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2 de febrero de 2002

Un Escritor de un Talento Excepcional

James Petras
Traducido para Rebelión por Jorge Capelán

Desde temprano, Biperdhar Sukumar estuvo resentido de todo y de todos los que le rodeaban: Cuando al hijo de Mukarjee, Ravi, le dieron una bicicleta nuevecita, se dijo a sí mismo que era porque su padre que era comerciante, engañaba a los clientes sacando ventaja de los cañeros ignorantes. Cuando al cabo de tanto porfiar logró que su padre le comprara una bicicleta, anduvo por las calles y los caminos disfrutando del espectáculo de las anchas hojas de tuna, ignorando a los cargadores descalzos con pesadas cargas de caña cortada. Su padre le hablaba de su abuelo, un brahmán, un hombre de espíritu y dignidad, que llegó como sirviente contratado, como jornalero, pero un hombre de vasta profundidad espiritual. B.S., como llegó a llamarse más tarde a sí mismo, era bajo y rechoncho, y él también se imaginaba la gran profundidad espiritual de la India, su maravilloso pasado ancestral. Despreciaba a los ágiles africanos y a los atléticos Hindúes que palo en mano competían en los partidos de cricket. "Lo que les falta de cerebro lo reponen con músculo, hasta entre medio de las orejas," éste fue uno de los primeros aforismos de B.S. Él era un comentarista social lúcido, cuyo conocimiento de primera mano del Caribe más tarde le sería recompensado en su segundo hogar, Inglaterra. Su primer hogar era la India, nació en Trinidad por un malentendido.
Desde muy temprano, B.S. demostró una habilidad inconfundible en manipular el color de su piel y su origen nacional para congraciarse con sus maestros de escuela británicos. En la clase era el primero en levantarse y con un canto a toda voz de 'God Save the Queen' [Dios Salve a la Reina] para el placer de sus maestros y la ira de sus compañeros de clase. Valientemente resistía los impactos de misiles de papel masticado que rebotaban sobre sus orejas extendidas. Era el más estudioso de todos los estudiosos entre los alumnos, y no sólo de Sheakespeare, Swift y los victorianos: también consumía y regurgitaba los prejuicios raciales y clasistas de sus autores británicos preferidos. Compartía la fe colonial en el efecto terapéutico del 'deporte' para los revoltosos políticos con demasiadas hormonas del África y de la India (Oriental); pero no para sí mismo. Su única queja de la escuela fue la hora de ejercicio obligatorio; desde pequeño tuvo problemas para alcanzar con los brazos los dedos de los pies. Le encantaba alabar a sus profesores en base a redacciones y una estudiada imitación del estilo literario de Dickens y otros victorianos. Uno de sus maestros, entrenado en Gran Bretaña, encontró bochornosos ese acogimiento chillón a los valores de los amos coloniales, y sus demostraciones públicas de civilidad y peculiar vida rural chapada a la antigua. Animó a B.S. ser más selectivo, que mucha de esa civilidad exterior y esas muestras de comportamiento cortés enmascaraban superficialidades y actos brutales. Pero B.S. ni se conmovía: cualesquiera fuesen los errores que pudiesen ser atribuibles a la clase media británica, eran más que compensados por su decencia en lo fundamental. Eran el ejemplo de un pueblo civilizado, algo que a la Isla le faltaba.
Su infancia fue una de aislamiento, en parte autoimpuesto por su sentido de superioridad, un batallador brahmán caribeño. La mayoría de los afrocaribeños lo ignoraban por sus raros amaneramientos, mientras que los hijos de los cortadores de caña hindúes se reían de él por sus aires de superioridad. Más tarde logró vengarse de todos ellos: tomó todas sus habilidades de aprendizaje básico de las escuelas de la Isla y luego acreditó a Inglaterra y a su incomprendida y mítica India por su éxito. Lo que más le molestaba era que nadie supiese cuál era su lugar. Los caribeños eran una mezcolanza de razas, impurezas, y él sabía que el mestizaje no podía producir nada de valor, sólo la interminable palabrería pretenciosa y vacía, los traseros bamboleantes y una risa alta y falsa. "Muestran más los dientes que el cerebro," le confió una vez a un editor inglés.
En Inglaterra pensó que había encontrado la segunda cosa más parecida a la casta: un rígido sistema de clases que sostenía una forma de gobierno altamente civilizada. Bastante curiosamente, B.S. llegó a Inglaterra precisamente cuando el antiguo sistema de clases de caballeros predestinados como patrones de las artes estaba tocando a su fin. Con la expansión del sistema de bienestar social, los impuestos progresivos y la conversión de la antigua elite rentista al estilo de codos afilados del capitalismo estadounidense, la Vieja Inglaterra había muerto. Siendo un recién llegado con poco sentido de las realidades históricas cambiantes y de las realidades sociales, B.S. buscó resucitar la visión del libro de cuentos victoriano de Inglaterra como la tierra de la civilidad, la democracia y la preocupación patricia por lo pobres. Suez no le preocupó: tampoco llegó a siquiera a pestañear ante la masacre de los kenianos durante el levantamiento de los Mau Mau, o de la complicidad británica con la guerra de los EEUU en Indochina. Su obsesión con mantenerse leal a las virtudes de los Tories le hizo pasar por alto cualquier tipo de imperfecciones morales sobre las mejillas rojas de ginebra de la Reina. Su búsqueda de reconocimiento y dinero, tanto como el resentimiento hacia su pasado -- el Caribe, los Africanos, el Tercer Mundo -- echaban leña al fuego de sus rabiosas polémicas vestidas con las ropas de sus caracteres literarios. Su inteligencia en el giro de la frase, en el proveer un incisivo primer plano de la vida cotidiana y fundirlo con sus banales reflexiones filosóficas, ciertamente le dieron a su obra una apariencia de realismo y universalismo. Pero sólo la apariencia.
La adopción por Biperdhar Sukumar de un nombre de dos iniciales vino de su reencarnación como gentleman académico. Más tarde, las dos iniciales fueron precedidas de un título nobiliario, aunque devaluado. Sir B.S. Nodpol estaba silenciosamente furioso por el hecho de que su título nobiliario le hubiese sido otorgado después que el de Mick Jagger, quien aparentemente había hecho más intercambio exterior para las arcas de la Corona con sus contorsiones y sus alaridos amanerados que los libros de Biper. Las iniciales dobles se ajustaban a la imagen de sí mismo de un gentleman inglés y le ayudaron a olvidar los feos y peyorativos apodos ("Viper")[La Víbora] con que sus compañeros de clase se referían a él en la Isla.
Todo aquello que no podía hacer, o que le salía mal, lo odiaba. Tal vez esa no fuese una respuesta inusual, pero lo que difícilmente era normal era el grado tal al que B.S. era capaz de elevar sus aversiones personales a principios universales. Un fracaso miserable en los deportes y el baile, un loco por el control desprovisto de toda espontaneidad o sentido de la solidaridad, compensó todo eso adulando a sus superiores, especialmente aquellos que lo pudiesen ayudar a subir la escalera del éxito.
Convirtió sus vicios en virtudes. Justificó sus ligeras narraciones de la historia desprovistas de toda investigación tediosa de las fuentes argumentando que sus profundas reflexiones filosóficas no podían ser encajonadas por la "pedantería". Lo que a sus ensayos les faltaba en documentación lo repuso con frases listas y bien afiladas. La elegancia literaria y la convincente articulación de su peculiar sensibilidad hacia los matices de la vida cotidiana en el Caribe encubrieron su investigación descuidada y su desdeño por el récord histórico y social. Lo que impulsó su carrera fue la combinación de estilo y prejuicios imperiales. El primero sedujo a los liberales, los últimos atrajeron el gusto de los conservadores. La caricatura de su mirada amargada y el ridículo de los críticos del nuevo imperialismo entretuvieron al Centro Comercial de Londres, a los snobs, y a los amateurs aficionados al Suplemento Literario del Times. Los estetas de las casas contables y los guardianes del establecimiento literario eran fundamentales para ser invitado a la Gran Casa, como la llamaban los indo-caribes de Trinidad. B.S. hizo maravillas por el idioma inglés, pero no de la forma en que algunos de sus acólitos liberales lo entendieron.
Luego de su primer éxito literario, y a medida que se fue convirtiendo en un autor citable, se volvió un virtuoso en el vaciar conceptos de su significado clásico y rellenarlos con sus propios prejuicios egoístas. Por ejemplo, cuando Biper hablaba o escribía acerca del "respeto por las virtudes cívicas," en realidad quería decir adulación servil del stablishment; cuando hablaba de "mantener altos estándares literarios," en realidad estaba hablando de "polémica deshonesta y falta de infundada."
Se ajustaba a la personalidad autoritaria de Adorno: a los pies de Su Majestad y a la yugular de aquellos que no tienen poder ni influencias. Esto está ilustrado por sus respuestas a las flatulencias de las clases altas y las de las clases bajas -- el tirarse pedos en público. En una recepción en su honor en el Palacio de Buckingham, estaba escuchando a Su Majestad platicar con un círculo de amistades, cuando ésta soltó un ruidoso, y en consecuencia oloroso pedo, sin parar a respirar ni por una coma. Impresionante prestación, pero él ni por un momento se permitió una sonrisa, ni siquiera para sus adentros. Más tarde escribió un trabajo acerca de la importancia de la Monarquía en el mantenimiento de los modales cívicos en los lugares públicos. En una de sus raras visitas a Trinidad, y en uno de sus más raros aún, pasajes por un mercado público, un vendedor callejero rasta se le acercó para venderle ganga [marihuana en Jamaica y el Caribe]. Sin darse cuenta, el vendedor se tiró un pedo, e inmediatamente pidió disculpas con una sonrisa. Lleno de ira, Biper convirtió el incidente en una imaginativa diatriba filosófica contra el pueblo caribeño "cuyas obscenidades en los lugares públicos son un hecho bien conocido."
Desde sus tiempos en Trinidad, B.S. tenía los ojos puestos en el premio, un oído aguzado para recoger los prejuicios de la elite y una lengua afilada para expresarlos. Fanon debe haber tenido a Biper en mente cuando escribió Máscaras Negras, Caras Blancas, un ensayo sobre los intelectuales colonizados del Tercer Mundo. En un dialecto más popular, sus compañeros de clase le llamaban "El Coco": marrón por fuera y blanco por dentro. Esos flechazos difícilmente podrían haber sido causa de desgracia, porque B.S. estaba orgulloso de ser identificado con las autoridades coloniales británicas. Él sabía que esos africanos estúpidos eran orgánicamente incapaces de entender que él y su familia procedían de un antiguo linaje de brahmanes, cuyos sirvientes, limpiadores de bacinicas, eran de carácter superior al de este populacho plebeyo africano.
Cuando el poder negro y el movimiento de la negritud de Aime Cesaire comenzó a ganar influencia, B.S. se perturbó mucho, dado que éstos cuestionaban sus valores fundamentales, para no hablar del camino que eligió hacia la movilidad social. Luego del shock inicial, desarrolló un sentimiento de superioridad en lo interior, así como un deleite maligno ante la desgracia ajena en lo exterior. Le dijo a uno de sus conocidos Mahendra Sen, que "El Poder Negro no llegará a ningún lugar." "A ningún lugar," quería decir a una beca en una universidad inglesa.
Sin embargo, la adulación servil de Biper no llegó a atraer la atención de los dispensadores de becas, ni en la isla ni en Londres. La desilusión él se la atribuyó a la mediocridad del Comité Afrocaribeño y sus cobardes colegas hindúes. Los altamente respetables británicos no eran responsables de pasar por alto a este genio en potencia. Ellos eran almas confiadas, engañadas por lugareños prejuiciosos que sólo nominaban a los de su propia grey jugadora de cricket. Fue un incidente en la embajada británica el que hizo que Biperdhar Sukumar se precipitase a acortar su nombre a B.S., (aunque era algo que el había añorado hacer en imitación de varios lores británicos y leones literarios). El funcionario de la embajada le llamó Viperarse [Culodevíbora] Kumar Naughtypo. Cuando se ruborizó y débilmente le corrigió, el funcionario se puso visiblemente irritado y lo mandó a volver a su asiento. Fue así que nació B.S. Nodpol, y desde entonces nadie se ha equivocado al pronunciar su nombre.
En sus libros de viaje políticos, especialmente hacia el Tercer Mundo, Biper fue particularmente interesante para sus amos coloniales literarios en Londres y Nueva York. Les encantaba la manera en que él descuartizaba a los líderes nacionalistas y les encantaba la forma deliciosa en que destruía sus pretensiones de enfrentar al "neocolonialismo" exponiendo sus improcedentes pecuniarios. "Qué encantador el que uno de ellos nos lo diga a nosotros," era una frase común escuchada en las fiestas de cócteles en Mayfair. Pocos disfrutaban en realidad de su presencia. "Prefiero el libro antes que al hombre," comentó un corredor de la bolsa de Oxbridge.
"Verdaderamente, es un plomazo insoportable, a pesar de sus obvios talentos," comentó una graciosa anfitriona, arrugando la nariz, luego de que un ataque de flatulenta exuberancia hubiese interrumpido una educada conversación entre Lady Footsie y el Sir Biperdhar.
Su gira por América Latina fue muy reveladora de su talento literario. En el Sheraton de Buenos Aires mantuvo una brillante conversación con una prostituta porteña [en español en el original] muy bien proporcionada, que reclamaba descendencia directa de una famosa familia terrateniente. Su libro contenía un memorable capítulo sobre la política argentina. Como era de predecir, fue un panegírico mordaz que ridiculizaba el nacional-populismo y la irracionalidad de la turbamulta peronista que sólo tenía churrasco y fútbol en la cabeza. "Los años dorados del principio de siglo fueron destruidos y en su lugar la turba adoraba a la histriónica ex-cabaretera Eva Perón."
Cuando los historiadores y hasta algunos académicos literarios conocedores de la literatura latinoamericana leyeron este libro señalaron errores factuales flagrantes de nombres, fechas, secuencias y eventos a los que B.S. grandilocuentemente restó importancia por perder de vista las verdades interpretativas más profundas que él había puesto al descubierto al mismo tiempo que desnudaba torpe y ambiciosamente a su escultural informadora argentina. "El mundo de la literatura es una obra de la imaginación y no una réplica del mundo de los hechos," declaraba solemnemente en un ensayo del Suplemento Literario del Times. En respuesta a los críticos, B.S. respondió: "Cualquier periodista a destajo puede registrar fechas y horas, así como copiar nombres debidamente. Lo importante al escribir cualquier ensayo político es tener una visión clara de la imagen de conjunto, tener un marco interpretativo que trascienda los hechos cotidianos e ilumine nuestra comprensión de los significados, en última instancia morales de la Cultura y de la Política."
Los Tories, y hasta los yuppies del New Labor comprendieron totalmente a B.S. Ellos también trascendieron las estrecheces cotidianas del Sistema Nacional de Salud, el Subte y los mendigos vagos sin casa que se amontonaban en las salidas y en las aceras, con sus visiones de una Inglaterra próspera y moral.
El coro airado de críticos le molestó a B.S. Él siempre fue mejor para repartir que para recibir. En una ocasión, cuando eran un escolar ridiculizó a un niño hindú vecino suyo, Shipra Guha, por su gramática no-inglesa, a lo que el niño se dio vuelta y le arrojó en plena cara "mi padre pagó su viaje hasta aquí, el tuyo no." Biper se limpió la cara y corrió hasta su casa, con el labio inferior temblándole de vergüenza y de rabia.
A medida que iba creciendo en estatura y reconocimiento, y de que las invitaciones a las recepciones de smoking se iban multiplicando, B.S. escribió un brillante trabajo sobre la conciencia cívica en el occidente civilizado como clave de la estabilidad de la democracia al tiempo que fulminaba a los "estados fallidos" del Tercer Mundo, los cuales dependían de demagogos carismáticos e ideólogos medievales o totalitarios. Cuando La Voz de América lo invitó a hablar sobre el Islam, los regímenes clientes del Tercer Mundo pusieron a sus policías en estado de máxima alerta.
Cada año, B.S. esperaba recibir La Llamada de Estocolmo, fingiendo desinterés mientras no la recibía y expresando sorpresa cuando sí la recibió.
Fue una pura coincidencia el que se le hubiese otorgado el Premio Nobel de literatura y que él hubiese sido aclamado como el escritor más creativo del mundo el mismo año en que los países anglosajones mandaron a Afganistán de vuelta a la edad de piedra -y por cierto, que a una piedra pulverizada- a punta de bombas. Él recibió el premio con gracia y amabilidad -- como siempre se había comportado hacia sus benefactores de clase alta.
Hasta cuando Sir B.S. estuvo en el pináculo de su éxito no pudo escapar a sus raíces en el "sórdido" Caribe. El "incidente" ocurrió luego de haber hecho un brindis con Sus Majestades blancas como la nieve, el Rey y La Reina en Estocolmo, y de haber puesto sus dedos regordetes sobre los guantes bancos de varias decenas de dignatarios políticos, celebridades de la cultura y estafadores globales de todos los credos y colores. A su regreso a Londres se encontró con un autobús lleno de turistas trinitarios de edad media que estaban sacando partido de las rebajas de fuera de temporada, estacionado no muy lejos de Trafalgar Square. Al tiempo que nuestro gigante literario del premio Nobel iba pasando, alguien gritó "Eh, Coco." B.S. sacudió la cabeza -- un reflejo incontrolable. "Hola, hombre," un fornido hombre negro se apresuraba hacia él con la mano extendida. B.S. trató de apurar el paso, pero el hombre negro estaba parado en frente de él, grande como una puerta.
Contra sus deseos fue forzado a estrechar la mano de aquel hombre (una acción que más tarde despreciaría como "servilismo hacia las masas").
B.S. se quedó mirando la gran sonrisa en la cara del hombre, que decía: "Quiero felicitarlo por haber ganado el premio Nobel. Usted sabe que esto no sólo es un honor personal, es un honor para todos los trinitarios." B.S. pestañeó, se mordió el labio inferior y la vejiga se le puso a punto de explotar.
"Bueno, muchas gracias" murmuró Biper, "Ahora me tengo que ir." Intentó pasar por un costado del hombre grande.
"Quedamos encantados con que un muchacho del lugar hubiese conseguido el premio, alguien educado en la misma escuela, sabe?" soltó una risotada alta. "Le dije a los muchachos en nuestra partida semanal de dominó que su nivel de percepción del mundo es uno de los más altos, y que su prosa es el instrumento perfecto para plasmar esas percepciones en el papel." Se agachó y dio unas palmaditas en la espalda jorobada de B.S.
Biper siguió caminando, visiblemente conmovido y fastidiado, maldiciendo alternativamente en hindú de bazaari y en cockney de trastienda.
"Eso es, el charlatán ese, nunca le habló sobre mí a los vagos con los que juega dominó. Sacó esos comentarios de Martin Amis en The Guardian. Un típico vividor caribeño, eso es lo que es, un emblema de todo lo que representa esa región."
B.S. estaba siendo algo injusto. Después de todo, el tipo había leído el Guardian, y nada más ni nada menos que la página cultural.
Se lavó las manos suaves y regordetas y se fijó a ver si las callosas manos del causante de sus tormentos no le habían dejado alguna marca. Luego se sentó y escribió un ensayo memorable sobre "Culturas Falsificadas: Las Civilizaciones Caribeña y Occidental." Era una denuncia desacostumbradamente vehemente de lo que llamó "música estridente de basurero, bailes vulgares de pelvis contorneándose." Describió el "reggae" como un "repetitivo ritmo fascistoide cuyas letras eran toscas, derivadas de primitivos rituales copulatorios africanos."
Se acordó con vergüenza de la noche en que llevó a sus ancianos padres a cenar en un restaurante supuestamente de primera categoría y mientras estaban sentados en la terraza al aire libre, un trovador callejero comenzó a cantar "mis canciones de amor para el gran bambú."
"La pasión de su hostilidad hacia su patria afro-indocaribeña era atenuada por la elegancia de la expresión," comentó uno de sus críticos en el Guardian.
Como era de esperarse, los "intelectuales callejeros" no tenían ninguna simpatía hacia B.S. Un psicólogo sin licencia había diagnosticado sus violentas eyaculaciones contra la cultura afrocaribeña como envidia del pene. "No quiero decir que no lo tenga, pero sí que tiene problemas al usarlo." Un poeta transplantado que hacía sus primeros retoños dijo que Biper era un "escritor inspirado, que escribía desde el profundo abismo de su propio odio a sí mismo."
Los intelectuales radicales hindúes y paquistaníes estaban divididos.
Aquellos que tenían acceso a los medios de masas, pensaban que era una pena que un escritor tan talentoso que tan bellamente retratase el carácter de las gentes de las indias orientales tuviese que negar tan vehementemente su identidad cultural. Los hindúes más jóvenes, locuaces y conscientes de la raza decían que era un "lameculos," y continuaron con la venta ambulante de sus vídeos pirateados, sus cedes y su hachís en las agitadas aceras de Londres.
Viperdhar Sukumar tenía las credenciales como para ganar un Premio Nobel. Además de la elegancia de su estilo, muy comentada por los críticos literarios, estaba su tiradera de basura contra el Tercer Mundo: "los estados fallidos," la corrupción interna, los líderes demagógicos, las masas ignorantes y atrasadas y los intelectuales dogmáticos que siempre le echaban la culpa al "imperialismo occidental" de sus fracasos. Sólo entre entre las figuras literarias anglosajonas, B.S. se decantaba por el orientalismo precisamente cuando éste ya no estaba de moda. Las masas orientales eran propensas a las ideologías irracionales y a los líderes autoritarios. Su sistema político era inherentemente hostil a una cultura cívica. B.S. era un virulento crítico de los antropólogos enclenques y sus cómplices literarios que hacía patronazgo para los degenerados del África con su relativismo cultural. Él, un hombre de color marrón, apreciaba la profunda distancia entre los valores democráticos occidentales y la alta cultura, y los despreciables logros y falsos intentos del Tercer Mundo de restaurar un pasado muerto o decrépito de asesinatos en masa y rituales de sangre. Su desvergonzada celebración de la Cultura Occidental y la Democracia tuvieron lugar en el momento en el que un puñado de intelectuales blancos anglosajones estaban criticando los bombardeos anglo-estadounidenses de Yugoslavia, la indiscriminada destrucción de la República Islámica de Afganistán y el prolongado boicot de Irak, que había causado medio millón de muertes infantiles. B.S. Nodpol no fue al número 10 de Downing Street a tomar el té o a almorzar a la Casa Blanca con el fin de ser orientado. No tenía necesidad porque intuitivamente ya estaba en sintonía con las voces del poder imperial occidental. Lo amaba, y más aún, los beneficios que se acrecentaban con él. B.S. creía sinceramente que había sido alabado y laureado por ser exactamente lo que era: un escritor muy talentoso y perceptivo con una imaginación inigualada para defender a unos pocos privilegiados en nombre de la civilización británica.
Su profundo odio hacia la "cultura plebeya" tuvo eco entre los estafadores thatcheristas que ostentaban de su riqueza. Sobre todo, él denostó la cultura y la consciencia de clase de los trabajadores como "una cultura agresivamente plebeya que se celebra a sí misma por ser plebeya."
B.S. era extremadamente personal en sus ataques a los autores que se atreviesen a poner un pie en los temas literarios de su auto-asumida propiedad. Describió la famosa novela de E. M. Forester "Un Pasaje a la India" como basura. Con el propio Forester fu menos amable. "Él era alguien que no conocía al pueblo Hindú. Sólo conoció a unos pocos hindúes de clase media y a los chicos jardineros a los que le gustaba seducir." B.S. se sentía incómodo a causa del profundo conocimiento de Forrester del servilismo de los hindúes de movilidad social ascendente. Su vívida mirada sicológica le traía resonancias demasiado cercanas. El comportamiento de B.S., y peor aún, su manera de escribir concordaban demasiado con la hipocresía y la falsa piedad de los funcionarios hindúes colonizados de los que Forester tan aptamente se burlaba.
Sobre todo, la recompensa del Premio Nobel fue facilitada por la basura que Sir Biper le tiró al Islam en momentos de conquista y destrucción imperiales. Según los rumores, el premio literario se hizo sobre la base de criterios políticos, el servicio intachable brindado por Sir Biperdhar a la defensa de la civilización imperial.
Académicos hindúes, feministas y no pocos escritores protestaron vehementemente cuando B.S. resultó galardonado como el académico más distinguido del siglo por el gobierno de BJP. Los historiadores estaban particularmente ardidos por la comprobada ignorancia del Sir Biper acerca de los recientes trabajos académicos sobre la 'cultura nacional' emergente de la India durante y contra el régimen colonial. "Sus puntos de vista son los de un inmigrante de tercera generación. Tiene una imagen idealizada de lo que fue la India, de lo que ésta es hoy en día y de hacia dónde va. Su narrativa es poco más que una especulación malformada para encandilar a los anglohindúes en el extranjero," comentó un prominente profesor de estudios sobre género. Un sociólogo, con orígenes de casta baja, encontró "una ignorancia absoluta de la cultura popular hindú y de las formas autóctonas de creación y resistencia. Su libro debe haber sido escrito en un café del Soho o en un salón de té de Grovsenor Square."
No hace falta decir que había un ejército de escribas, editores y expertos que (no importa cuáles fuesen sus reservaciones en privado hacia su cátedra) se sintieron orgullosos de recibir al hijo hace tanto perdido y ganador del Premio Nóbel, como uno de los suyos. Aquellos que en el pasado podrían haber nombrado a sus hijos Vladimir, ahora corrían para registrar una multitud de Biperdhares.
Por supuesto, no faltaron los acostumbrados suaves y deliciosamente circumvolutivos funcionarios literarios británicos que encontraron maneras de encontrar rodeos para las diatribas desinformadas del brahmán contra el Islam y su "calamitoso efecto" sobre la sociedad. Olvidando varios cientos de años de dominio islámico durante el cual filósofos judíos, mercaderes griegos, matemáticos árabes y académicos y científicos clásicos occidentales florecieron, el ganador del Premio Nobel condenó al Islam, plagiando la retórica del Secretario de Seguridad y Defensa de los EEUU Donal Rumsfeldt. "Para convertirse al Islam, uno tiene que destruir su pasado. Debe pisotearlo, debe decir 'mi cultura ancestral no existe, no importa.'" Funcionarios británicos relamidamente suavizaron la tosca diatriba de B.S. contra las sociedades islámicas, diluyéndola en generalidades vacías. "La presente situación tal vez dé lugar para una reacción más atenuada. Lo que en realidad él ataca es un rasgo particular que ésta tiene en común con todas las culturas que traen consigo los conquistadores, el de tratar de eliminar a la cultura precedente." Por supuesto, B.S. no se refería a "todos los conquistadores." Nunca despotricó contra los aviones de guerra B-52 anglo-estadounidenses y sus "corta-margaritas" de 15.000 libras que estaban haciendo un trabajo de lo más completo de "pisotear el pasado y el presente" de las culturas afganas, junto con pueblos, hospitales, escuelas y toda piedra que quedase sobre otra.
Es fácil dar rienda suelta a la licencia poética de un gran escritor, aún en sus escapes más prosaicos de capricho colonialista.
Aún entre sus más fervientes acólitos conservadores, quedaban algunos de la "Vieja Escuela" que tenían algunas reservas acerca B.S., particularmente aquellos que tenían alguna experiencia de la India colonial. En su club privado, el Lord Anthony Blimpton una vez le contó a su cuaterna de bridge "Sé que él es bueno para el Imperio, pero ustedes saben, en aquellos tiempos nuestros jardineros hindúes, con una sonrisa respetuosa decían una cosa en frente de uno, y luego hablaban mal de uno cuando estaban entre ellos mismos. Nunca inviten a un hindú a cenar, si tienen cubiertos de plata!" Su colega Percivile objetó: "Vamos, Anthony, no escuchó lo que Biper dijo de Tony Blair? 'él está destruyendo nuestra civilización.' Justo en el blanco, diría yo. Yo lo invitaría a cenar, o al menos a un vaso de jeréz."
El Sir Blimpton se enrojeción: "A cenar, tal vez, pero nunca invitaría a ese mono marrón a mi casa. Basta de hablar de eso! Hasta qué punto habremos llegado, cuando necesitamos de un hindú caribeño para que nos defienda!" El Sir Blimpton se tuvo que inclinar para mirar su mano de barajas; la vanidad le impedía usar anteojos.
Es bastante poco probable que el Sir Biper llegue a oír los comentarios despectivos de Lord Blimpton, pero efectivamente, él compartía su zoológica opinión acerca de los trinitarios. Para el Lord inglés él era un mono. Para el ganador del Premio Nobel, la gente de Trinidad cabe precisamente en esa descripción, de acuerdo a una entrevista concedida a The Guardian. "No puedo ver un Mono -- usted puede usar la eme mayúscula, esa es una palabra afectuosa para la mayoría de los que leen mi obra. Estas gentes de Trinidad viven vidas que yo encuentro deleznables. Sólo los convierte en tipos interesantes en las universidades que llevan adelante estudios compasivos sobre las bestias."

[B.S. es un eufemismo inglés usado para la palabra bullshit. N. del T.]

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