Documentos de James Petras
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El
postmarxismo rampante:
Una crítica a los intelectuales y a las ONG
Por
James Petras
El postmarxismo
se convirtió en una posición intelectual de moda con
el triunfo del neoliberalismo y el retroceso de la clase trabajadora.
El espacio que dejó vacante la izquierda reformista ha sido
ocupado en parte por políticos e ideológos capitalistas,
tecnócratas e iglesias tradicionales y fundamentalistas.
En el pasado, este espacio lo ocupaban políticos socialistas,
nacionalistas, populistas y activistas religiosos asociados con la
teología de la liberación. El centroizquierda era muy
influyente con los regímenes políticos ( en su cúpula)
o con las clases populares menos politizadas ( en sus regímenes
inferiores).
Alentadas y, en muchos casos, subsidiadas por las principales instituciones
financieras y agencias gubernamentales promotoras del neoliberalismo,
ha surgido un número masivo de organizaciones sociales cuya
ideología, vínculos y prácticas están
compitiendo directamente y en conflicto con la teoría y práctica
marxista. Estas organizaciones, que en su mayoría se autodescriben
como no gubernamentales o centros independientes de investigación,
se muestran activas en proponer ideologías y prácticas
políticas compatibles y complementarias con la agenda neoliberal
de sus patrocinadores financieros.
Componentes
Los proponentes intelectuales del marxismo son, en la mayoría
de los casos, exmarxistas cuyo punto de partida es una crítica
al marxismo e intenta proveer una teoría alternativa o al menos
una línea aceptable de análisis. Es posible, más
o menos, sintetizar los diez argumentos básicos del discurso
postmarxista:
1.El socialismo fue un fracaso y todas las teorías generales
de sociedades están condenadas a repetir ese proceso. Las ideologías
son falsas (salvo el postmarxismo), porque reflejan un pensamiento
dominado por un solo sistema cultural de raza/género.
2. El énfasis marxista sobre las clases sociales es reduccionista,
porque las clases se están disolviendo. Los principales puntos
políticos de partida son culturales y están arraigados
en diversas identidades (raza, género, etnicidad, preferencia
sexual).
3. El Estado es el enemigo de la democracia y la libertad, y un proveedor
ineficaz de bienestar social. En su lugar, la sociedad civil es el
protagonista de la democracia y la mejoría social.
4. La planificación central crea la burocracia, un producto
que también entorpece el intercambio de bienes entre productores.
Los mercados, quizá con regulaciones limitadas, permiten un
mayor consumo y una distribución más eficaz.
5. La lucha tradicional de la izquierda por el poder del Estado es
corruptora y conduce a regímenes autoritarios, los cuales proceden
a subordinar a su control a la sociedad civil. Las luchas de asuntos
sociales por parte de las organizaciones también locales son
la única forma democrática de cambio, junto con la petición/presión
sobre autoridades nacionales e internacionales.
6. Las revoluciones siempre terminan mal o son imposibles : las transformaciones
sociales amenazan provocar reacciones autoritarias. La alternativa
es luchar por transiciones democráticas y consolidarlas para
salvaguardar el proceso electoral.
7. La solidaridad de clases es parte de ideologías pasadas
y refleja políticas y realidades anteriores. Las clases ya
no existen. Hay comunidades fragmentadas en las que grupos específicos
( identidades) participan de labores y relaciones recíprocas
para la supervivencia basadas en cooperación con partidarios
externos. La solidaridad es un fenómeno que trasciende las
clases, un gesto humanitario.
8. La lucha de clases y el enfrentamiento no producen resultados tangibles;
provocan derrotas y no resuelven problemas inmediatos. La cooperación
gubernamental e internacional respecto de proyectos específicos
si genera incrementos en la producción y el desarrollo.
9. El antiimperialismo es otra expresión del pasado. En la
economía globalizada no hay posibilidades de enfrentar los
centros económicos. El mundo es cada día más
interdependiente y hay una necesidad de mayor cooperación internacional
en la transferencia de capital, tecnología y conocimientos
de los países ricos hacia los países pobres.
10. Los líderes de las organizaciones populares no deben estar
orientados exclusivamente para organizar a los pobres y compartir
sus condiciones. La movilización interna debe basarse en fondos
externos. Los profesionales deben diseñar programas y asegurar
el financiamiento externo para organizar a grupos locales. Sin ayuda
externa, los grupos locales y las carreras profesionales se desplomarían.
Crítica a la ideología
Los postmarxistas tienen un análisis crítico de la estrategia
de desarrollo del mundo: en una palabra, es la misma ideología
general que ellos condenan al discutir acerca del marxismo. Además,
se trata de una ideología que no identifica la crisis del capitalismo
( estancamiento prolongado, pánicos financieros periódicos,
etc) y las contradicciones ( desigualdad y polarización social)
en escala nacional e internacional que inciden en los problemas sociales.
Los orígenes del neoliberalismo son producto del conflicto
de clases. Sectores específicos del capital aliados con el
Estado y el imperio derrotaron a las clases populares e impusieron
el modelo. Los orígenes sociológicos del postmarxismo
están incrustados en el cambio de poder político que
escapó de la clase trabajadora para desplazarse hacia el capital
exportador.
¿Qué quiere decirse con "el fracaso del socialismo"? ¿El fracaso
de la URSS, de los regímenes de Europa Oriental? Qué
es lo que ha fracasado: ¿el sistema político, el sistema socioeconómico?.
Los resultados recientes de elecciones en Rusia, Polonia, Hungría
y muchas de las ex repúblicas soviéticas sugieren que
una mayoría de votantes prefieren un retorno a aspectos de
política económica de bienestar social y prácticas
económicas del pasado. Si la opinión popular en las
naciones excomunistas es un indicador de "fracaso", los resultados
no son definitivos.
Si por "fracaso del socialismo" los postmarxistas entienden la declinación
en el poder de la izquierda, debemos insistir en una distinción
entre "fracaso" pro ineficacia interna de las prácticas socialistas,
y derrotas político-militares por parte de agresores externos.
Nadie diría que la destrucción de Hitler por las democracias
europeas fue un "fracaso de la democracia". Regímenes capitalistas-terroristas-intervenciones
de Estados Unidos en Chile, Argentina, Bolivia, Uruguay, República
Dominicana, Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Angola, Mozambique
y Afganistán desempeñaron un papel importante en la
declinación de la izquierda revolucionaria. Las derrotas militares
no son fracasos del sistema económico, y no reflejan la eficacia
de las experiencias socialistas.
Cuando analizamos los desempeños internos durante el periodo
socialista relativamente estable o de gobierno popular, los resultados
son, según múltiples indicadores, mucho más favorable
que lo que llegó después: participación popular,
salud, educación y crecimiento igualitario bajo Allende se
comparan muy favorablemente con lo que ocurrió posteriormente
bajo Pinochet. Los mismos indicadores bajo los sandinistas se comparan
favorablemente con el régimen de Chamorro en Nicaragua. El
gobierno de reformas agrarias y políticas de derechos humanos
de Arbenz se compara favorablemente con la política del gobierno
instalado por la CIA, que se caracterizó por la concentración
de tierras y ciento cincuenta mil asesinatos.
Si bien es cierto que los neoliberales hoy gobiernan y los exmarxistas
están alejados del poder, difícilmente puede encontrarse
un país en el Hemisferio Occidental donde los movimientos de
masas influídos por socialistas o marxistas no estén
encabezando manifestaciones importantes y desafiando a los políticos
y regímenes noeliberales. En Paraguay, Uruguay y Bolivia, huelgas
generales exitosas; en México, movimientos importantes de campesinos
y guerrilleros indígenas; en Brasil, el movimiento de trabajadores
carentes de tierra reflejan, en todo caso, influencia marxista.
El socialismo fuera del bloque comunista fue esencialmente una fuerza
democrática popular, que obtuvo un gran apoyo porque representaba
a los intereses populares libremente decididos. Los postmarxistas
confunden el comunismo soviético con los movimientos socialistas
democráticos populares en América Latina. En este sentido,
la perspectiva postmarxista de "el fin de las ideologías" no
sólo es insconsciente con sus propios pronunciamientos ideológicos,
sino también con la continuación del debate ideológico
entre marxistas pasados y presentes, y los debates y enfrentamientos
con el neoliberalismo y su hijo postmarxista.
La disolución de clases y el surgimiento de identidades
Los postmarxistas atacan desde diversas perspectivas la idea marxista
del análisis de clases. Argumentan que oscurece la igualmente
o más significativa importancia de las identidades culturales
(género, etnicidad):
1. Acusan a los analistas de clase de ser reduccionistas económicos
y de no poder explicar las diferencias étnicas y de género
dentro de las clases Luego proceden a argumentar que estas diferencias
definen la naturaleza política.
2. La segunda línea contra el análisis de clase se genera
de la perspectiva que la clase es sólo una construcción
intelectual, esencialmente un fenómeno subjetivo determinado
por la cultura. En consecuencia, no hay intereses objetivos de clase
que dividan la sociedad, dado que los "intereses" son meramente subjetivos
y cada cultura define sus preferencias.
3. La tercera línea de ataque arguementa que ha habido bastas
transformaciones en la economía y en la sociedad que han borrado
las viejas distinciones de clase. En la sociedad postindustrial, argumentan
los postmarxistas, la fuente de poder está en los nuevos sistemas
de información, en las nuevas tecnologías y en quienes
las manejan y las controlan. La sociedad, según este punto
de vista, está evolucionando hacia una nueva sociedad donde
los trabajadores industriales están desapareciendo en dos direcciones:
hacia arriba, a la nueva clase media de alta tecnología, y
hacia abajo, hacia la subclase marginal.
Los marxistas nunca han negado la importancia de las negaciones raciales,
de género y étnicas dentro de las clases, pero han hecho
énfasis en el sistema social que genera las diferencias y la
necesidad de unir las fuerzas de clase para eliminar las desigualdades
en el trabajo, el barrio y la familia. Los marxistas se oponen a que
las desigualdades de género y raza sean analizadas y resueltas
fuera del ámbito de clase: que mujeres terratenientes con sirvientes
y riqueza tienen una identidad especial con las mujeres campesinas
que están empleadas con sueldos de hambre.
Las clases no adquieren realidad debido a un edicto: son organizadas
por la clase capitalista para apropiarse del valor. En consecuencia,
la idea de que la clase es una noción subjetiva dependiente
de tiempo, lugar y percepción está confundiendo clase
con conciencia de clase. Es obvio que hay cambios importantes en la
estructura de clases, pero no en la dirección que señalan
los postmarxistas. Los cambios importantes han reforzado las diferencias
de clase y su explotación, al mismo tiempo que han cambiado
las condiciones e índole de las clases explotada y explotadora.
Hoy existen más trabajadores temporales, muchos más
empleados en el sector informal. El tema de la explotación
sin regular no describe un sistema que transciende el capitalismo
del pasado: es el regreso de las formas de explotación laboral
del siglo XIX. Quien requiere de análisis es el capitalismo
después de que el Estado populista protector ha sido demolido.
Esto significa que los complejos papeles de los Estados y partidos
que mediaban entre capital y mano de obra han sido reemplazados por
instituciones estatales vinculadas evidentemente a la clase capitalista
dominante.
Cualesquiera que hayan sido los determinantes múltiples del
comportamiento del Estado y régimen en el pasado, hoy el modelo
neoliberal depende del control estatal centralizado, vinculado a los
bancos internacionales para implantar pagos de deudas y a los sectores
de exportación para ganar divisas extranjeras. Sus vinculos
verticales al ciudadano como sujeto y su liga primaria por medio del
aparato estatal represivo y organizaciones no gubernamentales (ONG)
encargadas de restar peligro a posibles explosiones sociales.
El desmantelamiento del Estado protector significa que la estructura
social está más polarizada: entre burócratas
en los sectores de salud, educación y seguridad social, por
una parte, y profesionales bien pagados ligados a corporaciones multinacionales,
ONG y otras instituciones, financiadas externamente y vinculadas al
mercado mundial y a los centros de poder político.
La lucha actual no es entre las clases en las fábricas, sino
entre el Estado y las clases desarraigadas en las calles y los mercados,
desplazadas del empleo fijo y obligadas a producir y vender y a soportar
los costos de su reproducción social. La integración
al mercado de explotadores de élite y compradores medianos
y pequeños tiene su contrapartida en la desintegración
de la economía del interior: industria local, pequeñas
granjas con su concomitante desplazamiento de productores hacia la
ciudad o al extranjero.
La importancia de bienes de lujo para la clase media alta está
basada en utilidades remitidas por el trabajo "exportado" de los pobres.
El nexo de explotación se inicia en el empobrecimiento del
interior, el desarraigamiento de los campesinos su emigración
a las ciudades y al extranjero. Los recursos que remiten los miembros
de esta mano de obra exportada proporcionan las divisas duras para
financiar importaciones y proyectos neoliberales de infraestructura
para promover los negocios de exportación interna y externa
y el turismo. La cadena de explotación es más compleja,
pero aún así reside, en última instancia, en
la relación capital- mano de obra.
En la era del neoliberalismo, la lucha para recrear la nación,
el mercado nacional ,la producción y el intercambio nacional
es, una vez más, una demanda histórica. En la misma
forma, el empleo desregulado (trabajo informal o subterráneo)
requiere de una poderosa inversión pública y un centro
regulatorio para generar empleo formal con condiciones sociales vivibles.
En una palabra, el análisis de clase debe ser adaptado al imperio
del capital sin mediación en un mercado laboral no regulado
con vínculos internacionales, en el que las políticas
redistributivas del pasado han sido reemplazadas por políticas
neoliberales que concentran el ingreso en la cúpula.
La homogeneización y movilidad hacia debajo de vastos sectores
de trabajadores y campesinos que antes estaban en el mercado de trabajo
crea un gran potencial para la acción revolucionaria unificada.
Hay una identidad común de clase que abona el terreno para
organizar las luchas de los pobres. En suma, en contra de lo que argumentan
los postmarxistas, la transformación del capitalismo ha hecho
más relevante que nunca el análisis de clase.
El crecimiento de la tecnología ha exacerbado las diferencias
de clase, no las ha abolido. Los trabajadores en industria de microchips
y aquellas industrias en las que han incorporado esos nuevos chips
no han eliminado la clase trabajadora. Más bien, han desplazado
las sedes de actividad y el modo de producir dentro del continuado
proceso de explotación. La nueva estructura de clase, hasta
donde es visible, combina las nuevas tecnologías con formas
más controladoras de producción.
La automatización de algunos sectores acelera el ritmo de trabajo
en la línea de ensamblaje: cámaras de televisión
aumentan la vigilancia del trabajador al tiempo que disminuyen el
personal administrativo: círculos de control de calidad, en
los que trabajadores presionan a trabajadores, incrementan la autoexplotación
sin aumento de sueldo o poder. La revolución tecnológica
está moldeada, en última instancia, por la estructura
de clase de la contrarrevolución neoliberal. Las computadoras
permiten a las agroempresas controlar el coste y el volumen de los
pesticidas, pero son los trabajadores mal pagados quienes esparcen
las sustancias y se envenenan. Las redes de información son
unidades para distribuir trabajo a los talleres clandestinos de los
hogares ( economía informal), para producir textiles, zapatos,
etc...
Estado y sociedad civil
Los postmarxistas pintaron la imagen del Estado con un solo rostro.
El Estado es descrito como una enorme burocracia ineficaz que saqueó
el tesoro público y dejó en la pobreza al pueblo y en
la bancarrota a la economía. En la esfera política,
el Estado era la fuente del gobierno autoritario y dictámentes
arbitrarios, obstaculizando el ejercicio de la democracia y del libre
intercambio de bienes. Por otra parte, argumentan los postmarxistas,
la sociedad civil era la fuente de libertad.
De una sociedad civil activa surgiría una economía igualitaria
y dinámica. Lo que es extraño acerca de esta ideología
es su peculiar capacidad para pasar por alto 50 años de historia.
El sector público era necesariamente el encargado de estimular
la industrialización en ausencia de la inversión privada
y debido a las crisis económicas ( la crisis mundial de los
30, la guerra de los 40, etc.).En segundo lugar, el crecimiento del
analfabetismo y la salud pública fue, en gran parte, una iniciativa
pública.
En siglo y medio de libre empresa ( del XVIII al decenio de 1930)
América Latina padeció las siete plagas de la Biblia,
mientras la mano invisible del mercado permanecía inmóvil:
genocidio, hambruna, enfermedades, tiranía, dependencia, desarraigo
y explotación. El sector público creció en respuesta
a esos problemas y se desvió de sus funciones públicas
al grado de que fue apropiado privadamente por las elites de negocio
y política.
La ineficacia del Estado está directamente relacionada con
la subordinación a intereses privados
Los programas amplios de salud y educación del Estado nunca
han sido reemplazados por la iniciativa privada, la Iglesia o las
ONGs. Estas proporcionan atención y educación sólo
a grupos limitados, dependiendo de los caprichos e intereses de los
capitales extranjeros. Los postmarxistas han dejado que su retórica
antiestatista los ciegue a los logros positivos comparativos de lo
público sobre lo privado.
El argumento de que el Estado es fuente de autoritarismo resulta y
no verdad. Han existido y existirán Estados dictatoriales,
pero la mayoría tienen poco o nada que ver con la propiedad
pública. La mayoría de las dictaduras han sido antiestatistas
y en favor del libre mercado hoy, en el pasado y probablemente en
el futuro.
Los ataques generalizados, históricos y asociales contra el
Estado no tienen razón de ser y sólo sirven como instrumento
político para evitar que ciudadanos del libre mercado forjen
una opción eficaz y racional anclada en las potencialidades
creativas de la acción pública.
La posición contraria de la sociedad civil con relación
al Estado es también una dicotomía falsa. La sociedad
civil o, más exactamente, las clases dirigentes de la sociedad
civil, al tiempo que atacan al estatismo de los pobres, se han preocupado
por reforzar los vínculos con la tesorería y los militares
para promover y reforzar su posición en la sociedad civil.
En igual forma, las clases populares en la sociedad civil, cuando
son provocadas, han tratado de romper el monopolio de las clases gobernantes
sobre el Estado.
Los pobres siempre han dirigido la mirada a los recursos del Estado
para reforzar su posición económica relativa a los ricos.
El asunto es, y siempre ha sido, la relación de las diferentes
clases con el Estado.
Los ideólogos postmarxistas, marginados del Estado por los
neoliberales, han hecho una virtud de su impotencia. Absorbiendo acríticamente
la teoría antiestatal que les llega de arriba, la transmiten
hacia abajo. Los postmarxistas tratan de justificar los vehículos
organizacionales (ONG)que utilizan para lograr movilidad hacia arriba,
con el argumento de que operan fuera del Estado y en la sociedad civil
cuando, de hecho, están financiadas por gobiernos extranjeros
para trabajar con los gobiernos nacionales.
La lucha de clases y la cooperación
Los postmarxistas a menudo escriben de la cooperación de todos,
sin profundizar mucho en el precio y las condiciones para garantizar
la cooperación de los regímenes neoliberales y las organizaciones
populares. La lucha de clases se considera un atavismo con un pasado
inexistente. Hoy se nos dice que los pobres están empeñados
en construir una nueva vida, están hartos de la política,
las ideologías y los políticos tradicionales. Hasta
allí vamos bien.
Los grupos de empresarios hacen que los postmarxistas participen en
un nuevo tipo de política similar a la de los enganchadores
de un pasado no tan lejano: que reunían a las mujeres que necesitaban
capacitación y establecían microempresas subcontratadas
con productores o exportadores de mayor envergadura. La política
de los postmarxistas es de compradores: ellos no elaboran productos
nacionales, sólo relacionan a los capitalistas extranjeros
con la mano de obra local para facilitar la continuación del
régimen neoliberal.
Los postmarxistas en su papel de administradores de las ONGs son fundamentalmente
actores políticos cuyos proyectos, capacitación y talleres
no producen un impacto económico importante, ni en las ONGs
ni en diminuir la pobreza. Pero sus actividades si desvían
a la gente de la lucha de clases. La perspectiva marxista de la lucha
y confontación de clases se construye en las verdaderas divisiones
sociales de la sociedad: entre quienes obtienen beneficios, intereses,
renta e impuestos y quienes luchan por optimizar los salarios, el
gasto social y las inversiones productivas.
Los resultados de las perspectivas marxistas son actualmente evidentes
en todas partes: la concentración del ingreso y el aumento
de las desigualdades son más grandes que nunca.
Instituciones como el Banco Internacional de Desarrollo (BID) financian
empresas agroindustriales de exportación que explotan y envenenan
a millones de trabajadores agrícolas, y al mismo tiempo proporcionan
fondos para el financiamiento de pequeños microproyectos. El
papel de los postmarxistas en los microproyectos es neutralizar la
oposición política de la parte inferior, mientras se
promueve el neoliberalismo en la parte superior.
Su teoría de la cooperación liga a los pobres por medio
de los neoliberales. Intelectualmente, son polícías
que definen la investigación aceptable, distribuyen los fondos
para investigar y filtran los tópicos y las perspectivas que
proyectan el análisis de clases y la perspectiva de la lucha.
El control de la moda intelectual, publicaciones, conferencias y fondos
para investigar les proporcionan una base importante de poder, pero
en última instancia dependen de evitar el conflicto con sus
patrones, quienes les otorgan el financiamiento desde el extranjero.
Los intelectuales marxistas críticos tienen su fuerza en el
hecho de que sus ideas resuenan con las realidades sociales en evolución.
La polarización de clases y los violentos enfrentamientos aumentan,
tal como lo pronostican sus teorías. Es a partir de estos hechos
que los marxistas demuestran debilidad táctica, pero fuerza
estratégica en relación con los postmarxistas.
¿Murió el antiimperialismo?
En los últimos años el antiimperialismo desapareció
del diccionario político de los postmarxistas. Los ex guerrilleros
de Centroamérica se convirtieron en políticos electorales
y los profesionales que manejan las ONGs hablan de cooperación
e interdependencia internacionales. Sin embargo, los pagos de la deuda
siguen transfiriendo gigantescas sumas de los pobres latinoamericanos
a Europa, Estados Unidos y Japón. Las propiedades públicas,
los bancos y por encima de todo los recursos naturales se van enajenando
a precios muy bajos por parte de las transnacionales.
Hay más multimillonarios de América Latina que tienen
la mayor parte de sus fondos en bancos estadounidenses y europeos
que nunca antes. Entre tanto provincias enteras se han convertido
en cementerios industriales, y el campo está despoblado. Estados
Unidos tiene más asesores militares, funcionarios antidrogas
y policías federales encargados de dirigir la planeación,
que en ninguna otra etapa de la historia mundial.
No obstante, algunos exsandinistas y exfarambundistas dicen que el
antiimperialismo/imperialismo desapareció al término
de la guerra fría. El problema-dicen- no es la inversión
o ayuda extranjeras, sino la falta de ellas y piden más ayuda
imperial. La miopía política y económica que
acompaña a esta perspectiva no entiende que las condiciones
políticas para los créditos son el abaratamiento de
la mano de obra, la eliminación de la legislación social
y la transformación de Latinoamérica en una gran plantación,
un gran campo minero, una gran zona de libre comercio desprovista
de derechos, soberanía y riqueza.
El énfasis marxista en la profundización de la explotación
imperialista tiene su origen en las relaciones sociales de producción
y las relaciones del Estado entre el capitalismo imperialista y el
dependiente. El derrumbe de la URSS ha intensificado la explotación
imperialista. Los postmarxistas (ex marxistas) que creen que el mundo
unipolar tendrá por resultado una mayor cooperación,
interpretaron mal la invasión estadounidense en Panamá,
Irak, Somalia y otros países. En forma más fundamental
la dinámica del imperialismo radica en la dinámica internacional
del capital, no en la competencia externa con la URSS. La pérdida
del mercado interno y los sectores de Latioamérica es un retorno
a la fase prenacional: las economías latinoamericanas empiezan
a tomar características de su pasado colonial. La lucha actual
contra el imperialismo involucra la reconstrucción de la nación,
el mercado local, la economía productiva y una clase trabajadora
ligada a la producción y al consumo sociales.
Dos perspectivas de la transformación social : organización
de clase y ONG
Para adelantar la lucha contra el imperialismo y sus colaboradores
neocompradores nacionales hay que pasar por un debate ideológico
y cultural con los posmarxistas que están dentro y en la periferia
de los movimientos populares.
El neoliberalismo opera actualmente en dos frentes: el económico
y el cultural- político; y en dos niveles: el régimen
y las bases populares.
En la parte más alta las políticas las formulan y las
implantan los personales usuales: Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional,
en combinación con Washington, Bonn, Tokio y en asociación
con os regímenes neoliberales y los exportadores locales y
grandes conglomerados empresariales y banqueros transnacionales.
A principios de los 80, los sectores más perceptivos de los
gobernantes neoliberales vieron que sus estrategias estaban polarizando
a la sociedad y provocando descontento a gran escala. Los políticos
empezaron a financiar y a promover una estrategia paralela desde abajo:
la promoción de organizaciones de base con una ideología
antiestatista para intervenir entre las clases posiblemente conflictivas
y crear un cojín social.
Estas organizaciones dependían económicamente de fuentes
neoliberales y estaban involucradas en una competencia con los movimientos
sociopolíticos por la lealtad de los líderes locales
y las comunidades activistas. Para la década de los noventa
estas organizaciones descritas como no gubernamentales llegaban a
miles y recibían en todo el mundo cerca de 4 mil millones de
dólares.
La confusión concerniente a su carácter político
se deriva de su historia anterior a los años 70. En este período
las ONGs desplegaron su actividad proporcionando apoyo humanitario
a las víctimas de las dictaduras militares y denunciando las
violaciones de los derechos humanos. Las ONGs apoyaron las cocinas
de beneficencia que permitían a las familias de las víctimas
sobrevivir a la primera oleada de tratamientos de choque.
Este período creó una imagen favorable de las ONGs hasta
en la izquierda. Se les consideraba como parte del campo progresista.
Aún entonces sus límites eran evidentes aunque atacaban
las violaciones de los derechos humanos de las dictaduras locales,
raras veces denunciaban a sus patronos estadounidenses y europeos
que las financiaban y asesoraban. Tampoco había un esfuerzo
serio por relacionar las políticas económicas neoliberales
y las violaciones de los derechos humanos con el nuevo rumbo que tomaba
el sistema imperialista. Obviamente, las fuentes externas de financiamiento
limitaban la esfera crítica y acción en materia de derechos
humanos.
Al crecer la oposición al neoliberalismo a principios de los
ochenta, los gobiernos europeos, estadounidenses y el Banco Mundial
aumentaron el financiamiento de las ONG. Existe una relación
directa entre el desarrollo de los movimientos que desafiaban el modelo
neoliberal y el esfuerzo por subvertirlos mediante la creación
de formas alternas de acción social por medio de las ONG. El
punto básico de convergencia entre las ONG y el Banco Mundial
era su oposición común al estatismo. En su superficie
las ONG criticaban al Estado desde una perspectiva izquierdista, defendiendo
a la sociedad civil, mientras que la derecha lo hacía en nombre
de los mercados.
En realidad el Banco Mundial, los regímenes neoliberales y
la fundación occidental se combinaron y alentaron a las ONG
para hacer tambalear al Estado benefactor proporcionando servicios
sociales para compensar a las víctimas de las empresas multinacionales.
En otras palabras, conforme los regímenes neoliberales devastaban
a las comunidades al inundar al país con importaciones baratas,
pagos de la deuda externa y la abolición de las legislaciones
laborales, creando una masa cada vez más grande de trabajadores
mal pagados y desempleados las ONG recibieron financiamientos para
establecer proyectos de autoayuda, educación popular, capacitación
para el trabajo, etc, y absorben temporalmente a pequeños grupos
pobres y captan a los líderes locales para minar las luchas
contrarias al sistema.
Las ONG se convirtieron en el rostro de la comunidad del neoliberalismo
intimamente ligadas con los poderosos y complementaron así
su labor destructiva con proyectos locales. En efecto, los neoliberales
organizaron una operación de pinza o estrategia doble. Desgraciadamente,
muchos izquierdistas sólo se enfocaron en el neoliberalismo
desde arriba y desde fuera (FMI y BM) y no en el neoliberalismo desde
abajo y desde dentro (las ONG y las microempresas).
Una razón importante para este error de apreciación
fue la conversión de muchos neomarxistas a la fórmula
y a la práctica de las ONG. El postmarxismo fue el boleto de
tránsito ideológico de la política de clases
al desarrollo comunitario, del marxismo a las ONG.
Mientras los neoliberales transferían lucrativas propiedades
estatales al rico sector privado, las ONGs no formaban parte de la
resistencia de los sindicatos. Al contrario, participaban activamente
en proyectos privados para promover el discurso de la empresa privada
(auto-ayuda) en las comunidades locales enfocándose en la microempresa.
Las ONGs construyeron puentes ideológicos entre los capitalistas
en pequeña escala y los monopolios que se benefician de la
privatización, todo en nombre del atiestatismo y formando sociedades
civiles.
En tanto los ricos acumulaban vastos emporios financieros a partir
de la privatización, los profesionales de la clase media de
las ONGs obtuvieron pequeñas sumas para financiar oficinas,
transportes y una actividad económica en pequeña escala.
Políticamente, lo importante es que las ONGs despolitizaron
a sectores de la población, redujeron su compromiso con los
empleados públicos y nombraron a líderes potenciales
para proyectos pequeños.
Las ONGs se abstienen de participar en las luchas de los maestros
de escuelas públicas y educadores del sistema oficial contra
sueldos y recortes presupuestales, porque su presupuesto proviene
de gobiernos neoliberales.
En realidad, las ONGs no son no gubernamentales. Reciben fondos de
gobiernos extranjeros o trabajan como subcontratistas privados locales.
Con frecuencia colaboran abiertamente con dependencias gubernamentales
a nivel local o transnacional. En este sentido, las ONGs ponen en
peligro la democracia, al quitar los programas sociales de las manos
de la gente local y sus funcionarios de elección popular, y
crear dependencia en funcionarios extranjeros.
Además desvían la atención y luchas populares
del presupuesto nacional hacia la autoexplotación, para garantizar
los servicios sociales locales. Esto les permite a los neoliberales
restringir los presupuestos sociales y transferir fondos del Estado
para subsidiar las cuentas incobrables de los bancos privados, créditos
a los exportadores, etc.
La autoexplotación ( la autoayuda) significa que, además
de pagar impuestos al Estado y no recibir nada a cambio, los empleados
tienen que trabajar horas extras con recursos marginales, gastando
sus escasas energías para obtener servicios que los burgueses
obtienen del Estado.
En la forma más fundamental, la ideología de las ONGs
de la actividad voluntaria privada mina el sentido público,
la idea de que el gobierno tiene una obligación de velar por
sus ciudadanos y proporcionarles vida, libertad y búsqueda
de la felicidad: que la responsabilidad política del Estado
es esencial para el bienestar de los ciudadanos.
Contra ese concepto de responsabilidad pública las ONGs promueven
la idea neoliberal de la responsabilidad privada de los problemas
sociales y la importancia de los recursos privados para resolver esos
problemas. En realidad imponen una carga doble a los pobres: la de
pagar impuestos para financiar al Estado neoliberal, que sirve a los
ricos, y la autoexplotación privada que se ocupe de sus propias
necesidades.
ONG y movimientos sociopolíticos
Las ONGs ponen énfasis en los proyectos, no en los movimientos;
movilizan a la gente para que produzca en los márgenes, no
para luchar por controlar los medios básicos de producción
y riqueza: se enfocan a la asistencia técnica y financiera
de proyectos, no en las condiciones estructurales que forman la vida
cotidiana. Las ONG se apropian del lenguaje de la izquierda: Poder
popular, igualdad, desarrollo sustentable, liderazgo popular, tec.El
problema es que ese lenguaje está ligado a un ámbito
de colaboración con los donantes y las dependencias gubernamentales
que subordinan la actividad práctica a la política no
conflictiva.
Las ONGs y su personal profesional postmarxista compiten directamente
con los movimientos sociopolíticos para adquirir influencia
entre los pobres, las mujeres y los marginados, las minorías
raciales, etc. Su ideología y práctica desvía
la atención de las fuentes y las soluciones de la pobreza.
Hablar de microempresas en vez de explotación de parte de los
bancos extranjeros, se basa en el concepto de que el problema es de
iniciativa individual, no de la transferencia de los ingresos al extranjero.
La ayuda de las ONGs afecta a pequeños sectores de la población
y establece una competencia entre comunidades por los escasos recursos,
lo cual genera distinción y rivalidades internas y externas
que perjudican la solidaridad de clase. Lo mismo sucede entre los
profesionales: cada uno establece sus ONGs para solicitar fondos del
extranjero. Compiten con propuestas "al gusto" de los donantes extranjeros,
mientras afirman hablar en nombre de más seguidores.
El efecto real es la proliferación de las ONGs que fragmentan
las comunidades pobres y las convierten en grupos sectoriales y subsectoriales
incapaces de ver de manera más amplia el cuadro social que
los aflige y menos capaces aún de unirse en la lucha contra
el sistema.
Las experiencias recientes demuestran que los donadores extranjeros
financian proyectos durante las crisis, pero una vez que los movimientos
menguan, cambian el financiamiento a colaboración del régimen,
y adaptan los proyectos de las ONG a su agenda neoliberal. La estructura
y agenda de las ONG, con su postura apolítica y su enfoque
de auotayuda, despolitiza y desmoviliza a los pobres. Además,
refuerzan el proceso electoral alentado por los partidos neoliberales
y los medios de comunicación.
Las ONGs hablan de excluidos, de los sin poder, de la pobreza extrema,
de la discriminación por sexo o raza, pero no pasan de los
síntomas superficiales para abordar el sistema social que produce
estas condiciones. Incorporan a los pobres a la economía neoliberal
por medio de una acción voluntaria puramente privada, las ONGs
crean un mundo político donde la apariencia de solidaridad
y acción social disimula una conformidad conservadora con la
estructura de poder nacional e internacional.
No es coincidencia que conforme las ONGs se han hecho dominantes en
ciertas regiones, la acción política independiente de
clase ha declinado, y el liberalismo no tiene freno. La línea
de fondo es que el crecimiento de las ONGs coincide cada vez más
con el financiamiento del neoliberalismo y la profundización
de la pobreza en todas partes.
A pesar de sus afirmaciones de muchos éxitos a nivel local,
el poder general del neoliberalismo no tiene rival, y las ONGs buscan
cada vez más posiciones en los intersticios de poder. El problema
de formular alternativas se ha impedido en otra forma. Muchos de los
antiguos líderes de movimientos guerrilleros y sociales, sindicatos
y organizaciones femeninas han sido atraídos por las ONGs.
La oferta es tentadora: mayor salario, prestigio y reconocimiento
de los donantes extranjeros, conferencias y redes en el extranjero,
personal de oficina y relativa seguridad de no verse sujetos a represión.
En cambio, los movimientos sociopolíticos ofrecen pocos beneficios
materiales, pero mayor respeto e independencia y, lo que es más
importante, la libertad de retar al sistema político y económico.
Las ONGs y sus patrocinadores financieros en el extranjero (BID y
BM) publican boletines con narraciones sobre el éxito de las
microempresas y otros proyectos de autoayuda, pero no mencionan los
elevados índices de fracasos conforme baja el consumo popular,
importaciones baratas inundan el mercado y las tasas de interés
suben en espiral.
Hasta los éxitos afectan sólo a una pequeña fracción
del total de los pobres y sólo afectan en el sentido de que
otros no pueden ingresar en el mismo mercado. El valor propagandístico
del éxito individual de la microempresa, no obstante, es importante
para crear la ilusión de que el neoliberalismo es un fenómeno
popular. Las frecuentes explosiones populares de violencia que tienen
lugar en regiones donde existe la promoción de la microempresa,
sugiere que la ideología no es hegemónica y que las
ONGs todavía no desplazan a los movimientos independientes
de clase.
Las ONGs fomentan un nuevo tipo de colonialismo y dependencia cultural
y económica. Los proyectos se diseñan, o al menos se
aprueban, según las normas de las prioridades de los centros
imperialistas o sus instituciones. Son administrados y vendidos a
las comunidades. Se hacen evaluaciones por y para las instituciones
imperialistas. Los cambios en el financiamiento de las prioridades
o las malas evaluaciones tiene como consecuencia el abandono a su
suerte de los grupos, comunidades, granjas y cooperativas.
Todo y todos se disciplinan cada vez más para cumplir con las
demandas de los donantes y los evaluadores de sus proyectos. Los nuevos
virreyes supervisan y garantizan el cumplimiento de las metas, los
valores y las ideologías del donante, así como el uso
adecuado de los fondos. Donde se registran éxitos, dependen
en gran medida del apoyo continuo del extranjero para evitar que se
derrumben.
Aunque la mayor parte de las ONGs son cada vez más instrumentos
del neoliberalismo, hay una pequeña minoría que intenta
desarrollar estrategias alternas que apoyen la política de
clase y el antiimperialismo. Ninguna de ellas recibe fondos del BM
o de dependencias gubernamentales estadounidenses o europeas. Apoyan
los esfuerzos para ligar el poder local con el poder estatal. Relacionan
los proyectos locales con los movimientos nacionales que ocupan, defienden
la propiedad pública y nacional contra las multinacionales...En
una palabra, no son postmarxistas