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5 de junio de 2001
El Significado de SeattleUna lección
sería que la educación y la organización, cuando son llevadas a
cabo con el debido cuidado, a largo plazo compensan. Otra,
que la postura de un sector importante de la población mundial y
de los EE.UU., me atrevería a decir que probablemente de la mayoría
de quienes han reflexionado sobre estos temas, oscila entre la preocupación
por los procesos contemporáneos y la firme oposición a ellos, sobre
todo por el ataque frontal que suponen contra los derechos democráticos
y la libertad de tomar tus propias decisiones, por la subordinación
general de todas las cuestiones a la maximización de los beneficios,
y por la dominación ejercida por un reducido - muy reducido - sector
de la población mundial. La desigualdad global ha llegado a unos
niveles sin precedentes.
La reunión de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio
y Desarrollo (U.N.C.T.A.D.) se celebró recientemente en Bangkok.
Andrew Simms escribía en el Guardian Weekly a mediados de
febrero que "la U.N.C.T.A.D., investida con el debido poder
y recursos, podría ayudar a superar ciertos defectos del sistema
internacional" y que disfruta de "la entera confianza
de los países en vías de desarrollo."
Eso es un tanto
exagerado. La U.N.C.T.A.D. es básicamente una organización para
la investigación. Carece de poder vinculante. Refleja hasta cierto
punto los intereses de los así llamados países en vías de desarrollo,
los países más pobres. Esa es la razón por la que se encuentra tan
marginada. Por ejemplo, hubo muy poca información sobre la conferencia
de la U.N.C.T.A.D. en los EE.UU. aparte de algunos retazos en la
prensa económica. La U.N.C.T.A.D. tiene en cuenta al tercer mundo,
al Sur, pero, por regla general, se la ignora cuando se hace eco
de las preocupaciones de la gran mayoría de la población mundial.
Un ejemplo con importantes repercusiones en la actualidad es la
iniciativa que presentó hace 30 años la U.N.C.T.A.D. para estabilizar
los precios de bienes de consumo con el simple objeto de que los
campesinos pobres pudieran sobrevivir. La industria agropecuaria
puede hacer frente a un colapso en los precios durante un año; los
campesinos pobres no pueden decir a sus hijos que esperen hasta
el año próximo para comer. Las propuestas eran semejantes a políticas
adoptadas rutinariamente en los países ricos, pero fue bloqueada
por éstos siguiendo el consejo de "sensatos economistas liberales"
- como dice la especialista en economía política Susan Strange -,
consejo que habitualmente se sigue si incrementa los beneficios
y el poder, y si no, se ignora. Una consecuencia ha sido el abandono
de la producción de "cultivos legítimos" (café, etc.)
en favor de la coca, la marihuana y el opio, los cuales no están
sujetos a ruinosas fluctuaciones en los precios. La reacción desde
los EE.UU. es imponer castigos aún más severos a los pobres, fuera
y dentro del país, que se verán intensificados el próximo año si
las propuestas actuales son implementadas.
No se trata
del único caso. La U.N.E.S.C.O. fue debilitada por razones bastante
similares. Pero hablar de la "entera confianza de los países
en vías de desarrollo" es una exageración. No hace falta sino
echar un vistazo a las publicaciones editadas en el tercer mundo,
por ejemplo, por la Third World Network de Malasia. Una de
sus más importantes publicaciones es la Third World Economics.
En un número reciente aparecían varios informes muy críticos con
la conferencia de la U.N.C.T.A.D. por su sumisión a la agenda de
los poderosos. Es cierto que la U.N.C.T.A.D. es más independiente
y que refleja en una mayor medida los intereses de los países en
vías de desarrollo que, digamos, la O.M.C., la cual está dominada
por los países industrializados. Luego sí, es diferente. Pero no
hay que exagerar.
El tema de la desigualdad es ciertamente difícil de ignorar. Incluso
el Financial Times comentaba recientemente que "a principios
del siglo XIX la proporción de ingresos reales per cápita entre
los países más ricos y los más pobres del planeta era de tres a
uno. En 1900, era de diez a uno. Para el año 2000 había alcanzado
la cifra de sesenta a uno."
Eso es engañoso
en extremo. Infravalora enormemente lo que está ocurriendo. La diferencia
más acusada no es la que se da entre países, sino entre la población
global en conjunto, que es una cálculo diferente. Dentro de los
países, las divisiones se han acentuado bruscamente. Creo que en
estos momentos se ha pasado de algo así como un 80 a 1 a un 120
a 1, en los últimos 10 años aproximadamente. Esas sí son cifras
alarmantes. El 1 por ciento más rico de la población mundial actualmente
tiene alrededor de los ingresos del 60 por ciento más pobre. Es
decir, el equivalente a casi tres mil millones de personas.
En un artículo publicado en el New York Times, Thomas Friedman
llamaba a los manifestantes de Seattle "una delegación de defensores
de que la tierra es plana."
Desde su punto
de vista, eso sea probablemente correcto. Desde el punto de vista
de los amos de esclavos, la gente que se oponía a la esclavitud
seguramente parecían lo mismo. Si lo que quieres son cifras, un
número reciente del excelente Left Business Observer de Doug
Henwood revela los hechos globales. Ésta es una estimación reciente
llevada a cabo por un economista del Banco Mundial. Sólo se remonta
hasta 1993. En 1993, el 1 por ciento más rico de la población poseía
tanta riqueza como el 57 por ciento más pobre. Eso son 2.500 millones
de personas. La relación entre los ingresos medios del 5 por ciento
más rico y el del 5 por ciento más pobre se ha incrementado de un
78 a 1 en 1988 a un 114 a 1 en 1993, y probablemente mucho más desde
entonces. El índice de la desigualdad, el índice Gini, como se ha
venido en llamar, ha alcanzado los niveles más altos de los que
se tiene noticia, en términos de población global. Hay quien diría
que todo esto no tiene mayor importancia si todos ganan, aunque
sea desigualmente. Ese es un argumento terrible, pero no hemos de
prestarle oídos porque la premisa es incorrecta.
¿Se podría decir que las acciones en las calles de Seattle
son un soplo de democracia entre nubes de gas lacrimógeno?
Yo diría que
sí. Se supone que una democracia saludable no es algo que tenga
que verificarse en las calles. Se verifica en el proceso de toma
de decisiones. Por tanto, esto es un reflejo del debilitamiento
de la democracia y la reacción popular contra ello, que no es la
primera vez que se da. Se ha mantenido una larga lucha a lo largo
de siglos por extender el alcance de las libertades democráticas,
y se han logrado numerosas victorias. Muchas de ellas han sido alcanzadas
de ese modo, no gracias a limosnas sino a la confrontación y a la
lucha. En este caso, si la reacción popular toma una forma constructiva
y organizada, puede socavar y revertir la tendencia altamente antidemocrática
de los acuerdos económicos internacionales en los que se está enredando
al mundo entero que, como digo, son ciertamente antidemocráticos.
Naturalmente, uno tiende a pensar sobre la amenaza que representan
contra la soberanía nacional, pero en la mayor parte del mundo aún
es mucho peor. Más de la mitad de la población mundial no tienen,
literalmente, ni siquiera en teoría, control sobre sus propias políticas
económicas nacionales. Son meros receptores. Sus políticas económicas
son diseñadas por burócratas en Washington gracias a la así llamada
"crisis de la deuda externa", que es una construcción
ideológica, no económica. Esto es, más de la mitad de la población
mundial carece de la más mínima soberanía.
¿Por qué dice que la deuda externa es una construcción ideológica?
Existe una
deuda, pero a quién pertenece y quién es responsable de ella es
una cuestión ideológica, no económica. Por ejemplo, existe un principio
capitalista, al que nadie quiere prestar atención, por el cual,
pongamos, si yo te tomo prestado dinero, yo soy el prestatario,
siendo mi responsabilidad devolverte el dinero, y tú eres el prestamista
y tú corres el riesgo de que no te lo devuelva. Ese es el principio
capitalista. El prestatario tiene la responsabilidad y el prestamista
corre el riesgo. Supongamos que siguiéramos ese principio. Tomemos,
por ejemplo, el caso de Indonesia. Hoy por hoy, su economía está
hundida porque su deuda asciende a cerca del 140 por ciento del
producto interior bruto. Si rastreas los orígenes de esa deuda resulta
que los prestatarios son un grupo de 100 a 200 personas implicadas
en la dictadura militar y sus secuaces, que nosotros apoyamos en
su día. Los prestamistas eran bancos internacionales.
Gran parte
de la deuda ha sido socializada a través del F.M.I., lo cual significa
que los contribuyentes del norte se hacen responsables de ella.
¿Qué ocurrió con el dinero? Unos pocos se hicieron ricos, hubo cierta
exportación de capital y cierto desarrollo. Pero a la gente que
tomó prestado el dinero no se les hace responsables, sino que es
la gente de Indonesia los que lo tienen que devolver. Ello significa
vivir bajo programas de extrema austeridad, pobreza y sufrimiento.
De hecho, es una tarea imposible devolver una deuda que ellos no
contrajeron. ¿Y qué fue de los prestamistas? Los prestamistas están
protegidos de todo riesgo. Esa es una de las principales funciones
del F.M.I.: proveer gratuitamente de seguros a todo riesgo a la
gente que presta e invierte en créditos arriesgados. Por eso es
por lo que se reciben tan altos dividendos, porque existe un alto
riesgo. Ellos no tienen que hacer frente al riesgo, porque está
socializado. Es transferido a los contribuyentes del norte a través
del F.M.I. y otros mecanismos, como los bonos Brady. Es un sistema
por el cual los prestatarios son eximidos de toda responsabilidad.
Ésta es transferida a la masa empobrecida de sus propios países.
Estas no son
cuestiones económicas, sino ideológicas. Y aún hay más. Existe un
principio en derecho internacional que fue concebido por los EE.UU.
hace más de 100 años cuando "liberaron" Cuba, es decir,
cuando conquistaron Cuba para evitar que ésta se liberara de España
en 1898. Entonces, cuando los EE.UU. asumieron el control de Cuba,
cancelaron la deuda de Cuba con España con el muy razonable argumento
de que la deuda era inválida ya que había sido impuesta al pueblo
cubano sin su consentimiento, por la fuerza, bajo una relación de
poder. Aquel principio fue reconocido más tarde en el derecho internacional,
una vez más por iniciativa de EE.UU., y se conoce por el nombre
de "deuda odiosa". Una deuda no es válida si ha sido impuesta
esencialmente por la fuerza. La deuda externa del tercer mundo es
una "deuda odiosa". Esto ha sido reconocido incluso por
la representante estadounidense ante el F.M.I. Karen Lissaker, experta
en macro-economía, quien señaló hace un par de años que si se aplicara
tal principio la mayoría de la deuda del tercer mundo desaparecería.
Volviendo a Seattle y otro activismo reciente, Vivian Stromberg
de M.A.D.R.E., la ONG basada en Nueva York, dice que hay mucho trasiego
en el país, pero no hay "movimiento".
No estoy de
acuerdo. Por ejemplo, lo que ocurrió en Seattle ciertamente fue
movimiento. Hace apenas un par de días unos estudiantes fueron
arrestados por protestar contra la incapacidad de las universidades
para adoptar las serias medidas contra las maquilas [sweatshops
o "fábricas del sudor", en Centroamérica han recibido
el nombre de "maquilas". N. del T.] que muchas
organizaciones estudiantiles están proponiendo. Están pasando muchas
otras cosas que a mí me parecen movimiento. Siguiendo con
el tema de Seattle, en muchos aspectos lo ocurrido recientemente
en Montreal es aún más dramático.
Se refiere a la reunión del Protocolo de Bio-seguridad...
Sí, en él se
llegó a una especie de compromiso ambiguo, pero los bandos quedaron
claramente definidos. Los EE.UU. se encontraban virtualmente solos
en las negociaciones que buscaban un compromiso. Fueron secundados
por un par de países más que también esperan beneficiarse de las
exportaciones biotecnológicas, pero fundamentalmente se trataba
de los EE.UU. contra el resto del mundo en un asunto muy significativo,
el llamado "principio de precaución". Es decir, ¿existe
el derecho de las personas a decir a un país "no quiero convertirme
en conejillo de indias de algún experimento que estás llevando a
cabo"? A diferente escala, no cabe duda. Por ejemplo, si alguien
del Departamento de Biología entra en tu oficina y te dice "Voy
a hacer un experimento contigo. Voy a ponerte unos electrodos en
el cerebro y hacer mediciones de esto y aquello," a ti se te
permite contestar "Lo siento, pero no voy a participar en tu
experimento." Y a él no le está permitido volver y dictarte,
"Estás obligado a hacerlo, excepto si puedes demostrar científicamente
que te va a perjudicar." Pues los EE.UU. están insistiendo
precisamente en esto último a escala internacional. En las negociaciones
de Montreal, los EE.UU., que son el centro de las grandes industrias
de biotecnología, ingeniería genética, etc., demandaban que el asunto
fuera regulado por las normas de la O.M.C.. De acuerdo a esas normas,
los conejillos de indias han de demostrar científicamente que el
experimento va a resultar perjudicial para ellos, o, de otro modo,
los trascendentales derechos corporativos prevalecen, y las empresas
pueden hacer lo que les plazca. Es lo que Ed Herman llama "la
soberanía del productor". Europa y la mayoría del resto del
mundo insistieron en el principio de precaución, el derecho de las
personas a decir "No quiero ser un sujeto experimental. No
dispongo de pruebas científicas de que va a ser dañino para mí,
pero no quiero tomar parte en el experimento."
La cuestión de la seguridad en los alimentos, la irradiación,
y la ingeniería genética parecen tocar la fibra sensible de mucha
gente, traspasando las tradicionales fronteras entre derecha e izquierda,
liberales y conservadores. Por ejemplo, los granjeros franceses,
que son bastante conservadores, están furiosos con esto, como los
granjeros de la India.
Existe una
gran preocupación ante el hecho de ser obligado a convertirse
en un conejillo de indias por intervenciones en el sistema alimentario,
tanto en producción como en consumo, de consecuencias desconocidas.
El pasado otoño esas preocupaciones se hicieron manifiestas también
aquí, hasta el punto de que algo muy poco usual ocurrió. Monsanto,
la principal compañía que está desarrollando la biotecnología y
los cultivos producidos por ingeniería genética, empezó a caer en
bolsa. Tuvieron que pedir disculpas públicamente y, al menos teóricamente,
cancelar algunos de los proyectos más radicales, como los "genes
exterminadores", genes que convertirían las semillas en infértiles
para que, por ejemplo, los campesinos pobres de la India tuvieran
que seguir comprando semillas y fertilizantes Monsanto a un precio
desorbitado. Eso es muy poco usual, el que una corporación se vea
arrastrada a esa posición.
En los EE.UU.
es, esencialmente, una cuestión de clases. Entre los sectores más
ricos y educados hay cierta tendencia a rechazar el convertirse
en conejillos de indias, por ejemplo, comprando comida orgánica,
que es más cara.
¿Cree que a partir de la cuestión de la seguridad en los alimentos
la izquierda podría hacer llegar su mensaje a más gente?
No lo veo como
una cuestión de izquierdas particularmente. De hecho, las cuestiones
de izquierdas son simplemente las cuestiones populares. Si la izquierda
significa algo, es la preocupación por las necesidades, bienestar
y derechos de la población en general. Así que la vasta mayoría
de la población debería formar la izquierda y, en cierta manera,
creo que así es. Es en ese sentido que una cuestión popular puede
ser una cuestión de izquierdas. Hay otros asuntos también relacionados
que es muy difícil mantener ocultos. Están saliendo a la superficie
por todas partes, de manera dramática, de nuevo, en los países más
pobres, pero también aquí. Consideremos, por ejemplo, el precio
de los fármacos. Son desorbitados. En los EE.UU. son muchísimo más
altos que en el resto de los países. Las medicinas en los EE.UU.
son un 25 por ciento más caras que en Canadá y probablemente el
doble que en Italia. Esto es debido a las prácticas monopolísticas
favorecidas por el gobierno de los EE.UU. (incorporados posteriormente
a las normas de la O.M.C.), mecanismos altamente proteccionistas
llamados "derechos de la propiedad intelectual" que, en
esencia, garantizan a las mega-corporaciones el poder cobrar precios
de monopolio durante un largo período de tiempo. Esto está encontrando
una fuerte oposición en África, Tailandia, y otros mucho sitios.
En África la
propagación del SIDA es extremadamente peligrosa. Aquí, cuando Clinton
o Gore dan un discurso, hablan de la necesidad que tienen los africanos
de cambiar su comportamiento. Vale, de acuerdo, quizás los africanos
deberían cambiar su comportamiento. Pero el elemento crucial es
nuestro comportamiento, por el cual se garantiza que los productores
(en su mayoría, aunque no en su totalidad, estadounidenses) tienen
el derecho a cobrar precios tan altos que nadie los puede pagar.
Según los últimos informes, alrededor de 600.000 niños al año adquieren
el SIDA a través de sus madres, lo que significa que probablemente
mueran de SIDA. Eso es algo que puede ser evitado con el uso de
medicamentos que costarían un par de dólares diarios. Pero las farmacéuticas
no permitirán que éstos sean vendidos bajo lo que se llama una licencia
obligatoria, por la cual los países pueden producir las medicinas
ellos mismos a un precio mucho menor que el cobrado por las farmacéuticas
bajo condiciones de monopolio. Pronto puede haber 40 millones de
huérfanos sólo a causa del SIDA en África.
Algo parecido
está ocurriendo en Tailandia, y está produciendo protestas. En Tailandia
y África tienen sus propias industrias farmacéuticas intentando
hacerse con el derecho a producir medicamentos genéricos, que resultarían
mucho más baratos que los vendidos por las principales corporaciones
farmacéuticas. Ésta es una crisis sanitaria de enormes proporciones.
Decenas de millones de personas se encuentran implicadas en ella.
Y lo mismo está pasando en otras áreas: malaria, tuberculosis...
Hay enfermedades que pueden ser prevenidas pero que se están cobrando
un enorme número de vidas porque los medios para hacerlo se mantienen
tan caros que la gente no puede usarlos.
¿Por qué, entonces,
las corporaciones farmacéuticas tienen estos derechos al monopolio?
Éstas dicen que son necesarios debido a los costes de investigación
y desarrollo. Pero eso es una falacia. Parte substancial de los
costes es pagado por el público. Hasta principios de los noventa
era un 50 por ciento, ahora quizá sea un 40 por ciento. Esas cifras
subestiman el coste público real porque no tienen en cuenta la biología
fundamental en la que se sustenta todo, la cual es financiada públicamente
casi en su totalidad. Dean Baker, un gran economista que ha estudiado
el asunto en detalle, se hizo la pregunta obvia. Se dijo, de acuerdo,
supongamos que el público paga todos los costes, multipliquemos
por dos el coste público y entonces pongamos la medicina a la venta,
¿qué pasaría?. Baker estima que aún así se daría un ahorro colosal
para los ciudadanos. Y no olvidemos que estamos hablando de las
vidas de decenas de millones de personas en los próximos años.
Volviendo a los EE.UU., háblenos del movimiento estudiantil
contra las maquilas. ¿Es diferente de anteriores movimientos que
usted ha conocido?
Es diferente,
y es parecido. En algunos aspectos es similar al movimiento antiapartheid,
excepto que en este caso se está criticando el propio núcleo de
relaciones de explotación que permite alcanzar las increíbles cifras
de desigualdad de las que hablábamos antes. Es algo muy serio. Y
otro ejemplo de cómo distintas comunidades trabajan unidas. Mucho
de esto surgió a partir del esfuerzo de Charlie Kernaghan del Comité
Nacional de Trabajadores (National Labor Committee) de Nueva
York y otros grupos dentro del movimiento sindical. Ahora se ha
convertido en un importante tema para los estudiantes en muchos
aspectos. Muchos grupos de estudiantes están presionando fuerte,
tanto que, para contrarrestarlo, el gobierno de los EE.UU. se vio
obligado a imponer una especie de código. Convocaron a líderes sindicales
y estudiantiles para formar una coalición respaldada por el gobierno,
a la cual muchos grupos de estudiantes se oponen porque opinan que
no se va ni siquiera a acercar al fondo de la cuestión. Estos son
asuntos que ahora mismo están siendo debatidos acaloradamente.
¿No están los estudiantes pidiendo a los capitalistas que
simplemente que sean menos malos?
Los estudiantes
no están exigiendo el desmantelamiento del sistema de explotación.
Quizá deberían hacerlo. Lo que están exigiendo son los derechos
laborales que teóricamente están garantizados. En los convenios
de la Organización Internacional del Trabajo (I.L.O. - O.I.T.),
que es responsable de estos temas, se prohíben la mayoría de las
prácticas, posiblemente todas ellas, a los que los estudiantes se
oponen. Los EE.UU. no subscriben estos convenios. La última vez
que lo comprobé, los EE.UU. no habían ratificado prácticamente ninguno
de los convenios de la O.I.T.. Creo que es el peor historial del
mundo después de quizá Lituania o El Salvador. No es que los demás
países estén a la altura de los convenios, pero al menos los firman.
Los EE.UU. no los aceptan por principio.
¿Qué está ocurriendo en su universidad, el M.I.T.? ¿Existe
algún movimiento alrededor del tema de las maquilas?
Sí, y en muchas
otras áreas. Hay unos grupos de estudiantes por la justicia social
muy activos haciendo cosas continuamente, mucho más que hace unos
años.
¿A qué es debido?
Es debido a
la realidad objetiva. Son los mismos sentimientos, razonamientos
y percepciones que llevaron a la gente a las calles de Seattle.
Los EE.UU. no están sufriendo como el tercer mundo. En Latinoamérica,
tras 20 años de llamadas reformas, todo sigue igual. El presidente
del Banco Mundial acaba de revelar que se encuentran donde estaban
hace 20 años. Incluso en términos de crecimiento económico. Esto
es inaudito. Los países en vías de desarrollo - no me gusta el término,
pero es el usado para referirse al Sur - están saliendo de los noventa
con una tasa de crecimiento menor que en los setenta. Las diferencias
en riqueza están acrecentándose. Para el crecimiento económico,
según todos los índices macro-económicos (crecimiento económico,
productividad, inversión de capital), los últimos 25 años han sido
un período relativamente lento comparado con los 25 años que le
precedieron. Muchos economistas la llaman una "época de plomo"
al compararla con la precedente "época dorada". Pero ha
habido crecimiento, a pesar de ser más lento que antes. Para la
mayoría de los trabajadores que no ostentan puestos de dirección,
que representan la mayoría de la población activa, los salarios
son quizás un 10 por ciento más bajos que hace 25 años. Eso, en
términos absolutos. En términos relativos, muchísimo menos. Ha existido
un crecimiento en la productividad y un crecimiento económico durante
ese período, pero no ha repercutido en la población en general.
Si se calcula la mediana, los ingresos están volviendo ahora poco
a poco a lo que fueron hace diez años, muy por debajo de lo que
fueron los diez y quince años previos. El período de los últimos
dos o tres años es uno de moderado crecimiento económico. Lo califican
de extraordinario, pero los dos o tres últimos años han sido más
o menos como fueron los cincuenta o los sesenta, lo cual es alto
dentro de los estándares históricos. Pero todavía se deja al margen
a la mayoría de la población.
Los acuerdos
económicos internacionales, los llamados "acuerdos de libre
comercio," están fundamentalmente diseñados para mantener este
estado de cosas. Una de sus implicaciones es lo que se ha venido
en llamar la "flexibilidad del mercado laboral," que quiere
decir que la gente no tiene seguridad laboral. Es la inseguridad
que Alan Greenspan dijo una vez que era uno de los principales factores
de una economía de ensueño. Si la gente tiene miedo, si no tiene
seguridad laboral, no va a exigir unas mejores condiciones. Si tienen
miedo a un realojamiento de los puestos de trabajo (que es una de
las consecuencias de los mal llamados acuerdos de libre comercio)
y se encuentran dentro de un mercado laboral flexible que implica
que no tienen seguridad alguna, la gente no va a exigir mejores
condiciones y mayores beneficios.
El Banco Mundial
ha sido muy claro sobre el tema. Reconocen, y cito literalmente,
que la flexibilidad del mercado laboral, que consideran esencial
para todas las regiones del planeta, ha adquirido una mala reputación
como un eufemismo que alude a la reducción de los salarios y el
despido de los trabajadores. Ha adquirido una mala reputación merecidamente:
Eso es lo que la "flexibilidad del mercado laboral" significa.
Dicen que es esencial para todas las regiones del planeta, la reforma
más importante, y sigo citando un informe sobre desarrollo del Banco
Mundial. Ahí se demanda que se eliminen las barreras a la movilidad
laboral y la flexibilidad salarial. ¿Qué quiere decir todo esto?
No quiere decir que los trabajadores puedan ser libres de ir allí
donde deseen, por ejemplo que los trabajadores mexicanos vengan
a Nueva York. Lo que quiere decir es que puedan ser despedidos libremente
de sus trabajos. Quieren eliminar las barreras para echar a la gente
de sus trabajos y para conseguir una flexibilidad salarial que significa
flexibilidad hacia abajo, no hacia arriba. La gente, hasta cierto
punto, se ha dado cuenta de esto. Se pueden esconder muchas cosas
tras la glorificación del consumismo y la enorme deuda externa,
pero es muy difícil ocultar el hecho de que la gente está trabajando
muchas más horas semanales que hace 25 años para recibir a cambio
unos sueldos que se han visto congelados o reducidos.
¿Qué está pasando con las universidades públicas en Massachusetts?
Eso es mucho
peor en varios aspectos. Está afectando principalmente a los estudiantes
de origen pobre, de los suburbios o de clase trabajadora, muchos
inmigrantes, minorías étnicas y demás. De todas maneras, creo que
la mayoría de ellos pertenecen a la clase trabajadora blanca, los
cuales tienen la oportunidad de salir adelante, en el sentido de
convertirse en una enfermera o un policía. La presión que soportan
es muy grande. No tienen el mismo margen de maniobra que se tiene
en un colegio elitista. Pienso que eso tiene un marcado efecto disciplinario
no sólo en lo que hacen, sino en lo que piensan. Las universidades
también se encuentran bajo una gran presión.
¿En qué sentido?
Mi parecer
es, y no puedo demostrarlo, que existe la intención por parte de
las autoridades estatales de, básicamente, debilitar las universidades
públicas que ofrecen esas oportunidades a la gente pobre y trabajadora.
Lo que está ocurriendo es que están subiendo el nivel requerido
para la admisión en las universidades estatales, es decir, las universidades
para pobres y trabajadores. Están subiendo el nivel para las admisiones
pero no están haciendo nada por mejorar las escuelas de primaria.
Es fácil predecir lo que va a ocurrir. Si se sube el nivel requerido
para la admisión y no se mejora el nivel de las escuelas, va a haber
menos gente que se clasifique, luego se reducen las admisiones.
Esta reducción ha sido bastante acentuada en los últimos dos años.
Si se reducen las admisiones, la legislación estatal y los hombres
de negocios que tienen el poder entran en juego de nuevo. Éstos
proponen que se reduzca el personal administrativo y docente, con
lo cual las oportunidades se ven reducidas aún más. Se introduce
así la flexibilidad del mercado laboral en las universidades, donde
sus trabajadores tampoco gozarán de seguridad laboral y mostrarán
un menor compromiso hacia la universidad. La tendencia a largo plazo
es reducir o posiblemente suprimir el sistema de educación pública
que está orientado hacia la gente pobre y de clase trabajadora.
La alternativa quedará entre o bien no ir a la universidad
o bien pagar 30.000 dólares al año en una de las universidades privadas.
Hablemos de Internet y de cuestiones de privacidad. Ciertas
compañías están recopilando datos y perfiles sobre las preferencias
personales de la gente. ¿Cuáles son las implicaciones?
Las implicaciones
pueden llegar a ser muy serias. Pero bajo mi punto de vista es algo
secundario a otro tema, que es el del acceso a Internet. Las enormes
fusiones entre medios de comunicación conllevan la amenaza de que
van a ser capaces de dirigir el acceso a sitios favorecidos, es
decir, de convertir Internet aún más en un servicio de compra a
domicilio en vez de un medio de información e interacción. Norman
Solomon, un estudioso de los medios de comunicación, ha señalado
que a principios de los noventa, cuando el sistema estaba todavía
bajo control del gobierno, generalmente se hacía referencia a Internet
como una "autopista de la información." A finales de los
noventa, tras haberse regalado Internet a las corporaciones privadas
sin que nadie se percibiera de ello, se pasó al "comercio electrónico",
se acabó la "autopista de la información."[1] Las mega-fusiones
como la de AOL-Time Warner ofrecen las herramientas técnicas para
asegurar que en Internet serás conducido a lo que ellos quieren
que veas, no a lo que tú quieres ver. Internet es una herramienta
formidable para la información, la organización y la comunicación.
No cabe duda de que el mundo de los negocios tiene la intención
de convertirla en algo muy distinto.
David Barsamian
es fundador de Alternative Radio, Boulder, Colorado. Es un
frecuente colaborador de Z y otras publicaciones.
1.-
Artículo disponible en ZNet en Español: N. Solomon,
http://www.rebelion.org/chomsky/chomskyseatle.htm