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13 de marzo del 2002
La ofensiva de los EE.UU en América
Latina:
golpes, retirada y radicalización
James Petras
Traducido para Rebelión por Jorge Capelán
Introducción
La actual ofensiva político-militar de los EEUU se pone de
manifiesto en América Latina en múltiples contextos, usando una
variedad de tácticas (militares y políticas) e instrumentos, dirigida
a apuntalar regímenes clientes en decadencia, desestabilizar a los regímenes
independientes, presionar al centro-izquierda para que se mueva hacia la derecha
y destruir o aislar a los movimientos populares en ascenso que desafían
al imperio de los EEUU y sus lacayos. Procederemos discutiendo en primer lugar
las formas particulares de la ofensiva de los EEUU en cada país, para
luego explorar las razones generales y específicas de la ofensiva en
la América Latina contemporánea. Esta discusión nos aportará
las bases para el análisis teórico de la naturaleza específica
de "Nuevo Imperialismo" que reviste esta ofensiva y su impacto sobre los partidos
electorales de centroizquierda y los movimientos sociopolíticos radicales.
En la sección final discutiremos las alternativas políticas existentes
en el contexto de la ofensiva de los EEUU y del nuevo imperialismo.
Ofensiva Político-Militar: Métodos Diversos, Objetivo Único
El aspecto más llamativo de la ofensiva político-militar de
los EEUU en América Latina lo constituyen las variadas tácticas
utilizadas para establecer o consolidar a los regímenes clientes y derrotar
a los movimientos sociopolíticos populares opuestos a la dominación
imperial.
El centro de la atención sobre la intervención estadounidense
de alta intensidad se da en Colombia y Venezuela. En ambos países Washington
mantiene apuestas muy altas, que tienen que ver con intereses políticos,
económicos e ideológicos, así como con consideraciones
geopolíticas.
Ambos países tienen costas hacia los países caribeños y
andinos, al igual que Brasil; la emergencia de un régimen revolucionario
en Colombia o la estabilización de un régimen nacionalista en
Venezuela podrían inspirar transformaciones similares en las regiones
adyacentes y minar el control que ejerce EEUU a través de sus regímenes
clientes. Más aún, de producirse cambios políticos significativos,
estos podrían afectar el control de los EEUU sobre la producción
y el abastecimiento de petróleo, no sólo en Venezuela y Colombia,
sino que también podrían imponer presión sobre México
y Ecuador para que retrocedan en sus procesos de privatizaciones.
A toda costa Washington quiere mantener un abastecimiento seguro de petróleo
en el actual período de "guerra no declarada" contra países productores
de petróleo del Golfo - es decir, Irak e Irán- y frente a la creciente
vulnerabilidad de Arabia Saudita.
Geopolíticamente, las transformaciones socio-políticas en Colombia
y Venezuela podrían llevar a un pacto de integración con la Cuba
revolucionaria, destruyendo así el embargo de cuarenta años de
Washington y creando una alternativa viable al Acuerdo de Libre Comercio (ALCA/FTAA
en inglés) patrocinado por los EEUU.
Washington ha optado por diferentes estrategias hacia esos dos países.
Para derrotar a la insurgencia popular en Colombia, ha adoptado una estrategia
de "guerra total." En Venezuela, combina una estrategia civil de desestabilización
político-económica que culminaría en un golpe militar.
La estrategia contrainsurgente de Washington en Colombia operaba bajo el manto
de una campaña antinarcóticos, para justificar la acelerada escalada
militar. Las campañas antinarcóticos se centraban en regiones
en las que las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) eran más
fuertes, al mismo tiempo que ignoraban virtualmente las áreas controladas
por los paramilitares aliados de las Fuerzas Armadas Colombianas. El avance
político-militar de las FARC a fines de los 90s obligaron al gobierno
colombiano a ir a la mesa de negociaciones e incrementaron su dependencia de
la ayuda militar y los asesores del ejército de los EEUU. En los EEUU
(y en Colombia) las "negociaciones de paz" fueron vistas como una táctica
temporal para prevenir una ofensiva a gran escala de las FARC sobre los centros
urbanos de poder y como una tregua para fortalecer la capacidad militar del
ejército colombiano. También para extender y profundizar la influencia
militar de los EEUU sobre las fuerzas militares-paramilitares, así como
sobre la estrategia militar de las mismas. Los "negociadores de paz" del gobierno
también esperaban distraer o dividir a las FARC ofreciéndoles
una "opción electoral," tal y como sucedió en Centroamérica
(El Salvador y Guatemala). Las FARC, conocedoras del brutal asesinato en masa
de activistas políticos (4,000-5,000) en la segunda mitad de los 80s
y del abyecto y estrepitoso fracaso de los guerrilleros centroamericanos, convertidos
en políticos electoralistas para apenas lograr cambios sociales significativos,
se negaron a rendirse. Insistieron en reformas fundamentales de las estructuras
del estado y la economía como precondiciones para cualquier acuerdo de
paz duradero. Esas propuestas de reformas democráticas y socioeconómicas
fueron totalmente inaceptables para los regímenes de EEUU y de Pastrana,
que se estaban moviendo en la dirección opuesta, hacia una mayor militarización
de la vida política y de liberalización de la economía.
A lo largo de todo el período de negociaciones de paz, los EEUU y Pastrana
combinaron una retórica de paz con el financiamiento y la promoción
de grupos paramilitares (a través del ejército colombiano) involucrados
en la toma y destrucción de pueblos y aldeas, el desplazamiento de millones
de campesinos y sindicalistas y el asesinato de miles de campesinos sospechosos
de tener simpatías izquierdistas. El objetivo era el de aislar la las
FARC dentro de la zona desmilitarizada y al mismo tiempo entrenar, armar y acumular
tropas en las fronteras, llevar adelante inspecciones de reconocimiento de alta
tecnología para identificar blancos estratégicos. Por fin, romper
abruptamente las negociaciones y atacar por sorpresa la región por aire
y por tierra, capturando o matando a los líderes de las FARC y desmoralizando
a los insurgentes en retirada. No hace falta decir que esas tácticas
fallaron. La guerrilla continúa activa fuera de la zona de paz, fortalecieron
sus fuerzas en el interior de la zona desmilitarizada y no sufrieron pérdidas
serias cuando Pastrana rompió las negociaciones de paz.
Los Estados Unidos hicieron de Colombia un "caso experimental" para su ofensiva
político- militar en América Latina. Antes que nada porque las
FARC son la formación antiimperialista más fuerte que amenaza
con tomar el poder del estado. En segundo lugar, porque tiene frontera con Venezuela
y es percibida como un aliado del Presidente Chávez. La derrota de las
FARC le permitiría a los EEUU "cercar" e incrementar la presión
externa sobre Venezuela, y reforzar la campaña de desestabilización
interna.
A medida que la base política de Pastrana se erosiona - debido a la prolongada
recesión y a los recortes sociales producto del enorme presupuesto militares
- los EEUU aumentan su ayuda militar. Ahora, toda la economía colombiana
está subordinada a la estrategia militar estadounidense; y la estrategia
militar esta dirigida por una política de tierra arrasada - guerra total.
Esto significa que todas las consideraciones civiles y económicas de
Colombia son secundarias para el interés primordial de Washington de
"ganar la guerra" contra las FARC.
Dadas la fuerza y la experiencia de la FARC y la formidable capacidad estratégica
de su dirigente, Manuel Marulanda, y de su Comandancia General, la guerra entre
los EEUU y Colombia promete un desarrollo prolongado y sangriento, en el que
probablemente haya un escalamiento de grandes dimensiones de la intervención
de los EEUU, un mayor uso del terror paramilitar y mayores y más indiscriminados
bombardeos de blancos civiles. Sin embargo, una victoria militar de los EEUU
es muy dudosa: el resultado final podría estar más cerca de Vietnam
que de Afganistán.
Los primeros signos de que la ofensiva de Washington podría tener un
efecto de boomerang son visibles en Colombia. Hace menos de dos semanas, luego
que los EEUU presionasen al Presidente Pastrana para que terminara las conversaciones
de paz y declarase zona de guerra al área desmilitarizada, el primer
general al frente de las tropas que entraron a la zona renunció. Declaró
públicamente que la victoria militar era imposible. La causa inmediata
de su renuncia fue la destrucción por las FARC de un puente que conducía
hacia la antigua zona desmilitarizada, bajo el mando militar directo del general.
La exitosa ofensiva militar de las FARC que siguió al fin de las conversaciones
de paz, llevó al Embajador de los EEUU en Colombia a admitir que el Plan
Colombia era un fracaso.
En contraste con la estrategia militar de tierra arrasada en Colombia, los EEUU
implementan un enfoque cívico-militar para derrocar al presidente Chávez
en Venezuela. Chávez es un nacionalista liberal: ha seguido una política
económica interna bastante ortodoxa al mismo tiempo que ha emprendido
una política exterior nacionalista e independiente. La estrategia de
los EEUU tiene varias fases y combina ataques cívico-económico-mediáticos
con esfuerzos para provocar fisuras dentro del ejército tendientes a
provocar un golpe de estado.
La primera fase de este conflicto es la desestabilización de la economía,
a través de acciones muy coordinadas de grupos allegados de negocios
y profesionales, y dirigentes sindicales de derecha. El propósito es
el de movilizar la oposición pública y centrar la atención
de los medios en la inestabilidad del país, inhibiendo las inversiones
de los capitalistas menos politizados quienes, sin embargo, tienen miedo de
ver descender sus ganancias ante una situación conflictiva. Los medios
de comunicación emprenden una campaña sistemática para
derrocar al régimen de Chávez, abogando por una toma violenta
del poder. Las protestas gubernamentales y públicas contra el comportamiento
subversivo de los medios le permiten a Washington orquestar una campaña
internacional contra las "violaciones a la libertad de expresión," en
especial a través de la Asociación Interamericana de Prensa, influenciada
por los EEUU. La segunda fase de la estrategia de la Administración Bush
consiste en pasar directamente de la desestabilización a un golpe militar.
Esto incluye dos fases. La primera es la de movilizar los recursos de inteligencia
de los EEUU, oficiales venezolanos retirados y aquellos denominados "disidentes"
entre los oficiales militares en activo de las ramas más reaccionarias
del ejército - en el caso de Venezuela, la Fuerza Aérea y la Marina.
La idea es la de forzar una discusión política en el comando militar,
provocar a otros oficiales con ideas afines para que "salgan" en defensa de
los oficiales expulsados y reforzar el mensaje de los medios/empresarios acerca
de la "inestabilidad" y de una inminente "caída de Chávez," estimulando
así un incremento en la fuga de capitales. El segundo paso es el de organizar
a los oficiales autoritarios de la marina y la fuerza aérea para que
presionen al ejército - el grueso del apoyo a Chávez - para conseguir
adherentes, neutralizar a los oficiales apolíticos y aislar a los leales
a Chávez. La estrategia de dos fases de Washington culminaría
en un golpe militar con apoyo activo de los EEUU, en el cual una "junta cívico-militar
de transición" acabaría en el poder.
Vinculada a su estrategia interna, basada en sus lacayos venezolanos, Washington
ha implementado una "estrategia externa." El Secretario de Estado Powell ha
denunciado públicamente a Chávez como autoritario, y tanto él
como el FMI han dado públicamente su apoyo a un "gobierno de transición"
- una señal clara y evidente del apoyo de los EEUU a los golpistas internos.
Las "Fuerzas Especiales" de los EEUU ya operan en Ecuador, Colombia, Perú,
Panamá, Afganistán, Yemen, Filipinas, Georgia, Uzbekistán
y otros estados lacayos del Asia Central. Es más que probable que, en
el caso de un intento de golpe, el Pentágono envíe elementos tácticos
operativos y asesores políticos para "conducir el golpe" y asegurarse
de que emerja la configuración apropiada de personalidades civiles con
propósitos propagandísticos.
El peligro que el régimen venezolano enfrenta es el de que, en la "guerra
de desgaste político" de Washington, en la que abundan las avalanchas
propagandísticas diarias y las acciones provocadoras, Chávez no
puede depender de las constantes movilizaciones de masas. Debe implementar seriamente
políticas socioeconómicas redistributivas radicales para mantener
el compromiso de las masas y el apoyo activo organizado. La ofensiva orquestada
por los EEUU está orientada a crear una "tensión permanente" como
un arma psicológica para agotar el apoyo popular y socavar la moral del
ejército.
La política exterior independiente de Chávez es lo que suscita
el antagonismo de los EEUU. Esto incluye su oposición al Plan Colombia,
su crítica a la guerra de los EEUU en Afganistán y a la ofensiva
imperial a nivel mundial, sus relaciones cordiales con Irak, Irán y Cuba,
y su rechazo a permitir que los EEUU colonicen el espacio aéreo venezolano.
Su política exterior no ha sido complementada con reformas socioeconómicas
integrales que redunden en el bienestar de millones de sus partidarios desempleados
y mal remunerados que viven en los barrios pobres y en las villas miserias.
Los esfuerzos de los EEUU por derrocar a Chávez están basados
en su rechazo, a inicios de octubre, a apoyar la ofensiva imperial mundial -
la así llamada "campaña antiterrorista." Asesores cercanos a Chávez
me informaron que una delegación de altos funcionarios de Washington
visitaron a Chávez y le dijeron sin rodeos que "pagaría un alto
precio por su oposición al Presidente Bush." Poco después, la
cámara de comercio local y los dirigentes sindicales lanzaron sus campañas
- aún cuando el Presidente Chávez había introducido una
reforma impositiva muy modesta (que en su mayoría afectaba a las compañías
petroleras extranjeras), un plan de adquisición (remunerada) de tierras,
y había privatizado la mayor empresa eléctrica pública
de Caracas.
Claramente, los intentos de Chávez de montar sobre dos caballos - una
política exterior independiente y una política interna liberal-reformista-
lo hacen muy vulnerable a la estrategia golpista diseñada por los EEUU.
La táctica imperial de los EEUU en Venezuela difiere sustancialmente
de la empleada en Colombia, en gran parte porque en un caso está defendiendo
a un estado cliente contra la insurgencia popular y en el otro está tratando
de crear un movimiento civil para provocar un golpe. Sin embargo, estratégicamente,
el resultado político buscado es el mismo: el de consolidar un régimen
lacayo que subordine el país al imperio neomercantilista personificado
en el ALCA, y se convierta en vasallo dispuesto a hacer de policía del
imperio en Latinoamérica y tal vez de proveedor de mercenarios para las
nuevas guerras de ultramar.
Argentina es el tercer país en el que Washington está interviniendo.
Luego del levantamiento popular de masas del 19/20 de diciembre de 2001, y de
la caída de cinco "Presidentes" lacayos, Washington comenzó a
operar a través de una estrategia de varias fases que fue diseñada
para continuar transfiriendo activos por miles de millones de dólares
a las compañías estadounidenses, perjudicar a los competidores
europeos y reasegurarse una posición privilegiada en el sistema político
y económico de la Argentina. El colapso del régimen vasallo de
De La Rúa, y la debilidad del régimen de Duhalde para "imponer"
un retorno al estatus quo anterior al levantamiento popular, han llevado a Washington
a recurrir a los allegados civiles incondicionales (el ex-presidente Menem y
el ex-ministro de economía Murphy) y al aparato de inteligencia militar
- relativamente intacto desde los días de la sangrienta dictadura.
El problema de Washington con el régimen de Duhalde no es su "rectificación"
de las "medidas populistas" (ha accedido al pago parcial de la deuda, ha jurado
apoyo incondicional a la ofensiva global de los EEUU, propone limitar el gasto
público, etcétera). El problema de los EEUU es que Duahlde no
puede cumplir de manera enérgica con sus compromisos con el FMI y Wall
Street. Los movimientos populares están creciendo en tamaño y
actividad, y son más organizados y radicales. En sus asambleas, plantean
cuestiones fundamentales así como preocupaciones inmediatas. Sus demandas
incluyen el repudio a la deuda externa, la nacionalización de la banca
y de los sectores económicos estratégicos y la redistribución
del ingreso - en una palabra, repudian el "modelo neoliberal," en un momento
en el que los EEUU están presionando para extender y profundizar su control
por medio del ALCA neomercantilista.
Cabe pocas dudas de que el régimen de Duhalde está preparado para
acceder a la mayoría de las demandas del FMI - pero le falta la capacidad
de implementar todo el paquete completo de austeridad y rescatar económicamente
a los bancos en el tiempo y las condiciones que Washington y el FMI lo demandan.
Cada concesión al FMI - como los recortes presupuestarios - alimenta
el fuego de más manifestaciones de maestros y empleados públicos;
el rescate de los bancos extranjeros requiere continuar la confiscación
de los ahorros privados; la rebaja drástica de los presupuestos provinciales
provoca más desempleo, hambre y revueltas. El régimen de Duhalde
ya ha incrementado el nivel de represión y desatado a sus matones callejeros
- pero los movimientos todavía proliferan y el tenue barniz de legitimidad
de este régimen se está disolviendo. El director de la CIA Tenet
ya ha señalado la "preocupación" de los EEUU con la inestabilidad
en la Argentina - refiriéndose a las movilizaciones populares. Los recursos
estadounidenses en el aparato de inteligencia argentino están lanzando
globos sonda que evalúan la respuesta a los rumores de un golpe militar.
Esas jugadas tentativas, exploratorias, han sido diseñadas para asegurar
un consenso entre las elites militares, financieras y económicas - junto
con los banqueros y las multinacionales estadounidenses y europeas, especialmente
españolas. Los medios de EEUU y Europa han comenzado a hacerse eco de
la estrategia en desarrollo de Washington - escribiendo sobre el "caos," el
"colapso," y la "inestabilidad crónica" del régimen civil.
Washington apunta hacia un régimen cívico-militar, si y cuando
Duhalde renuncie o sea derrocado. La estrategia de Washington es la de decapitar
a la oposición popular. Puede ser resumida como la Triple M, un régimen
conformado por el ex-presidente Menem, el ex-ministro de economía Murphy
y los Militares. Su falta de todo apoyo social entre las capas medias y los
pobres urbanos significa que ese sería un "régimen de fuerza":
diseñado para poner a la clase media contra la pared, dirigiéndola
hacia un éxodo masivo por medio de una reducción brutal de los
niveles de vida para cumplir con los compromisos de la deuda externa.
En resumen, Washington está trabajando en dos direcciones: por un lado
presionando a Duhalde para que se pliegue a sus demandas asumiendo poderes dictatoriales
totales, y por el otro preparando las condiciones para un nuevo régimen
vasallo "cívico-militar", más autoritario y derechista.
El recurso a dictaduras militares con una fachada cívica provee a la
Administración Bush con la fachada ideológica de "defender la
democracia y la libertad de mercados." Los medios de los EEUU pueden embellecer
esto, así como toda una variedad de motivos relacionados.
La estrategia de militarización de Washington también es evidente
en Ecuador, Bolivia y Paraguay, donde los regímenes lacayos, desprovistos
de toda legitimidad popular, se aferran al poder e imponen las fórmulas
neo-mercantilistas de Washington (mercados libres en América Latina y
proteccionismo y subsidios en los EEUU).
En Brasil y México, Washington depende grandemente de instrumentos políticos
y diplomáticos. En el caso de México, Washington tiene acceso
directo a la Administración Fox en política económica y
un virtual agente en el Ministro de Relaciones Exteriores Jorge Castañeda.
La meta de la subordinación mexicana al neo-mercantilismo de los EEUU
no es cuestionada, dado que Fox y Castañeda están totalmente de
acuerdo. Lo que sí es cuestionado es la efectividad del régimen
en implementar las políticas estadounidenses. El esfuerzo de Fox para
convertir el sur de México y América Central en una gran planta
de ensamblaje, centro petrolero y turístico de los EEUU (Plan Puebla-Panamá)
ha chocado con una oposición sustancial. El desplazamiento masivo de
capitales estadounidenses hacia China, donde los salarios son más bajos,
ha provocado el desempleo en gran escala en los pueblos de la frontera entre
México y los EEUU. Los así llamados "beneficios recíprocos"
de la "integración" brillan por su ausencia. El dumping estadounidense
de cereales y otros productos agrícolas ha sido desbastador para los
campesinos y agricultores mexicanos. La toma de control estadounidense de todos
los sectores de la economía mexicana (finanzas, telecomunicaciones, servicios,
etcétera) ha llevado a un flujo masivo de pagos al exterior en concepto
de beneficios y licencias.
En cuanto a las relaciones exteriores, la influencia de Washington nunca ha
sido mayor, dado que Castañeda remeda groseramente las políticas
del Departamento de Defensa y de la CIA - declarando el apoyo incondicional
a la política estadounidense en Afganistán y en cualquier intervención
militar futura, e interviniendo burdamente en la política interna de
Cuba y provocando el peor incidente en la historia reciente de las relaciones
diplomáticas Cubano-Mexicanas. Las groseras intervenciones anticubanas
de Castañeda apoyando a Washington tuvieron el resultado contrario, con
la gran mayoría de la clase política mexicana pidiendo un voto
de censura para el ministro o su renuncia. Sin embargo, se ve claramente que
la mera presencia de tan desvergonzado promotor de la política estadounidense,
como lo es Castañeda en la Administración Fox, es indicativa de
la conquista agresiva de espacio por parte de Washington en el sistema político
mexicano. La poderosa presencia de bancos y corporaciones multinacionales de
EEUU y de numerosos vasallos políticos locales y regionales, facilitan
la recolonización de México - contra una fuerza laboral cada vez
más empobrecida y difícil de controlar.
En Brasil, los EEUU han estado activos, tanto en la esfera política como
en la económica. Su apoyo a Cardozo produjo resultados sin precedentes:
la virtual entrega de las principales empresas públicas en los sectores
de las finanzas, los recursos naturales y el comercio. Más significativo
aún es que los vínculos de los capitales de EEUU y Europa con
los imperios brasileños en los sectores de los medios y los grandes negocios,
han tenido una poderosa influencia sobre la clase política y sobre la
conformación de la política electoral. Este bloque de poder ha
conseguido hacer girar políticos electoralistas de centroizquierda hacia
la derecha, con el objetivo de asegurar el acceso a los medios y el apoyo financiero
para ganar las elecciones nacionales. La hegemonía de los EEUU sobre
Brasil es un proceso político. Su influencia se transmite tanto a través
de intermediarios locales y regionales como de los monopolios mediáticos
nacionales. La "conquista" más reciente de la ofensiva estadounidense
es la de la dirigencia del así llamado Partido de los Trabajadores, y
en particular de su candidato presidencial Ignacio Lula da Silva. En respuesta
a la ofensiva de los EEUU, Lula seleccionó a un magnate textil del derechista
Partido Liberal como candidato a la vicepresidencia. Ha intentado congraciarse
a si mismo buscando una reunión con Kissinger, declarando su lealtad
al FMI y jurando cumplir los compromisos de la deuda externa, las industrias
privatizadas, etcétera. El giro a la derecha de Lula y el Partido de
los Trabajadores significa que todos los mayores partidos electorales permanecerán
dentro de la órbita estadounidense y garantizarán la hegemonía
indiscutible de los EEUU sobre las clases políticas.
En resumen, la ofensiva imperial ha adoptado una variedad de tácticas
y enfoques en diferentes países, en una variedad de contextos político-militares.
Al tiempo que dándole una mayor supremacía a la intervención
militar y a los golpes militares (siempre con alguna forma de fachada civil)
en ciertos países (Colombia, Venezuela), Washington continúa por
un lado instrumentalizando a sus vasallos políticos y diplomáticos,
y por otro "dando la vuelta" a sus adversarios políticos.
El objetivo estratégico de construir un imperio neomercantilista enfrenta
una gran variedad de obstáculos políticos, sociales y militares,
lo que es particularmente evidente en Colombia, Venezuela y Argentina. En otras
palabras, la proyección imperial de poder está lejos de haberse
realizado. Se encuentra enredada en una serie de relaciones conflictivas y en
un contexto en el que los fracasos socioeconómicos del imperio en el
pasado no crean un terreno favorable para el avance ni justifican el supuesto
de una victoria inevitable. Por el contrario, la actual ofensiva imperial es
en parte el resultado de importantes reveses en los años recientes y
del crecimiento de la oposición entre sus antiguos partidarios en las
clases medias de algunos países.
La Decadencia del Imperio: Las Bases de la Ofensiva Imperial
La ofensiva político-militar de los EEUU en América Latina
forma parte de una campaña mundial para revertir el deterioro de su influencia
política y su dominación económica, y para extender y consolidar
su poder imperial por medio de una combinación de bases militares y regímenes
políticos vasallos. Con el inicio el 7 de octubre de 2001 del bombardeo
masivo y la subsecuente ocupación de Afganistán, Washington procedió
a establecer un régimen títere, completamente dependiente del
poder militar de los EEUU. La construcción de satélites se extendió
hacia el Asia Central, donde Washington apartó abruptamente a los enlaces
rusos y estableció bases militares y relaciones patrón-cliente
con los regímenes. Procesos similares de intervenciones militares, ocupaciones
de bases y relaciones patrón-cliente fueron establecidas con los gobernantes
de Filipinas, Yemen y Georgia. En América Latina, antes del 7 de octubre
de 2001, los EEUU ya habían establecido bases militares en Ecuador, Perú,
Aruba, El Salvador y en el norte de Brasil. Más significativo aún
es que la ubicación de nuevas bases fue acompañada por un papel
operativo extenso y directo en el financiamiento, el entrenamiento y la dirección
de operaciones de contrainsurgencia de las fuerzas militares y paramilitares
colombianas que combaten a la insurgencia popular.
Es importante hacer notar dos puntos. Primero, parte de esta expansión
del poder de los EEUU está dirigida a contrarrestar los avances de los
movimientos populares y de los regímenes antiimperialistas. Segundo,
la ofensiva no sólo busca recuperar la influencia perdida, sino establecer
nuevos centros estratégicos de poder en orden de imponer un imperio mundial
indiscutido. En el caso de América Latina, ambos procesos están
en camino: un esfuerzo imperial concertado para derrotar los desafíos
populares al poder imperial y establecer un imperio neo- mercantil más
exclusivo, explotador y represivo que el que existió durante el período
denominado como "neoliberal."
El propósito inmediato de la ofensiva político-militar de los
EEUU en América Latina es el de recuperar su dominación en una
región en la que sus regímenes lacayos están desacreditados
y perdiendo su capacidad de controlar las políticas macroeconómicas
debido a la oposición de las masas.
Esencialmente, la presencia militar de largo plazo de los EEUU tiene un objetivo
político - apuntalar regímenes desacreditados, reemplazar regímenes
vasallos débiles por juntas cívico- militares más autoritarias
y derrocar gobiernos nacionales independientes que se rehusan a seguir las políticas
de Washington.
El que los regímenes vasallos de los EEUU se están debilitando
salta a la vista por el fracaso del modelo económico liberal, el declive
vertical de la popularidad registrado en las encuestas de opinión, la
fuga en ascenso de capitales locales y lo que es más importante, en algunos
países, la beligerancia cada vez mayor de robustos movimientos populares
de masas dirigidos a desafiar la autoridad del régimen - cuando no el
poder del estado.
El desafío más poderoso y organizado al proyecto de construcción
de satélites del imperio se da en Colombia. La oposición popular
al régimen cívico-militar se basa en un poderoso movimiento agrícola
multisectorial (que incluye a agricultores, campesinos y trabajadores rurales),
perjudicado por los recortes en los créditos, la política de puertas
abiertas hacia las importaciones de alimentos baratos estadounidenses y el bajo
precio de sus productos de exportación. La oposición incluyó
también luchas sindicales militantes, particularmente de los sindicatos
petrolero, de los empleados públicos y de la industria. La tercera y
más significativa oposición se encuentra en el movimiento guerrillero
más poderoso y mejor organizado de la historia reciente de América
Latina. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército
de Liberación Nacional (ELN) de menor tamaño, incluyen más
de 20,000 combatientes. La tarea principal de los expertos en contrainsurgencia
es la de dirigir a los escuadrones de la muerte paramilitares para que expulsen
del campo por la fuerza a cientos de miles de campesinos simpatizantes de la
guerrilla, y asesinar a los habitantes progresistas de los barrios pobres, activistas
estudiantiles, trabajadores por los derechos humanos y líderes sindicales.
La violencia de las fuerzas paramilitares esta dirigida a aislar a las guerrillas
de su base natural de masas - y fuente de alimentos y reclutas - en orden de
facilitar a las Fuerzas Armadas el enfrentamiento directo con la guerrilla.
La amplitud y la profundidad de la violencia militar -40,000 civiles asesinados
en la década de 1990- sugieren el grado en el que la guerrilla estuvo
y está profundamente enraizada en la población trabajadora y campesina.
La guerrilla controla o tiene influencia sobre la mitad de los municipios rurales
del país y no ha sufrido derrotas significativas, a pesar de las frecuentes
"campañas de exterminio" del ejército. Por el contrario, la guerrilla
se encuentra activa a menos de 80 kilómetros de la capital, Bogotá,
controla carreteras principales y domina una vasta franja de zonas rurales.
Al tiempo que inmersos en una guerra móvil, más bien que de posiciones,
los insurgentes han, de hecho, establecido un sistema de doble poder en varias
regiones del país. Más aún, los insurgentes tienen la ventaja
del conocimiento del terreno, la proximidad a la población local y una
dirigencia estratégicamente superior que más que compensa la superioridad
tecnológica y numérica del ejército dirigido por los EEUU,
en su mayoría compuesto por reclutas.
La entrada masiva de armas y oficiales estadounidenses está dirigida
a reforzar al régimen y a impedir su deterioro o colapso de cara a la
recesión que ya lleva dos años, al descontento civil y a las arremetidas
de la guerrilla.
En Venezuela, el régimen de Chávez ha desafiado la política
exterior de los EEUU en varias regiones vitales: 1) en el Medio Oriente, los
Estados del Golfo y el Norte de África. El gobierno de Chávez
ha fortalecido a la OPEP y visitado Irak, Irán y Libia, rompiendo así
el boicot de los EEUU. 2) En el Sur de Asia, Chávez se opuso a la intervención
militar de los EEUU ("la respuesta al terror no es más terror"); en América
Latina se opuso al Plan Colombia y a la estrategia militar contrainsurgente
de los EEUU, prohibió los vuelos espías estadounidense sobre el
espacio aéreo venezolano, rechazó la implementación inmediata
del ALCA, desarrolló lazos cercanos con Cuba y ofreció su mediación
en la disputa entre la guerrilla y el régimen en Colombia. En términos
más generales, Chávez ha fortalecido la OPEP y ha revitalizado
su capacidad de toma de decisiones, y sobre todo Chávez ha rechazado
someterse a la cruzada por la dominación mundial del tándem Bush-Rumsfeld.
Esta última toma de posición es la que ha llevado a los EEUU a
retirar temporalmente su embajador y enviar una delegación de alto nivel
de funcionarios del Departamento de Estado que amenazaron a Chávez en
un estilo que recuerda más bien a la mafia que a los diplomáticos
de carrera. La política exterior independiente de Chávez marca
un claro contraste con los anteriores regímenes vasallos corruptos, que
hacían de eco de la política internacional de los EEUU.
El tercer país que ha sido testigo de un agudo declive de la influencia
de los EEUU es la Argentina. El colapso del régimen de De La Rúa
y su séquito de ministros, a remolque de los banqueros extranjeros y
de los bancos multilaterales controlados por Europa y los EEUU, hicieron sonar
las campanas de alarma en Washington. La instalación de la camarilla
de Duhalde y sus concesiones a Washington y al FMI no han pacificado a la Casa
Blanca porque su régimen es percibido como inestable e incapaz de poner
fin de manera efectiva a las movilizaciones de masas. El hecho político
más significativo es el de que la gran mayoría de la clase media
se ha puesto en contra del neoliberalismo y sus promotores extranjeros, y rechazan
a todos los políticos locales asociados con estos. A diferencia del golpe
de 1976, en el que los EEUU y los generales fueron capaces de echarle la culpa
a la izquierda del "desorden" y la "violencia," en 2002 son los regímenes
liberales derechistas pro-estadounidenses los que confiscaron los ahorros de
la clase media, haciendo descender sus niveles de vida y reprimiendo violentamente
las asambleas y los cacerolazos de la clase media.
Un golpe cívico-militar respaldado por los EEUU tendría lugar
en un vacío político, prácticamente sin ninguna base social
de apoyo y dependiendo exclusivamente de la represión violenta contra
la práctica totalidad de las organizaciones de la sociedad civil. El
total descrédito político de los lacayos políticos de los
EEUU, como el ex-presidente Menem, el ex-ministro (ministro por 15 días)
Murphy y los comandantes genocidas del ejército, significa que Washington
enfrenta una correlación de fuerzas socio-políticas muy desfavorable
en este momento y en un futuro inmediato. En este contexto, las estrategias
más probables de Washington serán las de llamar a Duhalde a tomar
medidas represivas aún más severas como un medio de desmovilizar
a la oposición para cumplir con las condiciones de los bancos extranjeros,
con la promesa de nuevos préstamos del FMI. Otro escenario posible serían
nuevas elecciones, en las que una renovada versión de coalición
de centroizquierda llegue al poder, y Washington recurra a una estrategia de
desgaste político - minando las inversiones, los préstamos, etcétera
a efectos de provocar el descontento para así descargar un golpe de estado
en un entorno de caos y políticas fallidas.
En este contexto tiene lugar una carrera entre los movimientos de masas y Washington,
para ver quién consigue llenar el espacio dejado por la derecha civil
en desintegración. Los EEUU tienen las armas del estado pero no la base
social. Los movimientos de masas tienen el apoyo popular pero ninguna dirigencia
nacional organizada en una posición de pujar por la toma del poder del
estado.
Colombia, Venezuela y Argentina expresan claramente los centros de la influencia
y el poder en decadencia de los EEUU. Sin embargo, fuerzas alternativas avanzan
en varios otros países latinoamericanos. Hay signos claros de que los
regímenes vasallos en Paraguay (Macchi), Bolivia (Quiroga), Ecuador (Noboa),
Perú (Toledo) están desacreditados y tienen poco apoyo popular
en su implementación de la agenda de Washington. Lo que es más,
hay poderosos movimientos de masas multisectoriales en los tres primeros países
que han demostrado su capacidad para la acción directa al bloquear algunas
de las leyes más retrógradas. Mientras que esos movimientos son
poderosos, su fuerza reside en regiones y en clases sociales particulares (campesinos)
y son propensos a negociar acuerdos limitados (que nunca son implementados por
el régimen - lo que de este modo precipita nuevas movilizaciones y confrontaciones).
Analizar la influencia política de Washington en Brasil es muy complejo.
Por un lado, el régimen centro-derechista y pro-estadounidense de Cardozo
ha perdido mucho apoyo en la opinión pública - excepto entre los
banqueros extranjeros y las elites locales - debilitando así la hegemonía
de los EEUU. Por otro lado, la izquierda ha sido severamente debilitada por
el giro a la derecha de la dirigencia del Partido de los Trabajadores y su candidato
presidencial Ignacio Lula Da Silva. Su alianza con el derechista Partido Liberal
y su adopción de la mayor parte de la agenda neoliberal dejan a los EEUU
con una situación en la que sólo pueden ganar. El giro a la derecha
alienará a muchos de los votantes de base del PT y tal vez divida al
partido, causando que pierda las elecciones. O, si se da el resultado improbable
de una victoria del PT-Liberales, las consecuencias políticas no afectarán
los intereses fundamentales de los EEUU. La incógnita es en qué
medida el giro a la derecha del PT va a resultar en un reagrupamiento de la
izquierda - en el que los poderosos movimientos sociales (Trabajadores Sin Tierra,
pequeños agricultores, movimientos urbanos y habitacionales), los partidos
de izquierda radicales (PSTU, PCdoB, etcétera) y los disidentes de izquierda
del Partido de los Trabajadores puedan aunar fuerzas. Independientemente de
los partidos electorales, hay una poderosa y creciente corriente de opinión
nacionalista y antiimperialista, que se opone fuertemente al ALCA y a las políticas
económicas promovidas por los EEUU y Europa que han traído consigo
una década de estancamiento económico. Más aún,
el ejército brasileño no es un aliado de fiar para el Pentágono,
dado que hay una fuerte corriente nacionalista con raíces históricas
que podría resistirse a una mayor intervención estadounidense.
En resumen, sería una equivocación atribuir la actual ofensiva
político-militar de los EEUU exclusivamente a factores globales. La contraofensiva
de los EEUU es de fecha anterior al 11 de septiembre y al 7 de octubre. El Plan
Colombia comenzó casi dos años antes. Ciertamente, la ofensiva
imperial en América Latina recibió un ímpetu ideológico
y militar mayor luego de los eventos de la segunda mitad de 2001, pero igualmente
importante es el avance de los movimientos populares y la extensión de
los sentimientos antiimperialistas y antiliberales hacia sectores sustantivos
de las clases medias en algunos de los países más grandes. La
compleja interacción entre la decadencia de la influencia en América
Latina y en los Estados del Golfo, combinada con la competencia de Europa, ha
cambiado dramáticamente la concepción del imperio por parte de
Washington.
El Nuevo Imperialismo: Del Neo-Liberalismo al Neo-Mercantilismo
El caso de los "regímenes fallidos" al interior del imperio neoliberal
de los EEUU en América Latina fue ilustrado dramáticamente por
la Argentina, pero se repite en otros países. El Neoliberalismo, como
estrategia imperial para obtener el control de los mercados, las empresas nacionales
y los recursos naturales, parece estar llegando a su punto final. Esto no significa
el fin del imperialismo. Lo que está teniendo lugar es un mayor grado
de control del estado imperial sobre las economías y los circuitos de
circulación del capital y las mercancías. El ALCA de Washington
es precisamente un plano para la construcción de un imperio neomercantilista,
en el que los EEUU establecen el marco legal para consolidar una posición
privilegiada en los mercados y en la economía latinoamericanos, por encima
y en contra de sus competidores europeos/japoneses.
Los imperios neo-mercantilistas se basan esencialmente en decisiones de estado
unilaterales (rechazando las negociaciones) y en la supremacía militar,
ambas diseñadas para imponer políticas a los competidores internacionales,
regionales y nacionales. Dada la debilidad de los estados- clientes neoliberales
para contener la insurgencia popular, el estado imperial neomercantilista opta
por un mayor uso de la fuerza y de la militarización de la política.
Contra las conquistas económicas en América Latina de sus aliados
europeos, el neo-mercantilismo busca limitar las pérdidas futuras atando
América Latina a los Estados Unidos.
La transición de un imperio neoliberal a uno neo-mercantil no es un cambio
abrupto; el nuevo imperialismo todavía tiene muchas de las características
del anterior: EEUU todavía importa muchas más mercancías
que hace 30 años, y continuará siendo dependiente de las importaciones
en el futuro previsible. Pero de modo cada vez mayor, Washington se esta moviendo
hacia el control de las importaciones, cuotas y tarifas para proteger a las
industrias domésticas no- competitivas, desde el acero hasta el camarón.
Segundo, muchas de las exportaciones de los EEUU han sido subsidiadas y, en
cierta medida, el proteccionismo siempre ha existido, aún en los momentos
más álgidos del imperio neoliberal. La verdadera cuestión
es el grado y, lo que es más importante, la dirección del comercio
subsidiado por el estado. EEUU ha incrementado desproporcionadamente sus subsidios
a la agricultura, y a causa del dólar sobrevalorado pasaron a imponer
aranceles al acero, a un costo para los exportadores de ultramar de casi 10,000
millones de dólares en ingresos no-percibidos. Europa tomará represalias;
los clientes latinoamericanos, no - especialmente aquellos comprometidos con
el ALCA.
Tercero, a medida que EEUU pasa a ser un imperio de comercio e inversiones dirigidos
por el estado, en América Latina mantendrá su retórica
neoliberal implementando al mismo tiempo una estrategia estatista, desorientando
así a los analistas superficiales. Varios factores llevan a una coincidencia
entre el neo-mercantilismo y el incremento de la militarización. En primer
lugar, la evidente asimetría de las relaciones comerciales - los EEUU
protegen y dan subsidios a su industria, pero exigen "libre comercio" para América
Latina - conduce a desequilibrios que sólo pueden ser impuestos y sostenidos
por la fuerza. Segundo, el neo-mercantilismo degrada y aliena a sectores de
las clases medias locales, de los agricultores, y de los pequeños negocios
urbanos, estrechando así la base política del régimen lacayo
local. En tercer lugar, el papel cada vez mayor del estado imperial politiza
la oposición al estado. En cuarto lugar, el neomercantilismo debilita
el empleo local en las industrias y en los servicios sociales del sector público,
engrosando las filas de los des- y subempleados y ampliando la base social para
la acción directa de masas. Quinto, la presión del estado imperial
sobre los estados vasallos para que cumplan con el pago de la deuda externa,
elimina la mayor parte del ingreso para financiar servicios sociales locales
o proyectos de capital, reduciendo el empleo de profesionales y el desarrollo
de la infraestructura. En resumen, la transición a la economía
neo-mercantil requiere más explotación y dominación. La
ideología global "antiterrorista" usada para justificar una mayor militarización
estadounidense en América Latina es un ardid propagandístico:
las bases económica de la militarización están enraizadas
en la transición hacia el nuevo imperialismo.
La Ofensiva de los EEUU: Su Impacto en la Izquierda
La actual ofensiva imperial de los EEUU ha tenido un impacto diferencial
en las formaciones de izquierda en América Latina. En general, podemos
decir que los partidos electoralistas han girado a la derecha y que los movimientos
sociopolíticos se han radicalizado. La ofensiva no sólo ha afectado
a las configuraciones políticas y las estrategias, sino también
a los programas económicos.
Comencemos por el lado negativo - aquellos sectores de la izquierda que, como
resultado de la intervención de los EEUU, las amenazas, las presiones
y la propaganda, han girado a la derecha. Los dos casos más destacados
son los del Partido Sandinista (FSLN) en Nicaragua y el Partido de los Trabajadores
en el Brasil. En ambos casos hubo un gradual giro hacia el centro durante la
última década. En las elecciones presidenciales de Nicaragua de
2001, Daniel Ortega escogió un candidato neoliberal para vicepresidente
y luego del 11 de septiembre avaló el bombardeo de los EEUU sobre Afganistán,
su ofensiva militar a escala mundial, el ALCA, el pago de la deuda externa y
la política neoliberal ortodoxa. Eso no sirvió de nada: Washington
y el embajador de los EEUU intervinieron en las elecciones favoreciendo al candidato
liberal convencional y lanzaron amenazas al electorado en caso de votar por
una guerrilla reciclada convertida en liberal. Ortega perdió las elecciones
y el apoyo de la militancia y de la izquierda, sin lograr asegurarse el apoyo
de las elites capitalistas.
En Brasil, la dirigencia del Partido de los Trabajadores ha pasado de un programa
socialista a uno socialdemócrata y, recientemente, a uno neoliberal.
Mientras que el Partido aún cuenta con una fuerte minoría de socialdemócratas
de izquierda y un contingente de intelectuales marxistas, su orientación
actual es la de desplazarse hacia el centro-izquierda para asegurar alianzas
con el conservador Partido Liberal y el PMDB (el Partido Movimiento Democrático
Brasileño). Mientras que los dirigentes del partido dan el giro a la
derecha, el dirigente máximo, Lula, asume más bien las características
de un caudillo autoritario - más interesado en ganar posiciones de poder
que en reformar o cambiar el sistema socioeconómico. Lula y sus seguidores
en la dirección han tomado medidas tanto simbólicas como efectivas
para asegurar a Washington su voluntad de ser vasallos obedientes: prometen
garantizar el pago de la deuda, defender a las empresas privatizadas y estimular
a los inversores estadounidenses. En el nivel simbólico-sustantivo, la
selección por parte de Lula de un magnate textil, hostil a los sindicatos
militantes, los homosexuales y el Movimiento de Trabajadores Sin Tierra (MST)
y favorable al ALCA sugieren que el PT continúa en movimiento… hacia
la derecha. Lula alabó a Kissinger, archidefensor de las guerras imperiales
y de la OMC, durante su reciente visita a São Paulo. Lula ha visitado
Washington para dar seguridades a la Casa Blanca de su apoyo total a su campaña
global "antiterrorista." El giro a la derecha, aún más pronunciado
por parte del PT luego del 11 de septiembre, sugiere que la presión de
Washington aceleró un proceso que ya estaba teniendo lugar como resultado
de la política partidaria interna.
En México, el voto del PRD (junto con los otros dos principales partidos
de derecha) a favor de la legislación que perjudicaba a las comunidades
dirigidas por los zapatistas - y de hecho, todas las comunidades indígenas
- es un indicador de las políticas conciliatorias de la actual dirigencia.
La negativa del actual líder del Partido a denunciar los provocadores
pronunciamientos del ministro de relaciones exteriores mexicano y las acciones
contra Cuba, son indicadores de que algunos sectores del PRD pueden estar compitiendo
con el PAN para ser los lacayos favoritos de Washington en el Senado mexicano.
En resumen, la ofensiva de los EEUU ha tenido un impacto significativo en empujar
a la mayoría de los partidos electoralistas de centroizquierda hacia
la derecha. En casi todos los casos, sin embargo, este giro hacia la derecha
ya estaba en camino - la presión sólo aceleró el proceso
y quizás empujó a esos partidos mucho más hacia la derecha
de lo que se podía prever.
En contraste, la ofensiva político-militar estadounidense y el gran empujón
dado para imponer el ALCA han aumentado la extensión, profundidad y radicalización
de muchos de los movimientos sociopolíticos de la región.
En Colombia, la presión de los EEUU para romper las negociaciones de
paz y militarizar la zona neutral ha conducido a grandes y exitosas contraofensivas
de las guerrillas, a una colaboración más estrecha entre las FARC
y el ELN y a un drástico deterioro de la economía, incluyendo
los flujos de petróleo y energía, y el abastecimiento de agua,
producto de los ataques de la guerrilla. Aún más, bajo condiciones
de guerra y confrontación de clases, es probable que las demandas programáticas
de la insurgencia se radicalicen. Al menos en su primera fase, la ofensiva estadounidense
en Colombia ha conducido a varias derrotas tácticas y, aparte de la captura
de unas pocas poblaciones aisladas en la zona desmilitarizada, ha llevado a
pérdidas significativas entre los escuadrones de la muerte paramilitares
patrocinados por los ejércitos de EEUU y Colombia.
En Argentina, el intento de Duhalde para aplacar a los EEUU en cuanto al pago
de la deuda, ofreciendo votar contra Cuba, cumplir con el FMI, etcétera,
ha fortalecido a la oposición y radicalizado las demandas. Los grupos
y clases de oposición, otrora dispares, convergen cada día más
hacia una coalición efectiva. Las reuniones de unidad nacional cuentan
con una asistencia de miles y los cacerolazos de la clase media continúan
uno detrás del otro con grandes bloqueos de carreteras a cargo de los
desempleados. La economía continúa hundiéndose, previéndose
un crecimiento negativo de dos dígitos. La masa de la clase media con
sus fondos todavía confiscados sabe que los banqueros estadounidenses
y europeos y sus clientes argentinos pudieron enviar a los EEUU, Europa y Uruguay
cerca de 40,000 millones de dólares antes de que sus cuentas fuesen congeladas.
El resultado es un rechazo poderoso y consciente hacia la clase política.
La ofensiva de los EEUU ha tenido el efecto de aislar a sus vasallos políticos.
No ha tenido ningún efecto en cuanto a amortiguar o neutralizar el ascenso
popular. Mientras el régimen de Duhalde respalda la ofensiva de los EEUU,
se ve socialmente impotente y políticamente aislado, incapaz de implementar
medidas políticas significativas. Más importante aún es
que Washington no posee interlocutores estables en la mansión presidencial
- el régimen de Duhalde podría terminar antes de cumplir con el
período de su mandato.
En Venezuela, la ofensiva estadounidense ha movilizado exitosamente a las elites
comerciales (Fedecámaras), a la jerarquía religiosa y a los jefes
sindicales en manifestaciones a gran escala con la esperanza de provocar un
golpe militar y reemplazar a Chávez por un vasallo local. Por otro lado,
Chávez ha respondido fomentando manifestaciones masivas de sus partidarios
entre los pobres de las ciudades y los sindicalistas disidentes. También
cuenta con la lealtad de los comandantes del Ejército. La intervención
de los EEUU ha radicalizado los discursos de Chávez, quien ha dado señales
de que podría introducir cambios socioeconómicos más sustanciales
a favor de los pobres.
Las confrontaciones están llevando a una mayor polarización social
entre las clases altas ricas y las clases medias prósperas por un lado,
y la clase media pauperizada y los pobres urbanos y rurales por el otro. La
ofensiva de Washington ha polarizado al país y ha radicalizado las demandas
políticas y sociales en ambos bandos: las clases ricas y el empresariado
apoyan abiertamente una solución militar para volver a imponer un régimen
lacayo que revierta la política exterior independiente de Chávez;
los pobres pidiéndole a Chávez que use mano dura para tratar a
la oposición dirigida desde el exterior y que implemente un programa
redistributivo radical. Chávez hasta el momento mantiene una cada vez
más insostenible "posición intermedia" - resistiendo los intentos
de la derecha para derrocarlo, llamando a movilizaciones de masas en apoyo al
régimen constitucional, manteniendo su política exterior independiente
pero sin comprometerse claramente en un proceso de transformaciones sociales
claramente delineado.
En México, Brasil, Bolivia, Ecuador y Paraguay, los EEUU se han asegurado
el respaldo de los regímenes lacayos a su ofensiva mundial. Pero en ese
proceso, los regímenes mismos se convierten cada vez más en instrumentos
aislados e inefectivos de las políticas de los EEUU dentro de América
Latina. Más aún, por debajo del nivel del gobierno, hay poco apoyo
para cualquier campaña militar estadounidense que favorezca a las políticas
económicas asesinas y que se sostenga en fuerzas militares represivas
con un largo historial de masacrar movimientos populares.
Washington consigue asegurarse alineaciones favorables de parte de la mayoría
de los regímenes en los foros internacionales, por medio de las amenazas
y la compra de votos, pero ha perdido la hegemonía ideológica
en toda la región, excepto en algunos círculos de elites intelectuales
y entre las ONGs conformistas.
En contraste con esto, los cortes de carreteras de multiplican - desde las "autopistas"
de la Patagonia hasta los caminos rurales de Bolivia o las junglas de Colombia:
"ellos" no pasan. Los EEUU se aseguran las promesas de los Presidentes títeres,
pero cada vez más los palacios presidenciales y los edificios del congreso
son rodeados por manifestantes, mientras que el olor a neumáticos ardiendo
se filtra por entre los alambres de púas y pasa por las caras adustas
de los soldados fuertemente armados. La ofensiva estadounidense ha intimidado
o cooptado a los políticos oportunistas precisamente en el momento en
el que el electorado los estaba abandonando.
Conclusión
Claramente, estamos entrando en un período de ofensiva política
y militar de los EEUU, golpes militares (o intentos de golpes), acción
directa de masas, polarización política y nuevas formas de representación
social. No hay resultados uniformes – los beneficios y las pérdidas que
resulten de la ofensiva estadounidense no pueden ser medidos contando los votos
de los presidentes y el nivel de asentimiento de los generales leales. Los movimientos
sociales en avance y la insurgencia popular han desenmascarado el saqueo imperial
y han derribado regímenes lacayos, pero los resultados políticos
importantes están todavía por venir.
Los conflictos sociales y los enfrentamientos militares tiene lugar a escala
continental; presidentes lacayos suben y bajan, se imponen reemplazantes. Movimientos
y partidos crecen y luego enfrentan retos decisivos: hacer compromisos o luchar
por el poder. Los fallos y las limitaciones de los programas reformistas han
vuelto a poner el socialismo en la agenda.
Ha surgido una nueva generación que no vivió en carne propia las
derrotas políticas y el terror de las décadas de 1960 y 1970,
pero que ciertamente ha vivido el hambre, la pobreza, el desempleo y la corrupción
política de la década de 1990. Ninguno de los movimientos militantes
emergentes o de las insurgencias populares ha experimentado una derrota histórica
en esta década. El movimiento, con ascensos y descensos temporales, todavía
sigue una trayectoria ascendente. Sin embargo, ningún resultado es inevitable
ni predeterminado: la organización consciente, la claridad política
y la audaz intervención humana son necesarias para contrarrestar la actual
ofensiva imperial y convertirla en una derrota histórica, y más
allá de eso, en una revolución socialista victoriosa.