Carta
del General Valle a Aramburu antes de ser fusilado
Buenos Aires, 12 de junio de 1956.
Dentro de pocas horas usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado. Debo a
mi Patria la declaración fidedigna de los acontecimientos. Declaro que un grupo
de marinos y militares, movidos por ustedes mismos, son los únicos responsables
de lo acaecido. Para liquidar opositores les pareció digno inducirnos al levantamiento
y sacrificarnos luego fríamente. Nos faltó astucia o perversidad para adivinar
la treta. Así se explica que nos esperaran en los cuarteles, apuntándonos con
las ametralladoras, que avanzaran los tanques de ustedes aun antes de estallar
el movimiento, que capitanearan tropas de represión algunos oficiales
comprometidos en nuestra revolución. Con fusilarme a mi
bastaba. Pero no, han querido ustedes escarmentar al pueblo, cobrarse la
impopularidad confesada por el mismo Rojas, vengarse de los sabotajes, cubrir
el fracaso de las investigaciones, desvirtuadas al día siguiente en solicitadas
de los diarios y desahogar una vez mas su odio al pueblo. De aquí esta
inconcebible y monstruosa ola de asesinatos.
Entre mi suerte y la de ustedes me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija a
través de sus lágrimas verán en mi un idealista
sacrificado por la causa del pueblo. Las mujeres de ustedes, hasta ellas verán
asomárseles por los ojos sus almas de asesinos. Y si les sonríen o les besan
será para disimular el terror que les causan. Aunque vivan cien años sus
víctimas les seguirán a cualquier rincón del mundo donde pretendan esconderse.
Vivirán ustedes, sus mujeres y sus hijos, bajo el terror constante de ser
asesinados. Porque ningún derecho, ni natural ni divino, justificará jamás
tantas ejecuciones.
La palabra "monstruos" brota incontenida de
cada argentino a cada paso que da.
Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso material es un gran
triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación
incontenible de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado. Dirán de
nuestro movimiento que era totalitario o comunista y que programábamos matanzas
en masa. Mienten. Nuestra proclama radial comenzó por exigir respeto a las
Instituciones y templos y personas. En las guarniciones tomadas no sacrificamos
un solo hombre de ustedes. Y hubiéramos procedido con todo rigor contra quien
atentara contra la vida de Rojas, de Bengoa, de quien
fuera. Porque no tenemos alma de verdugos, sólo buscábamos la justicia y la
libertad del 95 por ciento de los argentinos, amordazados, sin prensa, sin
partido político, sin garantías constitucionales, sin derecho obrero, sin nada.
No defendemos la causa de ningún hombre ni de ningún partido.
Es asombroso que ustedes, los más beneficiados por el régimen depuesto, y sus
más fervorosos aduladores, hagan gala ahora de una crueldad como no hay
memoria. Nosotros defendemos al pueblo, al que ustedes le están imponiendo el
libertinaje de una minoría oligárquica, en pugna con la verdadera libertad de
la mayoría, y un liberalismo rancio y laico en contra de las tradiciones de
nuestro país. Todo el mundo sabe que la crueldad en los castigos la dicta el
odio, sólo el odio de clases o el miedo. Como tienen ustedes los días contados,
para librarse del propio terror, siembran terror. Pero inútilmente. Por este
método solo han logrado hacerse aborrecer aquí y en el extranjero. Pero no
taparán con mentiras la dramática realidad argentina por más que tengan toda la
prensa del país alineada al servicio de ustedes.
Como cristiano me presento ante Dios que murió ajusticiado, perdonando a mis
asesinos, y como argentino derramo mi sangre por la causa del pueblo humilde,
por la justicia y la libertad de todos no sólo de minorías privilegiadas.
Espero que el pueblo conocerá un día esta carta y la proclama revolucionaria en
las que quedan nuestros ideales en forma intergiversable.
Así como nadie podrá ser embaucado por el cúmulo de mentiras contradictorias y
ridículas con que el gobierno trata de cohonestar esta ola de matanzas y
lavarse las manos sucias en sangre. Ruego a Dios que mi sangre sirva para unir
a los argentinos. Viva la Patria.
Juan José Valle
Buenos Aires, 12 de junio de
1956.