin esperarlo a pesar de todos los planes contingentes.
No fueron ni el Armaggedon tan imaginado ni la Unión Soviética ya superada
ni el peligro Chino ahora capitalizado ni la invasión estraterrestre tan insólita
ni la guerra nuclear mundial tan remanida.
¿Fue Hamas?, ¿Al Fatah? ¿Osama Bil Laden? !Qué importa: cualquiera pudo haber
sido!
Tanta contradicción constituye la génesis, la escencia del Nuevo Orden; tan
venenosa y corrosiva es la savia que la nutre y la hace florecer; tan riegoso
el combustible que la hace brillar e incandescer; tantos enemigos genera que
el quién y el cuándo son sólo estadísticos: una cuestión de probabilidades
logarítmicas tendientes a infinito. La identificación de la mano es sólo un
juego posterior.
Tantos, tantos marginados hay en la contracara de este maravilloso progreso
globalizado y tantos, tantísimos cadáveres de hambre, enfermedad y bala hay
en el cono de sombra del esplendor del nuevo orden mundial, en la cara oculta
de este progreso, que se reproducen al calor de su fuego, germinan a la luz
de su brillo y se multiplican y se multiplican hasta que alguno penetra la
coraza: el quién y el cuándo son sólo estadísticos: una cuestión de probabilidades
logarítmicas tendientes a infinito.
¿Locos? ¿terroristas? ¿enfermos? ¿suicidas? ¿asesinos? ¿fanáticos? ¿vengadores?
¿narcos? ¿guerrilleros?: Todos ellos, cualquiera de ellos -paridos o abortados
por esta forma de progresar, vomitados del festín, resaca de la borrachera
- constituyen la estela del Nuevo Orden, los residuos de su cultura, el basural
de su ética.
El infinito poder humano, blanco, occidental, global, ha mostrado la insoportable
levedad de su ser, la fragilidad de su dureza, lo extremo, lo absoluto de
su contradicción.
Puede ahora reacionar como siempre lo hizo: con más veneno para el progreso
y con más muerte para la civilización o puede rever su sino, incorporando
la justicia al éxito.
De ello depende nuestra vida