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19 de abril del 2002
Golpe Químico
EE.UU. quiere deponer al diplomático que
podría demoler su pretexto para la guerra con Irak
George Monbiot
Counterpunch
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Este domingo, el gobierno de EE.UU. lanzará un golpe internacional.
Ha sido urdido durante un mes. Será ejecutado en silencio, y la mayoría
no sabremos que está ocurriendo hasta que sea demasiado tarde. Trata
de reemplazar 60 años de multilateralismo por un régimen global
basado en la fuerza.
El golpe comienza con su intento, dentro de cinco días, de derrocar al
hombre que está a cargo de liberar al mundo de las armas químicas.
Si tiene éxito, será la primera vez que el jefe de una agencia
multilateral será depuesto de una manera semejante. Como resultado, todos
los demás organismos multilaterales quedarán expuestos al ataque.
El golpe también eliminará las opciones pacíficas para
ocuparse de las armas químicas que Irak pueda poseer, contribuyendo a
asegurar que la guerra se convierta en el único medio para destruirlas.
La Organización por la Prohibición de las Armas Químicas
(OPCW) vela por el respeto de la convención de las armas químicas.
Inspecciona laboratorios y fábricas y arsenales y supervisa la destrucción
de las armas que contienen. Su director general es un diplomático brasileño
fanático del trabajo llamado José Bustani. Se puede decir que
ha hecho más en los últimos cinco años por promover la
paz mundial que cualquiera otra persona en el globo. Sus inspectores han supervisado
la destrucción de 2 millones de armas químicas y de dos tercios
de las instalaciones de producción de armas químicas del mundo.
Ha convencido tan exitosamente a naciones renuentes, que la cantidad de firmantes
de la convención ha aumentado de 87 a 145 en los últimos cinco
años: la tasa de crecimiento más rápida de cualquier organismo
multilateral en los tiempos recientes.
En mayo de 2000, como tributo a sus extraordinarios logros, Bustani fue reelegido
unánimemente por los estados miembro para un segundo período de
cinco años, aunque aún no había completado el primero.
El año pasado Colin Powell le escribió para agradecerle su "muy
impresionante" trabajo. Pero ahora todo ha cambiado. El hombre celebrado por
sus logros ha sido denunciado como enemigo del pueblo.
En enero, sin advertencia o explicación previa, el Departamento de Estado
de EE.UU. solicitó al Gobierno brasileño que lo retirara, sobre
la base de que no le gustaba su "estilo de dirección". Esta solicitud
contraviene directamente la convención de armas químicas, que
estipula que "el director general... no buscará ni recibirá instrucciones
de ningún gobierno". Brasil se negó. En marzo el gobierno de EE.UU.
acusó a Bustani de "mala administración financiera," "desmoralización"
de su equipo, "prejuicios" e "iniciativas poco meditadas". Advirtió que
si deseaba evitar daños a su reputación, debía renunciar.
De nuevo, EE.UU. pisoteaba la convención, que insiste en que los estados
miembros "no deben tratar de influenciar" al personal. Se negó a irse.
El 19 de marzo, EE.UU. propuso un voto de censura contra Bustani. Perdió.
Así que entonces hizo algo sin precedentes en la historia de la diplomacia
multilateral. Convocó a una "sesión especial" de los estados miembros
para hacerlo caer. La sesión comienza el domingo. Esta vez EE.UU. probablemente
logrará lo que desea. Después que perdió el voto el mes
pasado, EE.UU., que se supone sea el mayor contribuyente a la organización,
ha estado presionando a las naciones más débiles, negándose
a pagar sus contribuciones a menos que lo apoyen, llevando al desmoronamiento
de la OPCW. La semana pasada, Bustani me dijo, "los europeos tienen tanto miedo
que EE.UU. vaya a abandonar la convención que están dispuestos
a sacrificar mi puesto para que se quede". Su última esperanza es que
el Reino Unido, cuyo historial de apoyo a la organización ha sido hasta
ahora ejemplar, oponga resistencia. La reunión del domingo confrontará
al gobierno de Tony Blair con una de las decisiones más claras que haya
tenido que enfrentar entre el multilateralismo y la "relación especial".
EE.UU. no ha tratado de probar las acusaciones que ha formulado contra Bustani.
La OPCW sufre ciertamente una crisis financiera, pero es sobre todo porque EE.UU.
redujo unilateralmente su presupuesto y luego no pagó lo que debía.
Las cuentas de la organización han sido auditadas y fueron consideradas
perfectamente correctas. La moral del personal es superior a la que se podría
razonablemente esperar de cualquiera organización tan infradotada como
la OPCW. Los verdaderos crímenes de Bustani están contenidos en
las dos últimas acusaciones, de "prejuicios" y de "iniciativas poco meditadas".
La acusación de prejuicios se posa precisamente porque la OPCW no tiene
prejuicios. Ha tratado de examinar instalaciones en EE.UU. con el mismo rigor
con el que examina instalaciones en cualquiera otra parte. Pero, exactamente
como Irak, EE.UU. se ha negado a aceptar inspectores de armas de países
que considera como hostiles a sus intereses, y a aquellos que han sido autorizados
les ha dicho qué partes de un emplazamiento pueden o no pueden inspeccionar.
También ha aprobado legislación especial que permite que el Presidente
bloquee inspecciones no anunciadas de antemano, y que prohíba que los
inspectores tomen muestras de sus productos químicos.
"Iniciativas mal meditadas" es el apelativo para los intentos que ha hecho Bustani,
de acuerdo con su mandato, por persuadir a Sadam Husein para que firme la convención
de armas químicas. Si Irak está de acuerdo, será el objeto
de las mismas inspecciones -tanto de rutina como sin previo aviso- como cualquier
otro estado miembro (con la excepción, desde luego, de Estados Unidos).
Bustani hasta ahora no ha tenido éxito, pero sólo porque, considera,
no ha recibido el respaldo del Consejo de Seguridad de la ONU, con el resultado
que Sadam sabe que ganaría poco al firmar.
Bustani ha sugerido que si el Consejo de Seguridad apoyara el intento de la
OPCW de persuadir a Irak para que firme, le daría a EE.UU. una alternativa
a la guerra. Es difícil ver porqué Sadam Husein fuera a aceptar
inspectores de armas de Unmovic -la organización respaldada por el Consejo
de Seguridad- después que su predecesor, la UNSCOM, resultó estar
plagada de espías introducidos por el gobierno de EE.UU. Es mucho más
fácil ver el motivo por el cual aceptaría inspectores de una organización
que ha permanecido escrupulosamente objetiva. Por cierto, cuando la UNSCOM fue
expulsada de Irak en 1998, la OPCW pudo ingresar para completar la destrucción
de las armas que había descubierto. Bustani tiene que irse porque ha
propuesto la solución de un problema que EE.UU. no quiere que sea resuelto.
"Lo que están haciendo los estadounidenses," dice Bustani, "es un golpe
de estado. Están utilizando la fuerza bruta para modificar la convención
y deponer al director general." Como la convención de armas químicas
no contiene estipulaciones que permitan semejantes medidas, EE.UU. está
simplemente rompiendo en pedazos las normas. Si gana, entonces la OPCW, igual
que la UNSCOM, quedará fatalmente comprometida. El éxito de EE.UU.
el domingo amenazaría la independencia de todo organismo multilateral.
Es ésta, por lo tanto, una de las raras ocasiones en las que nuestro
gobierno podría influir de manera masiva en la forma en la que se maneja
el mundo. Podría elegir el apoyo a su íntimo aliado, destruyendo
el multilateralismo y cerrando las alternativas a la guerra. O podría
desafiar a EE.UU. en defensa de la paz mundial y del derecho internacional.
Tomará esa posición de principios, sólo si nosotros, la
gente de la que deriva su poder, hace tanto ruido que tengan que escuchar. Tenemos
cinco días para impedir que EE.UU. se despejen como matones el camino
a la guerra.
16 de abril de 2002
George Monbiot escribe para The Guardian de Londres. Su sitio en la red:
http://www.monbiot.com