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Los intelectuales de izquierda y su
desesperada búsqueda de respetabilidad
James
Petras
Introducción
Cuando George Soros, uno de los más grandes y rapaces especuladores
del mundo, publicó un libro cuestionando algunos de los aspectos
más destructivos del capital especulativo, los intelectuales
de izquierda se apresuraron a reproducir sus citas como evidencia
de que, efectivamente, "el capital global" era una amenaza para la
humanidad. La parte curiosa de este escenario es que Soros ganó
publicidad gratis, aumentó sus regalías, y adquirió
estatura política e intelectual, mientras seguía beneficiándose
de las ganancias de sus fondos de especulación. Este no fue
un caso aislado: más temprano que tarde, los intelectuales
de izquierda buscan fuentes "respetables" para apoyar sus argumentos,
citándolas como "impecables" o "sin afinidades de izquierda",
como si la investigación y la escuela de izquierda fueran menos
confiables o menos convincentes. La búsqueda de la izquierda
por una respetabilidad burguesa tiene profundas implicaciones en la
discusión del problema de la hegemonía burguesa sobre
las clases populares y el crecimiento de una cultura alternativa en
lo político y lo intelectual.
Uno de los aspectos más
impresionantes de la política contemporánea es la brecha
entre las condiciones, objetivamente a la baja, de la clase trabajadora
y rural, y las respuestas subjetivas, que son difusas, fragmentadas
y frecuentemente están bajo la tutela de partidos neoliberales.
Este contraste es muy claro en el Tercer Mundo, pero también
está presente en los países capitalistas avanzados.
Mientras que las inequidades
entre clases sociales, razas, género y regiones se han incrementado,
y los servicios para la clase trabajadora han sido tasajeados para
lograr impuestos más bajos y subsidios más altos para
los ricos, la respuesta subjetiva ha cambiado: las huelgas y protestas
tienden a ser vistas como reacciones defensivas; los movimientos agrarios
no tienen aliados urbanos y la mayoría de los intelectuales
están disociados de las luchas populares o han aceptado premisas
de la ideología neoliberal, como que la globalización
es inevitable e irreversible. En una palabra, la "hegemonía
burguesa" juega un rol vital para asegurar la estabilidad de un sistema
social altamente desigual y explotador.
La hegemonía burguesa
es un producto de numerosos factores, incluyendo los medios de comunicación
y las instituciones culturales del Estado. Sin embargo, es también
el resultado del pensamiento y los métodos de trabajo de los
intelectuales de izquierda, que buscan legitimar su producción
intelectual en el mundo burgués.
Hoy, muchos intelectuales
de izquierda toman prestados, y han asimilado para su análisis
del mundo contemporáneo, los conceptos claves y el lenguaje
de teóricos burgueses y publicistas. Estos incluyen términos
como "globalización", "capital desestatizado", "la revolución
de la información", el "ajuste estructural", la "flexibilidad
laboral", entre otros. Estos conceptos son parte integral del sistema
imperial y la ideología neoliberal -y se entienden en el contexto
de un sistema de poder que busca disfrazar y legitimar su dominio.
Aún más, los intelectuales de izquierda evitan usar
conceptos más precisos que son mucho más útiles
para identificar las configuraciones contemporáneas del poder,
como imperialismo en lugar de globalización; Estado imperial
en lugar de corporaciones desestatizadas; ascendencia del poder financiero
en lugar de la "revolución de la información"; explotación
intensiva/extensiva en lugar de flexibilidad laboral; reversión
económica en lugar de reforma económica; reconcentración
y monopolización de la riqueza en lugar de ajuste estructural.
El tema de la mímica intelectual, en la que un lenguaje y conceptos
amorfos y decepcionantes son adoptados por los intelectuales de izquierda
contemporáneos, en lugar de un lenguaje más preciso
y vigoroso nos lleva a una pregunta: ¿por qué la izquierda
cae víctima, o mejor aún, sigue los pasos de la burguesía
al trabajar para la construcción del paradigma de la "globalización"?
El gran problema
Este ensayo busca argumentar que el hecho de que los intelectuales
de izquierda muevan el rabo a la burguesía en cuestiones del
paradigma de la "globalización" es parte de un problema mayor,
fuertemente anclado en la subordinación a la cultura burguesa;
es decir, en el hecho de mirar hacia la cultura dominante como fuente
de veracidad, objetividad, prestigio y reconocimiento.
La subordinación
de los intelectuales de izquierda a la cultura burguesa coexiste con
el desarrollo de una crítica parcial a las instituciones y
cultura de los burgueses Los intelectuales de izquierda que trabajan
con el concepto del paradigma burgués de la globalización
están en búsqueda de respetabilidad y reconocimiento
que no podrían obtener si trabajaran con el concepto del paradigma
imperialista.
La búsqueda de los
intelectuales de izquierda por el prestigio, el reconocimiento, las
afiliaciones institucionales y la certificación de la burguesía,
implica aceptar, de facto, los valores que se asocian con este grupo.
Esta aceptación de valores y prácticas juega un papel
importante en la perpetuación de la hegemonía burguesa,
a pesar de la retórica de protesta y contra hegemonía
de los intelectuales. El hecho es que estudiantes, trabajadores y
en general las clases populares que siguen lo que los intelectuales
de izquierda dicen y hacen, y la identificación institucional
y simbólica de los reconocimientos que persiguen en sus carreras
y su vida diaria, habla elocuentemente de qué es lo que realmente
valoran.
Un aspecto importante dentro
del avance y reconocimiento de la carrera, así como en el aseguramiento
de una posición en una institución burguesa prestigiosa,
tiene que ver con jugar las reglas del juego en el trabajo intelectual.
Siguiendo las reglas de este juego, la izquierda intelectual legitima
el llamado burgués a la legitimación y refuerza su posición
hegemónica.
Legitimando la hegemonía burguesa
Una de las principales reglas seguidas por los intelectuales de izquierda
es citar fuentes burguesas, incluso cuando hay fuentes de izquierda
que pueden dar una perspectiva crítica. El pseudo argumento
que muchos intelectuales de izquierda enarbolan es que, al citar fuentes
burguesas sobre fuentes de izquierda, serán más convincentes
con el "público en general" o el mundo académico. Los
intelectuales de izquierda logran varias cosas procediendo de este
modo. En primer lugar, refuerzan la autoridad de los autores burgueses,
poniéndolos como una fuente de verdad objetiva. Segundo, refuerzan
y perpetúan la invisibilidad de los investigadores de izquierda
y de su trabajo, pues no logran reconocer su contribución.
Tercera, adquieren respetabilidad y aceptabilidad, al compartir con
sus colegas burgueses una literatura común y un entendimiento
común de "lo que es importante haber leído". Cuarto,
el citar críticas de notorios procapitalistas contra el capitalismo
les permite rediseñar su imagen y les da una futura plataforma
para denunciar a la izquierda.
La respuesta de los intelectuales
de izquierda al libro de George Soros es un ejemplo perfecto. Soros
tiene una bien ganada reputación como un especulador que ha
ganado millones de pesos mediante el pillaje de economías y
la ruina de países enteros antes, durante y después
de la publicación de su libro. Jugó, y continúa
jugando, un papel de primera línea en el sabotaje de instituciones
culturales y en la cooptación de intelectuales, particularmente
en países ex comunistas que han implantado el libre mercado
y han quedado devastados por ello. A pesar de estos antecedentes,
los intelectuales de izquierda se encontraron citando sus críticas
a las actividades especulativas y a los excesos capitalistas, como
si él fuera una autoridad especial sobre los estragos del capitalismo.
En su desesperada búsqueda de reivindicación, los intelectuales
de izquierda citaron a Soros para apoyar sus críticas al neoliberalismo,
obviando el hecho de que incluso mientras el libro salía a
las librerías, Soros hacía millones mutilando las economías
asiáticas. El aislamiento de los movimientos de masas de los
intelectuales de izquierda, y su postración frente al poder
burgués es lo que los lleva a buscar personalidades de derecha
para justificar sus argumentos frente a audiencias burguesas.
La relación de los
intelectuales de izquierda con el Banco Mundial es otro ejemplo que
ilustra esta búsqueda de respetabilidad. El Banco Mundial publica
anualmente un apéndice estadístico que incluye datos
sobre la pobreza en el mundo. Es frecuente que los intelectuales de
izquierda citen estos datos para defender sus argumentos, sin examinar
críticamente cómo se mide la pobreza y en que forma
es subestimada. Los intelectuales de izquierda consideran al Banco
Mundial una autoridad intachable en el tema de pobreza, precisamente
porque es una institución con credenciales derechistas y neoliberales.
El hecho es que los datos del Banco Mundial no son confiables y sus
formas de medición de pobreza son totalmente inadecuadas. Su
"límite de pobreza" es un dólar al día, lo cual
no permite vivir en ningún país del mundo. Si los investigadores
de izquierda hicieran un índice adecuado, doblarían
o triplicarían el número de pobres en el mundo. Sin
embargo, al citar al Banco Mundial, los intelectuales de izquierda
apelan a sus colegas "conservadores", demostrando que comparten las
mismas fuentes. Al citar la autoridad del Banco Mundial, refuerzan
su imagen como una "fuente confiable de información". Las medidas
del Banco Mundial en el Tercer Mundo llegan al absurdo de que los
porcentajes de población viviendo en la pobreza en el sudeste
de Asia están casi al mismo nivel que en los Estados Unidos
y Canadá. En lugar de reconocer que la ideología neoliberal
del Banco Mundial moldea los indicadores y medidores de pobreza, los
muy listos intelectuales de izquierda piensan que pueden separar uno
de otro y salvarse a sí mismos de la ardua tarea de construir
sus propios medidores de pobreza y de hacer su propio trabajo de campo,
o peor aún, de citar los datos y estadísticas que otros
investigadores y militantes de izquierda han recopilado.
La Comisión Económica
para América Latina (ECLA, por sus siglas en inglés*)
es otra fuente de datos y punto de referencia para los intelectuales
de izquierda. Una vez más, presentan a la ECLA como una fuente
intachavble, sin ningún tinte izquierdoso, -como si ser de
izquierda fuera algo que contamina la información. Por ejemplo,
los intelectuales de izquierda usan frecuentemente los datos de ECLA
sobre privatización de empresas públicas (que es de
hecho una parte clave de la agenda política de ECLA). Pero
una mirada cuidadosa a los documentos de la ECLA revela que rara vez
discuten la corrupción y las concertasesiones que siempre existen
dentro de las privatizaciones. ECLA siempre describe las transacciones
como un proceso puramente económico, y asegura que no se involucra
en los aspectos políticos no cómo los políticos
organizan las privatizaciones, ni mucho menos en las consecuencias
negativas que puedan tener en el corto o largo plazo. En términos
generales, la ECLA dice que las transacciones de Estado deben ser
transparentes, pero no enfrenta el hecho de que las privatizaciones
no lo son. La pregunta es ¿porqué la ECLA continúa promoviendo
recetas de privatización, cuando saben de primera mano que
el proceso es corrupto y que involucra la renuncia a de recursos necesarios
a precios irrisorios? Conociendo la desviación de la ECLA,
¿porqué los intelectuales de izquierda siguen citándola
cuando prominentes escritores y periodistas de izquierda han publicado
discusiones más completas y críticas? Al darle juego
a Soros, al Banco Mundial y a ECLA, usando su información,
validando sus fuentes y tomando prestado su lenguaje, los intelectuales
de izquierda prolongan la hegemonía burguesa.
Personalidades burguesas prominentes
En su constante búsqueda de respetabilidad, los intelectuales
de izquierda no sólo miran hacia las instituciones burguesas
para repetir sus argumentos, sino que también buscan personalidades
burguesas prominentes, con nombre y prestigio dentro de los círculos
burgueses, para promover causas populares. Frecuentemente, al organizar
un evento público, los intelectuales de izquierda ignorarán
a los escritores más consecuentes, los activistas o líderes
de izquierda, para favorecer a algún "progresista" actor, abogado,
juez o escritor, que no tiene práctica o lucha en su expediente,
pero que ofrece algunas obviedades que no educan a nadie y no resuenan
entre la gente de acción.
Al promover a individuos
con "status de celebridad" en los medios como una forma de atraer
publicidad y público curioso, los intelectuales de izquierda
sacrifican el contenido de sus reuniones. El costo político
puede ser significativo: las reuniones políticas se convierten
en un espectáculo, un entretenimiento que no más bien
despolitiza en lugar de educar a la gente en la causa social y sus
consecuencias. Más aún, los intelectuales de izquierda
frecuentemente tienen que ser quienes terminan dando explicaciones
sobre los "lapsus" de los burgueses prestigiosos -celebridades que
frecuentemente confunden la violencia popular por la defensa de la
tierra y forma de vida con la violencia predadora de los poderes imperiales.
"Por supuesto", dirán
apologéticamente los intelectuales de izquierda, "él
o ella no es uno de los nuestros, pero vean cuánta gente vino,
miren cuantos centímetros nos dieron en la prensa burguesa,
cuántos segundos en la televisión". En nombre de la
"mayor unidad", la izquierda crea una plataforma para discursos de
celebridades burguesas que frecuentemente deriva de críticas
del sistema a la de una política, de una política a
otra, y de otra a la crítica de una personalidad equis, ofuscando
el sentido de la reunión. Aún peor, las celebridades
burguesas presumidas como progresistas por intelectuales de izquierda
en un evento público, pueden al día siguiente celebrar
con altos dignatarios de un régimen regresivo... lo que desacredita
a la izquierda y siembra confusión entre la gente sobre la
naturaleza de las políticas de izquierda y cuáles son
sus líderes y voceros.
Debido a que los intelectuales
de izquierda están obsesionados con la aprobación de
los medios y la respetabilidad burguesa, prefieren buscar a burgueses
notables que tengan un oído sensible aunque esto sirva a sus
intereses, en lugar de construir el apoyo mediante organizaciones
enraizadas.
La búsqueda de símbolos de prestigio burgués
Los intelectuales de izquierda mueren por el reconocimiento de sus
colegas burgueses y despreciarán la acción pública,
denunciarán a colegas y adoptarán posturas serviles
para complacer a sus jueces superiores y conservadores, en la esperanza
de asegurar un símbolo de prestigio burgués. Estos símbolos
son un boleto hacia la promoción y la legitimación a
los ojos de los intelectuales de izquierda con movilidad ascendente.
Los intelectuales consecuentes con compromisos hacia luchas populares
no reciben ningún reconocimiento de prestigio. Para los intelectuales
de izquierda, ganar un Premio Nobel, una beca Guggenheim o de la Fundación
Ford es visto como la culminación de una carrera exitosa. Certifica
ante el poder académico de elite, que el intelectual de izquierda
puede ser honrado por abstenerse de cualquier lucha antiimperalista
o anticapitalista. Es comprensible que Jean Paul Sartre rechazara
el Premio Nobel. El empeño por conseguir premios y reconocimientos
burgueses presupone ciertos compromisos, y eso está sobreentendido
tanto por las fundaciones euroamericanas que los dan, como por los
intelectuales que se los piden.
Pero los intelectuales
de izquierda, cuando acuden a actos políticos, citan estos
mismos títulos y premios al presentar al "prestigioso" orador.
La izquierda hace reverencias ante los premios burgueses como evidencia
de su propia integridad y conocimiento. Al dar un lugar prominente
a estos títulos, convencen a la audiencia de que efectivamente
la izquierda ha llegado a tener un cierto nivel intelectual. De hecho,
lo que la izquierda hace es legitimar los estándares y procesos
de selección burgueses que determinan el acceso a las recompensas.
En pocas palabras, al cortejar los premios burgueses , la izquierda
refuerza la hegemonía burguesa.
El anhelo de respetabilidad
burguesa también se encuentra en el lugar que se le da a las
identidades institucionales: los intelectuales de izquierda presumen
de ser graduados de Harvard, Yale, Princeton, Oxford, Cambridge, la
Sorbona, como si estos no fueran centros en donde se adoctrina a los
estudiantes con doctrinas neoliberales y proimperalistas, donde uno
aprende a decir algo significativamente crítico sobre el Imperio
a pesar de los profesores y los seminarios. Y aún así,
la identidad institucional es subrayada por los intelectuales de izquierda
al presentar a un orador o un escritor.
Esto es verdad también
cuando se habla de funcionarios gubernamentales retirados a quienes
los intelectuales de izquierda les dan importancia. Uno no puede objetar
que los antiguos funcionarios de un gobierno pueden cambiar su forma
de pensar y convertirse en críticos del estado, pero el punto
de convergencia con la izquierda debería ser el hecho de que
son ex funcionarios y no los dueños de antiguas posiciones
de "prestigio" en un régimen burgués.
Como hace mucho tiempo
señaló Karl Marx, la hegemonía burguesa se renueva
constantemente, mediante el reclutamiento de individuos talentosos
que provienen de clases populares. Esto se hace frecuentemente dando
becas a estudiantes pobres pero brillantes, que van a universidades
"de prestigio" donde son "reeducados" y entrenados para servir a las
clases dominantes. La izquierda debe leer y escuchar lo que dicen
los intelectuales a pesar de sus prestigiosas credenciales institucionales,
no debido a ellas.
Adicionalmente a los premios
y las identidades institucionales, los intelectuales de izquierda
están en búsqueda perpetua de patrocinadores burgueses
para sus eventos: personalidades, instituciones, funcionarios. La
idea es que entre más burgués es un patrocinador, mayor
serán la respetabilidad, legitimidad y audiencia. De hecho,
esto lleva a una mayor visibilidad y legitimidad de las instituciones
burguesas del poder, mientras que las instituciones más marginales
o radicalizadas se hacen invisibles.
Como aseguran su carrera los intelectuales de izquierda
Ser una persona de izquierda activa y crítica tiene un costo
político que no es menor cuando se persigue una carrera académica.
Aún así, muchos intelectuales han seguido senderos que
los han llevado a una carrera exitosa dentro de instituciones burguesas,
y han logrado retener una pequeña parcela de credenciales de
izquierda.
Podemos identificar al
menos cuatro estrategias de carrera para los respetables y móviles
intelectuales de izquierda. La primera estrategia puede describirse
como el enfoque de "congelamiento", en donde los intelectuales de
izquierda mantienen un perfil bajo durante años, haciendo investigación
más o menos convencional, mientras aseguran una posición
dentro de la institución y consolidan su carrera, mientras
esperan el día de "volverse" radicales. El problema es, por
supuesto, que la mayoría de los "criptoizquierdistas" es que
en el tiempo de adaptación a las exigencias de sus carreras
exitosas, eventualmente terminan creyendo lo que están haciendo
y nunca se "vuelven": se convierten en lo que hacen. Para la minoría
que se "convierte" el pastel queda entero: tienen una identidad prestigiosa
en el mundo burgués y el aplauso de la izquierda, particularmente
porque le añaden a su retórica radical el mérito,
según la izquierda, de un título prestigioso.
La segunda estrategia para
asegurar una carrera dentro de una universidad de prestigio es combinar
la investigación convencional y pregonar, entre los tiempos
de trabajo y las pláticas de pasillo, charla radical. Ser de
izquierda como si fuera un "apostolado" es particularmente atractivo
para los guardianes burgueses de la academia, porque esto no afecta
la investigación científica y no cuestiona el rol del
sistema educativo para reproducir líderes de elite o entrenar
trabajadores conformistas. Esta izquierda puede describirse como la
"izquierda de coctel" -que en escenarios privados puede ventilar sus
inconsecuentes puntos de visa mientras trabaja para escalar la escalera
académica.
La tercera estrategia para
el éxito de la izquierda dentro de la academia yace en el tiempo
y esfuerzo desproporcionados que se dedica al trabajo académico
convencional, en comparación con los escasos esfuerzos que
se dedican a movimientos populares. En esta estrategia, el intelectual
de izquierda dedica meses y años para preparar documentos y
publicaciones para consumo académico, mientras que improvisa
conferencias con material anecdótico para sus audiencias radicales/populares,
reciclándose frecuentemente o repitiendo la misma plática
del año anterior. En algunos casos, los intelectuales de izquierda,
a pesar de contar con fondos sustanciosos para su trabajo, simplemente
dan reminiscencias de un pasado radical; la nostalgia se convierte
en el substituto de un análisis serio. Estas reminiscencias
no requieren ningún análisis que pueda llevar a compararlas
con luchas actuales, son pura improvisación y anécdotas
de la clase más superficial e impresionista.
Finalmente, están
los académicos de izquierda que investigan y dirigen becas
como académicos "desinteresados", lejos de las luchas, movimientos
y compromisos políticos. Escriben sobre la clase trabajadora
sin ninguna perspectiva política. Es probable que den información
útil si alguien más puede elaborar un cuadro político
e intelectual que sirva para unir esa información a eventos
políticos contemporáneos. Esta estrategia de éxito
académico tiene algo de mérito y utilidad si es que
hay otros intelectuales o activistas que han realizado el riesgoso
trabajo político de construir un movimiento; de otra forma,
sólo sirve para extender el currículum vitae. Este tipo
específico de académico de izquierda es particularmente
abundante en Estados Unidos, donde hay conferencias anuales que imitan
las reuniones profesionales, en las que los académicos hablan
sólo entre ellos o, en otras palabras, se divorcian de los
movimientos populares. Este divorcio ha garantizado que muchos izquierdistas
aseguren sillas altas y bien remuneradas en universidades de prestigio.
Las consecuencias de estas
prácticas de los intelectuales de izquierda han sido, primero,
el reforzamiento del prestigio y la legitimidad de las instituciones,
ideas y personalidades burguesas, mientras que los análisis
y las posiciones de activistas de izquierda se hacen invisibles, perpetuando
una especie de complejo de inferioridad y marginalidad de la izquierda.
Segundo, debido a que los
académicos de izquierda sirven como modelos para la generación
de futuros académicos, su comportamiento propicia el arribismo.
La práctica de este arribismo perpetua el mito, sobre todo
en el Tercer Mundo, de que el "verdadero conocimiento" está
en el extranjero, en las escuelas con prestigio de marca y que los
intelectuales locales nacionales son de calidad inferior y, ciertamente,
no son modelos a seguir.
Tercero, por razones de
su propia agenda y condición, los intelectuales de izquierda
de instituciones de prestigio, ignoran y reafirman las distorsiones
ideológicas, las mistificaciones y los marcos teóricos
y conceptuales erróneos que se enseñan en los centros
prestigiosos de educación superior. La desviación ideológica
que es empacada en estas instituciones es obviada por intelectuales
de izquierda que rara vez cambian el trabajo de sus colegas, mucho
menos el curriculum, pues saben que serían castigados. En todo
caso, si alguna vez verbalizan algún tipo de inconformidad,
es su presencia en las instituciones y su proceso de acceso lo que
alimenta las ambiciones de nuevas generaciones.
Lo más asombroso
sobre los intelectuales de izquierda en universidades de prestigio
y los que buscan entrar a ellas, es cómo suspenden sus críticas
a los patrocinadores, fundaciones y personalidades burguesas que financian
las grandes agendas de investigación para perpetuar y extender
el poder imperial. Al suspender sus críticas, los intelectuales
de izquierda aumentan sus posibilidades de aparecer en diarios de
prestigio, conferencias internacionales y posiciones lucrativas dentro
de la academia. Aseguran reconocimiento académico y su promoción
a puestos honorarios que requieren hacer buenas relaciones con los
guardianes de la academia burguesa. Los intelectuales de izquierda
tienden a ser muy colegiados, incluso con sus colegas que apoyan las
guerras imperialistas y diseñan programas neoliberales que
están devastando el Tercer Mundo.
Intelectuales contemporáneos
Hay una gran variedad de "estilos de vida" para ser un intelectual
de izquierda hoy en día, frente al poder y la riqueza del Imperio
Euroamericano.
-Intelectuales en alquiler
Este es el tipo de intelectual que hoy vaga por el espectro político
ofreciendo sus servicios a una variedad de patrones. Un reconocido
intelectual francés denunció las huelgas de empleados
en 1995, fue al encuentro internacional zapatista en el verano de
1996 y después voló para encontrarse y halagar al presidente
derechista de Uruguay. Estos intelectuales son para todos lugares
y precios. Su postura pública tiene sus motivaciones con la
necesidad de reconocimiento y publicidad de cualquier bando, pero
también con firmes principios intelectuales: no están
"vendidos" a la derecha, están rentados e incluso están
disponibles para la izquierda en ciertas ocasiones.
-Intelectuales de casa
Son aquellos cuyo universo son otros intelectuales o incluso su "reflexión
interna". Estos intercambios incestuosos son particularmente abundantes
entre los posmodernistas que discuten cuántas identidades podrán
soportar. Tienen su propio lenguaje exótico, que solo comprenden
los iniciados, y su trabajo se concentra en gran parte en descifrar
textos y lenguaje divorciados del mundo objetivo.
-Intelectuales en angustia perpetua
Ha e intelectuales que están en angustia perpetua, que planean
sobre los problemas socioeconómicos ("neoliberalismo" y "globalización")
y nunca pasan del lugar común "debemos encontrar una alternativa".
Ignoran las luchas diarias que buscan crear alternativas; le temen
al problema (imperialismo) y le temen a la solución (transformación).
-Los pesimistas
Otra pose intelectual común es la del izquierdista que se baña
en derrotas históricas y encuentra en ellas un pretexto en
la medida en que hacen incierto un nuevo y pragmático acomodo
con el status quo. Al dramatizar las pérdidas políticas,
como batallas profundas e irreversibles, evitan reconocer las nuevas
luchas revolucionarias que emergen en el Tercer Mundo, los movimientos
sociales que se oponen a la OMC en el Este, a los movimientos de granjeros
militantes y trabajadores del transporte, el rechazo masivo de consumidores
y productores hacia los patrocinadores corporativos de las comidas
y semillas genéticamente alteradas, etcétera. El pathos
pesimista se convierte ya sea en una coartada para la inacción
y el desentendimiento , o en un billete de ida hacia las políticas
liberales, que son percibidas como lo único que hay disponible.
-Intelectuales irreverentes
En agudo contraste con las posturas antes mencionadas, existe el intelectual
irreverente hacia los protocolos académicos, que no se impresiona
con los títulos y premios, y que incluso, son respetuosos ante
los militantes que están en las líneas de combate anticapitalistas
o antiimperialista. Son constantes y productivos en su trabajo intelectual,
que está motivado en gran medida por las grandes cuestiones
que enfrentan las luchas sociales. Son irónicos y antihéroes,
cuyo trabajo es respetado por la gente que trabaja para la transformación
social básica. Son objetivamente partidarios y partidariamente
objetivos. Los intelectuales irreverentes escuchan y discuten con
los pesimistas y otros intelectuales, a pesar de sus títulos
y pretensiones, para ver si dicen algo que valga la pena.
Para el intelectual irreverente
y comprometido, el prestigio y el reconocimiento derivan de los activistas
y los movimientos intelectuales que están involucrados con
luchas populares. Trabajan con estos intelectuales y activistas. Conducen
investigación que busca fuentes originales de información;
crean sus propios indicadores y conceptos, por ejemplo, para identificar
la verdadera profundidad de la pobreza, la explotación y la
exclusión. Reconocen que los premios y condecoraciones son
parte de un sistema que sostiene la hegemonía burguesa y que
hay unos cuantos intelectuales en universidades de prestigio que están
claramente comprometidos con luchas populares. Estas excepciones,
dicen, deben ser notadas, aunque reconociendo que muchos sucumben
al espejismo de la certificación burguesa durante el ascenso
por la escalera. Los intelectuales irreverentes admiran a Jean Paul
Sartre, quien rechazó un Premio Nobel en medio de la Guerra
de Vietnam. Y sobre todo, los intelectuales irreverentes luchan contra
la hegemonía burguesa junto con la izquierda, integrando su
pensamiento y enseñanza, evitando dividir lealtades.
En pocas palabras, los
intelectuales irreverentes trabajan en la formación de una
cultura contra hegemónica.
Conclusión
Mientras que buena parte de la investigación alrededor del
tema de la hegemonía burguesa se ha realizado mediante el examen
de instituciones, los medios, centros educativos y propaganda de Estado,
se ha puesto poca atención a cómo, dentro de la izquierda,
los signos y símbolos de esta hegemonía son transmitidos,
en forma putativa, por los intelectuales de izquierda. Los intelectuales
son un grupo importante, particularmente para dar forma a la subjetividad
de los estudiantes y, en ciertos contextos, de las clases populares.
En la medida en que son visibles y tienen acceso a los medios, representan
otro canal a través del cual se forma la subjetividad o conciencia
política. Sus valores, carrera, opciones educativas y sus ambiciones
juegan un rol al momento de dar forma a "modelos de comportamiento"
y de transmitir mensajes que tienen un impacto en grupos estratégicos
que se convertirán en líderes de opinión. El
grado en que los intelectuales han absorbido metas burguesas e interiorizado
el sistema burgués de prestigio, se convierten a su vez en
un mecanismo que prolonga y profundiza la hegemonía burguesa,
especialmente dentro de la izquierda.
El problema de la subjetividad
es clave hoy en día. Hay cada vez más desinterés
popular a lo largo del Tercer Mundo e incluso en países imperialistas.
La clave del cambio está en ligar estos descontentos con movimientos
de transformación social. Esto requiere teorías revolucionarias,
conceptos críticos e intelectuales comprometidos que den una
doble lucha, una contra los poderes burgueses y la segunda contra
el doble discurso de los intelectuales de izquierda.
Traducción
del inglés: Myriam Vidriales.
Para ver este documento en el idioma original se puede ir al sitio
de ALAI
*Nota de la traductora