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20 de abril del 2002
Afganistán
Jorgelina Bernasani
Observatorio de Conflictos, Argentina
Descripción de un país llamado Afganistán
Un país montañoso y sin salida al mar, Afganistán
ha sufrido de tanta inestabilidad y conflictos durante su historia moderna, que
su economía e infraestructura están en minas y muchos afganos viven
como refugiados. El país también es afligido por calamidades naturales
como terremotos y sequías. Por su estratégica posición -entre
el Medio Oriente, Asia Central y la India, a lo largo de la llamada Ruta de la
Seda- Afganistán ha sido históricamente una zona codiciada, pese
a su difícil geografía.
El país estuvo en el centro de lo que en el siglo XIX se conoció
como el "Gran Juego', cuando la Rusia imperial, el imperio británico y
la India se lo disputaban.
Entre 1901-1919 estuvo en el poder el emir Habibollah. En 1907, Habibollah visitó
la colonia británica de India en calidad de invitado del virrey, Gilbert
Elliot. Impresionado con el poder de los británicos, Habibollah resistió
las presiones de su hijo Amanollah, del propio Tarzi (padre de la esposa de Amanollah)
y otros nacionalistas para entrar en la Primera Guerra Mundial en favor de los
Poderes Centrales y contra Reino Unido. De hecho, la potencia europea prometió
la independencia total de Afganistán, a cambio de mantenerse neutral en
el conflicto. El no cumplimiento de esta promesa y las divisiones entre pro-británicos
y antibritánicos al interior de la sociedad afgana, provocó que
Habibollah fuera asesinado el 20 de febrero de 1919, por personas asociadas con
el movimiento anti-británico.
Asumió entonces el poder Amanollah(1919-1929) y en mayo del mismo año
proclamó unilateralmente la independencia de su país, atacó
la frontera india (dando inicio a la tercera guerra anglo-afgana) y -aunque su
ofensiva fue rechazada- logró que Reino Unido reconociera la independencia
de Afganistán. El reconocimiento formal de Afganistán como nación
independiente por parte de Reino Unido, se concretó en el nuevo Tratado
de Rawalpindi, firmado el 8 de agosto de 1919 y enmendado en noviembre de 1921.
Apenas firmado el mencionado tratado, Amanollah envió una delegación
al exterior con el objetivo de establecer relaciones diplomáticas con diferentes
países de Asia, Europa y América. La primera etapa de la delegación
fue Moscú, donde fue recibido en octubre de 1919 con los brazos abiertos
por parte de los líderes del nuevo régimen soviético. Esto
se tradujo en un tratado de amistad con la URSS y en el reconocimiento mutuo de
ambas naciones. De esta manera, Afganistán fue el primer país en
el mundo en reconocer al gobierno soviético. Con ello, Afganistán
no solamente consiguió el reconocimiento de su independencia por parte
de URSS, sino también el ofrecimiento de ayuda "moral y material en su
heroica lucha contra el imperialismo británico ". Esto se traducirá
en la evolución de una "relación especial" entre los dos gobiernos
en los próximos 50 años.
Entre 1919 y 1929, la relación con URSS fue amistosa y fructífera,
especialmente para Afganistán. De hecho, numerosos técnicos e instructores
soviéticos llegaron al país para colocar el teléfono y el
telégrafo; preparar a los jóvenes técnicos afganos y entrenar
a los primeros pilotos de la naciente fuerza aérea afgana. Como consecuencia,
el mercado afgano se vio inundado de productos soviéticos, en reemplazo
de los británicos.
En 1923, Amanollah cambió su título de emir al de Rey e inmediatamente
comenzó a desarrollar una serie de reformas políticas, sociales
y religiosas; entre las que destacan cambios constitucionales y administrativos
(como la designación de su hijo mayor como heredero del trono, en lugar
de su hermano, tal como lo establecía la legislación islámica),
quite del velo de las mujeres y la creación de las escuelas coeducacionales.
Estas reformas fueron demasiado aceleradas y osadas, sin tomar en consideracion
las condiciones peculiares de Afganistán, la negativa actitud de las facciones
religiosas a quienes afectaban estas innovaciones o su influencia en las tribus
afganas. Los grupos religiosos conservadores y los líderes tribales se
sintieron agredidos por estas políticas. La guerra civil estalló
en noviembre de 1928 y pronto el líder popular Baccheh Saqow ("el hijo
del portador de agua") ocupó Kabul. El 14 de enero de 1929 Amanollah abdicó
en favor de su hermano mayor, Inayatollah, pero Baccheh Saqow se proclamó
"Habibollah Ghazi" o Habibollah II, emir de Afganistán, estableciendo un
régimen conservador y favorable a la política británica.
Amanollah partió al exilio en Italia y falleció en Zürich (Suiza)
en 1960.
Habibollah II fue manejado desde el trono por Mohammad Nadir Khan y sus hermanos,
primos distantes de Amanollah. El 10 de octubre de 1929, Habibollah II fue ejecutado
junto a 17 de sus colaboradores e inmediatamente una asamblea tribal "eligió"
a Nadir Khan como "Sha". Este comenzó una sangrienta persecución
de la oposición a su régimen y partidarios de Habibollah II. En
1931, se elaboró una nueva Constitución basada en la promulgada
por Amanollah en 1923, aunque orientada a aplacar a los líderes religiosos
y tribales conservadores. Nadir Sha fue asesinado el 8 de noviembre de 1933, siendo
sucedido en el trono por su hijo de 19 años, el Príncipe Zahir.
El joven Rey Zahir Sha(1933-73), se encargó de formar gobierno a su tío
Mohammed Hashem (hombre fuerte del régimen desde el asesinato de Nadir
Sha) promotor de una nueva política de reformas más en consonancia
con el estado social y sicológico del país: Reorganización
del ejército, obligatoriedad de la enseñanza primaria masculina,
creación de colegios de segunda enseñanza y extensión -con
ayuda de médicos turcos que crearon una facultad de Medicina- de las medidas
de higiene en todo el país.
Para llenar el hueco político, económico y técnico dejado
por los británicos, el nuevo gobierno recurrió a Estados Unidos
a fin de explotar los recursos naturales del país y para construir sistemas
de irrigación y de comunicación. El gobierno afgano ofreció
favorables incentivos a las empresas comerciales estadounidenses (como contratos
muy favorables) de manera de lograr un rápido desarrollo en áreas
geográficas improductivas, como en el valle de Hilmand, al sur del país.
A pesar de esto, los estadounidenses no estaban todavía conscientes de
la importancia estratégica y política de Afganistán y miraron
estas oportunidades con recelo y gran suspicacia. Las imperativas razones que
motivaban el acercamiento afgano no estaban claras para el gobierno estadounidense,
que lo asumió sólo como una manera de obtener ayuda financiera e
inversiones necesarias para desarrollar recursos dudosos en un país subdesarrollado.
Durante la década del '30, la economía nacional se desarrolló
bajo la dirección de varios empresarios que empezaron proyectos industriales
en pequeña escala. Los primeros 20 años del reinado de Zahir Shah
fueron caracterizados por cautelosas políticas de consolidación
nacional, una expansión de las relaciones internacionales y el desarrollo
interior del país. La Segunda Guerra Mundial provocó un retraso
en este proceso de desarrollo, pero Afganistán mantuvo su tradicional neutralidad,
a pesar de que en 1941 –no obstante que el gobierno de Hashem era conservador
y hostil a URSS- accedió a expulsar a los ciudadanos alemanes, japoneses
e italianos, bajo la presión británica y soviética. Esto
evitó cualquier pretexto para una eventual ocupación extranjera.
En la década del cuarenta, comenzó a surgir el problema de los pashtunes
que vivían en el lado británico de la línea Durand, zona
que a partir de 1947 sería territorio del actual Pakistán. En mayo
de 1946, el Primer Ministro Hashem dimite luego de 17 años en el cargo,
siendo reemplazado por Mohammed Ghazi que, más liberal, firmó con
los soviéticos un acuerdo sobre límites fronterizos e hizo admitir
a Afganistán en la Organización de Naciones Unidas (ONU). Hacia
fines del mismo año, el cargo de Primer Ministro es ejercido por Sirdar
Sha Jan (hermano de Hashem), quien permitió la realización de elecciones
y el desarrollo de una tímida libertad de prensa en el país.
En materia internacional, el inicio de la guerra fría entre EE. UU. y la
URSS llevó al país a deambular entre ambas potencias en busca de
ayuda. El hecho de que la mencionada disputa con Pakistán, pusiera a india
(antibritánica y no-alineada) en favor de los afganos y el papel clave
que jugaban los pakistaníes en el sistema de alianzas de Estados Unidos,
llevaron inevitablemente a perder la confianza de la potencia occidental, o al
menos a hacer que su ayuda fuera más cautelosa que la ofrecida por URSS
Otras versiones agregan que Estados Unidos temía que la disputa por el
Pasthunistán se transformara en una "nueva Cachemira ".
El llamado "Parlamento Liberal" funcionó de 1949 a 1952. Sin embargo, las
corrientes conservadoras del régimen —animadas por los líderes religiosos-
apoyaron la destitución de Sirdar Sha Jan y la ascensión en el cargo
del teniente general Mohammad Daud Kan, en 1953. Durante los 10 años en
que ejerció su cargo, Daud Khan sostuvo una postura mucho más dura
respecto del problema del Pashtunistán y para sorpresa de la mayoría,
se acercó hacia URSS en búsqueda de ayuda militar y económica.
Este acercamiento fue motivado por el cansancio de Daud con la actitud estadounidense,
que junto con pedir una solución diplomática al asunto del Pasthunistán,
exigió a Afganistán abandonar su tradicional neutralidad.
La Guerra Civil afgana
Nur Mohammad Taraki fue elegido presidente del Consejo Revolucionario, Primer
Ministro del país y secretario general del nuevo Partido Democrático
Popular de Afganistán (PDPA). Babrak Karmal y Hafizullah Amin fueron designados
"Primeros Ministros adjuntos". Los líderes del nuevo régimen insistieron
en que no eran manipulados por URSS y proclamaron que sus políticas estaban
basadas en el nacionalismo afgano, los principios islámicos, la justicia
socio- económica, el no alineamiento en materia de política exterior
y en el respeto de todos los acuerdos y tratados firmados por los gobiernos afganos
anteriores.
La unidad entre las dos facciones que conformaban el PDPA se deterioró
rápidamente, toda vez que el antiguo Partido Popular se erigió como
el sector dominante debido a que su base de poder se asentaba en el ejército.
Esta lucha de poder provocó que Babrak Karmal y otros líderes del
antiguo Partido Banner fueran enviados al extranjero como embajadores para mantenerlos
alejados de Kabul; paralelamente se produjeron sistemáticas purgas de elementos
cercanos a la facción Banner y de otros miembros del gobierno considerados
"peligrosos" para el régimen.
En materia social, el régimen de Taraki anunció su programa de reformas,
incluyendo la eliminación de la usura, igualdad de derechos para las mujeres,
reforma agraria y los clásicos decretos administrativos de los regímenes
marxistas-leninistas. La población rural —familiarizada con las políticas
marxistas del Asia Central Soviética- asumió que el PDPA era comunista
y pro- soviético.
El programa de reformas se convirtió entonces en una amenazada a los modelos
culturales afganos básicos, lo que junto a la represión política
provocó que grandes segmentos de la población se opusiera al régimen
de Taraki. Sin embargo, las manifestaciones violentas de la oposición no
ocurrieron sino hasta el verano de 1978 en la ciudad de Nurestán. Otras
revueltas —mayoritariamente sin coordinación entre sí- comenzaron
a sucederse a lo largo del país, además de periódicos atentados
terroristas que remecieron Kabul y las principales ciudades.
El 14 de febrero de 1979, el embajador de Estados Unidos en Afganistán
fue secuestrado por un grupo musulmán opositor y resultó muerto
en el intento de rescate llevado a cabo por las fuerzas gubernamentales. Este
hecho provocó el término de la asistencia estadounidense a los grupos
rebeldes y por ende, un alivio temporal para el régimen comunista afgano.
El 28 de marzo de 1979, Hafizullah Amin asumió como Primer Ministro, aunque
Taraki retuvo sus cargos de presidente del Consejo Revolucionario y secretario
general del PDPA. La expansión de la oposición violenta al gobierno
en las zonas rurales continuó, provocando el colapso del ejército
afgano. Entonces, el régimen de Amin solicitó y recibió más
ayuda militar soviético para tratar de frenar la insurrección.
La incapacidad de Taraki y sus seguidores de revertir la situación, llevó
a Amin a tomar el control total del país, llevando a cabo un golpe de Estado
interno el 14 de septiembre de 1979, fecha en que Taraki fue ejecutado. El nuevo
hombre fuerte de Afganistán trató de ensanchar su base de apoyo
interno; mientras que en el frente externo buscó atraer a Pakistán
y Estados Unidos nuevamente hacia el tema de la seguridad afgana frente a URSS.
Perdida la confianza de Moscú y con la doble amenaza de la insurrección
armada anticomunista por un lado; y de la fuerte pugna con la facción "banner"
del PDPA, el régimen de Amin se encaminaba al desastre.
Invasión Soviética
La noche del 24 de diciembre de 1979, el ejército soviético cruzó
la frontera norte e inició la invasión del país bajo el pretexto
de que respondía al "llamado" del régimen afgano para enfrentar
a los rebeldes. Sin embargo, Hafizullah Amin y sus seguidores fueron ejecutados
el 27 de diciembre y en su reemplazo —como Primer Ministro, presidente del Consejo
Revolucionario y secretario general del PDPAasumió Babrak Karmal, quien
había retornado de la URSS.
La oposición a los soviéticos y al régimen de Karmal se extendió
aún más, con un incremento de las acciones violentas en los sectores
urbanos y una escalada de la resistencia en todas las regiones del país.
A principios de 1980 varios grupos regionales —colectivamente conocidos como "mujaidines
(guerreros) –se habían unido en el interior del país o en la zona
fronteriza de Peshawar, para resistir a los invasores soviéticos y al ejército
afgano pro-soviético.
En el orden partidista del régimen, las fricciones entre los dos sectores
del PDPA aumentaron durante 1980, especialmente cuando Karmal removió a
Assadullah Sarwari -líder de la facción "khalq" o popular- de su
cargo de Primer Ministro adjunto y lo reemplazó por Ah Keshtmand, del sector
"banner". El predominio de la facción "banner" aumentó en junio
de 1981 cuando Karmal —reteniendo sus otros cargos- renuncia como Primer Ministro
y designa a Keshtmand.
En mayo de 1985, los siete mayores grupos de la resistencia afgana formaron una
alianza militar con base en Peshawar, luego de recibir fuertes presiones de sus
partidarios y de los países que los apoyaban. Los países limítrofes
alentaron la creación de grupos de resistencia orientados etno-lingüísticamente
y unidos por sus intereses militares y políticos en regiones específicas
del país.
Luego de cinco años de una suerte de estancamiento en la guerra civil,
el 4 de mayo de 1986 el jefe de la policía secreta, Mohammed Najibullah
reemplaza a Karmal como secretario general del PDPA y en noviembre de este mismo
año, Karmal es relevado de todos sus cargos y responsabilidades gubernamentales.
La lucha de poder entre las facciones del partido gobernante continuó.
En septiembre de 1986, el Politburó aprobó una campaña de
reconciliación nacional que incluía un cese del fuego unilateral
de seis meses a contar del 1 de enero de 1987, pero encontró escaso interés
en el ámbito interno y fue rechazada de plano por los líderes rebeldes
radicados en Pakistán. Una nueva Constitución cambió el nombre
del país a la antigua denominación de República de Afganistán
y permitió la participación de otras agrupaciones políticas
en el gobierno. Najibullah fue designado en el recién creado cargo de Presidente
del país.
A pesar de estas modificaciones y del cese el fuego unilateral por parte del régimen,
la resistencia a la ocupación soviética continuó sin variaciones.
Las consecuencias de la guerra civil ya se hacían sentir en los países
vecinos: los refugiados afganos en Pakistán y Irán se contaban por
millones. Por su parte, la moral del ejército afgano era muy baja y la
mayoría de sus miembros aprovechaban la primera oportunidad que se les
presentaba para desertar; lo que en términos numéricos se tradujo
en una merma de sus efectivos de 105 mil hombres en 1978, a cerca de 30 mil en
1987.
En el aspecto militar, los soviéticos intentaron nuevas tácticas
para derrotar a los rebeldes, pero estos demostraron una gran capacidad para responder
eficazmente. Los únicos sistemas de armas soviéticos que resultaban
exitosos en su lucha contra los mujaidines eran los bombardeos con aviones a reacción
y los cañoneos masivos con helicópteros de combate artillados. Hacia
finales de 1986, los rebeldes comenzaron a recibir más y mejores armas
-particularmente de parte de Estados Unidos, Reino Unido y China- vía Pakistán,
siendo el lanzacohetes tierra-aire "Stinger", el que causó considerables
bajas en las fuerzas aéreas soviéticas y afganas.
Retirada soviética y caída del PDPA
Durante la década de los '80, se desarrollaron conversaciones entre los
ministros de Asuntos Exteriores de Afganistán y Pakistán, bajo el
auspicio de las Naciones Unidas y otros países involucrados (especialmente
Estados Unidos y URSS); las cuales tuvieron como primer obstáculo el itinerario
para el retiro de las tropas de ocupación soviéticas de Afganistán
y el cese del apoyo militar a los rebeldes. Al cabo de varios años, en
abril de 1988 se firmó un acuerdo de paz; mientras que el líder
de la URSS, Mijail Gorbachov, ordenó el inicio de la retirada soviética
en mayo de este mismo año, por lo cual el 15 de febrero de 1989 el último
soldado soviético dejó Afganistán, tras nueve años
de intervención.
A pesar de las predicciones de una rápida caída del régimen
comunista luego de la retirada soviética, éste se mantuvo en el
poder y la guerra civil continuó desangrando al país. Najibullah
- combativo y astuto- supo apelar sagazmente a los sentimientos nacionalistas
y mantuvo el control en el devastado país. El 19 de febrero de 1989, el
gobierno declaró un estado de Emergencia en todo el país y reemplazó
a siete ministros que no eran miembros del partido gobernante, entre los que figuraba
el Primer Ministro, Mohamed Hasán Sharq, cuyo puesto ocupó Sultán
Ah Keshtmand.
Por su parte, los rebeldes musulmanes - que se negaron firmemente a alcanzar una
reconciliación con el régimen comunista- formaron en Pakistán
un gobierno en el exilio al frente del cual quedaron Sibgatulá Mohadedi
como presidente y Rasul Sayaf como primer ministro. Este gobierno obtuvo el reconocimiento
de Arabia Saudita, Bahrein, Malasia y Sudán, mientras que Estados Unidos
y Pakistán, que eran sus principales soportes, dejaron el reconocimiento
pendiente, aunque el gobierno estadounidense mandó a un enviado especial
con rango de embajador.
Estos acontecimientos no produjeron efectos militares sustanciales, ya que las
tropas gubernamentales hicieron retroceder a las fuerzas rebeldes en varias regiones.
Varias veces el gobierno comunista intentó la reconciliación, pero
los rebeldes rechazaron sus ofertas. En noviembre, la Asamblea General de la ONU
aprobó una resolución sin precedentes, en la que hacía un
llamado al gobierno y a los rebeldes para entablar negociaciones tendientes a
constituir un gobierno de coalición.
Un grupo de quince funcionarios y militares de alto rango crearon una tercera
fuerza que se hacía llamar 'Sociedad de Salvación Nacional". Su
intención era cerrar la brecha entre el gobierno y los rebeldes, al pronunciarse
contra el intervencionismo de URSS o de EE.UU. La mayoría de sus miembros
había servido al régimen del depuesto rey Zahir Shah y el gobierno
no se oponía a sus esfuerzos. La figura real aún gozaba de popularidad
y se pensaba que su regreso del exilio en Italia podría brindar al régimen
de Najibullah la legitimidad que se le negaba tanto en casa como en el exterior.
El regreso del monarca podría también contribuir a disolver la tambaleante
alianza guerrillera, pues su figura era en general respetada.
Hacia fines de 1989 empeoraron las relaciones con Pakistán, que siguió
recibiendo refugiados afganos y la economía se deterioró más
luego del retiro soviético y la falta de ayuda de otros países.
Los organismos internacionales estimaron que unos diez mil refugiados afganos
volvieron a su país durante 1989.
En 1990, las disputas entre los distintos grupos rebeldes afganos siguieron impidiendo
la consolidación de una ofensiva general contra el régimen. En enero
se dio a conocer que la Sociedad Islámica (de tendencia moderada) había
enjuiciado y ahorcado en diciembre de 1989 a cuatro miembros del Partido Islámico
(más radical) por haber participado en una matanza de oficiales rebeldes
en julio de 1989. También en enero se informó en Kabul que once
generales afganos, incluyendo al jefe de defensa aérea, y otras 166 personas
habían sido arrestadas en diciembre por haber participado en un intento
de golpe de estado. El 5 de marzo, el ministro de Defensa, Shahnawaz Tanai, fracasa
en un nuevo intento de golpe de Estado contra Najibullah.
En febrero, el secretario de estado estadounidense, James Baker, presentó
al ministro soviético de Relaciones Exteriores, Eduard Shevardnadze, nuevas
propuestas destinadas a lograr un acuerdo en el conflicto afgano. El gobierno
estadounidense pedía la realización de elecciones libres con supervisión
internacional, así como la renuncia previa del Presidente Najibullah. La
URSS se oponía a esta última demanda y a principios de mayo, el
Presidente afgano accedió a la celebración de elecciones, pero reafirmó
su posición de que se mantendría en el poder hasta que éstas
se llevaran a cabo.
A principios de junio reorganizó su gabinete, conservando para el PDPA
sólo seis ministerios claves de un total de 25; mientras que Fazel-Haq
Jaliquiar fue designado Primer Ministro. El nuevo gobierno, a pesar de no incluir
a miembros de la oposición, era considerado como un primer paso en la preparación
de elecciones; sin embargo, los grupos rebeldes se oponían sistemáticamente
a la realización de los comicios.
En el transcurso de este mismo año, el ministerio de Relaciones Exteriores
de Francia abre nuevamente su embajada en Kabul, cerrada el año anterior
junto con las de casi todos los países occidentales. El anuncio francés
fue mal recibido por EE.UU., que deseaba mantener aislado al régimen afgano.
El régimen comunista finalmente cayó en 1992, siendo reemplazado
por una frágil coalición de fuerzas rebeldes, encabezada por Burhanuddin
Rabbani como Presidente interino. La estabilidad y la paz general siguieron siendo
una lejana esperanza, cuando las milicias comenzaron a rivalizar entre sí
por tener mayor influencia en el poder, afloraron las tensiones interétnicas
y la recuperación económica no lograba salir del caos. A finales
de 1992, Kabul se encontraba virtualmente sitiada por las facciones disidentes
de la guerrilla.
En 1993, Afganistán vivió el primer aniversario de la caída
del régimen comunista y el nacimiento de un gobierno islámico, pero
en general el país tuvo poco que celebrar estos doce meses. Un año
después de que una coalición rebelde triunfalmente depusiera al
presidente comunista, Mohammed Najibullah, y declarara un gobierno islámico
(28 de abril de 1992), Afganistán continuó siendo un campo de batalla,
con facciones rivales luchando por el poder y diezmando a Kabul con ataques de
cohetes. Se estima que unas 10 mil personas murieron, otras 750 mil fueron desplazadas
y muchos barrios de la ciudad fueron devastados. La mayor parte de las tropas
de las Naciones Unidas y los diplomáticos destinados en la capital, abandonaron
el país.
A pesar de que los combates disminuyeron un poco a mediados de año, todavía
era incierto si la nación que había resistido 14 años de
guerra civil, era gobernable. Mientras tanto, Najibullah, - quien había
recibido la promesa de salvoconducto por parte de la ONU cuando negoció
su abdicación del poder- permanecía en las oficinas de Naciones
Unidas en Kabul, sufriendo una grave dolencia a sus riñones, ya que el
organismo internacional fue incapaz de garantizar su libertad.
La continuación de las hostilidades también retrasó el retorno
de los casi 3.8 millones de refugiados afganos que permanecían en Irán
y Pakistán, la población de refugiados más grandes del mundo.
Según las estimaciones de la ONU, el millón y medio de afganos refugiados
en Pakistán tardarían hasta fines de 1995 para volver a sus casas.
A principios de enero, una asamblea nacional de tribus y líderes religiosos
confirmó en su cargo al Presidente actuante, aprobando la creación
de un Parlamento y un nuevo ejército afgano, encaminando a Afganistán
hacia un estricto régimen islámico. Posteriormente -y pese a los
reclamos por la compra de votos, sobornos y amenazas de reiniciar la guerra civil-
esta asamblea ratificó a Burhanuddin Rabbani como Presidente.
Cinco de los 10 principales grupos rebeldes declararon a la asamblea como no representativa
e interpretaron la reelección de Rabbani como una declaración de
guerra en su contra. Paralelamente, los 1335 miembros de la asamblea decretaron
que solamente los musulmanes podían trabajar para el gobierno, prohibiendo
a todas las organizaciones no musulmanas del país; además de declarar
que los medios de comunicación debían actuar de acuerdo a la ley
islámica.
A pesar de que se continuó luchando entre los diversos caudillos —principalmente
entre las fuerzas del gobierno bajo el mando del ministro de Defensa, Ahmed Shah
Masoud y la facción fundamentalista "Hezb-i-Islami" de Gulbuddin Hekmatyar-
el 20 de mayo se nombró un nuevo gabinete destinado a consolidar el cese
del fuego parcial. Todo había comenzado cuando Hekmatyar fue designado
Primer Ministro en marzo, luego de que sus fuerzas capturaran el ministerio de
Masoud que se construía en Kabul; el cual habían estado bombardeando
durante casi un año.
Accediendo a las demandas de Hekmatyar, el acuerdo de cese del fuego de mayo tuvo
como garante una comisión presidida por Rabbani. Los otros puestos ministeriales
fueron divididos entre los 10 grupos rebeldes de importancia, incluyendo a Mohammed
Yunus Khalis, facción disidente del "Hezb-i-Islami" que habla boicoteado
todos los acuerdos anteriores. Por su parte, la minoría shiíta afgana
—aliados de Hekmatyar- que había exigido una mayor representación
en el gobierno, obtuvo los ministerios de Finanzas y Salud. A mediados de junio,
Hekmatyar se aventuró por primera vez en Kabul, desde 1992. El 17 de junio,
él fue formalmente nombrado Primer Ministro en una sencilla ceremonia llevada
a cabo en un pueblo cercano a Kabul. La radio estatal informó el 27 de
septiembre que la dirección afgana, después de cinco días
de negociaciones, había aprobado una constitución interina y eventuales
elecciones en 1994.
En el frente externo, Afganistán dedicó sus esfuerzos en ganar el
apoyo y ayuda financiera de las naciones islámicas. El Primer Ministro
Hekmatyar visitó Teherán en agosto y volvió con la promesa
iraní de ayudar en la reconstrucción de los caminos del país
y en la explotación de materias primas estratégicas, como aceite
y gas natural. En el mismo mes, Afganistán dijo que no devolvería
los lanzadores "Stinger" proporcionados por Estados Unidos a los rebeldes antisoviéticos
entre 1978 y 1992. Ello debido a que Washington intentó comprar las armas
antiaéreas, en un esfuerzo por impedir que cayeran en manos de terroristas
islámicos anti- estadounidenses.
Afganistán —principal productor de opio del mundo- produjo un total aproximado
de 2.000 toneladas de este alucinógeno en 1992, según estimaciones
de la ONU. Esta situación preocupó durante 1993 no sólo a
Occidente (donde esta producción genera un gran comercio ilegal de heroína);
sino también en el interior del país, ya que cerca del 15% de los
varones entre 15 y 40 años es adicto a las "drogas duras".
En 1994, la destructiva e inconclusa lucha entre las fuerzas leales al Primer
Ministro Gulbuddin Hekmatyar y las tropas leales al Presidente Burhanuddin Rabbani,
tuvo como consecuencia la desintegración de la autoridad central estatal
y el debilitamiento la cohesión del estado multinacional. El 1 de enero,
las fuerzas de Hekmatyar y las del general 'Abd ar-Rashid Dostam coordinaron un
asalto de artillería y cohetes contra Kabul, constituyendo de esta forma
el mayor realineamiento de fuerzas rivales por el control del gobierno. Dostam
ya había precipitado la rendición de Kabul en abril de 1992, cuando
quitó su apoyo al gobierno comunista de Najibullah y colocó a la
mayor parte del ejército y la fuerza aérea bajo su mando; asistiendo
al nuevo gobierno de resistencia en su lucha contra las fuerzas de Hekmatyar.
Después de la intensa y estéril lucha a lo largo de este año,
Kabul se encontró dividida en diversas zonas controladas por grupos rivales.
El estancamiento de la guerra en el asedio a la capital, llevó la lucha
al norte del país, sobre las rutas que conectan con el vecino Tajikistán.
Mientras tanto, el prolongado bombardeo redujo la mayoría de la capital
afgana a las ruinas y causó que el 75% de su población -de dos millones
de habitantes- huyera del área. Por su parte, la autoridad del gobierno
central había desaparecido totalmente fuera de los límites de la
capital; es así como el complejo industrial más grande del país
(la ciudad de Mazar-i-Sharif) gozaba de una relativa estabilidad bajo el dominio
de las fuerzas de Dostam; en Jalalabad los grupos locales y los comandantes militares
cooperaban para proveer a la ciudad de los servicios básicos; en Kandahar
las rivalidades locales retardaron la reconstrucción; y la ciudad de Herat
—que era generalmente pacífica y segura- comenzó a reclamar su tradicional
rol como centro comercial a lo largo de las rutas del comercio con Irán
y Turkmenistán.
En marzo, el secretario general de la ONU, Boutros Boutros-Ghali, designó
al antiguo ministro de Asuntos exteriores tunecino, Mahmoud Mestiri, a la cabeza
de una comisión de paz para Afganistán. El personero se reunió
con los líderes de las facciones rivales afganas, tanto dentro como fuera
del país; pero ningún plan de paz de la ONU fue anunciado oficialmente.
En julio, el secretario general de la Conferencia Islámica, Hamid al-Ghabid,
encabezó otro intento de paz, pero los miembros de dicha organización
fueron incapaces de ponerse de acuerdo en una solución apropiada.
Para agravar la situación interna, el Presidente Rabbani se negó
a abandonar la presidencia cuando el 28 de junio su mandato llegó a su
fin, lo que llevó a que la Corte Suprema de Kabul a prorrogárselo
por otros seis meses. El descontento general, además de la interminable
lucha por el poder, provocaron renovados llamados a realizar una Loya Jirgah o
Gran Asamblea del Pueblo Afgano. Mientras muchos afganos temieron que ello pudiera
servir para reforzar las estructuras tradicionales en desmedro de progresos sociales;
la mayoría estaba consciente de que había que adoptar alguna forma
de asamblea que diera al país un liderazgo legítimo para sacarlo
de la guerra civil. En julio, representantes de todo Afganistán y prominentes
afganos que vivían en el extranjero se reunieron en la ciudad de Herat.
Aunque los delegados endosaron la continuación de Rabbani como Presidente,
de todas formas acordaron medidas tendientes a organizar una Gran Asamblea para
escoger un nuevo gobierno.
Paralelamente, las rivalidades internacionales siguieron agitando a la dividida
sociedad afgana. La principal minoría religiosa —los shiítas- y
los casi dos millones de refugiados afganos establecidos en Irán, automáticamente
le otorgaron a este último país un rol preponderante en los asuntos
afganos. Por su parte, Arabia Saudita se involucró apoyando facciones políticas
y religiosas que veía como contrapeso a la influencia iraní en Afganistán.
Mientras tanto, el poder militar del general Dostam (de etnia uzbeka) y el apoyo
dado por éste al régimen comunista, le aseguraron una estrecha relación
con el gobierno pro-ruso de Uzbekistán.
El rol de Pakistán era quizás el más importante. Primero
porque en su territorio albergaba a un millón y medio de refugiados afganos;
y segundo porque parte importante de su población es de origen pasthun,
la misma etnia que tradicionalmente ha dominado la política afgana. En
tanto, India y China vieron con preocupación el fortalecimiento del fundamentalismo
islámico en Afganistán como un serio peligro a su autoridad en las
zonas de Cachemira (territorio controlado por India) y Sinkiang (provincia musulmana
de China); mientras que muchos otros países del mundo se preocupaban por
los terroristas entrenados por las facciones belicosas de Afganistán y
la impunidad para el tráfico de drogas que reinaba en el país.
Finalmente, la atención internacional no se preocupó mayormente
de Afganistán, tal vez por el aparente desinterés de los líderes
afganos en llegar a una solución y por estallar serias crisis internacionales
en otras partes del globo.
A principios de 1995, el Presidente Rabbani —cuyo plazo prorrogado ya había
expirado- ofreció abandonar el poder en caso de que se encontrara un reemplazo
"aceptable". En este escenario, los esfuerzos de Mahmoud Mestiri y otros mediadores
de la ONU por reunir a las facciones en disputa y encontrar un sucesor de Rabbani
llegaron a cero: la situación político-militar era tan inestable
que cualquier negociación seria, era imposible.
Una nueva fuerza nacional que se llamaba a sí misma "Talibán" ("estudiantes")
trajo algún grado de calma en ciertas zonas de Afganistán, en parte
debido a la neutralización de varios líderes poderosos y sus partidarios.
Sin embargo, la disputa por el control de Kabul no se resolvió y varias
regiones del país se mantuvieron divididas. El grupo armado Talibán
había aparecido en el sur de Afganistán afines de 1994 y su primer
objetivo fue derrotar a los comandantes locales que secuestraban convoyes de camiones
que se dirigía de Pakistán a Asia Central. Los guerrilleros —mayoritariamente
estudiantes islámicos de la etnia pasthún- lograron liberar los
convoyes y en pocos días tomaron el control de la ciudad de Kandahar. No
pasaron muchas semanas antes de que las provincias vecinas también quedaran
bajo su control. Posteriormente, el Talibán declaro que su meta era desarmar
a todas las facciones en pugna y crear un gobierno de unidad nacional en Afganistán,
en torno al Islam.
La mayoría de la población afgana —particularmente en las zonas
tradicionalmente pasthunas- recibieron con buenos ojos los rápidos y efectivos
éxitos del Talibán. El tráfico de droga y la desobediencia
fueron los objetivos inmediatos de esta nueva fuerza político-militar;
junto a una estricta observancia religiosa. Lo último incluía severas
restricciones en cuanto a la apariencia de las mujeres en lugares públicos
y especialmente en sus derechos a la educación y el trabajo. Las ejecuciones
públicas y las amputaciones fueron los métodos usados para reforzar
esta conducta islámica ultraortodoxa. El origen del Talibán, así
como su organización y propósito, eran oscuras. El nombre indicaba
que el reclutamiento de sus miembros había venido de escuelas islámicas
pakistaníes. La súbita aparición de este bien organizado
y financiado grupo sugiere que contó con un importante apoyo. De hecho,
algunos observadores creían que el Talibán tenía lazos con
el servicio secreto pakistaní, aún cuando la Primer Ministro de
ese país, Benazir Bhutto y otros altos oficiales pakistaníes negaron
dicha conexión. Sin embargo, queda claro que Pakistán ganaría
mucho al tener rutas de comercio terrestre y aéreas seguras a Asia Central,
así como con la restauración de la preeminencia pasthún en
Afganistán.
Hacia febrero, las fuerzas talibanes se habían movido al centro del país,
donde ocuparon el cuartel central de las tropas del Hezb-i-Islami, lideradas por
el Primer Ministro Gulbuddin Hekmatyar. Este último había estado
bombardeando Kabul en un esfuerzo por derrotar al Presidente Rabbani, pero cuando
fue desalojado de sus posiciones perdió gran parte de su poderío
militar al tener que dejar abandonadas grandes cantidades de armas pesadas y aviones.
Inmediatamente, el Talibán atacó a la milicia pro-iraní Wahdat,
grupo shiíta que junto a Hekmatyar también habla estado atacando
Kabul. Durante marzo, los talibanes capturaron a su líder, Abdul Ah Mazan,
quien fue muerto a los pocos días circunstancias nunca aclaradas.
Una vez derrotados estos dos grupos, le tocó el turno a las tropas del
Presidente Rabbani, pero los talibanes se mostraron incapaces de consolidar sus
posiciones alcanzadas con tanta rapidez en las inmediaciones de la capital. Paralelamente,
su imagen ante la población se vio fuertemente dañada como consecuencia
de las muertes ocasionadas por su artillería, entre la población
civil de la ciudad. A pesar de esto, los ataques no cesaron hasta diciembre.
En el noroeste del país, el general Abd ar-Rashid Dostam continuó
fortaleciendo su posición en la zona de la ciudad de Mazar-i-Shariff. Con
la destrucción de Kabul, casi dos tercios de la población total
del país se encontraba viviendo en las zonas controladas por este general
de ascendencia uzbeka. Con un ejército bien armado de 60 mil hombres, Dostam
articuló relaciones económicas y diplomáticas con los países
vecinos de Afganistán. Para Pakistán e Irán, la autoridad
de Dostam les aseguraba un cierto grado de estabilidad para sus rutas de comercio
con Asia Central; además de un baluarte contra el fundamentalismo ultraortodoxo
de los talibanes.
Por otra parte, Ismail Khan —un estrecho aliado del Presidente Rabbani- había
logrado un significativo grado de normalidad en la zona de Herat, hasta principios
de septiembre, cuando los talibanes irrumpieron en la región e Ismail escapó
con sus hombres a Irán. A pesar de que la población de origen pasthún
era una minoría en la zona, la nueva administración Talibán
instauró una islamización forzada de la sociedad, en medio de un
ambiente cargado de tensión y sospecha. Esto provocó que en Kabul,
una furiosa muchedumbre atacara la embajada pakistaní (a quien se vinculaba
con el Talibán), lo que causó un deterioro de las relaciones entre
ese país y el gobierno central afgano.
En septiembre de 1996, la larga lucha por el poder entre las facciones armadas
afganas, pareció tomar un curso definitivo, luego de que las milicias talibanes
capturaran Kabul. A pesar de la naturaleza ultra fundamentalista del movimiento
Taliban, muchos tenían la esperanza de que su triunfo podía significar
el término de las luchas entre las diversas facciones, las cuales habían
provocado entre 25 y 45 mil muertes desde la caída del régimen comunista
en abril de 1992.
El Talibán comenzó dominando la sureña ciudad de Kandahar
y sus alrededores, para luego extenderse por casi tres cuartas partes del país.
Sus miembros provienen de las escuelas islámicas surgidas entre los refugiados
afganos residentes en Pakistán y se presume que tuvieron el apoyo de ese
país. Sin embargo, las autoridades pakistaníes siempre han negado
tal apoyo, pero la mayoría de los analistas internacionales duda de tal
versión, haciendo notar el gran soporte logístico y el sofisticado
equipo de comunicaciones que disponen los talibanes. Con más reputación
de estrictos observantes de la religión que experimentados en la administración
política, ofrecieron librar al país de la corrupción y el
caos que había florecido durante los años de la ocupación
soviética y que continuó después del retiro soviético
de Afganistán.
En junio, Gulbuddin Hekmatyar —cuyas fuerzas habían sitiado al gobierno
central en Kabul, hasta que fue desalojado de sus posiciones por el Talibán-,
se reconcilió con las fuerzas de Rabbani y volvió al gobierno como
Primer Ministro. Inmediatamente, intentó lograr una alianza con las fuerzas
del general Dostam, quien tenía su base en la norteña ciudad de
Mazar-i-Shanif y controlaba ese sector en forma independiente.
Después de una rápida ofensiva durante septiembre, los talibanes
capturaron la ciudad de Jalalabad (al oriente), conjuntamente con las provincias
de Nangarhar y Laghman. Con estos avances territoriales, la mayoría de
las zonas habitadas por afganos de ascendencia pasthuna ya estaban bajo el control
de los talibanes. La obtención de la principal ruta entre Kabul y Pakistán,
selló el destino del gobierno de mayoría tadjik del Presidente Rabbani.
De esta forma, el 27 de septiembre los talibanes entraron en Kabul, donde encontraron
una pequeña resistencia por parte de las fuerzas del gobierno. Su primer
acto fue ejecutar al último Presidente comunista, Mohammed Najibullah,
quien había estado viviendo como refugiado en las instalaciones de la ONU
en Kabul desde 1992.
Por su parte, el presidente Rabbani junto a otros altos miembros de su gobierno
se retiraron hacia el norte de Kabul; en tanto que sus fuerzas militares comandadas
por Ahmad Shah Masoud tomaron posiciones en el valle de Panjshir. En octubre,
Masoud y otras pequeñas milicias que alguna vez formaron parte del gobierno
central, formaron una alianza militar con el general Dostam. En los últimos
días del año, se informó que los talibanes habían
capturado una estratégica base aérea de la oposición armada,
ubicada al norte de Kabul. Desde su primera aparición, el Talibán
fue apoyado por muchos afganos comunes que acogieron entusiasmados su promesa
de restaurar una vida normal luego de años de guerra civil.
Sin embargo, es entusiasmo popular comenzó a diluirse pronto, cuando sus
ataques con cohetes comenzaron a provocar numerosas muertes entre la población
civil de Kabul. Paralelamente, en todas las zonas controladas por los talibanes,
se instauró un riguroso orden social islámico riguroso, que insistía
en que todos los hombres se dejen crecer largas barbas; mientras que las mujeres
tenían prohibido trabajar fuera de sus hogares y recibir educación.
El cumplimiento de estos y otros rigurosos preceptos islámicos —rechazados
públicamente incluso por países como Irán- se aseguraba mediante
castigos, que consistían en amputaciones y ejecuciones públicas.
Estas graves violaciones a los derechos humanos, le valieron al gobierno Talibán
la condena y rechazo de la mayoría de la comunidad internacional.
En 1997, Afganistán tiene dos gobiernos de facto. El primero es el de los
talibanes —reconocido internacionalmente por Pakistán, Arabia Saudita y
Emiratos Árabes Unidos- el cual ejerce su poder en casi dos terceras partes
del territorio, principalmente en el sur, incluyendo Kabul. El Talibán
reconoce como líder a Mohammed Omar Akhund, quien recibe el título
honorífico de "comandante de la fe". Sin embargo, su gobierno se reúne
en Kandahar bajo la dirección de un consejo interino encabezado por Mullah
Mohammad Rabbani, el cual puede ser reconocido como la cabeza del gobierno Talibán.
El segundo gobierno afgano -considerado la "oposición "- se agrupa bajo
el mando político de Burhanuddin Rabbani y controla el tercio restante
del territorio, especialmente en la zona norte (no pasthún) del país.
Interesante resulta el hecho de que el representante de Rabbani es reconocido
como el delegado de Afganistán en la ONU; en tanto que la Conferencia de
Países Árabes considera vacante el puesto afgano. En mayo, la oposición
sufre una grave división cuando el partido Jumbish-i-Milli obliga al general
Dostam y sus seguidores a abandonar su fortaleza en la ciudad de Mazar-i-Sharif
El líder de la guerrilla uzbeka —que había usado su milicia para
derrocar al gobierno comunista en 1992- es desplazado por uno de sus propios generales,
Abd al-Malik Pahlawan, el cual se vuelve en su contra. Dostam huye a Turquía,
mientras Pahlawan abre la ciudad a las fuerzas talibanes. Da la impresión
que el último gran centro de resistencia a las fuerzas talibanes es tomado,
lo que provoca el reconocimiento casi inmediato de la legitimidad del gobierno
Talibán, por parte de Pakistán. Sin embargo, al cabo de unos días
Pahlawan cambia de bando nuevamente y los talibanes son obligados a sitiar la
ciudad, comenzando una sangrienta batalla en la cual miles de ellos son tomados
prisioneros. Durante julio y a instancias del representante especial de la ONU
para Afganistán, se da inicio a conversaciones tendientes a conformar un
gobierno nacional anti-talibán, con capital en Mazar-i- Sharif El ex Primer
Ministro del gobierno dirigido desde Kabul por los Talibanes en septiembre de
1996, Gulbuddin Hekmatyar, no es incluido. Por su parte, Burhanuddin Rabbani es
confirmado en el cargo de Presidente, mientras que se constituye un gabinete de
tecnócratas encabezados por Abd ar-Rahim Ghafuzai (quien muere en septiembre
en un accidente aéreo). Más importante que lo anterior, resulta
el nombramiento de Ahmad Shah Masoud como ministro de Defensa y el de Pahlawan
como ministro de Asuntos Exteriores.
En la práctica, este gobierno resulta más efectivo que la simple
alianza militar del norte en su esfuerzo por recuperar Kabul. La revigorizada
alianza norteña agrupa ahora a las fuerzas de Pahalwan, Masoud y a las
milicias shiítas hazaras, las que actuando coordinadamente logran hacer
retroceder a los talibanes hasta las puertas mismas de Kabul. Cuando un segundo
ataque talibán contra Mazar-i-Sharif es rechazado, el general Dostam regresa
de Turquía y Pahlawan debe huir de la zona.
La situación hacia finales de año es mucho más clara que
al principio. Afganistán se encuentra dividido a lo largo de las fronteras
étnicas: los pasthunos al sur y el este, unificados bajo el gobierno Talibán;
mientras que al norte están los tayikos, uzbecos, turmenos y hazaras, bajo
el gobierno de la Alianza del Norte.
Entre los países vecinos, Pakistán es el único que simpatiza
con los talibanes y de hecho hay sólidas sospechas de que es un proveedor
de material y apoyo logístico. Por su parte, Irán continúa
alineándose con los hazaras y los tadjikos de habla persa que forman parte
de la Alianza del Norte, principalmente debido a las grandes diferencias ideológicas
y religiosas que sostiene con los talibanes de tendencia sunnita. Mientras que
el resto de los países musulmanes de Asia Central (Tadjikistán,
Uzbekistán y Turkmenistán) se mostraron abiertamente alarmados por
la casi victoria de los talibanes, especialmente las autoridades locales de Dushanbe
que ven en los refugiados afganos un factor de inestabilidad para el frágil
equilibrio político de Tadjikistán.
Finalmente, las agencias internacionales de ayuda como la Cruz Roja, Médicos
sin Fronteras y Amnistía Internacional, manifestaron su preocupación
por el grave deterioro de los derechos humanos en las zonas controladas por los
talibanes. La severa implantación de la ley islámica significa en
la práctica miles de azotamientos y apedreamientos públicos cuyo
objetivo es castigar las faltas. Las principales víctimas de este régimen
son las mujeres, las cuales tienen prohibido trabajar fuera del hogar, estudiar
o salir a la calle sin la compañía de un pariente masculino.
En 1998, los éxitos militares del gobierno Talibán parecen llevar
a Afganistán a tener una autoridad política unificada, situación
que no se daba desde la invasión soviética en 1979. Sin embargo,
esta consolidación del poder Talibán provoca una fuerte tensión
internacional, especialmente por el riesgo de una desestabilización entre
los países musulmanes de la región.
En febrero se produce un fuerte terremoto en la zona de Rustaq, provincia de Takhar
(frontera con Tadjikistán). Los informes señalan que cerca de 4.000
personas pueden haber muerto. Un segundo terremoto vuelve a sacudir el área
durante mayo, provocando la muerte de más de 5.000 personas, según
reportes de organizaciones de ayuda internacional.
Las restricciones talibanes al derecho de las mujeres a trabajar y educarse, provocan
la condena de la ONU y otros organismos internacionales. En junio el gobierno
cierra las escuelas privadas para mujeres que existían en Kabul, incluyendo
los programas de entrenamiento profesional. Un mes más tarde, la Unión
Europea suspende la entrega de varios millones de dólares destinados a
los proyectos de ayuda sanitaria, educacional y social; en represalia por las
medidas adoptadas por los talibanes contra las mujeres y por el desvío
de estos fondos para gastos militares. Obligados a desarrollar sus actividades
fuera de la ciudad, la mayoría de los organismos humanitarios internacionales
opta por abandonar Kabul, antes que cumplir las órdenes de los talibanes.
En agosto, la ciudad de Mazar-i-Sharif (centro de la resistencia anti-talibán)
cae en manos de los talibanes, con lo cual se rompe el estancamiento que había
sufrido la situación político-militar, en favor del gobierno Talibán.
Luego de la caída de esta importante ciudad, las tropas hazaras se retiraron
hacia Bamiyan, su fortaleza en el centro de Afganistán. Por su parte, las
fuerzas tadjikas lideradas por Masud continuaron resistiendo en las áreas
montañosas del norte de Kabul. A mediados de septiembre, los talibanes
lograron derrotar a los hazaras y toman Bamiyán, con lo cual pasan a controlar
el 90% del territorio afgano.
Internacionalmente, el ahora llamado Emirato Islámico de Afganistán
(gobierno Talibán) es reconocido por Pakistán, Arabia Saudita y
los Emiratos Árabes Unidos; mientras que el resto de los países
y la ONU continúan considerando al Estado islámico de Afganistán,
(gobierno de Burhanuddin Rabbani) como el legitimo representante del pueblo afgano.
En el frente interno, la consolidación de la autoridad del gobierno Talibán
(étnicamente Pasthún y religiosamente Sunnita) agravó las
tensiones entre los afganos de origen pasthuno y los otros grupos étnicos.
Además, esto mismo aumentó las diferencias con Irán (shiíta)
que ha apoyado desde el principio a las fuerzas anti-talibanes. Cuando las fuerzas
talibanes se retiraron de la ciudad de Mazar-i-Sharif en 1997 —luego de unos días
de ocuparla- miles de sus miembros fueron capturados y asesinados sumariamente,
tal como lo revela posteriormente el descubrimiento de numerosas tumbas masivas.
Entonces, el gobierno Talibán acusa del hecho a las tropas hazaras, las
cuales son apoyadas por Irán. Desde entonces, los iraníes son considerados
enemigos por parte de los talibanes.
Por ello no extraña que durante la captura de Mazar-i-Sharif en agosto
de este año, nueve funcionarios diplomáticos iraníes del
consulado en esta ciudad fueran asesinados por los talibanes. Ante ello, Irán
responde con la concentración de 20 mil efectivos militares en la frontera
común; mientras que en medio de la creciente tensión, funcionarios
talibanes no vacilan en expresar que están dispuestos a bombardear las
ciudades iraníes cercanas a la frontera
En mayo de 1999, los talibanes fueron acusados de dirigir una campaña anti-shiita
en la ciudad de Herat, pero el ministro de Información del régimen
respondió que su gobierno solamente había suprimido una conspiración
pro-iraní en la ciudad.
Los talibanes también fueron acusados de destruir muchos pueblos, con el
objetivo de hacerlos inhabitables. Hubo reportes que señalaban que otros
100.000 refugiados civiles habían sido desplazados hacia el valle del Panjshir,
donde se esperaba que —junto a las tropas de Masoud- enfrentaran escasez de alimento
y agua.
Los países vecinos instaron a las partes en conflicto a encontrar un arreglo
pacífico, llamado que reflejaba la preocupación común que
existía entre los líderes de las repúblicas centrales asiáticas,
por la amenaza que representaba el fundamentalismo islámico talibán
y los antagonismos étnicos, a su propia estabilidad como naciones.
Turkmenistán intentó establecer su neutralidad, al abrir conversaciones
directas con el gobierno Talibán y ofreciendo en febrero su capital, Ashjabad,
como sede para iniciar conversaciones de paz para poner fin a la guerra civil
afgana. Las conversaciones de Ashjabad, patrocinadas por el enviado de la ONU
Lakhdar Brahimi, lograron reunir al general Masoud con los representantes del
gobierno Talibán. Una segunda ronda de conversaciones en marzo, produjo
un principio de acuerdo, pero la pregunta crucial de quién iba a ejercer
la autoridad en el país aún no estaba resuelta.
Las fuerzas de oposición y las Naciones Unidas, apoyadas por la mayoría
de los gobiernos de la región, abogaron por crear una coalición
de unidad nacional para dirigir el gobierno, pero los talibanes insistieron en
que el país debía estar unido bajo la autoridad de su líder
supremo, Mullah Mohammad Omar. Dadas estas posiciones, en abril un portavoz del
gobierno afgano declaró que el régimen talibán daba las conversaciones
como fracasadas. Por su parte, las declaraciones públicas oficiales del
gobierno de Uzbekistán que demostraban solidaridad con la posición
iraní anti-talibán; eran equilibradas con acercamientos diplomáticos
hacia el régimen afgano. Este país también organizó
una serie de rondas diplomáticas en su capital Tashkent, entre un grupo
de países de la región, las cuales fueron patrocinadas por Naciones
Unidas en julio de 1999 y llamadas del "seis más dos". En ellas participaron
seis estados vecinos de Afganistán (Pakistán, Irán, Turkmenistán,
Uzbekistán, Tajikistán y China) además de Estados Unidos
y Rusia. Esta conferencia incluyó reuniones cara a cara entre los talibanes
y representantes de la oposición armada, pero no se pudo obtener ningún
progreso tendiente a alcanzar un acuerdo.
En marzo, comenzaron a retornar al país los funcionarios no afganos de
las Naciones Unidas, los cuales habían sido evacuados después de
las intensas protestas y hostigamientos a que fueron sometidos por parte de los
talibanes, en respuesta al ataque estadounidense con misiles (agosto 1998) contra
supuestos campamentos de enfrenamiento terrorista liderados por Osama bin Laden.
Estados Unidos acusa a este millonario saudita de usar Afganistán como
base operaciones al para organizar ataques terroristas contra intereses estadounidenses,
incluyendo los atentados cometidos contra las embajadas estadounidenses en Kenya
y Tanzania. Ante esta presión, las autoridades afganas rechazaron extraditar
a Bin Laden, actitud que fue tomada como un apoyo tácito al mismo. En julio,
el Presidente estadounidense, Bill Clinton firmó una orden que impuso sanciones
económicas y comerciales contra el régimen talibán, por el
apoyo (o al menos protección) que daba a Bin Laden y su red terrorista.
EE.UU., ya no puede controlar a los talibanes entonces necesita enfrentarse para
poner en el poder a alguien que le convenga y mantenga sus intereses.
Conclusiones
La invasión soviética de Afganistán en 1979 en plena guerra
fría llevó a EE.UU., junto con sus regímenes musulmanes aliados,
a crear, organizar y financiar una guerrilla islamista, en ferviente oposición
ideológica con el comunismo, que luche contra los soviéticos. Reclutados
en todo el mundo árabe y musulmán, y adoctrinados por Arabia Saudta
en torno a una concepción islámica radical de la 'guerra santa',
los combatientes islámicos en Afganistán, entre los que se contó
Osama Bin Laden, van a ser los aliados de EE.UU. en esa guerra contra la URSS.
Pero esa experiencia va a ser el germen de la radicalización de esos veteranos
de la guerra de Afganistán que, adoctrinados en un Islam rigorista e intransigente,
vivirán la exaltación de la victoria del Islam sobre el comunismo
y la experiencia del triunfo a través del combate. Cuando vuelvan a sus
respectivos países van a rechazar la moderación de las grandes organizaciones
islamistas, donde podrían integrarse, y van a nutrir las ramas radicales
y violentas. La evolución del orden internacional desde el fin de la bipolaridad
va a traer consigo importantes cambios en el Próximo Oriente que van a
fomentar la frustración y el desamparo de las poblaciones de esta región,
a la vez que se va a acrecentar la intervención e influencia exteriores;
lo cual no sólo va a ser el siguiente caldo de cultivo del extremismo de
esos grupos radicales, sino que también va a desplazar su atención
hacia Occidente y EE.UU. de manera particular.
Desde la guerra del Golfo, muchos regímenes árabes despóticos
cuentan sobre todo con el apoyo occidental para su supervivencia, mientras desprecian
cualquier idea de democracia y respeto de los derechos humanos y depredan la economía
de sus países, sometiendo a sus poblaciones a una situación socio-económica
muchas veces intolerable. Además, se prolonga un embargo genocida contra
el pueblo iraquí porque su dictatorial régimen no cumple las resoluciones
de la ONU (lo que está dando a Saddam Husein una gran impunidad, a la vez
que se ha convertido en Estado paría a un país clave de la región).
En tanto, los palestinos no consiguen la más mínima presión
para que se aplique el derecho internacional y se ponga fin a la ocupación
militar y colonialista que padecen. Y la situación de extremo sufrimiento
de la población palestina a la que se está llegando en los últimos
meses ante la pasividad estadounidense, occidental en general y árabe,
tiene unas enormes implicaciones en el sentir del mundo musulmán.
A esto se podría añadir la tendencia a mantener en el aislamiento
y bajo la sospecha a Irán en vez de apoyar a los reformistas y sus esfuerzos
por liberalizar su sistema político, cuya influencia para la estabilización
de la zona sería clave; el repugnante régimen talibán logra
día a día sobrevivir entre otras razones porque prevalece su alianza
estratégica con Pakistán y Arabia Saudita, que son a su vez dos
piezas de la estrategia norteamericana en la zona.
Es decir, la política en el Próximo Oriente se pudre día
a día y crece el sentimiento de desamparo, terrible injusticia y frustración
en sus poblaciones. Pero junto a ello, se retroalimentan también esos grupos
minoritarios pero muy extremistas que conciben su lucha contra quien identifican
como su enemigo a través de un repugnante e inadmisible recurso al terrorismo.
Queda por ver definitivamente quién está detrás de la espantosa
acción terrorista que ha tenido lugar el 11 de septiembre en EE.UU., pero
de todas formas es necesario poner los medios para dar fin al veneno de los movimientos
extremistas en el mundo musulmán.
Para ello, el antídoto es modificar la situación en esta parte del
mundo y el papel que EE.UU. y el mundo occidental desempeñan en él,
empezando por resolver la situación de los palestinos, apoyando la democratización
y el respeto de los derechos humanos, y rehabilitando la condición cultural
y civilizadora de la dimensión musulmana e islámica, que tienen
estas poblaciones, en lugar de estigmatizarlas globalmente como incompatibles
con el mundo occidental.
Para ampliar la información
http://www.rnuslindirectory.Co.uk/Islarnic History Sourceboock
http ://www.Fordham.Edu/halsall/islam/ Modern History Sourcebook
http ://www.forharn.Edu/harsall/mod/ Muslim History
http://www.rnuslimhistory.ooit.com/ Libraary of Congress- USA
http ://icweb2.Loc.gov/frd/cs/cs home.html.
http://www.av.af.mil/av/database/projects/ay 1995/acsc/95 -002/chap2/over 2 .htm
http:// www.hrw.org
http://www.state.gov
http://www.feer.com