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29 de abril del 2002
Guerra contra Irak: El desastre por venir
Immanuel Wallerstein
ZNet en español
A pesar de todos los inconvenientes y consecuencias catastróficas
de una invasión de Irak, el Presidente Bush la realizará sobre
todo por necesidad de política interior de EE.UU.
New Haven - George W. Bush es un geopolítico incompetente.
Ha permitido que una camarilla de halcones lo induzca a adoptar una posición
sobre una invasión de Irak de la que no se puede zafar, una posición
que sólo tendrá consecuencias negativas para Estados Unidos -y
el resto del mundo. Se verá profundamente afectado políticamente,
tal vez fatalmente. Y disminuirá rápidamente el poder de Estados
Unidos en el mundo, que ya está declinando. Una guerra contra Irak destruirá
de inmediato numerosas vidas tanto iraquíes como estadounidenses, porque
parece claro que ataques aéreos a gran altura, del tipo de golpes quirúrgicos,
no bastarán en términos militares. Una invasión de Irak
llevará a un grado de agitación en el mundo árabe-islámico
inimaginable hasta ahora. A los otros dirigentes árabes no les gusta
ni un poco Sadam Husein, pero sus poblaciones no aceptarán lo que considerarán
inevitablemente como un ataque no provocado contra un estado árabe, dejando
a los dirigentes con pocas alternativas fuera de alinearse con la agitación
o arruinarse. Y un ataque contra Irak podría provocar en última
instancia el uso de armas nucleares, las que, si son utilizadas ahora, serán
difíciles de ilegalizar más tarde. Tal vez Irak aún no
posea semejantes armas, pero no podemos estar seguros. Pero incluso si no las
tuviera, ¿no podría atacar a Israel con misiles convencionales lo que
llevaría a Israel a responder con las armas nucleares que sabemos que
posee? Y, en realidad, ¿estamos realmente seguros que, si los combates se vuelven
duros, EE.UU. no esté dispuesto a utilizar armas nucleares tácticas?
¿Cómo nos hemos metido en una desastrosa calle sin salida semejante?
Parece probable que una acción militar de EE.UU. contra Irak ya no
sea un asunto de probabilidad sino de oportunidad. El gobierno de EE.UU. insiste
en que la acción es necesaria porque Irak ha estado desafiando las resoluciones
de las Naciones Unidas y representa un inminente peligro para el mundo en general,
y para EE.UU. en particular. Esta explicación de la futura acción
militar es tan endeble que no puede ser tomada en serio. El desafío de
las resoluciones de la ONU y otras prohibiciones se ha convertido en un lugar
común en los últimos 50 años. Creo que no necesito recordarle
a nadie que EE.UU. se negó a respetar una decisión del Tribunal
Mundial de 1986 condenando las acciones de EE.UU. en Nicaragua. Y que el Presidente
Bush ha dejado bien en claro que no respetará ningún tratado si
considera que es peligroso para los intereses de EE.UU. Israel, desde luego,
ha estado desafiando resoluciones de la ONU durante más de 30 años,
y lo está haciendo de nuevo mientras escribo este comentario. Y el historial
de otros miembros de la ONU no es mucho mejor. Así que Husein ha estado
desafiando resoluciones muy explícitas de la ONU. ¿Qué hay de
nuevo?
¿Representa Husein una amenaza inminente para alguien? En agosto de 1990, Irak
invadió Kuwait. Esa acción, por lo menos, fue una amenaza inminente.
La reacción de EE.UU. fue la Guerra del Golfo Pérsico, en la que
expulsamos a los iraquíes de Kuwait y luego decidimos detenernos ahí
-por buenas razones militares y políticas. Pero eso dejó a Husein
en el poder.
La ONU aprobó varias resoluciones exigiendo que Irak abandonara las armas
nucleares, químicas y bacteriológicas, y dio mandato a equipos
de inspección para que verificaran si lo había hecho. La ONU también
decidió una variedad de embargos contra Irak. Como sabemos, durante la
década transcurrida desde entonces, el sistema de restricciones contra
Irak establecido por esas resoluciones de la ONU se ha debilitado considerablemente,
pero de ninguna manera en su totalidad.
Hace algunas semanas, Irak y Kuwait firmaron un acuerdo por el cual Irak se
comprometió a respetar la soberanía de Kuwait. El ministro de
relaciones exteriores de Kuwait, el jeque Sabah al Ahmed al Jabbar al Sabah
dijo que su país está ahora "satisfecho en un 100%," agregando
que había escrito el acuerdo personalmente. Un portavoz de EE.UU. se
mostró escéptico a pesar de todo. EE.UU. no va a ser disuadido
simplemente porque Kuwait está "satisfecho"- ¿Quién es Kuwait,
para permitirse participar en una decisión semejante?
Los halcones de EE.UU. creen que sólo el uso de la fuerza -de una fuerza
muy importante- restaurará nuestra indiscutida hegemonía en el
mundo. Sin duda es verdad que el uso de una fuerza abrumadora puede establecer
la hegemonía, como sucedió con Estados Unidos en 1945. Pero la
hegemonía de EE.UU. no es lo que solía ser. La superioridad económica
del país en el mundo entre 1945 y 1965 ha sido reemplazada por una situación
en la que la posición económica de EE.UU. no es significativamente
mejor que la de la Unión Europea o la de Japón. Por este relativo
deterioro económica EE.UU. perdió la aquiescencia política
sin discusión de sus aliados más cercanos. Todo lo que queda es
la superioridad militar. Y, como nos enseñara Maquiavelo hace siglos,
la fuerza no basta: Si es todo lo que tienes, entonces su uso es un signo de
debilidad más bien que de fuerza y debilita al que la utiliza.
Está claro, en este momento, que casi nadie apoya una invasión
de EE.UU. a Irak: ni un solo estado árabe, ni Turquía, o Irán,
Pakistán, ni Rusia ni la mayor parte de Europa. Hay, por cierto, dos
notables excepciones: Israel, que aguijonea a Bush, y Gran Bretaña -o
mejor dicho, su Primer Ministro, Tony Blair, que declaró el fin de semana
pasado en Texas que "hacer nada... no es una opción" respecto a Irak.
Y sin embargo, un artículo del mes pasado en The Observer informó
que "los dirigentes militares británicos presentaron anoche una severa
advertencia a Tony Blair de que toda guerra contra Irak está condenada
al fracaso y llevaría a la pérdida de vidas a cambio de la obtención
de muy poco beneficio político."
No puedo creer que los dirigentes militares de EE.UU. hayan llegado a una conclusión
diferente, aunque podrían ser más cautelosos en la presentación
de esa desagradable verdad al Presidente Bush. Kenneth M. Pollack, antes de
la CIA y especialista en el Irak en el Consejo Nacional de Seguridad de Clinton,
dice que una acción militar en Irak requeriría el envío
de entre 200.000 y 300.000 soldados estadounidenses, presumiblemente desde bases
en Arabia Saudita o Kuwait, así como de tropas adicionales para defender
a los kurdos en el Irak septentrional.
EE.UU. parece contar con la intimidación de sus aliados para que participen.
Pero después de la ocupación de ciudades cisjordanas por Israel,
la remota esperanza de que las bases saudíes (o incluso kuwaitíes)
puedan estar a disposición de las tropas de EE.UU., se ha seguramente
desvanecido. Está claro que Turquía no tiene interés en
defender a los kurdos iraquíes, ya que una acción semejante fortalecería
con seguridad el movimiento kurdo en Turquía, contra el que el gobierno
turco combate con toda su energía. En lo que respecta a Israel, el Primer
Ministro Ariel Sharon -con fuerte apoyo de Bush- está destruyendo lo
más rápido posible la Autoridad Palestina- lo que con seguridad
no ayudará a Bush en su formación de una coalición anti-iraquí.
Pero, a pesar de todo habrá una invasión, la que será difícil
si no imposible de ganar. La acción podría convertirse en otro
Vietnam. Igual que en Vietnam, la guerra se prolongará y costará
muchas vidas estadounidenses. Y los efectos políticos serán tan
negativos para EE.UU. que llegado el momento Bush (o su sucesor) se retirará.
Un síndrome de Vietnam renovado y amplificado será el resultado
en el interior del país.
¿No hay nadie en la administración Bush que sea capaz de ver esto? Unos
pocos, sin duda, pero están siendo ignorados, porque Bush se encuentra
en un dilema que se ha impuesto él mismo. Si sigue adelante con la invasión
de Irak, arriesga su futuro político, como Lyndon Johnson. Y un fracaso
de EE.UU. terminaría por dar a los europeos el coraje de ser europeos
y no atlánticos. Pero esas consecuencias negativas para Bush son futuras,
mientras que los aspectos negativos de no invadir se encuentran en el presente.
Bush le prometió al pueblo de EE.UU. una "guerra contra el terrorismo"
que "ganaremos con certeza". Hasta ahora, todo lo que ha logrado es la caída
de los débiles y empobrecidos talibán. No ha capturado a Ben Laden.
Pakistán tambalea. Arabia Saudita se aparta. Si no invade Irak, quedará
mal puesto ante lo que le importa más -los votantes estadounidenses.
Y es eso lo que le están diciendo, sin edulcorarlo, sus consejeros de
política interior de EE.UU. Los niveles increíblemente altos de
aprobación reflejan que es un "presidente de guerra". El minuto en que
se convierta en un presidente de tiempos de paz, se encontrará frente
a graves problemas -tanto más por las promesas incumplidas de tiempo
de guerra.
Así que Bush no tiene alternativa. Invadirá Irak. Ha dejado bien
claro que la actual crisis del Oriente Próximo no lo disuadirá
de hacerlo. Al contrario. El envío del Secretario de Estado Colin Powell
a la región es una manera de tratar de asegurar la operación.
Y todos tendremos que vivir con las consecuencias.
20 de abril de 2002
Immanuel Wallerstein es investigador adjunto en la Universidad Yale y autor
de "The End of the World as We Know It." [El fin del mundo tal como lo conocemos].
Título Original: Iraq War: The Coming Disaster
Link: http://www.zmag.org/content/Iraq/Wallersteiniraq.cfm
Traducido por Germán Leyens