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15 de mayo de 2002

Modelo Occidental, Desastre para el Tercer Mundo

James Petras
Traducido para Rebelión por Jorge Capelán

Entre 1992 y 1997, el Banco Mundial alababa a la Argentina como país modelo en el Tercer Mundo. Washington y Bruselas se sumaron al coro de alabanzas. Los periódicos financieros más prestigiosos (The Wall Street Journal, The Financial Times) hacían editoriales acerca de la profundidad y efectividad de las "reformas económicas" llevadas a cabo por el régimen neoliberal de Menem. Las razones del efusivo apoyo eran la total liberalización de la economía, la privatización masiva de los sectores estratégicos de la banca, las telecomunicaciones, los sectores petrolero e industrial y la total desregulación de la economía. Hoy, la Argentina es un desastre (apenas) viviente. Se encuentra en medio de una depresión que ya dura cinco años (y cuyo fin no está a la vista), con un crecimiento negativo que se espera excederá el 20%; los ahorros de millones de argentinos por un valor de unos 40 billones de dólares han sido confiscados (o congelados). Los principales bancos de propiedad extranjera están al borde del colapso o preparan su salida del país. Cientos de miles de empleados públicos en el interior del país no han recibido sus sueldos durante varios meses.
Las principales carreteras son bloqueadas por piqueteros desempleados; decenas de miles de jubilados y de personas de la clase media empobrecida golpean sus cacerolas todos los días, por toda la ciudad de Buenos Aires, exigiendo sus ahorros, sus salarios, sus pensiones. El país ha cesado en los pagos de su deuda externa de unos 150.000 millones de dólares. Las instituciones financieras internacionales (FMI, Banco Mundial) se niegan a hacer nuevos préstamos, Washington y la Unión Europea demandan mayores reducciones del gasto público, más despidos de empleados públicos y menos subsidios sociales, aunque más de un tercio de los niños van a la escuela sin haber desayunado, y aún cuando en mayo de 2002 más del 50% de la población ya se encuentra por debajo de la línea de pobreza.
De haber sido el "modelo" de la economía neoliberal, en los ojos de los Gobiernos Occidentales, Argentina se ha convertido en un estado "paria" o "leproso". La Argentina, una vez citada como la "historia exitosa" de los 90s, se ha convertido en la historia desastrosa del nuevo Milenio. El problema es que la Argentina aplicó todas las prescripciones ortodoxas del liberalismo ordenadas por los expertos económicos liberales, y ellos enriquecieron a banqueros e inversionistas extranjeros y minaron la economía local: las empresas y bancos privatizados y desnacionalizados extrajeron y repatriaron enormes ganancias y enormes pagos de intereses; la desregulación condujo a estafas financieras y fugas masivas de capital; los fuertes préstamos externos condujeron a unos pagos de la deuda cada vez mayores y a que no hubiese ninguna expansión productiva.
Los expertos extranjeros y sus políticos lacayos prometieron que los sacrificios inmediatos llevarían a una prosperidad en el largo plazo. En vez de esto, lo que hay son sacrificios de largo plazo sin ningún alivio inmediato. Washington y Bruselas se niegan a admitir el fracaso de sus recetas. En vez de esto, culpan a los argentinos y piden más sacrificios y más dolor. Los líderes políticos repiten las mismas fórmulas ortodoxas. Pero nadie escucha. La consigna más popular es "Que se vayan todos!". Los intentos del gobierno de imponer las políticas del FMI llevaron al levantamiento masivo del 19 y 20 de diciembre de 2001, que derribó al gobierno.
En respuesta, el gobierno ha propuesto un fondo de emergencia para aliviar la pobreza de 150 pesos (50 dólares) mensuales por familia. Para una familia de cuatro personas, eso es igual a 1.66 dólares por día, o 0.42 dólares por persona al día para pagar la comida, la vestimenta, el transporte, etcétera. Esto es claramente un subsidio de hambre.
El FMI, apoyado por Washington y Bruselas demandó en mayo de 2002 mayores medidas de austeridad que elevarán el número de los que se encuentran por debajo de la línea de pobreza a un 70% y el número de los desempleados a un 35%.
Con la hiperinflación cobrando fuerza este año (en abril fue del 10%), y los salarios congelados y sin cobrar, Argentina se dirige hacia un gran levantamiento popular o hacia el descenso hacia el "cuarto mundo", y no por cierto a llegar a ser "el próximo aspirante a entrar al primer mundo", como predijo el Banco Mundial hace seis años.

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