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El 11 de setiembre:
más allá de la tragedia humana
El otro World Trade Center/Pentágono
9 de noviembre de 2001

Traducción para Rebelión: Marta Negro

El 11 de setiembre los medios de comunicación ofrecieron al mundo imágenes de una tragedia humana - gente saltando por las ventanas, edificios derrumbándose, y heroicos bomberos y policías muriendo al intentar rescatar a las víctimas. Nos dijeron que diez mil ciudadanos norteamericanos habían sido víctimas de un ataque terrorista indiscriminado contra los Estados Unidos.

Periodismo de investigación reciente nos muestra una versión completamente diferente de los hechos del 11 de setiembre.
Según la Cruz Roja de los Estados Unidos, el número de víctimas es de 2.563. Según la Associated Press, es de 2.625. Casi un cuarenta por ciento eran extranjeros que trabajaban en los Estados Unidos. En otras palabras, el número total de víctimas de Nueva York puede que no exceda de 1.500 ciudadanos norteamericanos. La cifra que dieron los funcionarios de la ciudad de Nueva York afirma que hubieron el doble de víctimas (4.964) - probablemente por razones políticas, para conseguir más fondos del gobierno federal para reconstruir el distrito financiero. La pregunta que surge es si la muerte de 1.500 ciudadanos norteamericanos justifica una guerra que ya ha provocado el éxodo de 3 millones de afganos y provocado la muerte de varios miles de civiles a causa de bombardeos, malnutrición y enfermedades.
En segundo lugar, el WTC no era solamente un "símbolo" de poder económico - según el periódico inglés The Guardian (2 de noviembre 2001) era un centro de la CIA y los servicios secretos. El sótano, 20 metros bajo tierra, almacenaba cientos de armas, incluidos rifles de asalto, bloques de cocaína y taxis falsos usados en operaciones secretas en los Estados Unidos. En otras palabras, la CIA usaba la tapadera civil del WTC como un centro operacional y logístico en el sótano, poniendo en peligro de un modo irresponsable a los civiles que trabajaban en las oficinas de arriba.
En tercer lugar, el sótano del WTC era uno de los mayores depósitos de oro del mundo, valorado en 350 millones de dólares. Los inquilinos del WTC incluían los grandes grupos financieros de los Estados Unidos, quienes son directamente responsables de muchas de las grandes tomas de poder y deudas en el extranjero. Incluían J.P.Morgan, Merril Lynch y muchas de las principales empresas financieras que controlan la economía mundial.
En otras palabras, no se trató de un ataque indiscriminado contra "América", sino de un ataque político contra un importante objetivo militar-financiero que es primordial para el imperio global de los Estados Unidos.
En el caso del ataque a Washington, el objetivo militar, el Pentágono, está directamente involucrado en la planificación e implementación de las estrategias militares de los Estados Unidos para destituir a los regímenes nacionalistas y socialistas, para reafirmar la hegemonía global de Washington y proteger las redes financieras y de inversión de los Estados Unidos.
Esto plantea la pregunta fundamental de si la declaración de guerra de Washington se basó en la muerte de un reducido número de ciudadanos norteamericanos (posiblemente 1.500) o en el contenido político-económico del WTC y el Pentágono.
El hecho de poner la CIA y los servicios secretos en un edificio catalogado de civil (WTC) proporcionaba una "tapadera protectora" para los activistas de la ciudad de Nueva York, pero ponía a los ocupantes del WTC directamente en la línea de fuego de los numerosos adversarios de la CIA.
Algunas de las víctimas del WTC son conocidos estafadores. Poco después del 11 de setiembre, los directores de First Equity Enterprises, que tenían oficinas en el WTC, usaron los ataques terroristas para desaparecer con 100 millones de dólares en fondos fraudulentos.
Numeroso otros casos de fraude y explotación comercial han salido a la luz, incluyendo exageradas reclamaciones a compañías de seguros, la venta de recuerdos por parte de vendedores ambulantes, la desaparición de millones de dólares en ayudas financieras destinadas a los familiares de las víctimas (el presidente de la Cruz Roja norteamericana tiene un sueldo de 350 mil dólares). Esto no es de extrañar dada la competencia sanguinaria que existe entre las instituciones financieras y los consejeros de inversión que trabajaban en el WTC. Mientras que no hay duda alguna de que mecanógrafos y porteros también murieron en el ataque, había entre las víctimas un número desproporcionado de financieros y especuladores en cambio de moneda que cobraban enormes sueldos. El punto teórico es que la explosión del sentimiento de guerra de Washington probablemente tuvo más que ver con la "calidad" y no la "cantidad" de las víctimas y su influencia en los mercados financieros globales. Las subsiguientes sacudidas a la economía norteamericana - el miedo de inversores y banqueros, la caída de la bolsa - tuvo muy poco que ver con las secretarias y los porteros, y mucho que ver con la importancia económica de las instituciones financieras afectadas.
Además, el momento escogido para el ataque coincidió con la creciente recesión y sirvió para acelerar la crisis económica. En octubre, 450 mil trabajadores perdieron sus puestos de trabajo - la cifra mensual más alta de la historia reciente. Es obvio que la decisión de los terroristas no fue un acto de venganza basado en la religión, sino en un estratégico entendimiento económico de la posición económica y espacial de su objetivo, y del momento escogido en el ciclo económico. El lugar y el tiempo fueron seleccionados con tal de maximizar los efectos estratégicos a la economía norteamericana - y no para cobrar el mayor número de vidas humanas.
En resumen, los actos del 11 de setiembre tienen dos caras: la tragedia humana y el heroísmo personal que la CNN nos presentó, y el conflicto de poder económico y político entre el imperio de los Estados Unidos y sus adversarios en el Tercer Mundo.
Los medios de comunicación y Washington manipulan la tragedia humana para desviar la atención de las dimensiones económicas y militares del conflicto. Esta manipulación se ha hecho evidente hasta en sectores del público norteamericano. Ni dos meses después del 11 de setiembre, los mismos bomberos de la ciudad de Nueva York, alabados por el alcalde por su heroísmo, se manifestaron en las ruinas del WTC para protestar contra la reducción presupuestaria del personal asignado a la búsqueda entre las ruinas. El alcalde Guiliani clasificó a los bomberos de alborotadores e infractores de la ley y alabó a la policía por la represión de la protesta. El alcalde ha reducido el presupuesto asignado a los bomberos para financiar la reconstrucción del centro financiero. Los héroes de ayer son los proscritos de hoy.
Del mismo modo, los beneficiarios de los subsidios federales no son los trágicos ex empleados que han perdido su trabajo sino los empresarios millonarios. Los empleados que sufrieron la tragedia del 11 de setiembre se han convertido de nuevo en víctimas, esta vez en manos del gobierno de la ciudad, sus jefes y Washington.
Las víctimas de la tragedia, ya no útiles como propaganda política a favor de la guerra, han sido ignoradas y ahora hacen cola frente a las oficinas de empleo.
Lo que sugiero es que el 11 de setiembre fue un acto complejo en el que la tragedia humana y cuestiones políticas estratégicas se entrelazaron. La explotación, distorsión y el encubrimiento por parte del gobierno y los medios de comunicación no reducen la tragedia humana. Pero esto también sugiere que, dada la naturaleza estratégica del objetivo, los terroristas actuaron con premeditación: si su intención era desafiar al imperio, escogieron un objetivo importante, aunque el daño circunstancial no deja de ser atroz.


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