Apuntes sobre el futuro
Fernando Buen Abad Domínguez
Rebelión
Emiliano Zapata fue asesinado el 10 de abril de 1919. Nada hay más
inquietante o enigmático que esos diálogos espejíneos ,visibles e invisibles,
trenzados entre la Vida y la Muerte, como garantía de la memoria y el futuro.
Nada más sobrecogedor y problematizante que esa red de fuerzas miméticas
descomunales empeñadas en abrir o cerrar ciclos. Lo terminal se trasmuta en
futuro y morir suele ser otra forma de existencia. Diálogo - fusión entre lo
particular y lo general para que la totalidad borre fronteras como en una
fiesta-sintesis donde los invitados intercambian posiciones. La muerte de
Emiliano Zapata es el nacimiento de muchísimas potencias que se expandieron
históricamente para estanciarse en nuestro destino como imagen paradigma
detonante del yo más profundo. Zapata caudillo y mito, consagró con su muerte
los argumentos particulares y colectivos más inalienables de la dignidad
fundamental para la existencia. Puso la vida por medio y se entregó al futuro
para "que no gane el silencio". Puso la muerte como garantía para hacer
estallar en millones de imágenes su lirismo épico revolucionario, más vivo que
nunca. Por el pasado, por el presente y por el futuro.
Nada de lo que Emiliano Zapata propuso e hizo puede explicarse con
reduccionismos arribistas. Su historia no es atomizable al calor de
explicacionismos caudillistas, iluminismos mesiánicos o protagonismos
estatuarios. Su historia es tan particular como colectiva. Traslucen un mismo
espíritu y genio que sintetiza lo arquetípico con lo estratégico. Las balas
con la fecundidad de la tierra, el amor con la disciplina militar. De ida y
vuelta conocer a Zapata implica conocer su entorno y totalidad. No hay en su
biografía, ni en su contexto elemento omisible. Ambos sudan el mismo drama,
respiran el mismo fulgor mágico y generan las mismas interrogantes o certezas.
Zapata es México y América, ambos son Zapata porque contienen el mismo drama
interno del desgarramiento producido por despojar de su tierra a los hombres y
despojarlos de su sacralidad, su identidad y su trascendentalidad. Drama
vigente y galopante cuya amenaza ideológica sigue siendo distanciar a las
sociedades de su tierra, fertilidad y maternidad sagradas. Amenaza engendrada
por la pleitesía a lo industrial empeñado en transferir riquezas colectivas a
bolsillos de invasores extranjeros. Desde Cristóbal Colón hasta Wall Street.
Emiliano Zapata nació en San Miguel Anenecuilco, Morelos, el 8 de agosto de
1879. Anenecuilco significa "lugar donde las aguas se arremolinan". Con la
imagen de Zapata ocurre lo mismo que con todas las imágenes que los pueblos
atesoran como paradigma y patrimonio exclusivo. Existe una implacable
tendencia que no cesa en su intento por apropiarse de todo cuanto posee
significación popular profunda, para tergiversarlo y volverlo fetiche de
silogismos demagógicos. Es un intento permanente por diluir la fuerza,
tendencia y permanencia de los discernimientos más nítidos para la dignidad,
el futuro y la libertad, a cambio de esclavitud, usurpación y miseria. La
historia da cuenta de sucesos escandalosos en los que el crimen la impunidad y
la desolación dejaron en el desamparo más inimaginado a los indígenas y
campesinos de América. Historia de guerras étnicas sucias que jamás ha logrado
contabilizar con precisión el número de muertes humanas, culturales y anímicas
producidas. Hay países, pueblos y regiones propiedad histórica de indígenas y
campesinos, en franca extinción y nadie parece inquietarse seriamente. Ni los
estadistas ni los ecologistas.
Zapata, su pensamiento, palabra y obra, propusieron para la Revolución
Mexicana un movimiento de recuperación integral que repusiera de una vez por
todas, en el más ámplio espectro de su significación, la dignidad orgánica de
una sociedad victimada por los designios del robo organizado. Gubernamental y
empresarialmente.
Zapata alertó a la historia sobre el exterminio desaforado y sobre la
usurpación galopante. De la tierra, de la cultura y del espíritu. Usurpación
que fracturó la vida desarrollada por pueblos cuya evolución particular fincó
sistemas autónomos de sobrevivencia y cuyo destino no podía ni debía ser
dirimido por intereses foráneos. Fractura de lenguas, mitos, y dioses. Es
decir aniquilamiento del espíritu. El gran desafío de Zapata rebazaba lo
estrictamente político-jurídico en la tenencia de la tierra. En su obra esta
implícita y explícita la búsqueda de la reivindicación y re apropiación de
todo cuanto fue, y es, propiedad del que la trabaja. Tierra, hierofanías,
magia: la vida misma.
Zapata no puede ser visto como caudillo "inspirado" que trató de redimir a una
masa de "muertos de hambre", dándole a cada quien "premios de consolación"
existencial en parcelas cultivables. Zapata es en todo y en último caso, hito
o síntesis de lo que un pueblo piensa y siente ante las desgracias que
presencia y las calamidades de su indefensión. Zapata aporta al movimiento
agrarista revolucionario, el talento sintético-logístico de un estratega recio
y entregado a sus principios. Esos no son dones de privilegios mesiánicos, es
nada menos que la conjugación de toda una historia fraguada cotidianamente en
el pensamiento popular que un día se decidió a resarciese de tanta injusticia.
Zapata no es un santo, es hombre de carne y hueso, indígena, campesino,
inteligente, autogestivo y revolucionario. Virtudes todas inadmisibles para el
explotador. Hoy todavía sorprende a muchos que los indígenas y campesinos sean
inteligentes, que quieran la libertad y tengan propuestas independentistas.
Siempre se sospecha que alguien los asesora.La vitalidad e inteligencia de
Zapata ofendió y ofende a los que se sienten superiores, encerrados el sus
palacios urbanos de cristal progresista. A quienes creen que todo lo rural es
inferior, atrasado y sucio. A esos que ven en los indígenas y campesinos sólo
fuerza de trabajo hambrienta y miserable que por "ignorantes" se les puede
engañar haciéndolos trabajar a cambio de limosnas. Como parias con costumbres
avejentadas y mal olor a quienes se puede explotar impunemente porque no saben
siquiera protestar. Se les considera "casi bestias" cuyo destino es trabajar
para producir alimentos que los matan de hambre. Animales, creian los
evangelizadores que eran los indígenas. Hoy la cosa es parecida.
En 1910 Emiliano Zapata reparte tierras entre los campesinos de Anenecuilco.
"Unos cuantos centenares de grandes propietarios han monopolizado toda la
tierra laborable de la República; de año en año han ido acrecentando sus
dominios, para lo cual han tenido que despojar a los pueblos de sus ejidos o
campos comunales y a los pequeños propietarios de sus modestas heredades. Hay
ciudades en el Estado de Morelos, como la de Cuautla; que carecen hasta del
terreno necesario para tirar sus basuras, y con mucha razón del terreno
indispensable para el ensanche de la población . Y es que los hacendados, de
despojo en despojo, hoy con un pretexto, mañana con otro, han ido absorbiendo
todas las propiedades que legítimamente pertenecen y desde tiempo inmemorial
han pertenecido a los pueblos indígenas, y de cuyo cultivo éstos últimos
sacaban el sustento para sí y para sus familias" General Emiliano Zapata , (
Fragmento de la carta dirigida a Woodrow Wilson presidente de E.E U.U. de 23
de agosto de 1914 ) Para los indígenas y campesinos mexicanos, como para
cualquier cultura, la relación con la tierra posee profundidades arquetípicas,
sociológicas, económicas, políticas y religiosas tan importantes como
inabarcables. Intentar una expedición al pensamiento indígena para desentrañar
el correlato tramado en torno a la tierra, sus demandas y frutos, implica
activar un sistema de comprensión capaz de expandir integralmente, los flujos
y reflujos de imágenes, nociones e intuiciones cuyo carácter totalizador
obliga a entender que de la fecundidad telúrica a la intrauterina, pasando por
el asombro ante los ciclos cósmicos y las festividades rituales, se da un
mismo impase perturbador que restituye en su magnificencia todo el respeto
ceremonial por la vida en cada una de sus expresiones.
La culturas prehispánicas tuvieron en la actividad agrícola uno de los ejes
más impresionantemente fantásticos de producción y reproducción arquetipica
que es diálogo con las potencias de la naturaleza. La tierra madre es el
vertedero de prodigalidades en cuyo comportamiento es discernible el
comportamiento del universo entero. Cada ciclo de fertilidad pulsa el ritmo
del trabajo. Quien labra la tierra penetra en los secretos más íntimos de un
misterio que ante sus ojos se abre permanentemente, para recordarle que todas
esas fuerzas conmueven un modo de ser accidental, potente y potencial que pide
respeto ritual y asimilación mimética con cada elemento. Trabajar la tierra es
trabajar en el espíritu. Por eso las herramientas o artefactos que sirven para
las faenas agrícolas, están tocados por la inercia magnética de eso hilos
sagrados que establecen, entre la vida del labriego y la vida de su cosecha,
solidaridades ancestrales. Ambos son alimento del mismo destino.
Todos los elementos se subordinan a ésta actitud de re ligar. Del sol al
viento, de lo vegetal a lo animal. La tierra da soporte, cobijo, estancia.
Prodiga y castiga. Nada hay que pueda negársele y por eso la ofrenda de
sacrificios no tiene límite. Todo le pertenece tarde o temprano y la tarea
fundamental del que labra es la de un sacerdote. Su misión es cuidarla y
atender todas las exigencias de esos partos magníficos que se trasmutan en
sobrevivencia. El carácter sacerdotal del labrador es arquetipico. Es
irenunciable y exige entregas absolutas, expresadas con ese silencio
contemplativo y asombrado que suelen desarrollar indígenas y campesinos.
Silencio de sumisión ritual, a su modo ofrenda y canto ante la magnificencia.
Silencio dignidad litúrgica natural indisociale de sus pensamientos.
Quien cultiva la tierra posee sistemas de análisis y síntesis capaces de
interconectar operaciones perceptivas e intuitivas delicadísimas, con
pulsiones laborales extenuantes. Leen el sol, la lluvia, la fertilidad, los
equinoccios y las calamidades con el olfato agusadísimo e inefable de todas
sus relaciónes ritual-intuitivas. Individuo y naturaleza son uno mismo, se
animan con las mismas sustancias mágico genealógicas que se comparten la
totalidad como requisito primigenio de identidad cósmica. Diálogo entre la
vida y la muerte que en el protagonismo sacerdotal se sintetiza a sí, para
engendrar las formas más puras de la poesía. Poetas en las luchas de la
existencia, sacerdotes en el misterio de la creación, guerreros de la
fertilidad, hijos de la tierra. Zapata era de esa estirpe. "El niño a quien
empezaron a llamar Miliano, escucharía los consejos que junto al Tlecuil
relataban las madres y las abuelas a los pequeños, mezclando los mitos
indígenas y los ogros de lejanas tierras" ( Jesús Sotelo Inclán ) En México
estallaron muchas Revoluciones simultáneas y consecutivas. Entre otras la
Revolución de la clase burocrática que desplazó a Porfirio Dias para instaurar
"otra dictadura de partido". La obrera que tuvo soportes conceptuales y
estrategicos particulares, La "ilustrada" que produjo rebatingas
extraordinariamente necias. Y la campesina que tuvo logros fundamentales y que
por eso fue sofocada a punta de traiciones institucionales. País fragmentado
en intereses discímbolos y culturas antitéticas, donde cada grupo hegemónico
ha querido ensayar el modelo de paraíso que se le entoja. País de culturas
rotas en millones de particulas poblacionales que, sin saberlo unas o
aceptarlo otras, tienden a fundirse atraídas magnéticamente por el imán
descomunal de la historia. El clima feudal en que se desenvolvió la lucha
zapatista estaba, como está hasta ahora, intensamente preñado por múltiples
presencias imágenes y resonancias del pensamiento mágico. México entero se
sacudió con el advenimiento de "la modernidad". Con la transfiguración
apresurada del rostro rural nacional en rostro maquillado con progreso.
Colisión y sacudida que no produjo simbiosis porque los móbiles o fines eran
repetición de malabarismos, farzas y usurpaciones autoritarios como siempre.
El porfirismo garntizaba sus empeños para inventar un país pintoresco,
atractivo para las inversiones extranjeras, decorado con "buen gusto", educado
en las tradiciones europeas pero, sobre todo, rico en materias primas y mano
de obra barata, desorganizada, desarticulada emocional o espiritualmente e
ideológizada con el cuento del extranjero que vendra a redimirlo todo. Fue un
choque frontal con tradiciones culturales ancestrales. Choque con las
estructuras religiosas y los muchos sincretismos llamados paganos. Con los aun
vivos conocimientos populares en materia de medicina, astronomía, filosofía y
ciencia política. Choque con un México cuya integridad nacional apenas se
entendía por ciertas escaramuzas jurídico-políticas, y en el que las
diversidades étnico- culturales pesaban mucho más que los intentos
integacionistas de algunos gobiernos. Era un repertorio multilingüistico,
multireligioso y multicultural esparcido en territorios donde el cultivo y la
fertilidad signaban las divisas fundamentales del desarrollo científico,
filosófico, artístico y político comunitarios. La historia de la conquista
trasplantada a la dictadura Porfirista que duró de 1877 a 1911. Más o menos 36
años en el poder.
La clase privilegiada a principios de siglo, europeizada, afrancesada,
españolizada, ilustrada, académica, positivista y con alcurnias tipicamente
virreinales, compartía canongías con un séquito clasemediero, mestizo,
arribista y conveneciero, que en su complicidad anidaba envidias revanchistas
que más tarde devendrína en una de las tantas Revoluciones Mexicanas: la
revolución (o mejor aun revuelta civil) de la clase media resentida comandada
por Francisco I. Madero. En el otro extremo de la realidad un pueblo sometido,
ninguneado, ignorado y condenado historicamente se dio al encuentro con su
Revolución. Todo parece indicar que sólo Zapata propuso un programa de
transformaciones independiente, sin contubernios con los poderes hegemónicos y
con una salida verdadera a los agobios colectivos. Hoy su Plan de Ayala sigue
tenendo vigencia. Ese movimiento agrarista que Zapata tomó como estandarte es
inentendible sin una aproximación al genio cultural de una nación, que en su
pluralidad, mantenía denominadores comunes en casi todas las esferas de la
vida cotidiana. De la idea de muerte simbiotizada entre alma genocida del
conquistador español y la muerte ritual indígena, al sentido del humor negro.
De las concepciones religiosas locales, las importadas por el Evangelio a las
fiestas ceremoniales del tequila y el balazo. De la organización social
experimentada por los pueblos prehispánicos al modelo feudal, de caciques y
terratenientes reyesuelos del terror y el asesinato impune. El pueblo
mexicano, indígena y campesino, constituyó un carácter peculiarísimo cuyos
distintivos propiciaron el quebrantamiento del orden impuesto, por los
extranjeros y por los mestizos amaestrados como capataces para obligar al
indio a rendir culto al padre extranjero y "chingar" a su madre tierra. En
México quiza por eso y entre otras muchisimas razones, la importancia de la
madre se extienda sobre la consciencia y subconsiencia sociales. Aveces como
herida honrosa que no deja de doler y sangrar. La Madre Virgen de Guadalupe,
La Madre Patria, La Madre Academá. Al respecto se ha estudiado el galimatías
socio-antropológico implicito en el tipo de insultos usados en México. Los que
se vinculan con la violación de la madre, la madre prostituta o la madre
ausente, implican casí instantanea y apocalipticamente la presencia de la
muerte, aunque por supuesto también exista una especie de sentido del humor
cinico que "goza su dolor" con risotadas o juegos de palabras (llamados
albures) donde penetrar o ser penetrado (ser chingón o ser chingado) son las
claves de cierta fatalidad en debate permanente.
Las preocupaciones de Zapata por la tierra no se pueden circunscribir a
disquisiciones exclusivamente políticas, económicas o antropológicas , por más
que en efecto de estas vertientes se haya desprendido muchas de las coartadas
estratégicas fundamentales del movimiento zapatista. Zapata entendía la
tierra, la historia, la realidad intelectiva del pensamiento mágico indígena,
la economía y sobre todo el futuro. Le eran propios, cotidianos e
inseparables. Todos los intentos por reducir a Zapata a los márgenes
explicacionistas que lo estereotipan como "líder campesino agrarista",
"pragmático de las armas", "estratega de las fuerzas indígenas" o prócer
iluminado con levitaciones redentoras, por más monumentos que erijan o más
avenidas que se bauticen en su nombre, son desviaciones reduccionistas
descontextualizantes que tienen por objeto ideológico tergiversar una realidad
irrebatible: Zapata era un mexicano perfectamente representante de todos esos
que exactamente como él, dieron la vida por defender la tierra. Representante
de un proceso total que es imposible reducir a la voluntad o carisma
individualista. Representante de una totalidad que no sólo incluye a los
humanos , totalidad de la tierra, de las tradiciones, la cultura y la magia
prodigiosa con que la naturaleza nos obsequia siempre. Zapata lo sabia.
"El espíritu no es como una veleta, o por lo menos no es tan sólo como una
veleta. No basta con decidir de repente entregarse a una determinada
actividad, ya que ésta entrega nada significa si uno no es capaz de expresar
objetivamente cómo llegó a tal decisión y en qué punto exacto era necesario
que estuviera para llegar a ella". Andre Breton. Incluso para la gran mayoría
de los intelectuales europeizados de su tiempo, Zapata fue un incomprendido.
Era tan popular, tan de la tierra, tan de lo primigenio que chocaba
brutalmente conta los refinamientos y estilizaciones, ciertamente burgueses,
de cuanto rufian amafiado en cúpulas intelectuales se dedicaba a adorar el
pensamiento griego o romano. De la poesía a las cátedras universitarias
emanaba un permanente recelo calumniador de todo cuanto significara
Revolución. Hubo epítetos de todo clibre e injurias sin pudor. Las cortes
dictatoriales de Porfirio Dias tuvieron en sus hijitos intelectuales a los
artífices de argumentaciones contrarevolucionarias equiparables al asesinato
de la libertad. Hoy todavía hay cuentas pendientes. Ni más ni menos, y pese a
la contundente presencia de lo rural o campesino en la conformación de las
ciudades poderosas, la indiferencia y la intolerancia enceguecieron a los
señoritos educados en Europa. La educación fue de privilegiados aspirantes al
control burocrático, quienes en la primera oportunidad que se presentó,
arremetieron en pos de los espacios dominantes, desde donde se erigió más
tarde un sistema de ideas reciclado tercamente hasta el presente. Fue sin
dudarlo uno de los golpes estrategicos más odiosos e inmisericordes que se
ocupó en educar a una nación entera con el mito de la ralidad positiva, la
reivindicación de la cultura grecolatina, la santificación de los academismos,
el humanismo universalista de los dominantes y por supuesto la integración
filosófico-jurídico-polituca del discurso modernista para una nueva nación
emergente donde no existian indios ni campesinos. Centralismos desaforados que
desplazaron los ejes de la supervivencia del campo a las oficinas, del arado a
las fábricas, del cultivo al confesionario y de la madre tierra al padrastro
Presidente Constitucional. Centralismo que comocionó la cultura con el asiento
de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial en zonas ceremoniales
superpuestas a las que el espíritu prehispánico forjo. Fue lo mismo que
construir iglesias encima de las piramides. Y museos encima de la memoria.
Pero lo hicieron antes y después. Centralismos cuyo eje tornó abstracto lo
vívido. Convirtió la justicia en edificios u oficinas, la alimentación en
promesas, la sabiduría de la madre tierra en "alma mater" universitaria, la
socializacion en elecciones y la libertad en saliva. Se suplantó la legitima
propiedad de la tierra con ineficiencia patronal que hasta la fecha tiene en
la peor de las crisis, y de las verguanzas, la producción agricola nacional.
Es decir se desgarró en vinculo indígena y campesino con la tierra, para
destazar el espíritu de una fuerza guerrera propietaria del país. Abel y Caín
se ven ingenuos. La generación de intelectuales incubados durante la dictadura
porfirista y los señoritos licenciados que llegaron al relevo
postrevolucionario, fueron incapaces de aprender siquiera lo elemental
propuesto por la verdadera Revolución gestada por Zapata. Hay que ver la
cantidad de maromas y manoseos que en la redacción de libros, documentos y
decretos, hantenido que hacer para mantener a todos desinformados y
desinteresados por los postulados básicos del pensamiento zapatista. Son
miles, y/o millones de páginas, ediciones y monumentos financiados por la
demagógia. Y es el mismo régimen de imposición ideólogica que está en crisis
desde siempre víctima de sus contradicciones, negaciones y traiciones. Se
inventó un nacionalismo contradiciones estilizadas bajo la mirada de un
exotismo disfrazado de amor patrio. Mitología de heroes sobre el caballo de la
usurpación. Por eso se han negado siempre a un debate nacionel abierto. Por
eso nadie los quiere.
Zapata "... era un hombre de piel oscura y rostro delgado, cuyo inmenso
sombrero a veces echaba tal sombra sobre sus ojos que no se le podían
ver...vestía una corta chaquetilla negra, un largo paliacate de seda de color
azul pálido, una camisa de pronunciado color lavanda y usaba alternadamente un
pañuelo blanco de franja verde y otro en el que estaban pintados todos los
colores de las flores. Vestía pantalones apretados negros, de corte mexicano,
con botones de plata cosidos en el borde de cada pernera" (Un agente
norteamericano.) En 1911 se lanza a la lucha revolucionaria agrarista en el
sur, con el objeto de la recuperación de la tierra. En noviembre proclama el
Plan de Ayala documento fundamental de sus ideas revolucionarias. "Para
extorsionar los hacendados se han valido de la legislación, que elaborada bajo
su gestión, les ha permitido apoderarse de enormes extensiones de tierras, con
el pretexto de que son baldas es decir, no amparadas por títulos legalmente
correctos. De esta suerte, ayudados por la complicidad de los tribunales y
apelando muchas veces a medios todavía peores, como el de reducir a prisión o
consignar al ejercito, a los pequeños propietarios a quienes querían despojar,
los hacendados se han hecho dueños únicos de toda la extensión del país, y no
teniendo ya los indígenas tierras, se han visto obligados a trabajar en las
haciendas, por salarios ínfimos y teniendo que soportar el mal trato de los
hacendados y de sus mayordomos o capataces, muchos de los cuales, por ser
españoles o hijos de españoles, se consideran con derecho a conducirse como en
la época de Hernán Cortes decir, como si ellos fueran todavía los
conquistadores y los amos, y los "peones"simples esclavos, sujetos a la ley
brutal de la conquista. La posición del hacendado respecto de los peones, es
enteramente igual a la que guardaba el señor feudal, el barón o el conde en la
Edad Media, respecto de sus siervos y vasallos. El Hacendado, en México,
dispone a su antojo de la persona de su peón;lo reduce a prisión, si gusta;le
prohibe que salga de la hacienda, con pretexto de que allí tiene deudas que
nunca podrá pagar; y por medio de los jueces, que el hacendado corrompe con su
dinero, y de los prefectos o "jefes políticos", que son siempre sus aliados,
el gran terrateniente es en realidad, sin ponderación, señor de vidas y
haciendas en sus vastos dominios" Emiliano Zapata, ( Carta al presidente
Wilson op cit.)
La Revolución Mexicana, que es una y muchas a la vez, tiene con Emiliano
Zapata un sabor y definición sin los cuales se desdibujaría virtualmente todo
el movimiento de 1910. Zapata le aportó a la Revolución un sentido de
identidad cuya raigambre histórica conmovió y comueve hasta lo más profundo la
consciencia del país. En última instancia o en primera, la lucha del ejército
zapatista puso a flote el parámetro más ineludible de las verdades que
justificaron toda la gesta. Puso a prueba la capacidad de respuesta histórica
de un pueblo cargado con pendientes pesadísimos, que hasta el presente,
continúan siendo espejo y diagnostico de la realidad total. Lo que el
zapatismo demandó sigue siendo prueba de fuego para los regímenes político
administrativos que desde los albores de la Revolución repiten discursos
huecos sin atinar a resolver las causas profundas de tanta desigualdad e
injusticia. Zapata puso el dedo en una llaga abierta desde la conquista.
Releer el pensamiento de Zapata es constatar el grado de atraso y olvido que
de lo político a lo artístico mantienen sometido al indígena y al campesino.
Toda la parafernalia discursiva que en nombre de la democracia o de la
igualdad social se distiende históricamente, en México termina siendo una
farsa descomunal cuando se hacen los análisis más elementales sobre el reparto
popular de la riqueza nacional. Madero mintió como ha mentido el P.R.I. y la
carga histórica de tamaña desatención exterminadora pesa sobre la conciencia
de los mexicanos como lápida vergonzosa en la tumba de sus ideales.. Eso
retrata fielmente una parte de lo que es una sociedad y retrata fielmente la
dimensión de las calamidades que se avejentan entre los pobladores, sin que
aparentemente tenga atisbos de solución un rezago de tales magnitudes. A todos
envuelve esa responsabilidad histórica, a todos involucra esa realidad
inescondible que por más invisible que se la pretenda para ocultar el grado
del abandono, aparece y reaparece permanentemente con sus miles de imágenes
cotidianas. Mantiene presente en la memoria de todos el proceso gradual de un
exterminio que hace cómplices a todos hasta nueva orden.
" La Revolución es una súbita inmersión de México en su propio ser. De su
fondo y su entraña extrae, casi a ciegas,los fundamentos del nuevo estado.
Vuelta a ala tradición, re-anudación de los lazos con el pasado, rotos por la
Reforma y la Dictadura, la Revolución es una búsqueda de nosotros mismos y un
regreso a la madre. Y, por eso, también es una fiesta: la fiesta de las balas,
para emplear la expresión de Martín Luis Guzmán. Como las fiestas populares,
la Revolución es un exceso y un gasto, un llegar a los extremos, un estallido
de alegría y desamparo, un grito de orfandad y de júbilo, de suicidio y de
vida, todo mezclado. Nuestra Revolución es la otra cara de México, ignorada
por la Reforma y humillada por la Dictadura. No la cara de la cortesía, el
disimulo, la forma lograda a fuerza de mutilaciones y mentiras, sino el rostro
brutal y resplandeciente de la fiesta de la muerte, del mitote y el balazo, de
la feria y del amor, que es rapto y tiroteo. La Revolución apenas si tiene
ideas. Es un estallido de realidad: una revuelta y una comunión, un trasegar
viejas sustancias dormidas, un salir al aire muchas ferocidades, muchas
ternuras y muchas finuras ocultas por el miedo ser. ¿Y con quién comulga
México en esta sangrienta fiesta? Consigo mismo, con su propio ser. México se
atreve a ser. La explosión revolucionaria es una portentosa fiesta en la que
el mexicano, borracho de sí mismo, conoce al fin, en abrazo mortal, al otro
mexicano" Octavio Paz.
Pero la Revolución también fue pasión desatada ante la injusticia
consuetudinaria. Retemblar en su centro una tierra saturada hasta el hartazgo
con calamidades a mansalva que tiene por cliente preferido al más desprotegido
históricamente. La Revolución fue lucha organizada al fragor de un amor
apasionado por el punto final. Freno para una lista de atropellos impunes
repetidos estruendosamente sobre el rostro de los pueblos. La Revolución
también síntetizó vida y muerte que se regeneran en simultaneo para fecundar
el futuro de quienes quieren corregir el rumbo y poner en su sitio a los
verdugos sociales. Por eso uno de los símbolos más acabados en toda concepción
revolucionaria es la tierra. De ella deviene esa ciclicidad sintetizada entre
la vida y la muerte, ella nos la ofrece como garantía y todas sus lecciones
pesan sobre la consciencia y subconsciencia colectivas como mandato
irreductible que no tiene otra imagen, en la utopía como en la realidad, que
la imagen de la libertad. Es muy fácil engañarnos con romances verborreicos
sóbre la significación histórica y mágico ritual de la Revolución. Todos hemos
caído en tentaciones idealizantes que ponen al indio, al campesino y al
proletario, como materia de redención en los lavaderos históricos de las
culpas. De la academia a las urnas. Del muralismo pictórico mexicano al
vandalismo financiero. Pero la Revolución es un mandato mayor, es un arcano
fundamental que no obedece leyes racionalistas, ni a caprichos de "presición
ideológica". Las revoluciones se mueven con el pulso, cadencia y pálpito de
cada pueblo. Es éste quien determina los cómo, cuándo y porqué de cada acto.
No hay partituras para una Revolución. Las estrategias y las logísticas tienen
que ser leídas e interpretadas por la sensibilidad de quienes están intimamete
volcados con cada designo, matiz o pulsación de los grupos, su historia,
cultura, sacralidad y apuesta. Tal cual lo han hecho muchas revoluciones y tal
cual lo hizo el genio zapatista. Pero el drama más desgarrador, bomba de
tiempo, tuvo expresión en la Revolución mexicana por un conflicto de
discriminación, que llevó el resentimiento por el despojo a niveles de odio
que, como cáncer, se enquistaron en México desde los tiempos de la conquista.
La Revolución Mexicana, o más específicamente, la Revolución agrario-indígena,
anida en su razón de ser el veneno de la marginación, desarticulador de todo.
Los indígenas y los campesinos que se distinguen por grados muy particulares
de conformación cultural, arremetieron contra los poderes de una clase
gobernante dictatorial y soberbia, que pensó en un modelo de país en el que
quedaron excluidos sectores amplísimos del la sociedad. Se trata de un
conflicto por la desigualdad en la distribución y propiedad de la riqueza
nacional, pero se trata sobre todo de un conflicto en el que lo ideológico se
pone en crisis porque enfrenta concepciones generales diametralmente opuestas.
Mirar a los "indios" como mugrosos, retrógrados, bandidos, e infrahumanos, es
un hecho que se expresó siempre en todas las categorías de la vida grupal. Las
preferencias para impulsar servicios de salud, educación, trabajo y desarrollo
cultural, tuvieron siempre, como límite de casta, las fronteras de lo urbano,
tarde o temprano caldo de cultivo del poder capaz de sostener el poder
gobernante. Lo de afuera, lo extra urbano lo que no era copartícipe de las
ideas de progreso modernista, se miraron siempre con un recelo racista.
Patolandia. La dictadura feudal de Porfirio Días y lo que, más tarde Vargas
Llosa llamó dictadura de partido, refiriéndose al P.R.I., mantuvieron y
mantienen esa indiferencia demoledora que no es sólo interpretación para
regocijo de antropólogos. Es evidencia del olvido en inversiones públicas para
comunicaciones,hospitales, escuelas, iniciativas de producción agrícola e
impulso a las artes locales. Nunca ha habido asomos de igualdad que equipare
respetuosamente, sin subimaciones histericas, sin conmiseraciones, sin
dádivas, sin suficiencias paternalistas, el trabajo campesino, la vida
campesina, con cualquier otra forma digna de existencia. Es verdad que la
Revolución Mexicana fue, y es, reencuentro íntimo entre los mexicanos en
dimensiones de verdades profundas, y una de estas verdades es sin duda la
verdad del desprecio étnico. Los indios fueron vistos siempre como fuerza
laboral para la servidumbre, para faenas difíciles en tierras de "señores
hacendados", para hacer bulto en mítines de políticos golondrinos y en el
mejor de los casos como escenografía perfecta para teatros de limosnas que
lavan conciencias. Benito Juárez, paradigma cultural complejísimo, emergió en
el período preporfirista y demostró lo que para nadie debía se escandalo, pero
lo fue. Un indio oaxaqueño que sorprende porque es inteligente, porque
entiende el correlato de las fuerzas históricas nacionales e internacionales y
propone un modelo jurídico que transformó a la nación. El mayor pecado de
Juárez, más alla de sus errores conceptuales, fue demostrar, desde lo
intelectual hasta lo iconográfico cultural, que ese moreno, de estatura corta
con fisonomía y manera de hablar tan cercanas a la tierra, podía vencer a los
rubios franceses, monarcas prestigiados por las tradiciones más odiosas de la
cultura occidental. La Revolución fue en buena medida extensión de esa
confrontación sólo que esta vez fueron miles de "desarrapados" talentosos, con
la razón de su parte, los que demandaron respeto. Se les dijo, y dice hasyta
hoy, "indios igualados".
El desgarramiento impulsó a la Revolución se anima por la reposición de lo
hurtado. Del campo, los colores, la comida, de la sacralidad y los nombres. La
Revolución exigió respeto total por la dignidad y libertad de elegir cuanto
medio y modo la sociedad sea capaz de autogestar para resolver su futuro. La
Revolución propuso un rompimiento con ese paternalismo autoritario de los
poderosos que jamás creyeron suficientemente inteligentes a los locales para
gobernarse con éxito. Eso se ve hoy del F.M.I. al Tratado de Libre Comercio.
Hay puentes emocionales muy sensibles tendidos en la trama histórica de México
desde la conquista hasta el presente. Nadie que no desee hacerse ciego a las
realidades que han acompañado la historia mexicana, desde hace 500 años, puede
omitir de sus análisis el hecho de que indígenas y campesinos han sido
recluídos a un traspatio cultural. Para muchos son como "la loca de la casa" y
una especie de vergüenza social con la que no se sabe que hacer.
Lo evidencian los contenidos programáticos de la educación publica, lo
evidencia el discurso evangelizador, lo evidencia la demagogia gubernamental
encomendera y lo evidencian todos los estallidos violentos que se han
secuenciado permanentemente desde la muerte de Zapata. ¿Por qué los indígenas
no son funcionarios gubernamentales o universitarios. Por qué para ellos tener
títulos universitarios es casi imposible y cuando ocurre mueve a risitas
socarronas. Por qué no son actores protagónicos en las decisiones
trascendentales del país? Son preguntas que se hacen desde 1521 y que hoy
siguen sobre la masa.
Hubo y hay chistes donde los indios son invariablemente "ladinos " o tontos,
sucios o retrogrados, rateros e ignorantes. La palabra indio tiene
connotaciones peyorativas y una de las nociones del sufrimiento fatal se
resume en la expresión que manda al interfecto a que "sepa lo que es amar a
Dios en tierra de indios". En México hay tradición farandulera en la que no ha
faltado la figura de algun indio que es patiño de personajes urbanos, pareja
de otr indio más o menos igual de estúpido o sirviente-empleado doméstico que
no cesa en torpezas y grosería. Estereotipo de un insulto institucionalizado
culturalmente y al que la gente, las más de las veces, responde con cariño
lastimero.
Ser indio fue y es un estigma que no se lava aunque se integren al modelo de
pulcritud que se les exige generalmente y de inmediato para se aceptados. Ser
indio es sinónimo de todo lo que no se desea porque implica una marginalidad
inaceptable hasta para los punk. En una de sus acepciones la expresión "naco"
envuelve buena parte del ser y modo de ser ético, estético y filosófico del
indígena y el campesino. En cambio una revisión genealógica de las
descendencias respectivas en todos los funcionarios, presidentes, empresarios
y clérigos que han dominado a la nación, daría porcentajes de extranjerización
española o europea sobradamente sospechosa. No ilógica en un país colonizado,
si desequilibrada en un Estado democrático, si lo es.
México es un juego de espejos en el que todos se miran multiplicando una
imagen, que en su multiplicidad confunde a propios y a extraños. Casa de
espejos, cóncavos y convexos, estrambótica y surrealista en la que a fuerza de
reflejos todos tienen algo del resto, aunque les resulte incomodo aceptarlo.
Juego de espejos donde las imágenes se han negado a mirar, más alla de los
cuerpos, ese espíritu general que une a un genio guerrero y festivo que no
termina por madurar y hacerse cargo de su destino. Espejos de palindromas
exuberantes que lo mismo invierten las montañas y los mares que los
sentimientos y las calamidades. Espejos de viento volvanico uravanado por el
aletear mitici del aguila devorando a la serpiente. Espejo encantado con los
hechizos sistólicos y diástolicos de tanto corazón ofrecido en sacrificios
cotidianos para un amor ingrato y amargo capaz de estallar algarabias
tequileras al son del mariachi. País de espejos líquidos, terregosos, celestes
e infernales donde las escaramusas verbales se tiñen de machismo y sexo que se
cortan la yugular al primer desaire. País de subterfugios y exumaciones
poblado con pasadisos culturales donde cuaquier canción tiene vocación de
himno y cualquier amor exuda epopeyas. Todo por el mismo boleto y atorado en
la garganta que suelta alaridos rancheros con alma de tacos, frijoles y
chiles. La gente sigue adorando con nostalgia de paraíso perdido la moraleja
cinematógrafica de "Allá en el Rancho Grande", Jorge Negrete, Pedro infante y
los hermanos Soler, entre muchos otros, y contra el Zapata que desfiguró
Marlon Brando en el celuloide extravagante de la optica holliwoodense. País de
invisibles. " Hay, en primer lugar, la oposición entre lo invisible y lo
visible.La historia moderna del país, nos recuerda Benitez, conspiró
poderosamente para hacer invisible a la población indígena; primero, en el
hecho mismo de la conquista. Un pueblo derrotado, aveces, prefiere no ser
notado. Se mimetiza con la oscuridad para ser olvidado a fin de no ser
golpeado. Pero en seguida, el México independiente, amenazado por guerras
extranjeras y desmembramientos, debió reforzar "los sitios más amenazados e
importantes", convirtiendo en "tierras incógnitas" grandes fragmentos de
territorio. " Nadie sabia dónde estaban los huicholes, los coras, los pimas o
los tarahumaras, y a nadie le interesaba su existencia... ¿Cómo se harán
visibles ellos mismos? La respuesta es fulgurante y pasajera; se llama mito,
se llama magia, se llama tránsito hacia lo sagrado. ¿Puede significar también
un día, justicia?" Carlos Fuentes (Prólogo al libro "Los indios de México" de
Fernando Benitez.)
1914 , diciembre Emiliano Zapata y Francisco Villa se entrevistan en
Xochimilco. Ambos llegan con sus ejércitos a la ciudad de México. La lucha
revolucionaria de Zapata no pude ser definida como una lucha cuyo único
soporte es étnico o revanchista, por más que los componentes de segregación
racial se agreguen a los modos de explotación agraria dados en México durante
tanto tiempo. La visión de Zapata abarcó la totalidad de los problemas
históricos de su tiempo y jerarquizó urgencias a partir de ejes
político-económicos capaces de atinar la detonación de fuerzas movilizadoras
que no sólo se integraran al movimiento revolucionario y lo entendieran, sino
que le diesen el sentido, sabor y magnitud particular que por antecedentes,
situación actual y perspectivas la gesta requería. A la declaratoria "La
tierra es de quien la trabaja" correspondió coyunturalmente una secuencia de
acciones que son inseparables de su envoltura histórica. En todo caso no se
puede incurrir en la ingenuidad de suponer que el movimiento zapatista fuese
un movimiento unitario, consolidado conceptual y filosóficamente al estilo de
otras revoluciones sociales que carecen de la tradición indígena mexicana. El
Ejercito Liberador de la República Mexicana era un cuerpo armado
principalmente con fe. Su conformación reflejaba la propia de un país en el
que la diversidad cultural necesariamente impregna de diversidad todas sus
evoluciones. No se trataba de un ejercito con efectivos educados sobre
convenciones de guerra aceptadas internacionalmente, no era un ejercito de
relumbrón propicio para desfiles de lisonja, eran mujeres y hombres cansados
de la humillación histórica dispuestos, con una y otra manera de conciencia, a
enfrentar lo que viniera como viniera. Ejercito sin despliegues de armamento,
sin otro uniforme que el color de la piel, el brillo de los ojos, el olfato
intuitivo, el conocimiento del territorio y de la tierra. Los rasgos
rural-mexicanos de algunos atuendos y la convergencia en una filosofía de
lucha que se simbolizaba, sintetizaba y expandía al conjuro extralógico y
extracaudillista de la palabra Zapata. Ejercito de escaramuzas y tiroteos
convencidos de que la muerte podía ser la única manera de vivir dignamente.
Pero Ejército bien organizado con acuerdo en sus medios y modos aunque cueste
entenderlo. Ejercito de mujeres y hombre con la faz de la dignidad puesta a
flor de tierra para que ésta testimoniara, hasta las entrañas la entrega que
sus hijos sabían hacer para denderla. Tierra que recogió sangre, sudor y
lagrimas de gente verdadera cuya preocupación no estaba en apoderarse de la
silla presidencial ni del festín político Su preocupación era vivir en
libertad.
Zapata era un hombre silencioso, meditador profundo que dialogaba con la
mirada y que partía el aire con su gesto de gesta fecunda. Hombre investido de
un silencio que se rompía casi exclusivamente para explicar el sentido de la
lucha, y sitetizar en lo posible, el alma del movimiento que él comandaba
sostenido por miles de voluntades similares a la suya. Hombre de un silencio
que sabía romperse el amor "Miliano de por sí fue travieso y grato con las
mujeres" María de la Luz Y María de Jesús Zapata.
Hombre de silencio que detonaba en chispazos inteligentes, nítidos preñados
con el sabor de esas palabras convincentes, brutales y perturbadoras
obsequiadas por el alma de quien apuesta la vida para llegar hasta el final a
cambio de la verdad y la libertad. Silencio que reclama hechos. No deja de ser
paradógico y abismal , que de la conquista a la Revolución Mexicana y hasta
nuestras días, los gobiernos tengan como primera respuesta ante los miles de
conflictos que registra la historia, un llamado al diálogo.Para los indígenas
la forma más íntegra del diálogo de la ofrenda. Por eso el interlocutor mayor
es la tierra y todo lo que ésta significa en el ofrendar cíclico y eterno. Es
ofrenda la entrega de la vida y el trabajo cotidiano, como es ofrenda el
eterno retorno del fruto parido por la tierra. Es diálogo de hechos que se
interpreta desde un silencio respetuoso y ritual. Ofrenda de la sangre y de
los hijos, ofrenda de la semilla y de la oración. Ofrenda que por diálogo no
entiende, no puede entender, no tiene por qué entender el intercambio
occidental silogístico de palabrería incumplida. Mientras en la ciudad la
gente se contenta con discursos, noticieros y saliva para paliar sus angustias
cotidianas, el campo pide y da ofrendas. Es impenetrable el universo
intelectivo de los indígenas y los campesinos si no se entiende, asume e
incorpora al pensamiento lo analógico-mágico en la función ritual de la
ofrenda. Una de las mayores traiciones histórico culturales que se ha
perpetrado contra los indígenas y los campesinos ha sido ofrecerles,
ofrecerles y ofrecerles sin haber puesto por medio la prenda de las ofrendas y
cumplido con el ritual que es vivir o morir para cumplir.
Zapata acudió a la cita con su muerte armado con la ofrenda de su vida. Las
puso juntas y reventó en el rostro de la historia la lección fenomenal de un
espíritu colectivo que grita a los cuarto vientos su decisión implacable e
irreductible de recuperar su dignidad y libertad. Zapata acudió al altar de
una muerte preparada por los traidores. Los mismos que en su verborrea
delirante ahogan en saliva venenosa las verdades más profundas de la
humanidad. Zapata acudió a la muerte con una ofrenda riquisima, cargada con
toda la historia ancestral del pueblo mexicano. Ofrenda de vidas, esperanzas y
misterios. Ofrenda de la tierra, del amor, de la fecundidad y del futuro,
encarnadas en su cuerpo como único rito de identidad nacional. Ofrenda de piel
oscura, ojos agudísimos, corazón agitado en la amenaza y en la entrega del
guerrero embriagado con sus mitos, curanderías y hechizos. Ofrenda solidaria
con todas las demás ofrendas indígenas en la historia y en la vida diaria.
Síntesis de la totalidad y religión de ánimas recolectadas al fragor de una
existencia incomprendida y mancillada. Todas las ofrendas juntas, de la piedra
de los sacrificios a al parito de las madres indígenas. Ofrenda cósmica,
crucial, definitiva. " En Chinameca, Guajardo con sus fuerzas se encontraba en
el casco de la Hacienda y Zapata con las suyas ocupaba una altura cercana de
donde vino cuando accedió a tomar la cerveza que con tanta insistencia se le
ofrecía . Guajardo había mandado formar frente a la casa de la Hacienda en que
se encontraba, veinte hombres de su confianza, algunos de ellos oficiales con
traje de tropa., explicando que era la guardia que haría los honores al
general Zapata, con un clarín que daría el toque respectivo. Estos hombres
estaban ya aprevenidos (sic) para lo que habría de suceder, y tenían
instrucciones de que al presentarse Zapata y lanzar el clarín el primer punto
de atención, debían hacer fuego sobre el cabecilla suriano y la gente que le
acompañaba, procurando a todo trance coger a Zapata, vivo o muerto. Eran cerca
de las dos de la tarde del día diez de abril. Zapata se acercó montando un
magnífico caballo que previamente le había obsequiado el coronel Guajardo,
llevando a su lado a los generales de División , Gil Muñóz (a) el Mole,
Zeferino Ortega y Jesús Capistrán , y seguido por su escolta. El clarín lanzó
el primer toque para hacer los honores al Jefe rebelde, y de acuerdo con lo
convenido los soldados de Guajardo dispararon sus armas, entablándose el
combate. Varias balas hicieron blanco en Zapata y en el caballo que montaba y
al desplomarse el Cabecilla, fue inmediatamente recogido por los soldados del
5º Regimiento, conforme a las ordenes recibidas" Relación de los hechos que
dieron por resultado la muerte de Emiliano Zapata, jefe de la rebelión del
sur. Zapata iconografía F.C E. Sólo a la estupidez más aberrante puede
ocurrirsele que el asesinato o el exterminio borran los ideales o los sueños
de los pueblos. Sólo a la negligencia y al genocidio puede acudir la creencia
de que matando a un individuo se desaparecen las consignas más hondas de las
sociedades. La muerte de Zapata potenció a su modo el renacimiento de ese
espíritu guerrero y libertario que habita en la sangre de cuanto mexicano
entienda, así sea mínimamente, cualquier noción de respeto por la dignidad de
la vida.
México hoy es hijo de sus contradicciones, sus aciertos, errores, olvidos y
omisiones. Nada de lo que ocurre hoy es ajeno o distinto a lo ocurrido el día
en que asesinaron a Zapata. Se vive el mismo clima de contrariedad por las
tantas injusticias y atropellos que siguen entregando el país a los designios
del conquistador. Se vive el desencanto rabioso de una sociedad que vive
engañada con la saliva demagógica de los que no saben ofrendarse para el bien
vivir colectivo. Se padece el sabor amargo de la desesperación por no tener
espacio de maniobra para dirimir los rumbos del futuro, y se sufre la fractura
de unos hijos heridos en su consciencia por no haber sabido defender a la
madre tierra. Historia de cadáveres y monumentos fetichizados por la
palabrería para ocultar las tareas pendientes.
Pero el espíritu de Zapata también recorre el continente americano. Hoy quizá
más que nunca en medio de las fiebres industrializadoras que generan economías
de bloque, con una adoración ecocida por el progreso postmoderno, las
poblaciones rurales e indígenas que sobreviven, (es decir millones de seres
humanos,) se debaten en calamidades muy parecidas a las que movieron la
insurgencia zapatista. De la Patagonia a Chiapas, de las reservaciones indias
norteamericanas a las montañas incas. América es todavía territorio de
herencias vivas. Territorio de culturas agrícolas e indígenas que fueron y
deberían seguir siendo propietarias de sus parcelas, de sus cosechas, se su
fuerza de trabajo, de sus mitos leyendas y magias. Aunque la inmensa mayoría
de las comisiones de derechos humanos omitan tales esos capítulos.
De la UNESCO a la Interpol se sabe que los indígenas y campesinos americanos
mantienen en pie de lucha la esperanza de la justicia. Se sabe que la fuerza
de su lucha enfrenta condiciones de supervivencia vergonzosamente dramáticas y
que el hambre la desprotección sanitaria, el despojo de tierras la desolación
y la muerte son galimatías cotidianos que hasta hoy ningún discurso mesiánico
ha podido o querido resolver. La figura y pensamiento de Zapata son sin lugar
a dudas mucho más que utensilios mnemotécnicos. Son, ni más ni menos, examen
histórico que pone a prueba nuestra sensibilidad, inteligencia, solidaridad y
capacidad de ofrenda. Está entre manos el problema de la vida y la muerte.
Pero también está ante nosotros el problema del futuro. A todos los enigmas y
misterios que sostienen la vida y la muerte, hay que agregar las dimensiones
universales del tiempo que tarde o temprano crea su propias síntesis. Para la
historia las resoluciones del tiempo tienen siempre desencadenamientos que
llamamos futuro. Y todas las conjunciones temporales que la realidad es capaz
de modelar tienen como coartada esa noción del futuro que ofrece augurios de
todo tipo para desafiar nuevamente a la vida. El pasado y el presente, la
muerte y la trascendencia son los nutrientes fundamentales de las ofrendas más
importantes. La ofrenda germina en el futuro y no hay más remedio que
reconocer sin fatalismos o determinismos que el todo evoluciona siempre
impulsado con alientos de ofrendas cotidianas. Así es la dialéctica de los
ciclos y su vocación fundamental está fundada en esa potencia destilada en los
actos dinámicos conmovedores de la existencia que demostrando la vida
demuestran la inmortalidad. Zapata es esa síntesis también. La tierra es
símbolo de futuro por la fertilidad, la "multiplicación de los alimentos", y
el fluir de los ritmos estacionales proponen y reponen en el espíritu la
certeza definitiva del devenir como oportunidad. Oportunidad de mimesis lúdico
sacramental que nos vierte sobre las formas más discímbolas, oportunidad de
redención trasmutados en otra yoidad o en un yo de otredad emancipada,
oportunidad de reivindicación histórico-cultural. Zapata también es de esa
síntesis.
Ese hombre que nació "donde las aguas se arremolinan", Anenecuilco, Parido por
una madre indígena, parido por una tierra prodigiosa y parido por la muerte
hacia el futuro, agita cíclicamente las aguas primigenias en el remolino de la
memoria, agita equioccialmente las aguas amnióticas del genio revolucionario y
agita fulgurantemente las aguas seminales del futuro que se vierten siempre
incansablemente sobre la tierra. Entender a Emiliano Zapata es entender la
gesta intima de una convicción que era colectiva. Es entender la fecundación
de una esperanza vuelta decisión y vuelta ofrenda para terminar al costo que
fuese con la degradación indigna de todos los indígenas y campesinos. La
sensibilidad de Zapata es de esa síntesis.
La memoria es también un espejo que retrara doblemente al pasado y al futuro.
La memoria acuna las imagenes paro las acuna en movimiento, en evolución, en
proyección. Recordar implica rearmar las imagenes y dejarlas fluir con la
inercia natural de sus fuentes y cometidos. La memoria crea nuevamente, es
decir se hace atual y concatena todos los tiempos. La memoria no es un archivo
general de la inutulidad donde se gurdan como en museo los recuerdos más
queridos. Aunque se insista en ello la memoria no es electiva. Tiene una
especie de voluntad propia que se activa bajo un sistema de asociaciones y
corrrelatos que son cualidad compartida con el funcionamiento de las imágenes.
Po eso recordamos fácilmente cuando lo testimoniado nos fecunda la
sensibilidad y el talento asociador. Por eso recordamos en multiples sentidos
temporales y espaciales. Por eso recordamos proyectivamente. Y por eso Zapata
nos recuerda el futuro.Es necio omitir cualquiera de las partes orgánicas que
fue el General del ejército sureño. Fragmentarlo es repetir el destazamiento
espiritual que significa arrancar la tierra a sus dueños. Fragmentarlo es
repetir la traición del asesinato y aspirar a que se diluya uno de las
imágenes sociales más impresionantemente forjadas en la historia americana..
Hay muchísimos ejércitos zapatistas, que existieron y existen en Guerrero,
Querétaro, San Luis Potosí, Veracruz , Chiapas... Tienen como estandarte el
futuro, preñado con la gesta del General. Ejércitos que actúan en el corazón
de los mexicanos con el futuro como divisa Ejércitos zapatistas que directa o
indirectamente actúan en el espíritu de América aferrados reverencialmente al
futuro que ya comenzó. Fértil, nuestro, justo, digno y libre. Como la tierra.
"Que sigamos luchando y no descansemos, y propiedad nuestra será la tierra,
propiedad de gentes, la que fue de nuestros abuelos y que dedos de pata de
piedra que machacan nos han arrebatado, a la sombra de aquellos, los
gobernantes que pasaron. Que nosotros juntos pongamos en alto, con la mano en
lugar elevado y con la fuerza de nuestro corazón, ese hermoso estandarte de
nuestra dignidad y nuestra libertad, de trabajadores de la tierra. Que sigamos
luchando y venzamos a aquellos que hace poco se han encumbrado, que ayudan a
los que han quitado tierras a otros, los que para sí hacen muchos tomines,
dinero, con el trabajo de quienes son como nosotros, esos burladores en
haciendas, ese es nuestro deber de honra, si nosotros queremos que nos llamen
hombres de vida buena y en verdad buenos habitantes del pueblo." General
Emiliano Zapata Jefe del Ejercito de Liberación Nacional; segundo manifiesto
en Náhuatl.
DATOS ADICIONALES:
A principios de siglo la población total era aprox de 15 500 000 hab. 12 000
000 dependían del trabajo agrícola.
El 90 % de la minería estaba en manos extranjeras.
Entre los años 1881 a 1889 se deslindaron 32 200 000 hectáreas y en el período
entre 1890 y 1906 otras 16 800 000 todas ellas entregadas a grandes
propietarios.
México posee 1 958 201 km cuadrados .
Se estima que una cuarta parte de la población tiene carácteristicas étnicas
indias puras, un 10% es raza blanca y el resto son mestizos de ambas razas.
Varios millonrs de indios continúan hablando sus lenguas propias.
La conquista redujo la población indígena a menos de la mitad.
Las zonas suceptibles de sr cultivadas no sobrepasan el 15% del teerritorio
(?)
Para 1980 la actividad agricola ocupaba apenas el 9.5 % de producto anual por
sectores.
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Instituto de Investigaciones sobre la Imagen