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2 de marzo de 2002
La lucha por el socialismo en la actualidad
James Petras
Traducido para Rebelión por Jorge Capelán
Una discusión acerca de la lucha por el socialismo hoy en día
debería comenzar por ver qué es y qué no es el socialismo.
Es importante tener claridad política acerca de las falsas alternativas,
así como de los componentes básicos de una sociedad socialista.
Este ensayo abordará el asunto analizando críticamente tres de
las ideologías antisocialistas más influyentes que se dicen abogar
por una izquierda renovada y proponen un enfoque socialista alternativo. Este
análisis seguirá con una discusión de la vía militante
al socialismo y una crítica de las ilusiones que rodean a la política
electoral. La última sección se centrará en la discusión
del contexto mundial actual y de los retos y oportunidades que enfrenta la Izquierda
de cara a la ofensiva imperial de Washington.
Lo que NO es el socialismo
La Izquierda se enfrenta esencialmente a tres alternativas falsas de socialismo:
(1) "La Tercera Vía" promovida por Tony Blair, (2) la Socialdemocracia
europea y del Tercer Mundo y (3) el "socialismo de mercado" al estilo chino.
La "Tercera Vía" propuesta por el líder del Partido Laborista
Británico Tony Blair, pretende definir una "tercera vía" entre
la propiedad pública de los medios de producción y de los servicios
sociales y el mercado liberal no regulado. De hecho, combina lo peor de ambos
mundos, una burocracia estatal grande y cara al servicio de las poderosas instituciones
financieras y la banca, y una legislación autoritaria que viola las libertades
individuales. En la práctica, la "Tercera Vía" de Blair es un
camino directo hacia las guerras, las crisis y la profundización de las
privatizaciones a expensas de los consumidores, el medio ambiente y los trabajadores.
El régimen de Blair ha sido un activo colaborador subalterno de Washington
en los salvajes bombardeos de civiles en Yugoslavia, Afganistán e Irak,
y de la conquista y ocupación de Afganistán, Kosovo y Macedonia.
La Tercera Vía promovió la desindustralización de Inglaterra,
la burbuja especulativa de las telecomunicaciones y su colapso, precipitando
la actual recesión. El programa de privatizaciones de Blair ha minado
el plan nacional de salud, perpetuado el peor sistema de transporte e infraestructura
de Europa Occidental, y puesto a los trabajadores ingleses en el peor lugar
en lo que respecta a los derechos sociales. Claramente, la "Tercera Vía"
es un simple eufemismo para el neoliberalismo autoritario y el militarismo.
La segunda versión burguesa del socialismo es la socialdemocracia. Durante
los últimos 20 años, los partidos socialdemócratas y populistas
de Europa y América Latina han abandonado sus programas reformistas,
de bienestar social, en favor de las políticas neoliberales, la subordinación
a la hegemonía imperial de los EE.UU., y en Latinoamérica, la
adopción de los programas de ajuste estructural del FMI. En breve tiempo,
los socialdemócratas y los populistas se han convertido al neoliberalismo,
redistribuyendo el ingreso hacia las clases altas y el capital extranjero. Ya
no son partidos reformistas de las clases trabajadoras, son partidos reaccionarios,
proimperialistas y neoliberales. Los mejores ejemplos de esta conversión
son el PSDB de Cardozo en Brasil, y el partido Peronista en Argentina.
El tercer ejemplo de socialismo fantasma es el así llamado "socialismo
de mercado" practicado en China. La realidad política de la China es
la de la subordinación de la propiedad social al mercado capitalista.
No queda absolutamente nada del socialismo chino: los trabajadores tienen las
jornadas más largas, los peores salarios y los menores derechos sociales
de todos los trabajadores asiáticos. Los capitalistas chinos y sus socios
de ultramar extraen las ganancias más altas y envían ilegalmente
al otro lado del mar entre 30.000 y 40.000 millones de dólares al año
- creando las desigualdades más grandes del Asia. El estado socializa
las deudas de las empresas privadas y de elites estatales corruptas roban millones
del tesoro público para financiar sus inversiones, sus cuentas en el
extranjero y sus estilo de vida de un lujo obsceno. El "Socialismo de Mercado"
es una ideología para justificar la transición de la propiedad
colectiva al capitalismo salvaje.
Lo que el socialismo significa hoy en día
Contra esos ejemplos de "falso socialismo," el socialismo de verdad hoy, ante
todo implica la socialización de los medios de producción, la
transformación de la propiedad y el control de los bancos, las fábricas,
la tierra, los servicios sociales, el comercio exterior y la transferencia del
poder de los capitalistas a los productores directos, a los consumidores y a
los defensores del medio ambiente. El socialismo significa la oposición
a todas las guerras imperialistas, a las intervenciones militares, y el apoyo
a la autodeterminación de las naciones y a los movimientos de liberación
nacional. Bajo un régimen socialista, la representación y las
elecciones tendrían lugar en los lugares de trabajo, en los barrios y
en las cooperativas, y conducirían a una asamblea nacional que rendiría
cuentas directamente ante las organizaciones de trabajadores, campesinos y consumidores.
El socialismo promoverá profundas reformas en la familia, en el trabajo
y en los servicios sociales para facilitar la igualdad de género. El
gasto público se transformará, de subsidiar a los capitalistas
y pagar la deuda externa, a proveer de forma gratuita y amplia salud, educación
y entornos recreativos en una escala masiva.
Las diferencias entre el falso socialismo y el verdadero son fundamentales e
insoslayables. No hay bases para una alianza o "cohabitabilidad." Los antagonismos
sociales entre las clases se expresan en el conflicto entre el falso y el verdadero
socialismo. Las distinciones no son sólo intelectuales; son prácticas.
La Vía Militante al Socialismo
El camino hacia el socialismo implica una serie de actividades prácticas
que enfrentan a los militantes socialistas contra las prácticas elitistas
de los jefes políticos del falso socialismo. En la lucha por el socialismo,
los militantes actúan en varios niveles de acción: (1) se comprometen
directamente en las luchas cotidianas en el barrio, el lugar de trabajo y el
mercado callejero; (2) organizan movimientos de masas, no sectas políticas,
para llevar a cabo una reforma agraria integral, la socialización de
las fábricas, la propiedad pública de los bancos y el control
estatal del comercio exterior; (3) los militantes se organizan para conseguir
el poder político - no se la pasan todo el tiempo en foros internacionales,
reuniéndose con otros turistas de izquierda que no tienen ninguna base
social en sus países de origen; (4) los militantes se reúnen para
resolver las cuestiones que están a la orden del día, para resolver
los problemas de las masas y para estudiar los procesos políticos, las
estructuras de poder y la creación de alternativas revolucionarias; (5)
combinan la lucha de masas con la creación de formas de organización
socialistas y de participación de estilo asambleario; (6) los militantes
rechazan a los líderes que cultivan el "culto a la personalidad" y que
subordinan las luchas y las organizaciones populares a su poder personal; (7)
los militantes y los movimientos invierten tiempo y recursos educando a dirigentes
y organizadores capaces de tomar decisiones difíciles, discutiendo las
tácticas y las estrategias en las asambleas; (8) los dirigentes siempre
comparten los mismos riesgos que aquellos a quienes dirigen - en primera fila
de la lucha, sin diseñar estrategias "desde abajo de la cama." Para inspirar
la acción resuelta en la lucha de masas es importante "mostrar la cara."
La historia y la experiencia nos muestran que la acción popular directa
de masas es la única vía para lograr cambios fundamentales en
el poder, la propiedad y en la autoestima. Las elecciones para parlamentos impotentes
no han conducido a ninguna reforma digna de ese nombre en el último cuarto
de siglo. Los dirigentes populares que comienzan en la izquierda, y son elegidos
para el parlamento, son asimilados por el sistema y terminan hablándole
al pueblo y trabajando para el capital. El caso de la trayectoria de Lula confirma
este análisis. Él comenzó liderando las luchas populares
y terminó abrazando a la derecha neoliberal en una coalición electoral.
Combatir ilusiones: Elecciones, La Vía Parlamentaria y las Reformas
El abrazo abierto a la política neoliberal por el Partido de los Trabajadores
de Brasil, y la selección por parte del candidato presidencial Lula de
un gran empresario derechista (Alencar) como socio en la vicepresidencia, ilustran
la decadencia de la izquierda parlamentaria y su evolución hacia la derecha.
Durante los últimos 25 años de elecciones parlamentarias, en los
que los medios de masas de manera uniforme han servido a los políticos
capitalistas y a los grandes financieros en todas las campañas electorales,
la gran mayoría de la clase trabajadora, de los campesinos y de los desocupados
han sufrido una severa regresión de sus niveles de vida. Las campañas
electorales burguesas han servido de fachada para legitimar el poder y las decisiones
de elites no-electas del FMI, el Banco Mundial y los funcionarios locales al
servicio de la clase local capitalista en el poder. Como resultado de ello,
los líderes políticos electos llevan adelante políticas
regresivas: la concentración de la tierra a expensas de los campesinos
sin tierra y los pequeños productores, la erosión de los derechos
democráticos del pueblo al gobernar por decreto y apoyar una legislación
anti-trabajadores, y la imposición de una política macroeconómica
(el "neoliberalismo") que destruye el mercado doméstico, mina el control
público nacional y erosiona la propiedad de los sectores estratégicos
de la producción, las materias primas y las finanzas. En contraste con
los fracasos de las políticas electorales, la política de la acción
directa abrazada por los movimientos sociopolíticos en Brasil, Ecuador,
Argentina y en otros lugares ha tenido éxito al lograr cambios sociales
y políticos significativos. El Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra
en Brasil, a través de su política de ocupaciones de tierras ha
asentado a más de 250.000 familias. La CONAIE de Ecuador ha derribado
a dos presidentes. En Argentina, las fuerzas combinadas de los movimientos de
trabajadores desempleados (Piqueteros), las organizaciones vecinales (Cacerolas)
y los jóvenes activistas han obligado al no-pago de la deuda externa,
han derribado a 5 presidentes y creado un movimiento popular nacional de masas
contra toda la clase política burguesa.
El contraste entre los logros prácticos de los movimientos sociopolíticos
comprometidos con la acción directa de masas y la impotencia, la corrupción
y la cooptación de la izquierda electoral salta a la vista.
El proceso electoral no tiene impacto sobre las políticas de los funcionarios
electos. Repetidas veces, durante las campañas electorales, los candidatos
burgueses y de izquierda prometen crear empleo, atacar al "neoliberalismo" y
crear un sistema económico más equitativo. Sin embargo, cuando
los políticos asumen sus cargos, profundizan y extienden las privatizaciones,
imponen nuevas políticas de ajuste estructural y aumentan la represión
contra los movimientos populares. Los candidatos electos por los partidos de
izquierda se quedan impotentes en la oposición o, peor aún, evolucionan
hacia las alianzas y la colaboración con la derecha, reciben grandes
sueldos y, de manera creciente, se divorcian de las luchas de las masas, priorizando
la actividad en las instituciones. En muchos casos, los políticos de
izquierda convierten a los activistas que les ayudaron a ser elegidos en funcionarios
de bajo nivel y convierten a los movimientos en maquinarias electorales. La
conversión de los partidos socialdemócratas y populistas y sus
líderes en neoliberales, significa que las principales organizaciones
que luchan por reformas (reforma agraria, cancelación de la deuda externa,
sistema nacional de salud, etcétera) son los movimientos sociales de
la acción directa. Los viejos partidos socialdemócratas y populistas
ya no son reformistas. Son liberales que trabajan con el capital local transnacional
e imperial.
El declive del reformismo socialdemócrata esta basado en el hecho de
que la clase burguesa dominante ya no es "nacional" - producen para los mercados
extranjeros, depositan sus ganancias en el extranjero, dependen de financiamiento
extranjero y de tecnología extranjera. Están integradas en los
circuitos imperialistas del capital. Los Socialdemócratas dependen del
capital transnacional y no pueden implementar reformas sociales sin sufrir fugas
de capitales, presiones financieras, etcétera. Enfrentados a la elección
de abandonar las políticas de la colaboración de clases y construir
poderosos movimientos clasistas de masas para realizar "reformas," los socialdemócratas
han rechazado las reformas y se han acomodado a los intereses de sus socios
capitalistas transnacionales. El abandono de los socialdemócratas de
sus programas reformistas de "bienestar social" ilustra su subordinación
a y su dependencia de la orientación de la clase capitalista hacia los
mercados, las finanzas y las redes imperiales.
Para los movimientos sociopolíticos, los sindicatos y los marxistas,
el continuar apoyando "críticamente" a los partidos ex-socialdemócratas
es convertirse en rehenes de la burguesía neoliberal y traicionar su
compromiso con la transformación social.
Con el colapso del proyecto neoliberal - ilustrado por la total bancarrota de
la Argentina y la recesión mundial-, las posibilidades de reformas sociales
y de una recuperación del estado del bienestar capitalista son remotas.
Las reformas del estado de bienestar tuvieron lugar en un período de
expansión capitalista en Europa y los EE.UU. durante el período
de 1950-72, y en América Latina entre los 1940s e inicios de los 1970s.
Hoy las clases capitalistas ven a los obreros y campesinos como un costo de
producción para los mercados extranjeros, no como un consumidor para
el mercado interno.
La polarización mundial provocada por la actual ofensiva militar de Washington
desvaloriza cualquier intento de las fuerzas reformistas por organizar coaliciones
progresistas. El apoyo de los socialdemócratas a la cruzada contrarrevolucionaria
de Washington refuerza a los cuerpos represivos del estado y a la legislación
represiva dirigida contra las reformas propuestas por los movimientos sociopolíticos.
Los socialdemócratas, atrapados en la polarización cada vez más
profunda entre el imperialismo y los movimientos sociopolíticos, abandonan
su oposición al militarismo, el ALCA y la deuda externa. La recesión
y el declive de los ingresos presupuestarios hacen imposible para los socialdemócratas
el subsidiar las exportaciones y las empresas en quiebra, sacar de apuros a
los bancos, pagar la deuda externa y al mismo tiempo financiar reformas sociales
para las clases populares.
El declive de los mercados de exportación, la disminución de la
inversión extranjera y los recortes a la producción local significan
que el proyecto reformista, de apoyar el neoliberalismo e incrementar el gasto
en los pobres, no es viable. El compromiso socialdemócrata para trabajar
con un modelo neoliberal en un momento en el que los estados imperiales aumentan
el proteccionismo y expanden sus subsidios agrícolas significa que la
crisis socioeconómica en América Latina se profundizará
y que su régimen político estará en una crisis perpetua.
La posibilidad de combinar reformas sociales con regímenes neoliberales
es virtualmente nula.
Sólo los movimientos sociopolíticos revolucionarios o radicales
pueden llevan a cabo reformas, en el transcurso de una acción directa
de masas que construyan nuevas formas populares de representación. Las
reformas duraderas sólo son posibles bajo un nuevo estado revolucionario
de obreros y campesinos.
La coyuntura actual: Obstáculos y Oportunidades
La lucha por el socialismo en esta coyuntura requiere que evitemos dos concepciones
erróneas. La primera es la de suponer que el imperialismo estadounidense
es omnipotente y omnipresente - que lo que Washington dice y hace automáticamente
tendrá éxito. El segundo error es el de asumir que el ascenso
popular de las luchas en América Latina, particularmente en Argentina,
significa que estemos entrando en un período revolucionario - una lucha
por el poder del estado.
La ofensiva militar mundial de los EE.UU. (su rechazo unilateral de los tratados
de Kioto, de misiles, de armas biológicas, etc., su marginación
de Europa/OTAN en la masacre afgana, su apoyo incondicional a la masacre israelí
de los palestinos, las nuevas guerras propuestas contra Irak, Irán y
Corea del Norte, su intervención militar en gran escala en Colombia y
la campaña de desestabilización contra Chávez y el enorme
aumento de los gastos militares) están dirigidos a revertir el declive
de su poder e influencia en el mundo. Antes del 11 de septiembre, Irán
erosionó el boicot de los EE.UU. desarrollando lazos de inversiones y
comercio con Europa y Asia. Irak se convirtió en miembro activo de la
OPEP y de la organización internacional de países islámicos.
La Intifada Palestina y Hezbollah en el Líbano desafiaban al poder israelí.
En América Latina, Chávez rechazó las políticas
imperiales de los EE.UU. -su bombardeo de Afganistán, el Plan Colombia,
los vuelos estadounidenses sobre el espacio aéreo venezolano y el cronograma
estadounidense para el ALCA. Los avances militares y políticos de las
FARC y el deterioro del régimen cipayo de Pastrana, amenazaban la dominación
estadounidense y su control sobre Colombia. El colapso del régimen cliente
de los EE.UU. en Argentina, en diciembre, y el levantamiento popular amenazaron
la dominación de los EE.UU. en un país clave en América
Latina. En Brasil, la radicalización del electorado, las crecientes protestas
anti-ALCA, el crecimiento de los movimientos sociopolíticos como el MST
y el deterioro del régimen de Cardozo reflejaron el declive de la influencia
de los EE.UU. en el país más grande y más importante en
América Latina.
La consolidación de la Unión Europea y del euro amenazaron la
supremacía del dólar y las ventajas de los EE.UU. como santuario
para las fugas de capitales. Los conflictos comerciales con Europa resultantes
de los subsidios y el proteccionismo estadounidenses desafiaron la retórica
de mercados libres de Washington.
La militarización de las política de los EE.UU. y su unilateralismo
reflejan un giro hacia el imperialismo neomercantilista. En respuesta a los
retos antes mencionados, Washington adoptó una nueva estrategia: el neo-mercantilismo.
El ALCA está basado en la idea de un bloque comercial diseñado
para desplazar a la competencia europea y para privilegiar a los inversionistas
y exportadores de los EE.UU. La defensa de las posiciones económicas
monopólicas de los EE.UU. depende de la militarización cada vez
mayor y de la intervención estatal de los EE.UU., para proteger y subsidiar
a los sectores no-competitivos de la economía estadounidense. El neo-mercantilismo
y la intervención militar son serias amenazas para los movimientos sociopolíticos
populares. Pero las bases del poder imperial de los EE.UU. son vulnerables y
las contradicciones y crisis del imperio estadounidense son profundas y crónicas,
creando oportunidades para el avance de la lucha por el socialismo.
Mientras que los EE.UU. expanden su poder militar a lo largo y ancho del mundo
y amenazan a países de cuatro continentes, la economía de los
EE.UU. está en una posición precaria. Los EE.UU. financian el
enorme déficit de sus cuentas con el exterior emitiendo dólares
y no a través de la producción. Algunos de sus mayores gigantes
corporativos (Enron, Qwest, Crossways) han colapsado, y los inversionistas han
perdido su confianza en los asesores de inversiones y las agencias contables
de Wall Street. Los beneficios se han reducido y los mercados de ultramar han
caído. El excedente del presupuesto de los EE.UU. se ha convertido en
un déficit creciente. Mientras que el gasto militar ha aumentado, hay
menos recursos para subsidiar y/o salvar a las multinacionales en quiebra. Lo
que es más importante, los bancos de los EE.UU. y las agencias de crédito
están amenazadas por crashes financieros al estilo Argentina y negativas
al pago de la deuda que podrían erosionar el imperio financiero de Wall
Street.
Las dos fuerzas motrices del imperio de los EE.UU. se están moviendo
en direcciones opuestas: su economía va en declive, mientras que el gasto
militar se expande -lo que produce un efecto tijera insostenible. Más
aún, los costos de las conquistas militares no traen consigo beneficios
en el corto o medio plazos. Los costos de las guerras interminables a escala
mundial sólo agravarán cada vez más la diferencia del efecto
tijera entre las inversiones improductivas en la expansión militar y
la actividad económica en declive.
La segunda contradicción se centra en la transición de los EE.UU.
hacia un imperio neomercantilista. En la versión actual del imperio,
el estado imperial juega un papel central en establecer la primacía económica
de las corporaciones y bancos de los EE.UU. El estado imperial aumenta los subsidios
agrícolas para conquistar mercados de ultramar, mantiene o introduce
nuevas barreras arancelarias, y asegura contratos de construcción para
las multinacionales estadounidenses en los países clientes al terminar
las guerras imperiales. El estado imperial provee subsidios para sus exportadores
y establece barreras arancelarias y cuotas para proteger sus industrias cada
vez menos competitivas (acero, automóviles, etc). EE.UU. insiste en el
Acuerdo Latinoamericano de Libre Comercio, que es un tratado comercial promovido
por el estado y diseñado para privilegiar a los inversionistas de los
EE.UU. a expensas de los competidores europeos y japoneses.
La mejor explicación de la postura militarista y unilateral de Washington
se encuentra en el giro hacia el neo-mercantilismo: el intento de asegurarse
ventajas mercantiles - no a través de la competencia del mercado, sino
a través de los decretos de estado unilaterales y la intervención
militar que intimida a los competidores y mina o perturba el desarrollo de sus
economía.
Sin embargo, el neo-mercantilismo agudiza los conflictos y provoca mayores rivalidades
interimperialistas. Europa ha denunciado las amenazas militares de los EE.UU.
contra los estados productores de petróleo del Golfo Irak e Irán,
con los que han aumentado las inversiones y el comercio de petróleo.
Los países asiáticos, como China y Corea del Sur, han rechazado
las amenazas militares de los EE.UU. contra Corea del Norte -que deterioran
el comercio y la ampliación de inversiones interasiáticas. La
alianza militar de los EE.UU. con sus estados árabes clientes, es contrarrestada
por los esfuerzos de la UE de forjar relaciones más cercanas con la Asociación
de Estados Islámicos. En América Latina, la UE está promoviendo
un acuerdo de integración y libre comercio con el MERCOSUR, la organización
regional de comercio que incluye a Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia.
Mientras que la brecha en poderío militar entre los EE.UU. y la UE se
ensancha, el mercado integrado de la UE y sus vínculos con el exterior
proporcionan un reto formidable a la construcción del imperio neo-mercantil.
A medida que se incrementan las tensiones y se profundizan los conflictos, las
rivalidades podrían tener un impacto al erosionar las bases económicas
del imperio militar de los EE.UU. y los esfuerzos estadounidenses para minar
a la sociedad europea. Por ejemplo, en Afganistán y luego de las conquistas
militares de los EE.UU., estos se niegan a cooperar con Europa en la erradicación
de los cultivos de drogas que tienen un potencial de producción de 4,500
toneladas de opio y 450 toneladas de heroína - de las cuales 150 toneladas
inundarán Europa y amenazarán su tejido social (Financial Times
18 de febrero de 2002, p. 3).
Segundo, la invasión militar de los EE.UU. y los bombardeos victoriosos
no producen áreas de inversión que den beneficios: destruyen áreas
potenciales de ganancias y crean economías corruptas, tribales y gangsteriles
como en Kosovo, Albania, Macedonia y Bosnia. En Afganistán, los señores
tribales de la guerra están combatiendo salvajemente a lo largo y ancho
del país, incluyendo Kabul. Los regímenes clientes de Washington
terminan como estados fallidos sin ley, incapaces de establecer las condiciones
mínimas de seguridad, mucho menos de un clima para las inversiones. Mientras
que Rumsfeldt puede comparar favorablemente a la conquista militar de alta tecnología
de Afganistán con la blietzkrieg de los Nazis en Europa (Financial Times
18 de febrero de 2002, p. 4), el uso innovativo de las armas guiadas por láser
no tiene el menor impacto para sacar a los EE.UU. de una recesión industrial
que ya lleva dos años.
El imperio de Washington, precisamente porque ha vinculado a sus estados clientes
de ultramar con el mercado estadounidense, ha transmitido sus crisis a todo
el mundo.
Todos los así llamados "estados clientes neoliberales" han visto reducirse
sus mercados de exportaciones, caer los precios de sus mercancías, y
muchas de sus plantas de ensamblaje ir a la quiebra. La bancarrota de la estrategia
de crecimiento "guiada por las exportaciones" significa que los estados clientes
tienen severas insuficiencias en sus rentas e ingresos, que les impiden importar
alimentos básicos y productos acabados o semiacabados, lo que provoca
tasas negativas de crecimiento, niveles de vida en declive y un aumento de la
demanda para la renacionalización de las industrias estratégicas
y los bancos, junto con un cambio hacia la producción para el mercado
doméstico.
La oposición a la dominación estadounidense y europea se ha extendido,
desde los desempleados urbanos y los pobres rurales, a una clase media empobrecida
y de movilidad social descendente. Esto es especialmente evidente en la Argentina,
donde el régimen cliente en colaboración con los bancos extranjeros
confiscaron los ahorros de toda la clase media. Como resultado, la clase media
ha radicalizado sus exigencias para incluir un amplio conjunto de demandas antiimperialistas
por primera vez en su historia reciente.
Por último, y lo que es lo más importante, la intervención
militar de los EE.UU. en defensa de sus clientes y su dependencia casi exclusiva
de la guerra y de las amenazas militares, esta creando una polarización
favorable a la Izquierda, lo que aumenta la oposición y aísla
a los aliados de los EE.UU..
Las 50.000 personas que marcharon contra el Acuerdo de Libre Comercio en el
Foro Social de Porto Alegre el 4 de febrero de 2002, sólo son la punta
del iceberg de la creciente oposición popular. Los cientos de millones
de dólares de ayuda militar dirigidos a las fuerzas militares y paramilitares
de Colombia no ha cambiado el equilibrio de fuerzas entre la guerrilla y los
militares en ese país. Al contrario, ha distorsionado aún más
la economía del país y ha incrementado la oposición de
las organizaciones cívicas.
En Bolivia, Paraguay y Ecuador, las movilizaciones de masas, las huelgas generales
y los bloqueos de carreteras han sido más extensos y efectivos al paralizar
la economía y desacreditar a los regímenes clientes.
En Brasil, el papel activo de los movimientos sociopolíticos y de los
partidos marxistas en las luchas de masas aún ejercen una poderosa influencia
entre importantes sectores de la población. Aún más importante,
la continua masivadad del levantamiento popular en la Argentina y la obligada
renuncia de cinco presidentes son indicadores del potencial revolucionario en
ese país clave.
Sin embargo, esta contraofensiva popular, que continúa a pesar de la
política de militarización global de Washington, tiene sus limitaciones.
Muchos de los movimientos de masas están atados a demandas en su mayoría
limitadas (comida y trabajo para los desempleados en Argentina); los movimientos
son regionales y sectoriales, y por lo tanto no cuentan con una dirigencia nacional
capaz de plantearse el reto de la toma del poder estatal. Muchos de los dirigentes
activistas desafían a los regímenes clientes, y luego negocian
acuerdos de corto plazo (la mayoría de los cuales nunca son cumplidos
por el estado) -creando de esta forma un proceso cíclico de movilización
- acción directa - confrontación - negociación - acuerdos
- promesas rotas - movilización, etcétera. Sin embargo, hay signos
importantes de un gran adelanto en lo político. Muchos de los activistas
y militantes en toda América Latina están totalmente desilusionados
con los líderes electorales de izquierda. El pacto de Lula con el Partido
Liberal y su abierto apoyo a la política procapitalista obligan a la
mayoría de la izquierda consecuente a dar el giro hacia la acción
directa de masas y, posiblemente, hacia una nueva formación socialista.
En Argentina, las luchas en los barrios, en los suburbios empobrecidos de la
clase trabajadora, entre los desempleados, entre las clases medias de movilidad
social descendiente y entre los sectores de los empleados públicos, la
fecha significativa no es el 11 de septiembre como lo quisiera Bush, sino el
19 y 20 de diciembre, los días de las barricadas y del derrocamiento
del régimen cipayo neoliberal en el poder.
Conclusión
Estamos viviendo un período de guerras imperiales, levantamientos populares,
crecientes militarización y polarización política y social.
El intento de Washington de formar una alianza contrarrevolucionaria mundial
muestra fisuras cada vez más profundas. Las bases económicas del
imperio tienen profundas fallas. La resistencia popular en los estados colonizados
se está extendiendo.
Las alternativas reformistas, al tiempo que aún presentes, ya no son
viables. Los políticos electoral-parlamentarios se encuentran cada vez
más al margen de las grandes confrontaciones históricas. Los grandes
aparatos sindicales ya no controlan ni contienen a la lucha de las masas. Al
interior de las luchas de masas, el socialismo reemerge, tanto de las cenizas
de la experiencia estalinista derrotada y desacreditada como de una socialdemocracia
igualmente corrupta y servil, inmersa en el lodazal neoliberal.
La lucha por el socialismo emerge inicialmente como una serie de cambios estructurales:
reforma agraria, renacionalización de la banca, de los sistemas de telecomunicación
y de los recursos estratégicos. Sin embargo, el avance socialista no
se desarrolla de modo lineal: hay derrotas y retiradas; dirigentes históricos
de la clase trabajadora, como Lula y el Partido de los Trabajadores del Brasil
se lanzan a la reacción y desorientan a sus partidarios entre la clase
obrera. Un régimen neoliberal es derribado (De La Rúa) y reemplazado
por otro (Duhalde) en la Argentina. Cortes masivos de carreteras y huelgas en
Bolivia desafían al estado y terminan abruptamente sin tocar las cuestiones
fundamentales. En Colombia, la insurgencia popular se desarrolla de manera despareja
- poderosa en el campo, débil en las ciudades. Las rivalidades personales
y divisiones entre "reformistas" y revolucionarios continúan.
La coordinación internacional entre los movimientos nacionales y la organización
de manifestaciones internacionales son parte integrante del calendario político.
Las luchas nacionales, los levantamientos locales, llevan a la formación
de militantes revolucionarios conscientes al interior de los movimientos. El
imperio no puede estar siempre en todos lados. A medida que la lucha por el
socialismo se extiende de los militantes a las masas, la amenaza de las bombas
y de la propaganda masiva ya no intimidan a los movimientos de masas. Los desempleados,
los empobrecidos, los destituidos, con los ojos hambrientos y los puños
cerrados, avanzan: la cuestión es quién organizará la lucha
por el poder socialista del estado.