22 de Agosto de 1972 - 22 de Agosto de 2005
TRELEW, A 33 AÑOS DE LA MASACRE
Memorias de vidas
Los revolucionarios de esos años arriesgaban todo por el supremo objetivo de
la revolución socialista, aun aquellos que aceptaban el liderazgo de Juan Perón,
por muy contradictorias que pudieran resultar esas dos opciones simultáneas para
los que identificaban al veterano General con la contrarrevolución. Lo mismo que
en el resto de la sociedad, también en la guerrilla el peronismo era un
parte-aguas excluyente. Esa diferencia no impidió, sin embargo, que para
organizar y ejecutar la fuga del penal de Rawson, punto inicial de la tragedia
que hoy se recuerda, reunieran inteligencias y recursos en un comando unificado
ni que el estereotipado antiperonismo de la Marina hiciera ninguna distinción al
momento de fusilar a los prisioneros de la base naval de Trelew. Los muertos
fueron once miembros del PRT-ERP, tres de FAR y dos de Montoneros, y tres
sobrevivieron a sus heridas porque los verdugos no hicieron a tiempo, antes que
llegaran otros testigos, a rematarlos de un balazo, como sucedió con otras
víctimas y pudieron aguantar por horas hasta que recibieron cuidados médicos.
Aquel momento de coincidencia logró la hazaña de perforar la "máxima seguridad"
que los militares le atribuían a ese penal, tan lejos de todo y tan cerca de
bases y cuarteles militares. Fue una humillación que las fuerzas armadas y el
gobierno de facto encabezado por el general Alejandro Agustín Lanusse se
cobraron de la peor manera, con premeditación y alevosía, con tiempo suficiente
para elaborar la decisión y cumplirla a sangre fría. Aunque los carceleros de
aquella madrugada del 22 de agosto alegaron defensa propia el inverosímil relato
careció de consistencia y no pudo resistir el testimonio de María Antonia Berger,
Alberto Miguel Camps y Ricardo René Haidar, los sobrevivientes.
Esa incapacidad para justificar la conducta criminal pudo haber influido en la
decisión posterior de clandestinizar el plan represivo del terrorismo de Estado
a partir de marzo de 1976. En todo caso, esa madrugada quedó instalada la opción
de la muerte como "solución final" para el desafío de la insurgencia. Desde la
perspectiva del poder establecido, había que quebrar de cualquier modo la
voluntad popular de tomar en sus manos el destino propio. En ese momento,
fracasaron en el propósito de dominar por el terror, ya que apenas seis meses
después la mayoría popular impuso en las urnas al hasta entonces proscrito
peronismo, representado por la candidatura de Héctor J. Cámpora, quien asumiría
en mayo de 1973 escoltado por los presidentes de Cuba, Osvaldo Dorticós, y de
Chile, Salvador Allende.
Hijos de su época, ninguno de los guerrilleros buscó la muerte con vocación
suicida, ni en la toma del penal ni en el copamiento del aeropuerto de Trelew o
en la rendición incondicional. Para detener ese ímpetu y retroceder la
historia, el establishment conservador tuvo que empeñar el máximo esfuerzo
durante el último cuarto del siglo XX, cometer asesinatos masivos y aplicar
tormentos de todo tipo.
Recordar no es tarea vana ni mera deformación necrofílica. Forma parte
sustancial de una misma y única batalla entre los fundamentalistas que quieren
ponerle fin a la historia y los soñadores del futuro, los que atesoran la
premonición cierta de lo que vendrá. En La Patria fusilada,texto en el que
Francisco Urondo recopila los recuerdos de aquellos tres sobrevivientes sobre la
tragedia de Trelew, la primera página está ocupada por un poema de Juan Gelman
("Condiciones") que termina así: "...el ciego a los oleajes de dolor y de sueño
bajo las condiciones objetivas ¿no será oportunista? / por falta de memoria o
miedo ¿quiere enterrar al ave?". Hoy en día, aunque hay otros cielos, otras las
"condiciones", aun con las alas recortadas o enjaulada el ave nunca pierde la
tentación de volar. Las memorias de vidas enseñan que sólo se trata de encontrar
la oportunidad.