(Ex dirigente ferroviario) La Fogata
A los compañeros que participaron de estos hechos (45 años del Cordobazo)
El
represor, desencajado, grita, gesticula Y no entiende.
-¿Cómo que no esta? ¿Cómo que no lo escuchan ¡Peinen Córdoba ¡Rastrillen,
rastrillen!
-Ya lo hicimos, comisario, no hay rastros.
¿Sólo la ciudad? ¡No, carajo! La provincia, todo el territorio. Yo sé que está
aquí, lo siento, lo huelo...
-Rastrillamos desde Ojo de Agua, Tulumba, Deán Funes, Quilino, la zona de
Ascochinga, las sierras y tras las sierras, al sur, por sus pagos: Coronel
Moldes y pueblos vecinos, los barrios y nada, ni rastros.
-Continúen, ¡todos a buscarlos, todos! -grita el comisario.
-Estan todos, hasta los que tenían parte de enfermo, todos salieron a buscarlo.
Sólo encuentran silencio.
-Pero, carajo! :Y sus compañeros, qué dicen, qué comentan?, ¡Qué me vienen con
el silencio, alguien, alguno debe decir algo!
-Nada. Silencio. Nadie pronuncia su nombre, como si lo hubieran olvidado,
guardado. Solo se miran entre sí, eso, sólo eso, se miran, y nada más...
-¿Olvidado, guardado ... ? ¡Por favor! ¿Entonces, qué dicen las miradas?
-reclama el comisario fuera de sí.
-No sabemos, señor, no entendemos esa manera de mirar, no es fácil; miran de
costado, de soslayo y así, nunca derecho.
-¡Síganlas, carajo! -brama lleno de babas el comisario -Es una orden, persigan
las miradas, espíen su rumbo, espíen...
-Señor, perdón, pero cómo lo hacemos. Además, miran a plena luz y no se puede
distinguir si doblan o siguen rectas, si son cortas o largas, ¿cómo leer el
significado que usted pide? Se espejan con la luz y como si se disolvieran, no
se ven ... se hacen resolana.
-Persigan las miradas, es una orden. Esas miradas tiene huellas, recorrido
¡aprendan, carajol ¡Tienen olor, olor!
-¿..?
-Y en el taller dónde el trabajaba, ¿qué dicen, qué comentan? ¿No hay
conversaciones, comentarios, chismes, ah ... ?
-Nada señor comisario, nada, todo es simulación, nadie dice nada...
Como que nada, que disimulo? ¿Y en los baños, qué? ¿Acaso no hablan ¿Quien lo
reemplaza, qué dice?
-Es un obrero común sin antecedentes, y ¿También está callado
-Sí señor comisario estar callado, es puro silencio. Sólo que al final de la
jornada, limpia ordena guarda las herramientas que eran del otro.
¿Como -Y eso no les dice nada? ¡Ustedes no ven nada!
-No se dan cuenta que si limpia, ordena y guarda las herramientas es que lo
esperan? ¿Que está dentro del territorio y que es mentira lo de su enfermedad
-No se dan cuenta que no es esperanza sino certeza de que Tosco regresará Sí,
certeza es lo que tienen, certeza de que regresará. ¡Lo esperan!
-Señor, el que limpia, ordena y guarda las herramientas, según nuestros
informantes, dice que hace eso porque aún las herramientas no son suyas, sino
del Gringo, y que además las cuida porque él le enseño el oficio y eso, nunca
dejará de agradecerlo. Es muy fuerte, dice este operario, porque nunca se olvida
al que te enseñó el oficio. Así nos dicen otros y otros obreros.., que es muy
fuerte, eso de la enseñanza.
-¡Son macanas! ¡Búsquenlo! No jodan con más boludeces -brama el comisario García
Rey, hombre de confianza del brigadier Raúl Lacabane y de López Rega.
En septiembre del 1974 la triple A asesina al abogado Alfredo Curuchet defensor
de presos políticos y al negro Atilio Lopez ex-secretario general de UTA y ex-vice
gobernador de Córdoba. En octubre, es allanado el Sindicato de Luz y Fuerza y el
juez ordena la captura del Gringo y otros activistas. Tosco pasa a la
clandestinidad.
Desde entonces, un silencio recorre la ciudad, las sierras, el norte hosco y el
sur, tras las sierras y así todo el territorio. Es la presa más buscadas por las
babas represivas. No hay pausas, a todo tiempo, en cualquier lugar, requisas,
allanamientos se sigue a la gente, los amigos, la familia, si compra de más o de
menos en el almacén, vigilado el barrio, el sindicato, los centros vecinales,
toda la jauría suelta, babeante.
El Gringo continúa comunicándose con sus compañeros, visitándolos, a veces en
sus lugares de trabajo y otras, dando conferencias de prensa. Aparece y de
repente, luz. Su salud es delicada, pero debe viajar a Buenos Aires. Partidos y
organizaciones políticas -en especial el PRT, en nombre de otras agrupaciones
guerrilleras, ofrecen una tregua- le solicitan que sea prenda de unidad entre
todos los que se oponen al golpe de estado en gestación. El es el único
escuchado y respetado por todos, ferviente defensor de la unidad. Decide viajar.
No hay consejo que lo detenga, ni la sola insinuación de su estado de salud,
cuando se lo mencionan se cabrea de lo lindo.
Raúl Lacabanne, el interventor de Córdoba, impuesto por el gobierno central,
presiona en forma permanente a la policía reclamando su captura. El gobierno
sabe que la salud del Gringo es delicada, aunque no grave. Como medida
precautoria, vigilan farmacias, laboratorios, requisan ambulancias, el control
no decae.
-El Gringo tiene que viajar, hay que sacarlo de Córdoba -repiten una y otra vez
los compañeros que están con el en todo momento.
-Cómo -es la respuesta afligida. -Córdoba está cerrada en todas sus salidas,
carreteras, aeropuertos, ómnibus las estaciones del ferrocarril.
-Pensemos, pensemos Son muy pocos, en un principio los que piensan. Conspiran
con cuidado cada paso a dar, pero falta algo. Siguen pensando y se acuerdan de
los otros, sus iguales, los ferroviarios. Les cuentan la aflicción, piensan
entre todos y resuelven conspirar juntos. Era una conspiración obrera, de
iguales. Y la imaginación aparece y se asocia ellos, esta vez en forma
colectiva, la conspiración conspira con los conspirados.
-¡Novedades! -Requiere García Rey.
-Ninguna, señor comisario -es la repuesta unánime
-¡¿Cómo qué ninguna?!
-Dicen nuestros informantes que por los barrios, usinas, en el taller de Barrio
Revol, en todos lados, Tosco se volvió invisible, es el comentario más fuerte
que se escucha, así dicen señor comisario.
-Un tipo ante la pregunta de uno cualquiera ¿dónde estará el gringo Tosco?,
había contestado: -"Invisible, ¿donde va a estar" Sí, es así no más la cosa,
dicen: porque si el pueblo quiere, te hace invisible. Desde entonces, se ve a la
gente mas tranquila, están alegres, ven pasar una hebra seca de amor seco
montada en tina brisa y joden con que ahí va el Gringo, la soplan y soplan para
que remonte y se eleve más alto, se matan de risa entre resoplido y resoplido.
-¡Cómo mierda se va a volver invisible! ¡Lo único que faltaba que entremos en
brujerías y en creencias del campo, boludeces
-Lo hicieron invisible, señor, y eso que dijo este tipo rueda por todos lados.
-¡Atrapenló! ¡Atrapenló! -Grita el comisario corriendo a todos de su despacho.
El Rayo de Sol está en el andén. La formación del tren ha entrado reculando,
furgones postales y de encomienda, coches de clase única, de primera, coche
comedor, pullman y los dormitorios al final. Estos enfrentan la entrada
principal de la Estación del Ferrocarril Mitre. Un gentío compuesto por
pasajeros, mozos de cordel, parientes o amigos estacionados frente a alguna
ventanilla gesticula recomendaciones. Canillitas, un carro con golosinas
ofreciendo los famosos alfajores cordobeses, personal ferroviario, de azul,
vestidos de guarda y camareros, canas de uniforme y de los otros. Todo es
movimiento, voces en todos los tonos. El Rayo de Sol partirá a las 22 horas. Es
el día elegido por los conspirados, la imaginación colectiva en acción. Todo se
ha gestado en silencio. Es un silencio con sonido propio, acorazado, lleno de
luz y aromas, fuerza y riel. Tosco está ya en la ciudad, concreto e inmaterial a
la vez.
El reloj marca las 21,50. En eso, todo se oscurece. Un apagón imprevisto, ¡qué
contrariedad! Los gritos, las exclamaciones, el quejido por el miedo a las
tinieblas, y la inmovilidad que genera. La estación de trenes, la terminal de
ómnibus, las calles, los semáforos, todo es cerrazón. Todo está quieto. Sólo dos
pequeñas linternas alumbran los escalones de entrada a la estación, como dos
diminutas luciérnagas iluminan los pasos del Gringo Tosco. Dos compañeros van a
su lado, como vaqueanos y custodia. El se deja orientar, son de su absoluta
confianza. Entran al andén. Dos compañeros se arriman y señalan el coche
dormitorio correspondiente. En las escalerillas el camarero se hace cargo y los
conduce hasta el camarote designado, quedan dos junto al Gringo, se cierra la
puerta. Bajan, esconden las linternas, vuelve la luz y la exclamación de la
gente y los pestañeos de acostumbramiento.
El auxiliar de la Estación del Ferrocarril Mitre, hace sonar las primeras
campanadas, las de las 21,55. Las que anuncian que dentro de cinco minutos el
tren parte. Todo es ajetreo, cinco minutos de apagón retrasaron los quehaceres.
El reloj marca las 22 horas. Algunas miradas controlan especialmente la rotación
de las manecillas. Fueron los cinco minutos más largos de todos los tiempos. Las
últimas campanadas anuncian la partida. El guarda tren da salida al Rayo de Sol:
pito y bandera verde. Comienza a estirarse la formación de coches, se mueve y se
va lentamente, llena de rechinamientos y chirridos de ruedas y riel, y la
exhalación de aire excedente de los frenos, todo se mezcla entre las voces y los
gritos. Unos agitan saludos, otros agitan silencios, el pecho que revienta, el
aire que no alcanza, el convoy se va, se empequeñece pesadamente guardando un
secreto, el farol rojo titilante del último coche señala la lejanía.
Los conspirados del andén se disuelven entre la gente. Uno de ellos, sube a los
altos de la estación, a la oficina de Control Trenes, empuña el manipulador y
transmite en morse y en clave que el tren de la conspiración ya partió con esa
carga tan preciada.
Estación Ferreyra, la locomotora acelera y el traqueteo de los rieles se hace
música en los oídos de los pasajeros conspirados. Villa María, se detiene el
tren, es parada por diagrama. No hay requisa. Se van apagando las luces de los
coches, la formación se hace borrosa, y un misterio particular la envuelve.
El Gringo reposa, dormita, a veces sueña y recuerda lentamente los rostros de
los compañeros, las asambleas al aire libre, las discusiones con los
estudiantes, las agarradas con Alberti, las opiniones del Flaco Canelles, las
conversaciones con Solar¡ Hirigoyen, la solidaridad del doctor Illia, la
polémica franca con Santucho, la ternura hacia el Atilio López; la familia, ¡ah!
la familia, los hijos, las cartas escritas desde la carcel a Malvina y al
Agustín, cuanto amor le ponía a cada palabra; los vecinos, tanto tiempo sin
verlos; Trelew, Villa Devoto, la escuela de Artes y Oficios, las herramienta y
el trabajo, como me gusta sentir la sensación de la lima y también enseñar ...
Se duerme y despierta al rato sobresaltado...piensa en los riegos que corren los
compañeros que lo acompañan ... Siempre pensando en los otros con ternura, y la
ternura que no cesa, así lo agoten los primeros dolores.
-Esta todo bien Gringo, descansá, todo va a salir bien. Pero él sigue pensando
en la nueva tarea, no deja de pensar.
Todos dormitando, Ha pasado un tiempo prolongado. El Gringo entra en un largo
sueño, y se aquieta.
Se escucha el entrecruce de vías, el tren aminora la marcha mas entrecruces de
vías y el tren que se detiene. Dos golpes de contraseña. El camarero les
anuncia:
-Rosario. Uno de ustedes tiene que bajar conmigo.
Recién ahí, en ese momento, se dan cuenta que están fuera del territorio
cordobés, que las babas del represor no los salpicará. El aire húmedo que viene
del río, les refresca el alma, un marco emocional los desequilibra un instante.
Comienzan las maniobras del cambio de locomotora y el relevo del personal de
conducción. Son otros conspirados que deben resolver algo con el camarero y con
los que viajan con el Gringo, en la punta del andén, fuera del alcance de las
luces y de las miradas.
-Nos detendremos pasando la Estación León Suárez -dicen los compañeros
fraternales. Estén preparados, es una estación urbana no autorizada. Ahí habrá
otra posta de compañeros que recibirá al Gringo. Ustedes se quedaran en el
andén. Tomaran el tren local, otros compañeros los guiarán.
Otra vez el ruido de los entrecruces. De Rosario a Retiro sin paradas, piensan
los compañeros emocionados, casi sollozando, mientras auscultan la frente al
Gringo.
La pareja de maquinistas que tomaron las posta en Rosario, nunca condujeron un
tren tan en silencio. La emoción del último tramo, la responsabilidad de
transportar una carga tan preciada. Qué honor. Temprano, dos golpes convenidos
anuncian al camarero que les alcanza agua caliente, para el mate o té,
bizcochos. Va clareando despacio, Tosco ha dormido sobresaltado, pero no bien
despierta, pregunta:
-¿Dónde estamos?
-Estamos cruzando Campana, provincia de Buenos Aires, todavía se ven las luces
de las refinerías.
-Entonces, ¡los cagamos!
-Alí es, falta poco, todo va bien, tal cual lo pensamos.
Pequeño diálogo, luego un silencio emocionado los penetra. Los ojos de Tosco
toman otro brillo. Sonríe, mirándose el empilche ideado para despistar.
Otra vez dos golpes en la puerta.
-Estamos pasando la estación de León Suárez, el tren está mermando la marcha,
suavemente. Dos estaciones más y se detiene apenas, estén atentos.
Frena suave el tren, la delegación desciende despacio, los que esperan en la
plataforma de la estación suburbana se hacen cargo, los otros, se quedan en el
andén. El camarero da salida al tren flameando el banderín rojo, que no es lo
reglamentario, pero si lo acordado.
Arranca despacio, se va deslizando y la mirada de los conspirados que quedan en
el andén, se posan sobre sus formas como si fuera tina caricia de agradecimiento
que recorre hasta el último coche, que aún porta el encendido ¡Farol rojo
titilante como si fuera un guiño cómplice, el de la conspiración de los iguales.
* Digitalizado por www.lafogata.org:
Extraído del Libro "El Cordobazo una rebelión popular" de Juan Carlos Cena