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4 de diciembre de 2001
Las organizaciones no gubernamentales
frente a la psicosis de conflicto y guerra

James Petras
Traductor: Germán Leyens

Introducción

Los ataques del 11 de septiembre de 2001 contra el World Trade Center en Nueva York y el Pentágono en Washington, y sus ramificaciones, definen una nueva coyuntura para los movimientos sociales y las ONGs. El contexto global que precedió al 11 de septiembre es importante para la comprensión de la reacción ulterior de Washington y los efectos que han tenido en las perspectivas y el rol que las ONGs pueden jugar en la política global.
Antes del 11 de septiembre, la posición internacional de Washington mostraba claros signos de debilitamiento. Los movimientos de masas contra la globalización, desde Seattle a Ginebra, estaban creando mayores obstáculos a la "agenda del libre mercado." El rechazo por Washington del protocolo de Kyoto sobre el recalentamiento global, su renuncia unilateral al tratado sobre misiles antibalísticos, y el hecho de que no firmara la Convención sobre Armas Biológicas y Tóxicas, aislaron a Washington del resto de la comunidad internacional. En el Oriente Medio, Irak se estaba liberando del boicot impuesto por EE.UU., convirtiéndose en un miembro activo de la OPEC, y aumentando sus lazos con sus vecinos árabes. Irán mantiene relaciones económicas con Japón, Rusia, la UE y con la mayor parte del resto del mundo, a pesar del boicot de EE.UU. En América Latina, formidables movimientos sociales en Colombia, Brasil, Argentina y Ecuador, desafiaban el modelo liberal.. La creciente recesión en EE.UU. y Europa afectaba profundamente el "modelo de exportación" en México, América Central y en el resto de América Latina y Asia. Además, la recesión dentro de EE.UU. conducía a grandes despidos y bancarrotas, provocando aún más volatilidad en la bolsa de valores, afectada ya por el colapso de la burbuja especulativa de la tecnología de la información.
En resumen, la hegemonía global de EE.UU. se deterioraba, sus fundamentos internos se debilitaban y el descontento aumentaba - antes del 11 de septiembre.

Después del 11 de septiembre

El período inmediatamente después del trauma del 11 de septiembre fue, en el ámbito gubernamental, un esfuerzo concertado por movilizar al mundo basándose en un discurso bélico. La frase clave, del presidente Bush, fue: "los países tienen que elegir, o están con nosotros o están con los terroristas,". El efecto de este discurso fue la movilización de seguidores previsibles, como Tony Blair de Inglaterra, Aznar de España y Berlusconi de Italia. Otros países de la OTAN se unieron a la "alianza" con cierta vacilación. Aunque la mayoría del resto del mundo condenó el ataque terrorista, y expresó su solidaridad con las víctimas, muy pocos países mostraron ansias por unirse a una campaña mundial cuyo final era imprevisible, contra terroristas vagamente definidos, y naciones que dan albergue a terroristas. Sólo definiendo tácticamente al enemigo, limitando los objetivos (Osama bin Laden y los talibán) consiguió Washington una cooperación mínima dentro del Oriente Medio y en Asia Central. Pero Washington tiene planes más amplios - la guerra contra los principales proveedores de petróleo de Europa y Japón en el Oriente Medio - es decir Irak e Irán.
La clave de la campaña mundial del presidente Bush "contra el terrorismo" es la inversión del creciente debilitamiento de la hegemonía global de EE.UU. Quiere obligar a Europa a someterse al liderazgo de EE.UU., asegurarse de la total obediencia de los gobernantes árabes en el Oriente Medio y alentar a los regímenes clientes en Asia y América Latina a aumentar sus capacidades represivas contra la oposición política al modelo neoliberal y a la hegemonía de EE.UU.
Bush hijo trata de volver a crear un Nuevo Orden Mundial, que Bush padre trató de proyectar después de la guerra del Golfo y que se deterioró poco después. Después de la emergencia de la guerra del Golfo, los intereses competitivos de Europa y Japón entraron en conflicto con la hegemonía de EE.UU., como también sucedió con la emergencia de movimientos sociales, del Norte y del Sur. Es probable que una vez que la psicosis de guerra inicial disminuya, reaparezcan las divisiones y las rivalidades con aún más virulencia que a principios de los años 90. La extensión de la guerra más allá de Afganistán, la recesión mundial, y el intento de Washington de conseguir ventajas económicas como resultado de su liderazgo en la coalición de tiempos de guerra, puede fácilmente provocar divisiones.
A pesar de esto, la movilización bélica involucra a corto plazo una ofensiva socio-económica mundial para anular los progresos de fines de los años 90. Esta ofensiva tiene varias características comunes:

  1. Aumentar la legislación represiva, limitar las libertades democráticas y ampliar el poder policial.
  2. Intentos de invertir el aumento de la recesión mediante un "Keysianismo militar" con mayores gastos militares y subsidios de miles de millones de dólares a los "negativamente afectados" (líneas aéreas, turismo, etc.).
  3. Restauración de la hegemonía de EE.UU. utilizando la dominación militar - su "liderazgo" - y el refuerzo de los regímenes clientes.
  4. Silenciar a los movimientos contra la globalización reenfocando la atención mundial de los males de las corporaciones multinacionales hacia el terrorismo internacional.
  5. Invertir la tendencia al aislamiento de EE.UU. causada por su rechazo unilateral de acuerdos internacionales sobre la paz y el medio ambiente:
    1. El rechazo del Acuerdo de Kyoto sobre los gases invernadero;
    2. El rechazo del acuerdo de misiles antibalísticos;
    3. El rechazo del protocolo que prohíbe la guerra biológica;
    4. El rechazo de la resolución sobre el tribunal internacional de los derechos humanos;
    5. El rechazo del protocolo contra el uso de minas terrestres.
La "alianza antiterrorista" refuerza la conducción global de EE.UU. ya que el poder de decisión está exclusivamente en manos de Washington. La "Alianza" es una asociación de seguidores sin influencia ni en la táctica ni en la estrategia. Incluso la OTAN está excluida de toda influencia operacional. En efecto, la alianza antiterrorista es otra manifestación de la acción unilateral de un estado. El uso imperial del antiterrorismo va mucho más allá de Afganistán. La expresión, tal como la aplica Washington, es interpretada tan vagamente que se puede aplicar a cualquier país en el que haya combatientes de la resistencia, cualquier movimiento involucrado en la transformación social, cualesquiera partidarios de movimientos, incluyendo a las ONGs.
El Coordinador para el Terrorismo del Departamento de Estado, Francis Taylor, declaró: "Mi oficina está trabajando con diferentes agencias del gobierno para establecer una estrategia antiterrorista para Colombia y otros países andinos. Esta estrategia es elaborada para complementar el Plan Colombia y la Iniciativa Regional Andina," continuó Taylor, "En la actualidad, el grupo terrorista más peligroso en este hemisferio son las FARC." El Departamento de Estado centró la segunda parte de su estrategia antiterrorista (después del Oriente Medio) como "una ofensiva contra el terrorismo en las Américas." El Congreso de EE.UU. aprobó la asignación de otros 730 millones de dólares "para la guerra contra el terrorismo... en la región."
El imperialismo actual está firmemente anclado en el estado - el estado imperial, que interviene en el mundo y en la economía interna, para subvencionar, promover y proteger a sus compañías multinacionales, así como para organizar permanentes ataques militares para destruir los desafíos contra su dominación. En la actualidad, más que nunca en el pasado, el estado imperial es la pieza central del imperio y la fuerza impulsora de la expansión multinacional del capital.
Actuando de concierto, el estado imperial y las corporaciones multinacionales han polarizado el mundo en líneas de clase, raza, género, naciones y regiones. La ideología imperial trata de ocultar esta división, polarizando el mundo entre la democracia (el imperio) y el terrorismo, a fin de consolidar el poder imperial. Esta polarización también ha penetrado el mundo de las ONGs.

Polarización de las ONGs


Las ONGs se han multiplicado por decenas de miles durante la última década, reflejando una variedad de perspectivas políticas y sociales, fuentes de financiamiento y
filiaciones políticas. La mayoría de las ONGs, y las más "ricas" en su financiamiento, son colaboradoras directas de los estados euro-estadounidenses y de los regímenes neoliberales locales, trabajando activamente contra la propiedad pública/social. A pesar de esto, en los últimos años una cantidad creciente de ONGs ha jugado un papel activo en los movimientos contra la globalización, contra el racismo y la guerra, que han tenido lugar desde Seattle a Sudáfrica.
El hecho más significativo en el mundo de la ONGs es la polarización, o sea el mundo tri-polar de las ONGs. Para simplificar, las ONGs pueden ser divididas en tres grupos que tienden a coincidir con sus niveles de financiamiento.
  1. Las ONGs que son promotoras activas del neoliberalismo, que trabajan con inmensas sumas del Banco Mundial, de USAID, y de otras agencias de financiamiento internacionales y estatales, sobre la base de 'subcontratos' para socavar las instituciones nacionales de asistencia social generalizada.
  2. Las ONGs reformistas que reciben financiamiento de nivel mediano de las fundaciones privadas socialdemócratas y de gobiernos progresistas locales o regionales para financiar proyectos de mejoras y para corregir los excesos del libre mercado. Los reformistas tratan de "reformar" la OMC, el FMI, y el Banco Mundial y de regular el movimiento de capitales.
  3. Las ONGs radicales que están básicamente involucradas en los movimientos contra la globalización, contra el racismo, contra el sexismo y por la solidaridad. Entre las ONGs radicales hay diferencias en las tácticas utilizadas, (desobediencia cívica, acción directa), en los objetivos, (anticapitalistas, anticorporativos, contra el capital especulativo), y en las alternativas (comunitarias, ecológicas, socialistas, por la auto administración.)
La polarización de las ONGs se refleja sobre todo en las reacciones a los principales eventos, como ser la Conferencia de Durban. Las ONGs radicales denunciaron a Israel como un país racista, mientras que los reformistas trataron de oponerse al racismo sin nombrar a Israel, y las ONGs neoliberales apoyaron a Washington o guardaron silencio.
La segunda área de diferenciación es en las principales manifestaciones, de Seattle a Génova, donde las ONGs radicales llaman a abolir el FMI y el Banco Mundial, mientras que las reformistas sólo buscan una mayor regulación del capital especulativo (la tasa Tobin), que se perdonen las deudas, que se reaccione ante la pobreza y reformas internas para que el Banco Mundial y el FMI sean más "sensibles" al bienestar popular y al medio ambiente.
El tercer plano de diferenciación de las ONGs es entre aquellas ONGs (neoliberales y reformistas) que buscan la colaboración con las instituciones imperiales (globales) y aquellas que colaboran con los movimientos populares de masas. Los "institucionalistas" conciben "divisiones" entre las instituciones, su capacidad de "razonar" con banqueros y funcionarios para demostrar que los intereses de los grandes negocios y las reformas ecológicas y de la asistencia social son compatibles con los beneficios y la estabilidad. Las ONGs radicales orientadas hacia los "movimientos," creen que se precisan cambios estructurales básicos desde abajo -la redistribución del poder, de la propiedad, de los ingresos- para lograr un desarrollo sostenible y la justicia social.
Hasta ahora las lecciones son claras: las ONGs neoliberales sólo han tenido éxito en la integración de dirigentes locales, mientras que el modelo económico neoliberal se ha desmoronado en la crisis, aumentando el número de pobres e indigentes. Las ONGs reformistas y radicales han crecido y sus acciones se han multiplicado, el tamaño del movimiento contra la globalización ha crecido -mientras que las tensiones dentro de los movimientos han aumentado. Frente a la creciente polarización y a la crisis económica en el mundo, las ONGs reformistas están perdiendo terreno como posibles interlocutores, al volcarse los poderes imperiales en Bruselas y Washington hacia la guerra contra el Tercer Mundo y hacia el ataque contra el nivel de vida en el Norte.

ONGs: repensando las políticas y las estructuras


Frente a esta polarización que se profundiza entre el imperio y los movimientos populares, el Norte y el Sur, las ONGs deben repensar su organización interna, sus relaciones con los movimientos de masas y sus políticas de financiamiento. La mayor parte de las ONGs reformistas y radicales son básicamente organizaciones de cuadros, compuestas por un personal profesional y voluntarios que "movilizan a la gente." Aunque muchas de las causas son justas, las estructuras son elitistas. En la actualidad los movimientos más prometedores y dinámicos -el movimiento de los trabajadores desocupados en Argentina, el MST en Brasil, los cocaleros en Bolivia, los zapatistas en México- se basan en asambleas y consultas populares, en la democracia directa- Hay una contradicción en el estilo y en la sustancia entre los movimientos y las ONGs en lo que se refiere a sus concepciones de la lucha y de la organización. Para resolver esta contradicción, que tiene importantes consecuencias tácticas y estratégicas, las ONGs deben democratizar sus estructuras, y llegar a formas de organización compatibles con sus compañeros de los movimientos.
En gran parte, las estructuras y la orientación de las ONGs se derivan de sus fuentes de financiamiento. Mientras más dependen de un apoyo financiero institucional, en lugar de contribuciones voluntarias, más retienen una estructura jerárquica. Mientras más se acercan las ONGs a un movimiento, más dependerán de las contribuciones populares y voluntarias. El financiamiento institucional implica límites en la agenda política, las reivindicaciones sociales y la actividad táctica. La dependencia de contribuciones voluntarias significa una mayor integración con la gente en la lucha y más sensibilidad a sus reivindicaciones, junto con una mayor educación política.
La segunda área en la que la polarización a escala global exige que las ONGs repiensen su actividad, es en las estrategias. En el pasado, las ONGs progresistas (radicales y reformistas) se concentraban en micro-proyectos (en América Central y en otras partes) y, más recientemente, en movilizaciones contra la globalización. Mientras los "micro-proyectos" mejoraron algunas comunidades, no contrarrestaron los ataques neoliberales contra los niveles de vida y la adquisición de la riqueza nacional mediante privatizaciones por el capital extranjero e interior. El progreso hacia la actividad contra la globalización fue un paso adelante, en la medida en la que las ONGs progresistas reconocieron a algunas de las principales fuerzas político-económicas que atacaban a los pobres. Sin embargo, emergieron varios problemas nuevos: la ideología de la "anti-globalización" oscureció la centralidad de los estados imperiales y su ofensiva por la dominación mundial -exagerando la autonomía del FMI-Banco Mundial y de las corporaciones multinacionales. En segundo lugar, las actividades contra la globalización se concentran en gran parte en dramáticos eventos periódicos (Génova, Davos, Melbourne, Praga), mientras disminuye la actividad de organización y lucha de cada día. No se trata de eliminar las confrontaciones internacionales, sino que de combinarlas con luchas de masas regionales y nacionales contra los despidos, el desempleo, la intensificación de la explotación, etc.
El tercer sector que hay que "repensar" incluye el financiamiento, los patrocinadores y la colaboración con empresas privadas, instituciones internacionales y gobiernos. Ha habido un prolongado debate con las ONGs sobre estos temas. Los debates se han concentrado en la relación de costo y beneficio de la aceptación de ayuda financiera y del patrocinio de ésta o la otra institución. Por ejemplo, numerosas ONGs discuten si las concesiones en programas y actividades se justifican por las contribuciones financieras y los patrocinios "legítimos." Algunos dirigentes de ONGs se han hecho expertos en la ambigüedad de presentar una imagen moderada y conseguir un financiamiento importante para el trabajo militante de solidaridad. Sea como sea, la mayor experiencia histórica demuestra que la asociación a largo plazo, en gran escala, con la "estructura del poder" lleva a la corrupción de los dirigentes de las ONGs, y a que las ONGs se conviertan en apéndices del proyecto neoliberal.
El análisis de costos y beneficios es un marco demasiado estrecho para evaluar el financiamiento y las alianzas de una ONG, porque no toma en consideración la estructura del poder y la trayectoria histórica. Las concesiones tácticas se convierten en una subordinación estratégica cuando se sacrifican los principios en aras del mantenimiento de florecientes y costosas burocracias e infraestructuras. ¿Qué hacer? El punto de partida fundamental es un compromiso de clase, un programa profundamente arraigado en principios, una ideología clara y una transición de una organización de "cuadros" a un movimiento social que se involucre en luchas de solidaridad en el extranjera y en luchas de clase en el país.
En la actualidad, tanto el presidente Bush como bin Laden han tratado de polarizar el mundo, uno entre la guerra y el terrorismo, el otro entre el imperio y la religión (el Islam). Las ONGs deben rechazar esta polarización y desarrollar alternativas al imperio y al fundamentalismo, que refuercen la autodeterminación de los pueblos y de los estados seculares con programas de asistencia social para todos.
Antes del 7 de octubre de 2001, cuando Washington lanzó su guerra aérea contra Afganistán, las ONGs progresistas (las reformistas y las radicales) confrontaban la polarización socio-económica y política entre el imperio euro-estadounidense y el Tercer Mundo. Hoy en día, esa polarización incluye la guerra del imperio contra el Tercer Mundo, la primera fase, según el régimen de Bush, es concentrarse en Afganistán, para continuar con nuevas guerras, en el futuro cercano, contra otros países del Tercer Mundo. La guerra contra Afganistán forma parte de una ofensiva a largo plazo, en gran escala, para recuperar la hegemonía global de EE.UU.: el imperio está empeñado en una táctica como quien corta un salchichón, eliminando uno tras otro a todo régimen independiente que no se subordina a la alianza euro-estadounidense.
Una de las victorias más resonantes del imperio, fue su triunfo ideológico sobre los sectores de las ONGs de izquierda y progresistas, cuando estas últimas apoyaron los bombardeos de la OTAN y la invasión de Yugoslavia, a los terroristas del ELK en Kosovo, a los fundamentalistas en Bosnia, y a la invasión dirigida por el ELK contra Macedonia. En cada uno de estos casos, el imperio manipuló los símbolos democráticos ("los derechos de las minorías") y la retórica humanitaria para expandir su esfera de influencia. Muchas ONGs se convirtieron en herramientas del imperio, recibiendo millones de dólares a cambio de sus servicios humanitarios pro-imperiales. La lógica bélica imperial, desde Irak a Yugoslavia, a Afganistán, desde el Oriente Medio a los Balcanes, a Asia del Sur, ha llevado una nueva colonización: dos tercios del espacio aéreo iraquí y un tercio del país están colonizados; hay bases militares de la OTAN en Kosovo, Bosnia y Macedonia ocupados. Un régimen títere está siendo preparado para Afganistán. Se planean nuevas guerras para el Oriente Medio y otros sitios, tratando de incorporarlas en una definición abstracta de la guerra contra el terrorismo. Se dirigen amenazas militares contra países que se niegan a subordinarse a la lógica militar del imperio (que se niegan a "unirse a la alianza".) Los infantes de marina reemplazan a los funcionarios del FMI como emisarios de los conquistadores. En tiempos de crisis económica, las clases gobernantes desvían el descontento y la cólera popular hacia enemigos externos; los movimientos populares y las ONGs progresistas deben oponerse a las guerras imperiales y volcar la atención hacia los opresores internos. Las ONGs deben asociar la lucha contra la globalización a la lucha contra la guerra y a los movimientos contra la recesión.

El movimiento avanza sobre cinco frentes


El desafío actual para las ONGs es edificar movimientos que elaboren alternativas a cinco problemas entrelazados: 1) la guerra y el terrorismo; 2) la militarización y la represión; 3) el aumento de la recesión económica y la crisis global de los mercados; 4) el colapso de las estrategias de exportación y la vulnerabilidad de los regímenes neoliberales; y 5) el masivo desempleo y el crecimiento de la pobreza en el norte y en el sur.
Las guerras imperiales en nuestros días son "guerras totales" - en las que todos los civiles y las condiciones más elementales para la supervivencia (agua, electricidad, alimentación, etc.) son considerados objetivos de destrucción militar. La guerra total contiene las semillas del genocidio; pueblos enteros, como en Afganistán, huyen de la destrucción en masa y enfrentan una muerte inminente por inanición; las muertes causadas por la guerra en Afganistán exceden las en Nueva York y Washington en una proporción geométrica. El estado policial: la legislación antidemocrática, está siendo pasada por el Congreso y los parlamentos a todo correr, sin discusión, abrogando derechos democráticos básicos en el nombre de la seguridad, pero reforzando en realidad los poderes represivos del estado para limitar la oposición popular democrática.
La guerra y la represión desplazan la reforma socio-económica como reacción a la profundización de la crisis económica. Los empleadores y las multinacionales aprovechan la psicosis de guerra para despedir a millones de trabajadores, para aumentar la cantidad de trabajadores temporales, intensificar la explotación y presentar al estado pedidos financieros exorbitantes para obtener subvenciones.
Lo que es una crisis en el norte, constituye una catástrofe en el sur. Las infames "estrategias de exportación" neoliberales en el Tercer Mundo se descalabran con la disminución de los mercados euro-estadounidenses. Nuevos ajustes estructurales provocan grandes confrontaciones; las importaciones básicas tienen precios inasequibles, las deudas no pueden ser reembolsadas, los sectores de exportación se enfrentan a la bancarrota, el estado neoliberal no tiene recursos: la vulnerabilidad es omnipresente, nadie encuentra soluciones capitalistas. Mientras tanto, los gastos de guerra, los subsidios para las multinacionales en quiebra, y la debilidad de los mercados llevan al aumento del desempleo en EE.UU. y en Europa.
Estamos en una época de profundización de los problemas, pero también de grandes desafíos y oportunidades para presentar temáticas básicas y alternativas radicales.

Perspectivas y estrategias: a corto y mediano plazo


A corto plazo, enfrentamos una ofensiva derechista encabezada por la Alianza bélica euro-estadounidense, respaldada por las poderosas multinacionales y las fuerzas policiales y militares. Esta ofensiva, utilizando los medios de comunicación de masas, que han aceptado abiertamente su conversión a portavoces de la Alianza, ha conseguido el apoyo temporal o la pasividad de la mayoría de la población en América del Norte y Europa, pero no en el Oriente Medio o en muchas otras partes del Tercer Mundo.
En la actualidad, particularmente en EE.UU. y en la UE, hay una psicosis de guerra manipulada por el estado y amplificada y transmitida por los medios de masas. A corto plazo, esto ha llevado a la supremacía de una unanimidad irracional en la que sectores de la opinión pública han sido llevados a creer que el disenso o la crítica de la guerra es una forma de "colaboración" con el terrorismo. En EE.UU. los directores de los medios de masas han sido instruidos por el estado para que no publiquen o anuncien los discursos de bin Lasen o no informen sobre discursos de los talibán sin identificarlos como propaganda terrorista. Probablemente no hubo necesidad de una intervención directa del estado ya que la autocensura de los medios y su incondicional apoyo a la guerra, hicieron innecesario todo control estatal.
En este contexto, los movimientos sociales populares y las ONGs progresistas tienen un vital papel educativo para contrarrestar la propaganda estatal y sus exponentes intelectuales en los medios de masas. A través de la crítica sistemática de la propaganda de guerra y de sus deformaciones, se puede movilizar a una opinión pública informada, particularmente en las clases populares, para que se oponga a la guerra y a las injusticias e inseguridades que la acompañan.
La educación política puede seguir cuatro líneas de contraataque. Por ejemplo, poner énfasis en las inconsecuencias y contradicciones flagrantes del mensaje bélico, la idea de que se trata de una guerra humanitaria, cuando millones de afganos son desplazados por los bombardeos de área y sufren hambre, sed y destrucción de las necesidades básicas (electricidad, agua, alimentación, transporte, etc.)- La idea que la violencia estatal desarraigará el terrorismo, en lugar de multiplicarlo y profundizar el odio y las represalias violentas. La guerra creará una espiral de violencia y la lógica de las guerras prolongadas y extendidas multiplicará los ataques contra civiles de EE.UU. y de la UE.
Sólo a través de cambios de la política hacia las fuentes políticas (Palestina, Irak, etc.) de descontento en el Oriente Medio y en los estados del Golfo, puede minimizarse el conflicto y reducir los niveles de violencia.
La segunda línea de educación política requiere denunciar la manera en la que las fuerzas socialmente reaccionarias en el estado y en la estructura de clases, se están aprovechando de la "crisis bélica" que ellas mismas han creado, para favorecer sus intereses a costa de la mayoría de los trabajadores.
Es una guerra, como muchas guerras anteriores, en la que muchos se sacrifican y unos pocos se benefician. En EE.UU. las inversiones en la asistencia social están siendo reducidas, y los gastos militares se disparan. Las corporaciones multinacionales están despidiendo a millones de trabajadores y recibiendo inmensos subsidios por lo que llaman "daños de guerra", mientras se rechaza el pago de subsidios de desempleo. Los llamados del estado a la "unidad nacional" están siendo manipulados para ocultar las divisiones y las injusticias clasistas, quién se beneficia y quién pierde en la "guerra contra el terrorismo". Un cuadro familiar en EE.UU. es ver a obreros despedidos manejando hacia sus hogares con una bandera ondeando en las antenas de sus coches, mientras los mandamases de las corporaciones se codean con los funcionarios del estado para negociar nuevas subvenciones. El punto clave es que la crisis económica precedió al conflicto, y que la guerra dio a las corporaciones un pretexto "legítimo" para "reestructurar" masivamente sus empresas para reducir costos y aumentar los beneficios. Aclarando el vínculo de los quebrantos socio-económicas con la guerra, se puede alcanzar a millones de trabajadores con un programa de paz y justicia social.
La tercera línea de educación política puede enfocar las divisiones reales y latentes dentro de la Alianza de la Guerra. Un conflicto particularmente explosivo es el proyecto de Washington de ampliar la guerra para incluir a Irak, Irán, Siria, etc. La principal fuente de petróleo de la UE es el Oriente Medio, y nuevas guerras llevarán a una reducción catastrófica del suministro de petróleo y a un aumento geométrico en el precio del crudo, lo que podría llevar a una depresión importante. Igualmente, los clientes de EE.UU., particularmente en Arabia Saudita, Egipto, Pakistán y otras partes, se encuentran bajo una enorme presión desde abajo y cualquiera presión ulterior de EE.UU. para lograr un mayor apoyo a la actual guerra en Afganistán o para ampliar la guerra a los países vecinos, podría llevar a insurrecciones nacionales. En realidad, la guerra contra Afganistán ha limitado ya el apoyo a los EE.UU. en comparación con la amplia simpatía original para las víctimas en Nueva York y Washington.
En cuarto lugar, mucha gente en todo el mundo rechaza la visión dicótoma del mundo de Bush (y bin Laden) ("O están con nosotros -y la guerra- o están contra nosotros.") Una mayoría de "moderados" quiere que terminen los bombardeos y que comience la ayuda humanitaria para alimentar a millones de afganos hambrientos y desplazados. Mucha gente piensa que EE.UU. y la UE debieran considerar la oferta de los talibán de negociar y que debiera presentarse evidencia tangible de la participación de bin Laden en los actos terroristas. El hecho fundamental es que la mayor parte de lo que es conocido públicamente sobre los sospechosos, no apunta ni a bin Laden ni a Al Qaeda. La mayoría eran de clase media, no-fundamentalistas, siete estudiaron en Occidente (Hamburgo), y cinco fueron entrenados en bases militares estadounidenses. Ninguno ha sido identificado como entrenado en Pakistán o Afganistán o indoctrinado por mulás en uno de los dos países. Son temas que hay que difundir ampliamente, porque están en conflicto con la ideología básica utilizada para justificar esta guerra.

Activismo: involucrar al público


Hay tres ejes posibles para la acción política en esta coyuntura. Uno implica un "enfoque indirecto" que incluye la movilización de comunidades, sindicalistas y vecindarios contra las consecuencias socio-económicas de la profundización de la recesión económica (despidos / desempleo) y los beneficios de la elite provenientes de la "crisis bélica" en el ámbito nacional e internacional. Las decisiones tomadas por las compañías multinacionales de despedir trabajadores por las "condiciones del mercado mundial" constituyen un poderoso argumento contra las llamadas estrategias de crecimiento por la exportación y los argumentos de la "globalización." Es importante para el desarrollo de la actividad de los movimientos en esta coyuntura que se relacione la adversidad social local con la globalización y la guerra.
En segundo lugar, la actividad debiera concentrarse en el eslabón más débil de la llamada Alianza de la Guerra: la violencia israelí y su desposeimiento de los palestinos. Fuera de EE.UU. la mayor parte de los comentaristas reconocen que la guerra israelí contra los palestinos es el detonador de la actual crisis. Las políticas genocidas del régimen ultra-derechista de Sharon han unido a todo el mundo árabe, a la mayor parte de la opinión pública europea, y fuera del lobby judío pro-israelí en EE.UU., a sectores de la opinión pública estadounidense. Incluso el presidente Bush y el secretario de estado Powell han hablado, de los dientes para afuera, sobre la idea de un estado palestino. El punto político es que al enfocar en la intransigencia israelí se puede polarizar favorablemente a la opinión pública contra la guerra y convertirlo en un punto de partida para reactivar el movimiento contra la globalización.
El tercer sector de actividades se relaciona con los desastres humanitarios causados por las guerras en Afganistán, Irak y Colombia. Según las Naciones Unidas, siete millones de afganos pueden morir de hambre a causa de la guerra, algo comparable con el Holocausto. La ayuda humanitaria sólo puede ser transportada si cesan los bombardeos anglo-estadounidenses. Es un tema que puede llevar a millones de personas a ejercer presión para que terminen los bombardeos, aunque sea temporalmente. La "Guerra contra el Terror" ya se ha convertido en una escalada contra las fuerzas populares insurgentes en América Latina. El jefe de la DEA en México declaró que el EZLN es una organización "terrorista." Un portavoz del departamento de estado ha declarado que habrá un masivo aumento de 700 millones de dólares y más personal militar para combatir el "terrorismo de las FARC." Las víctimas humanas de estas nuevas guerras son horrendas: entre el 1 y el 15 de octubre, los paramilitares respaldados por los militares colombianos asesinaron a 150 campesinos y obreros y la cuenta sigue. El tema del terrorismo de ESTADO es ilustrado gráficamente como el verdadero contenido de nuestra definición de la guerra contra el terrorismo.
Un tribunal internacional sobre la catástrofe humanitaria en Afganistán, dirigido por personalidades internacionales podría concentrar la atención mundial y educar a la opinión pública sobre el verdadero significado de la guerra. En resumen, las ONGs progresistas debieran relacionar sus estrategias contra la globalización con la profundización de la crisis económica interna y desarrollar alternativas programáticas basadas en la socialización de la producción, la redistribución de los ingresos y el incremento de los mercados internos, basándose en el aumento de los gastos sociales. Las ONGs debieran ligar su apoyo a la ayuda humanitaria con el movimiento contra la guerra y las catastróficas consecuencias económicas para Europa, que resultarían de la extensión de la guerra a otros países del Oriente Medio y del Golfo. La creación de alianzas internacionales basadas en la crisis internacional, requiere la creación de organizaciones de base en cada barrio, municipalidad y región. Las ONGs debieran aprender las lecciones de los movimientos de acción directa como el MST en Brasil, los trabajadores desocupados en Argentina, que aplican piquetes de bloqueo de rutas no-violentos y presiones estratégicas en la producción y la distribución.

Conclusión

Está claro que existe una ofensiva derechista a escala mundial: las llamadas "medidas de seguridad" están fortaleciendo los poderes arbitrarios del estado a costa de las libertades individuales y los derechos sociales colectivos. Además está claro que está emergiendo un creciente movimiento de resistencia, particularmente en los países musulmanes y en un grado considerable en Europa (Italia, Inglaterra, Francia.) El mismísimo extremismo de la estrategia de la guerra total de Bush está teniendo un efecto de bumerang: la prolongación de la guerra y el creciente número de víctimas, están aumentando la cantidad de voces de los grupos humanitarias, de derechos humanos y de los ciudadanos de los países musulmanes. Puede lograrse que la ofensiva derechista se vuelva en su contra. Al multiplicarse los temores y las inseguridades, al debilitarse las economías como consecuencia de la guerra y al afectar adversamente a más y más gente, esas "víctimas masivas" en las economías internas de la UE, e incluso de EE.UU., pueden convertirse en reclutas potenciales para los movimientos sociales. La alianza internacional para la guerra puede llevar a una contra-alianza por la paz y la oposición al militarismo. La legislación represiva puede incrementar las sensibilidades democráticas; el autoritarismo puede alimentar los movimientos por la democracia.
Las polaridades y las alternativas compulsivas ("la guerra contra el terrorismo") pueden tener un efecto de bumerang, aislando a sus proponentes en sus propias formulaciones extremas. Los movimientos deben redefinir las polaridades: la globalización y la guerra, o la democracia, la autodeterminación, la ayuda humana a las víctimas de la guerra y trabajo para los desocupados. La amplia mayoría de la gente rehúsa escoger entre las guerras imperiales y el terror fundamentalista. La mayoría escogerá alternativas de naciones seculares, pacíficas, en las que la gente tenga libertad para escoger el sistema social que mejor satisfaga sus vidas. En la actualidad, la mayor amenaza para la humanidad es el unilateralismo - la decisión de Washington de comenzar la guerra, de bombardear un país de vuelta a "la edad de piedra;" de rechazar Kyoto, los controles de misiles, la abolición de las minas terrestres; de no aceptar las cortes internacionales de justicia y las decisiones de la ONU que exigen que Israel se retire de los territorios ocupados. El unilateralismo hoy en día significa militarismo. Frente a la crisis económica mundial y a la creciente competencia, el unilateralismo significa la intensificación de la lucha por expandir el control sobre recursos y mercados vitales, utilizando métodos no-económicos.
El unilateralismo socava cualquier pretensión de construir alianzas durables. El militarismo aliena a aquellos que pagan el precio de la guerra: la mayoría de la humanidad. El unilateralismo fuerza a los aliados a la oposición; la crisis económica lleva a una reevaluación de las prioridades, modelos, mercados - desafiando la ortodoxia neoliberal. Tácticamente es imperativo buscar la alianza táctica más amplia posible contra el unilateralismo, el militarismo y el neoliberalismo.
La historia de las dos guerras mundiales, de las guerras de Argelia y Vietnam, nos enseña que las penurias, el sacrificio desigual y el costo político y social de la guerra, debilitan la unanimidad inicial y fortalecen la resistencia. Al crecer la oposición desde abajo, se profundizan las rupturas verticales y horizontales y la arrogancia imperial de un "Nuevo Orden Mundial" se desmorona y se abren oportunidades para transformar el mundo y las eternas esperanzas de paz y justicia se convierten en las bases programáticas de nuevos movimientos socio-políticos. Para formar parte de la solución y no del problema, las ONGs progresistas deben trazar una clara línea de diferenciación entre ellas y las ONGs millonarias, como el Foster Parent Plan, que junta 300 millones de dólares por año, Misereor, 214 millones al año, World Vision, 500 millones, Care, 50 millones. Esas agencias millonarias colaboran con el imperialismo euro-estadounidense y son financiadas para debilitar los movimientos sociales mediante el "desarrollo comunitario" y "familiar" en el marco del colaboracionismo de clase. En la actualidad, las fundaciones de las corporaciones multinacionales, el Banco Mundial y los imperios euro-estadounidenses, invierten más de 7 mil millones de dólares en ONGs para minar un desarrollo público general y los movimientos anti-sistémicos. Las ONGs progresistas sólo pueden participar en las luchas populares para oponerse a la guerra y resistir a la globalización si rechazan los fondos de fuentes que limitan sus objetivos. Todo financiamiento proveniente de la estructura del poder comporta "condiciones" -restricciones en las luchas, el programa, las tácticas, y la estrategia. Pensar de otra manera es engañarse, Para llegar a ser una fuerza verdaderamente independiente, las ONGs progresistas deben volver a sus raíces, y conseguir la lealtad de su gente para autofinanciarse y vivir y trabajar con donaciones voluntarias de aquellos que pretende servir.
No es una época fácil para las ONGs, ni para los movimientos populares, pero los tiempos cambian, la reacción sobrepasa las fronteras. La necesidad lleva a la gente a la lucha. Creo que hay un poderoso movimiento de resistencia que va desde el campo y los barrios de América Latina, Asia y África a las calles, a las ciudades y a los movimientos contra la globalización de Europa-EE.UU. Debemos aprovechar nuestras oportunidades y avanzar, rechazando los cantos de sirenas de derrota, muerte, destrucción y desmoralización.

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