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12 de octubre del 2002
Contra la Guerra.... Galletas
Fernando Montiel T
Rebelión
Es un hecho probado por la historia que la legislación internacional
por si misma no es suficiente para detener una agresión por parte de
los Estados Unidos, a este respecto Heinz Dieterich ha sostenido que "En primera
instancia, el derecho siempre protege a los más débiles" sin embargo,
Estados Unidos se empeña en conseguir que no solo el Congreso apruebe
el uso de la fuerza de forma preventiva (cosa que dicho sea de paso ya logró),
sino que también sea una resolución del Consejo de Seguridad la
que autorice una acción armada contra Irak si llega a obstaculizar en
lo más mínimo las potestades de los inspectores de las Naciones
Unidas. Resulta extraño que en lugar de violentar abiertamente estas
trabas legales -como lo han hecho ya repetidas veces en el pasado- estén
buscando la guerra pero procurando afanosamente el respaldo legal internacional.
¿Por qué busca Bush la legitimidad jurídica de acciones ilegítimas
de origen (como lo es fracturar el concepto de soberanía al arrogarse
el derecho de patrullar el territorio iraquí con aviones de guerra británicos
y estadounidenses) teniendo la posibilidad real de lanzar la guerra sin mayores
miramientos?
Una explicación la encontraríamos en la sociedad civil organizada.
Como ya hemos repetido en otras ocasiones –y parafraseando a Chomsky- "si la
gente en los Estados Unidos supiera lo que hace su gobierno no se lo permitirían".
En México, un semanario dio a conocer la siguiente información:
"Una encuesta del The Pew Research Center muestra que 73% de los estadounidenses
consideraba a los medios "altamente profesionales en noviembre pasado. Esa proporción
es ahora de solo 49%, incluso inferior al 54% existente antes del 11-S" (Milenio.
Sept.23.2002). Esta cifra muy bien puede ser el reflejo de la opinión
pública en torno a la falsificación de hechos de que ha sido víctima
y que comenzó tan pronto se suscitó la crisis el año pasado.
El Diario Reforma publicó el siguiente titular a escasas dos semanas
de la tragedia: "El periodismo bajo fuego: Los controles oficiales dificultan
la cobertura mediática" y detallaba: "... tras los ataques terroristas
del 11 de septiembre, la prensa estadounidense enfrenta el dilema de mantener
la objetividad o apegarse a la ola de patriotismo y a las apelaciones a la unidad..."
(Reforma 26.septiembre.2001). Esta dinámica muestra que desde
el inicio de la crisis los mecanismo mediáticos de control social funcionaron
siguiendo el modelo de propaganda de Chomsky. Estos mecanismos continuaron de
forma permanente hasta bien entrado este año todavía en las vísperas
del ataque a Irak como lo demuestra un reportaje publicado en el Semanario Proceso
en este mes de octubre que reza: "Tanto dentro como fuera de Estados Unidos
ha surgido una fuerte oposición a la guerra contra Irak. Ante ello, el
gobierno de Bush intensifica la propaganda para convencer de la necesidad de
derrocar a Saddam Hussein. A mediados de septiembre, según informaciones
publicadas en la prensa estadounidense, el gobierno del presidente Bush decidió
invertir 200 millones de dólares suplementarios en su "campaña
antiSaddam", supervisada por la Office of Global Communication. La estrategia
no es nueva; se basa en los guiones utilizados en las guerras del siglo XX:
descalificaciones, hechos exagerados o distorsionados y, sobre todo, mentiras..."
(Proceso. 6.octubre.2002). Cruzando la información de este reportaje
con las cifras que arroja la encuesta de The Pew Research Center,
obtenemos que no obstante el carácter de permanente de la campaña
mediática, sus efectos son cada vez menores, en otras palabras. George
W. Bush gasta cada vez más dinero en engañar a una población
cada día más conciente (o sea que esta tirando el dinero a la
basura). Milenio Diario remató que de acuerdo con un sondeo de
realizado por Guardian/ICM la posición de los británicos
respecto al ataque contra Irak al 29 de septiembre era de 44% en contra frente
a un 33% a favor (Milenio Diario, 2.octubre.2002). Cifras como estas
se multiplican todos los días y a esta dinámica ya no escapa ni
siquiera The New York Times que a su vez dio fe en su momento de la debilidad
que tiene Bush en el frente interno en términos de opinión pública.
Así las cosas todo parece indicar que la gente en los Estados Unidos
cada día se percata más de los malos pasos en los que andan Bush
y los cuarenta matones.
A diferencia de lo que ocurre en nuestros países, un gobierno acostumbrado
a ser atacado por todos los flancos, por todo el mundo, todo el tiempo, no es
susceptible de ser controlado con los mecanismos con los que se mata a las moscas:
a periodicazos. En otras palabras, la crítica internacional no le quita
el sueño ni a demócratas ni a republicanos. La cosa cambia cuando
los periodicazos no son exógenos sino endógenos, es decir, cuando
la crítica y la movilización social ocurre en el centro mismo
del poder como es el caso en nuestros días. El resultado de esta dinámica
de concientización de masas esta a la vista. Primero fue una marcha contra
la guerra de Afganistán, que aunque simbólica, no fue tan multitudinaria
como se hubiera deseado. Pero más tarde vinieron repetidas y sistemáticas
campañas de protesta en los Estados Unidos y en todo el mundo, por igual
en la calle, que en foros internacionales o frente a embajadas. Esta dinámica
continúo hasta la reciente carta de los 4 mil intelectuales que como
coágulo sanguíneo se atravesó en el corazón del
imperio y que después se reforzó por la marcha de los 10 mil artistas
y trabajadores que en Nueva York dijeron "No en nuestro nombre".
¿Qué salió mal?, ¿funcionaron mal los mecanismos propagandísticos?,
¿fueron lentos?. No, de hecho nada les resultó mal a los Rumsfeld, Bush,
Rice, Powell y sus amigos de Lockheed Martín y similares (de ahí
que en el primer round –Afganistán- resultaron vencedores), todo lo que
ocurrió es que al parejo de sus victorias quedaron al descubierto los
límites reales de frases como "en tiempos de guerra la primera víctima
es la verdad" o "en tiempos de guerra, la verdad debe ser protegida por un guardaespaldas
de mentiras" (Winston Churchill). Contra lo que Henry Kissinger argumentaba
al decir que "En nuestros días, existen tantos argumentos a favor y en
contra en torno a un mismo asunto que se pueden defender ambas posturas perfectamente
bien", lo cierto es que aunque le pese a Churchill la verdad jamás será
una víctima absoluta como lo demuestra el hecho de que, así sea
a la larga, los crímenes patrocinados por los "guardianes de la libertad"
estadounidenses o franceses, salen a la luz, por igual en Centroamérica
que en Argelia o en cualquier parte del mundo; por su parte, contra lo que Kissinger
sostiene vale la pena recordar lo que dijo Einstein "para mi, un asesinato en
una guerra no es muy diferente a un asesinato ordinario" dando a entender que
objetivamente el hecho de quitarle la vida a alguien es igualmente repudiable
independientemente de la situación. Entre Einstein y Kissinger me quedo
con Einstein ya que la verdad no depende de la interpretación de los
hechos (de otro modo no existiría la ciencia social) y al fin, dentro
de este marco de referencia, los "guardaespaldas" a la Churchill acaban
por ser poco más que inútiles. Al fin, tarde o temprano, la gente
termina por darse cuenta de lo que ocurre.
La pandilla de los siete enanos (Bush, Rumsfeld, Rice, Powell, Cheney, Reich
y Negroponte) saben a lo que se enfrentan, saben muy bien que ante una sociedad
crecientemente crítica, las perspectivas de gobernar con solidez y avanzar
en la agenda solamente a punta de propaganda son decrecientes –algo que Vicente
Fox en México apenas está aprendiendo-, de aquí la necesidad
de apuntalar sus acciones con argumentos legaloides –que no legales en tanto
procuran modificar las leyes (léase resoluciones del Consejo de Seguridad)
para que ajusten a sus intereses, con lo cual se desvirtúa el ya de por
sí flaco y cansado espíritu imparcial del organismo para convertirla
en legislación ad hoc-. En el fondo esta necesidad de obtener
al menos un dejo de legitimidad de su accionar público es una de las
razones que orillan a George W. Bush a insertarse –aunque sea artificialmente-
dentro del círculo de "lo legal", aunque en el proceso violente la naturaleza
misma de esa legalidad que aspira.
Tal vez el culpable de arruinar la culpable de poner en tan intrincada situación
a los siete enanos fue la denuncia de Irene Khan –Secretaria General de Amnistía
Internacional- cuando sostuvo que "En la lucha contra el terrorismo, perdieron
los derechos humanos" (La Jornada, 26.Junio.2002); o a lo mejor las repetidas
denuncias de Robert Fisk –corresponsal de The Independent en el área
del conflicto- sobre las violaciones a los derechos humanos y políticos
de sospechosos que estaban siendo torturados, ejecutados o secuestrados para
ser interrogados por la CIA y el FBI (La Jornada 18.Agosto.2002); o quien quita
y fueron los cables que informaban de las condiciones bestiales (tanto legales
como materiales) en las que viven los detenidos en Guantánamo, condiciones
que, de acuerdo con denuncias de Human Rights Watch, han llevado a por
lo menos 30 intentos de suicidio entre los talibán recluidos en el "centro
penitenciario" que tienen los Estados Unidos en la mayor de las Antillas (La
Jornada, 16.Agosto.2002). A lo mejor fue todo junto, o a lo mejor fue alguno
de los otros elementos que componen el abanico de atrocidades del último
año. Lo importante es que muchos ojos se han abierto, tal vez más
de los que pensamos. Así como es posible calcular el número de
radioescuchas de un programa de radio de acuerdo con el número de llamadas
telefónicas que se reciben en cabina, sería bueno averiguar si
es posible calcular cuantos ojos se han abierto de acuerdo con el número
de manifestantes que se tienen en las calles.
Hay quien sostiene que la lógica del macroespacio tiene simetrías
en el microespacio, que la lógica global puede encontrar paralelos en
el orden local y que dialécticamente los fenómenos de orden personal
a veces pueden tener referentes en el orden estatal. Hace algunos meses causo
hilaridad el accidente que un mal rato le hizo pasar a George W. Bush pero que,
además de un mal rato para la víctima, dejó también
una enseñanza: una galleta "pretzel" (¿terrorista?) consiguió
de forma efímera pero significativa lo que ningún país
o ser humano en la tierra sería capaz: poner en peligro, al grado de
postrar de rodillas y herirle la cara, al hombre más poderoso del mundo
(que dicho sea de paso es también el mejor protegido). No es que la repostería
sea ya parte del entrenamiento terrorista, sino más bien que la torpeza
mandibular intrínseca de Bush (esa que lo hizo afirmar sin mayor reparo
cuando era gobernador que "la gran mayoría de nuestras importaciones
vienen de fuera del país" o que "el futuro será mejor mañana")
puso en evidencia el talón de Aquiles de la nación de las barras
y las estrellas: la principal amenaza a la "seguridad nacional" (léase
de los políticos e industriales petroleros, farmacéuticos y armamentistas)
de los Estados Unidos no es externa sino interna. Hoy, la resistencia pacifista
en los Estados Unidos puede conseguir lo que ninguna protesta en el mundo puede
lograr: atragantar los ánimos belicistas de su gobierno. Al fin, me quedo
con Einstein y la repostería, al fin, contra la guerra....galletas.
Pd.- El creciente movimiento pacifista en los Estados Unidos nos obliga a repensar
el aspecto geográfico de aquella frase del guerrillero heroico que rezaba
"del Rio Bravo al sur todos somos hermanos".
cruovat@yahoo.com