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20 de febrero del 2002
Por la ruta en Irak: Atrapado
en la Zona Desmilitarizada
Ramzi Kysia
Counterpunch
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
El camino desde Basora a Safwan, en Irak, es inquietante, apocalíptico.
En la Zona Desmilitarizada, el desierto iraquí es una extraña
mezcla de granjas de invernaderos que compiten por el espacio con fábricas
decrépitas y bombardeadas. Al este hay una serie de fábricas
de plásticos reconstruidas con chimeneas que llenan todo el paisaje
de humo negro y agrio. Coches calcinados, corroídos, puntean las orillas
de la ruta en este extremo norte de la infame "carretera de la muerte". Es
la ruta a lo largo de la cual EE.UU. masacró a miles de soldados iraquíes
que se retiraban después de la firma de un armisticio al terminar la
"Tormenta del Desierto".
A un paso de la frontera de Kuwait, Safwan fue una vez una gran ciudad agrícola
que comerciaba con todo el Golfo. Ahora, la aparición de extranjeros
basta para que lo que parecen ser todos los niños en kilómetros
a la redonda salgan corriendo detrás de nuestro coche mendigando. En
todo Irak, la guerra, la sequía y las sanciones, han resultado en una
caída de un 30 por ciento en la producción agrícola.
Después de la destrucción de las instalaciones de producción
de vacunas de Irak por los inspectores de armas de la ONU, proliferó
la fiebre aftosa matando más de un millón de cabezas de ganado.
Desde 1980, la mitad de las palmeras datileras –más de 15 millones
de palmeras– han muerto. Hay 14 nuevas plagas agrícolas, y desde 1998,
el gusano tornillo, un parásito que no es nativo del Oriente Próximo,
ha aparecido repentinamente en Irak para devastar las granjas restantes.
La casa y la granja de Mohason Mehsen en Safwan podrían casi ser hermosas.
Su patio tiene un jardín rodeado por muros de ladrillos bajo un cielo
grandioso e impresionante. Pero los ladrillos están remendados con
hormigón barato, y Mohason es un hombre enojado y deprimido. Su mujer
se niega a abandonar la casa, y pasa los días llorando.
Su hijo, Nadham, está agonizando.
Nacido justo después de "Tormenta del Desierto," Nadham ha estado gravemente
enfermo desde que cumplió un año. Podría haber sido la
exposición a los contaminantes de la guerra o al uranio empobrecido
mientras estaba por nacer. O puede haber sido sólo mala suerte.
A Nadham se le diagnosticó Xeroderma Pigmentosum, una rara enfermedad
genética que causa una extrema sensibilidad a la radiación ultravioleta
bajo la luz del sol. Le queda sólo una visión parcial en un
ojo. Su cara es una ruina picada de viruelas, de llagas abiertas, sangrientas.
Su nariz ha desaparecido. Cuando sale de la casa, debe esconderse del sol
bajo la cobertura negra de la abaya de su abuela.
La condición de Nadham puede ser tratada, pero no en Safwan.
Hay medicinas que pueden ayudar, pero la familia no se las puede permitir.
Mohason ha estado en el Ministerio de Salud iraquí, la Cruz Roja, el
Comité Internacional de la Cruz Roja, UNIKOM [Misión de Observación
de la ONU para Irak y Kuwait], UNOHCI [Oficina de la ONU del Coordinador de
la Ayuda Humanitaria para el Irak], y otros, sin resultado. La historia de
Nadham ha sido presentada en las televisiones iraquí y francesa. NBC
hizo una secuencia sobre él para los televidentes de EE.UU. No recibió
ayuda.
Mohason tiene un mensaje para que lo llevemos al resto del mundo. No me suplicó
ninguna cosa. A través de nuestro traductor, me dijo; "¿Qué
va a hacer? Nada. No hay ayuda en EE.UU. No hay ayuda en ninguna parte. Somos
musulmanes. Creemos en Dios más que la gente en EE.UU., más
que la gente en Europa. Sólo Dios nos puede ayudar".
Al abandonar la casa de Mehsen, su vecino Husein Sultan vino corriendo a nuestro
coche con su hija bebé, Barah. Tiene un defecto al corazón.
Necesita cirugía correctiva. Cuando le dijimos que no éramos
médicos, su cara se descompuso.
"¿No pueden ayudarle a mi niña?" preguntó suavemente.
Nuestro chofer nos informó acongojado mientras volvíamos a Basra
que estaba seguro de que por donde fuéramos en Safwan, íbamos
a encontrar por todas partes a un Nadham, o a una Barah.
Había una vez, y no había un pueblo al que le aconteció
una catástrofe tras la otra, y nadie vino a ayudarle.
Ramsi Kysia es un activista por la paz musulmán-estadounidense que
está en el consejo de directores del Centro de Educación por
la Paz en Irak. Recientemente pasó dos meses en Irak como parte de
una misión de paz de Voices in the Wilderness tratando de impedir
la guerra.