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16 de abril de 2002
El voraz apetito del arzobispo
James Petras
Rebelión
Traducción Gabriela García Cedro.
Salió de la puerta trampa, linterna en mano,
sin sus vestiduras elegantes y sus anillos- impedimentos para la tarea a realizar.
En su camisa de dormir y pantuflas se deslizó hasta el baño contiguo
al dormitorio y se sentó sobre el retrete a esperar. En unos momentos,
un joven seminarista se deslizó al compartimento y el arzobispo apretó
sus muslos, lo dio vuelta y lo sodomizó, ignorando su "Ave Marías".
El Arzobispo Edward Putz durmió profundamente esa
noche y soñó con angelicales muchachos jóvenes en el paraíso
haciendo reverencias sobre un lecho, con sus túnicas enrolladas hasta
sus muslos de alabastro. Al día siguiente, él dio a un solemne
sermón sobre las virtudes de la abstinencia antes del matrimonio.
Putz tenía un apetito voraz, algo bien conocido desde sus tempranos días
en el Vaticano dónde él era miembro activo en la Secretaría
de la casa del Papa - junto con una docena de otros hombres jóvenes.
El joven e inocente Edward, de una iglesia pequeña en Lubon, un pueblo
cerca de Poznan, fue enormemente atraído por las intrigas y políticas
del Vaticano, especialmente, por las habilidades de su mentor, el futuro Papa
Juan Pablo. Fue en Roma, más específicamente en el sótano
del Vaticano donde Putz se inició en las alegrías de la carne.
La iniciación de Putz tuvo lugar en las duchas del dormitorio, bajo la
dirección capaz y la tutela de un mayor experimentado.
Prelado italiano. Comenzó con un juego al que el Padre Luigi llamó,
jocosamente, "dejando caer el jabón" y terminó en mutua sodomización.
A continuación, Luigi organizaba las cenas de los sábados con
otros miembros de la Secretaría quienes también gustaban de la
buena comida, el vino y la sodomía. Como el Padre Luigi explicó,
"la actividad está diseñada para purgar el alma de los deseos
enfermos, la morbosidad y los pensamientos y actos pecaminosos". Él enfatizó
que "tales actos, cuando se dirigen a la congregación, son pecados peores
que las "purgas ocasionales" entre los guardianes espirituales de la fe."
Edward observó la mirada santa en la cara de Luigi durante la misa que
siguió a un rato particularmente vigoroso de sodomía. "El camino
a la beatitud", pensó, "empieza a través de extraños orificios".
De esta manera, el una vez el célibe y austero prelado polaco floreció.
Pasó de ser un subordinado obediente y pasivo a convertirse en un extrovertido,
vigoroso y astuto practicante del arte de identificar a los agentes de poder
emergentes y servir a sus necesidades, tanto espirituales como de las otras.
Se volvió indispensable para el nuevo Papa polaco. Él excorió
a los reformadores de la Iglesia como más insidiosos que los conocidos
enemigos comunistas de la Iglesia. Él castigó a aquéllos
que hicieron pensar en la introducción de prelados mujeres - acusándolos
de violar la pureza espiritual de la Madre Santa - un "non sequiter" que agradó
al Papa pero dejó perplejos a los teólogos. Ante todo, estaba
la actividad política de Putz en demonizar a comunistas, socialistas
y filo-comunistas demócratas cristianos que le valieron una citación
al obispo de parte del Santo Padre, y un boleto de regreso a Polonia.
"Ve, hijo mío, y sé digno de mi bendición. Ve con los trabajadores
polacos y apártalos de los falsos profetas del estado de bienestar y
el comunismo. No temas tomar los recursos materiales de las agencias de inteligencia
Occidentales, porque cualesquiera sean sus pecados, ellos están sirviendo
a la Santa Iglesia Evangélica. Para combatir al Comunismo tenemos que
tomar prestados sus métodos. A aquéllos que disienten - púrgalos;
a aquéllos que obedecen y siguen al Único y a la Verdadera Fe,
bendícelos para que prosperen y sean buenos a los ojos de Dios."
El Papa hizo una pausa, pasó su mano a través del cabello de Putz
y la apoyó sobre su hombro. Miró a Putz a los ojos. "Recuerda,
Poznan no es Roma. Cuídate de la tentación del diablo." Se detuvo.
"Tú eres mi hijo querido, pero? " la voz suave y amable del Papa se endureció,
"guía tu apetito. Encuentra una ama de casa fiel, preferentemente una
viuda mayor. No hagas nada que perjudique a la Iglesia."
Al principio, el Obispo Edward Putz siguió los órdenes Padre Santos
al pie de la letra. Él era el intermediario financiero (el "limosnero")
para el sindicato Soldoutery. Transfirió los fondos de las agencias de
inteligencia alemanas y americanas y les dio la mayoría de ellos a los
líderes del sindicato con mejor predisposición clerical. Cuando
fue cuestionado por la C.I.A. sobre los déficits en los pagos, afirmó
que había utilizado el dinero para "caridades relacionadas con otras
iglesias" que no podía revelar debido al "carácter confidencial
de la confesión". Los inspectores de inteligencia Occidentales notaron
que el obispo tenía una bañera especial de agua caliente y una
sauna instaladas en el sótano de su residencia privada. "No tan malo
- él escamoteó sólo 10%", comentó un cínico
operario "la partida tomada en el Medio Este es doble."
La inauguración de sus nuevas facilidades higiénicas coincidió
con la visita tumultuosa de Su Eminencia acompañada por un numeroso entorno
de Roma que incluía a dos de los antiguos compañeros de juegos
de Edward de los días del sótano del Vaticano. Después
de un día agotador dándole la comunión a algunos de los
líderes de Soldoutery, a los muchachos les gustó retozar en la
jabonosa tina de agua caliente de Putz, tras haber probado sus proezas sexuales
en el baño sauna.
En una sesión privada con el Santo Padre, el Obispo Putz reportó
su misión: relató los lazos íntimos con Lick Ballesa, el
líder indiscutible de Soldoutery, enumeró los sermones contra
el aborto "comunista"; detalló el dinero transferido entre "nuestros
amigos del Oeste" y "la estimada, querida y leal congregación sindical".
El Papa le golpeó suavemente la cabeza y le preguntó gentilmente
si había seguido su consejo paternal contratando a una ama de casa. El
obispo se ruborizó inconscientemente. "Aún no, Padre, todavía
estoy buscando a la mujer correcta que pueda realizar sus deberes y sea sincera
en su fe."
El Santo Padre evaluó a Putz y con una sonrisa mansa le informó
que "cuando el monstruo comunista sea finalmente derrotado y extirpado, tendrás
que ser considerado para Arzobispo por tu resistencia al enemigo ateísta,
tu servicio a la Iglesia y tu "rectotud" El Obispo se sobresaltó
por el error en la pronunciación del Papa, pero hizo una reverencia y
besó la mano con el gran anillo.
Fue poco después de la partida del Papa y la huelga general precedente
a la ley marcial, que el Obispo empezó a tener noches desveladas, poluciones
nocturnas y deseo constante. Pensó en entrevistar a las viudas mayores
disponibles, pero su "demonio" estaba pidiendo la carne del estudiante de primer
año. Su abrazo a los clérigos visitantes y los ayudantes jóvenes
duró mucho más tiempo y fue acompañado, primero por palmaditas
en las mejillas, y luego, por un apretón de manos, a veces sostenido
muy cerca del centro de su ardor. Pero esto sólo sirvió aumentar
la pasión de Edward, sin apagar sus deseos. Se le ordenó a la
señora de limpieza que cambiara las sábanas manchadas dos veces
por semana.
El jubiloso, aunque más tarde trágico, descubrimiento del túnel
secreto ocurrió justo antes de la caída de Jaruzelski. El jardinero,
un viejo campesino de barba gris con las mejillas rojas, apisonaba la tierra
en el jardín del Obispo. "Usted sabe, Santo Padre, hay un túnel
aquí abajo, que fue usado por los patriotas para escapar de la persecución
Nazi. Y más tarde se dijo que algunos de los partidarios de Pilsudski
usaban los túneles después de la Guerra para esconderse de los
rusos."
El Obispo estaba menos interesado en las historias de guerra y los salvadores
nacionales, que en averiguar dónde estaba el túnel. "¿Con qué
se conecta el túnel?", preguntó mientras miraba esperanzadamente
el seminario cercano.
"Yo pienso que va en esa dirección", el jardinero apuntó al dormitorio
de la escuela.
Edward apenas podía contener su alegría. Se volvió abruptamente
y se encaminó a su casa, directamente al sótano. Después
de varias horas de búsqueda, cubierto con telarañas, encontró
la entrada. Abrió la puerta y con una lámpara en la mano, procedió.
A diferencia de Diógenes, él no buscaba la sabiduría, sino
la satisfacción física. Guiado por las visiones de hombres jóvenes
soñolientos con las nalgas gordas y redondas, siguió. Al final
del túnel, vio una deteriorada escalera de mano y la puerta trampa. Ya
era de noche y podía oír las campanillas que sonaban para las
oraciones de la tarde. Dudó. Su mente le dijo que volviera pero sus ijadas
lo impulsaron a seguir. Subió los escalones y alzó la puerta trampa.
Se abrió al final de un vestíbulo en el dormitorio, al lado de
un baño. Se incorporó, cerró la puerta y se arrastró
a lo largo del vestíbulo. Oyó una puerta que se abría-
por lo que se deslizó al baño, entró en un casillero y
se quedó de pie en el asiento del retrete. Un seminarista se deslizó
en el casillero contiguo y empezó a masturbarse. El Obispo estaba en
llamas. Miró hacia abajo y decidió hacer su movimiento. La aventura
acabó satisfactoriamente, por lo menos para el Obispo. Combinando amenazas
de expulsión, infierno y purgatorio con sus caricias experimentadas,
logró sodomizar al joven asustado. El Obispo le hizo jurar discreción
y le exigió que se encontraran al día siguiente para la confesión.
La victoria electoral de Lick Ballesa y la caída del Comunismo fueron
celebradas en todas las Iglesias. En Poznan, una gran misa fue llevada a cabo
en la Catedral, pero se extendió a la plaza mayor y las calles laterales.
El Obispo pidió que todos los sistemas de micrófonos confiscados
a los rojos fueran puestos a lo largo de la ciudad para transmitir la Palabra
de Verdad Universal y Liberación Nacional. Cineastas famosos fueron invitados
para grabar el histórico momento. Poco después, se le envió
al Estimado Padre en Roma una película que lo impresionó debidamente.
No fue mucho antes de que el Obispo se hiciera Arzobispo - el prelado más
alto en Polonia. Cuando se le preguntó si se mudaría a Varsovia,
declaró, bajando sus ojos y susurrando que, a pesar de su nueva posición
privilegiada, él deseaba continuar sirviendo a sus humildes parroquianos.
En realidad el recientemente ungido Arzobispo tenía en Poznan una red
entera de hombres jóvenes para escoger durante sus cabriolas nocturnas
y él no quería abandonarla. En el seminario, él estaba
fuera del baño y en la alcoba. Sus favoritos eran dos fornidos muchachos
campesinos. Él los inició y los invitó a su tina caliente
y su sauna, intercambiando favores por todos los orificios.
La promoción de Putz no podía haber ocurrido en un mejor momento.
Una campaña de rumores sobre sus abusos sexuales empezaba a extenderse.
El rector del seminario y varios sirvientes menores del Señor estaban
preparándose para archivar las quejas y estaban discutiendo la posibilidad
de acercarse discretamente al Concilio de los Obispos. Con su promoción,
ninguno de los Obispos se atrevió a desafiar a Putz, desde que él
seleccionaba y financiaba sus visitas semi-anuales al Vaticano.
Animado por sus éxitos con los seminaristas, el Arzobispo empezó
a extender su mano para alternar muchachos y miembros del coro. Más tarde
se reportó que había alterado el confesionario para facilitar
la comunicación más directa entre Dios y Sus pecadores. Pero nadie
habló. Las demandas de los niños sobre los juegos obscenos fueron
acalladas por sus padres, quienes temían que la protesta pública
solamente ensuciara la pureza de la Iglesia y apenara al Santo Padre polaco
en Roma.
Putz creyó que sus engaños amorosos no eran detectados gracias
a su inteligencia. En realidad, sus hazañas eran generalmente conocidas
y cubiertas por los creyentes en nombre de la protección de la Iglesia
contra las indignas calumnias de los Comunistas ateístas. Como uno de
los defensores de Putz argumentó: los únicos beneficiarios de
cualquier revelación pública serían los rusos y sus agentes
polacos.
El apetito voraz del Arzobispo no se suavizó con el tiempo -de hecho,
buscó asegurarse su continuada virilidad extendiendo su alcance a los
prelados visitantes, extraños virtuales que pasaron a obtener fondos
prominentes.
La caída del Arzobispo coincidió con una serie de "shocks externos":
una marcada caída en la asistencia de la Iglesia; el fin de subsidios
de "nuestros amigos Occidentales", una vez que el régimen comunista cayó;
la debacle del régimen corrupto de Lick Ballesa. La cuadruplicación
del desempleo acompañado por el cierre de "ineficaces" industrias pesadas
llevó a una merma en las contribuciones. La proliferación de salones
de fiestas, cabarets y discotecas distrajeron a la juventud del camino de la
Iglesia. Los Nuevos Ricos invirtieron sus fondos mal habidos de las privatizaciones
en cuentas fuera del país, negándole su diezmo a la Iglesia. Era
un momento de "decaimiento moral", según el Arzobispo, pero nadie prestó
mucha atención. "Ah, por los buenos viejos tiempos de comunismo"- reflexionaba
el Arzobispo.
El declive en los réditos, y la pérdida de esperanza de cualquier
"renovación moral" por parte del Arzobispo, movilizó a un grupo
de sacerdotes a escribir una lista de cargos contra Putz y enviarla al Vaticano.
Una copia se deslizó al periódico local que publicó los
cargos de inmoralidad incluyendo el abuso sexual de seminaristas, muchachos
y otros.
El Arzobispo protestó vigorosamente, negando todo y enviando una carta
a todos los sacerdotes en sus diócesis para que fuera leída en
la Misa del domingo. Pocos obedecieron. Incluso, pocos de los creyentes abusados
se animaron a atestiguar en su contra por temor a "brindar argumentos a los
enemigos ocultos de la Iglesia." Nuevas
revelaciones aparecieron en los periódicos locales. Los medios de comunicación
de Varsovia vieron apropiado enviar reporteros y móviles de la televisión.
Los servicios internacionales de noticias sembraron los informes alrededor del
mundo.
El Santo Padre estaba dolido. Su protegido le había fallado. Duplicidad.
El Santo Padre se entristeció profundamente. Él oró por
el alma de su Arzobispo desviado. Oró por las almas de todos los pedófilos
y felones "quienes no encontraron los compromisos que vienen con la ordenación
sacerdotal y quienes están pasando por un período de dificultad
y crisis." Él también oró por aquéllos "que, a sabiendas
o no, llevaron al Arzobispo a desviarse del camino." Y en las profundidades
de San Pedro, se preguntó dónde y cuándo había empezado
todo. Él se cuestionó por qué Putz no había tomado
el virtuoso camino de contratar a una viuda mayor como ama de casa, como habían
hecho en el pasado tantos otros con apetitos desenfrenados.
"Él debe irse", ordenó firmemente el amable Santo Padre a la comisión
investigadora del Vaticano antes de que partiera para Poznan.
El día antes de su llegada el Arzobispo continuaba la ofensiva negando
todos los cargos y denunciando una campaña "mendaz y masiva contra mi
persona, la Iglesia y el pueblo polaco".
En menos de una semana la Comisión concluyó sus entrevistas y
su visita al sitio que incluyeron el confesionario reestructurado, el túnel,
el baño con sauna y tina caliente y el pijama manchado de un seminarista.
El día siguiente de su regreso al Vaticano, el Arzobispo Putz anunció
su renuncia, para alivio de muchos de los creyentes. Otros, aquéllos
que no eran de la Verdadera Fe, preguntaron por qué él no era
encarcelado por crímenes sexuales, como se hacía con los pedófilos
y violadores ordinarios. Otros, los abogados más occidentalistas preguntaron
por qué los padres de las víctimas no demandaban a la Iglesia
por complicidad con que cubrían los abusos de Putz, como se hacía
en la Tierra de los Libres, en Chicago, Boston y en otros lugares más.
El domingo cuando Putz anunció su renuncia, un grupo de polacos se puso
de pie en la Iglesia y denunció a los pedo-sacerdotes en el vestíbulo
de los violadores.
Pero la Iglesia polaca no estaba en el peligro. Un nuevo Obispo ha sido designado,
quien sólo pellizcará las mejillas de los seminaristas sin abrazarlos.
El Vaticano anunció que el Santo Padre, amante y afligido, viajaría
a Polonia para reavivar la fe, y estimular esperanzadamente el renacimiento
espiritual en estos tiempos de desempleo de dos dígitos y la migración
de jóvenes obreras textiles de Cracovia a los burdeles de Hamburgo.