|
Globalización
y ciudadanía, II.
Por
James Petras
El
nuevo orden imperial: las implicaciones políticas y sociales
El nuevo orden imperial y la promoción de los intereses de
las instituciones económicas dominantes por medio de políticas
neoliberales tiene profundas consecuencias para la democracia y
la sociedad. A nivel estructura] significa que agentes externos,
oficiales no electos juegan un mayor papel en definir la forma de
las decisiones macroeconómicas y macrosociales que tienen
efecto en las estructuras básicas de la economía y
en el estándar de vida de las naciones.
En la actualidad en muchos
lugares del mundo, oficiales nombrados por la Secretaría
del Tesoro de EE.UU. del Banco Mundial y el FMI (Fondo Monetario
Internacional) deciden a niveles de gasto de gobierno, relaciones
de propiedad (propiedad privada contra pública), estrategias
de desarrollo (mercados de exportación o o domésticos
y muchos otros aspectos decisivos de existencia social, evitando
el sistema electoral. Estos actores de política externa responden
al imperativo de los gobiernos y multinacionales nacionales de sus
casas. En la mayoría de los casos, la élite de la
política local implementa estas políticas macroeconómicas
regresivas sin consultar a su electorado o ni siquiera al cuerpo
legislativo elegido. La presunción de toma de decisiones
políticas de estos representantes externos del poder corporativo
altera fundamentalmente la naturaleza de sistemas políticos
electorales.
Si el autoritarismo esencialmente es definir decisiones tomadas
sin consulta ni responsabilidad pública, la influencia y
el poder crecientes de los oficiales no electos de las instituciones
financíeras internacionales son un pilar importante de ese
sistema.
La influencia de los actores financieros no elegidos externos, no
obstante, es sólo uno de los aspectos del crecimiento del
autoritarismo, aunque es un componente muy importante. El crecimiento
de la OTAN con su estructura central de mando, dominado por los
oficiales militares estadounidenses, y su creciente papel en la
definición de límites nacionales, y en la extensión
de su alcance en Europa Central es otra dimensión del nuevo
autoritarismo. La resatelización de la Europa del Este por
mandato de la OTAN es el vivo recuerdo de que los defensores de
ayer de la independencia nacional son los ávidos clientes
de hoy de las aspiraciones de la hegemonía estadounidense.
El nuevo autoritarismo es diferente a los regímenes del viejo
estilo represivo. En el pasado el autoritarismo tenía una
cara militar, negaba las libertades individuales y la oposición
electoral. El nuevo autoritarismo es un régimen híbrido
que combina procesos electorales y libertades individuales con estructuras
de toma de decisión altamente elitistas. Mientras acontecen
las elecciones, no hay correspondencia entre la retórica
populista o social durante la campaña electoral y el gobierno
postelectoral en el cual la dura austeridad neoliberal controla
las políticas de ajuste estructural, y éstas últimas
son aplicadas. El uso deliberado de decepciones políticas
llama a cuestionar el significado real de "elecciones competitivas"
como se ha dispuesto en la elección que ha hecho el votante
y como un medio de influenciar en el electorado a lo largo del proceso
político. Por otro lado, el cada vez mayor uso de decretos
ejecutivos para implementar la agenda neoliberal (prívatizaciones,
políticas de ajuste estructural, etc.) es mucho más
similar al estilo de los regímenes del antiguo autoritarismo
que a las prácticas democráticas.
Igualmente importante es que la expresión rutinaria de las
amenazas de la economía debidas a la fuga de capital mediante
multinacionales que recortan reformas sociales, y las amplificaciones
de esas amenazas por medio de ejecutivos políticos, es una
forma de chantaje y coacción que niega a los votantes y a
las legislaturas la capacidad de discutir y aprobar leyes. El uso
de amenazas y coacción son antitéticos para una cultura
cívica, donde todos los actores socioeconómicos aceptan
las reglas del juego democrático y todos son libres para
discutir sobre política sin coacción. El reciente
caso de dimisión del anterior Ministro de Finanzas, Osker
La Fontaine es instructivo. Su tentativa de corregir ciertas injusticias
fiscales, fue contestado por una amenaza de las corporaciones alemanas
de salir de Alemania. El Primer Ministro Schroeder procedió
a forzar la cuestión, provocando la dimisión de La
Fontaine y desbaratando la agenda de reforma social. El electorado
que había votado a la reforma social, era marginado y el
capital corporativo ya tenía su camino. El proceso democrático
en Alemania se sacrificó para enfrentarse con las exigencias
del poder corporativo centralizado.
El neoautoritarismo, es un sistema híbrido que combina las
tomas de decisión de élite y los procesos electorales,
el cuerpo legislativo elegido y el corporativo no elegido que toma
decisiones, campañas electorales y prácticas de decreto,
minan la noción de una cultura cívica. En este contexto
es importante examinar de una manera crítica el significado
de ciudadanía desde dos ángulos: ciudadanía
"formal" y substantiva. La ciudadanía formal se refiere a
los atributos legales destinados al ciudadano según una constitución
escrita o no escrita. La ciudadanía substantiva se refiere
a la capacidad de los individuos a ejercitar el poder en el debate
actual de la resolución de cuestiones políticas. Hoy
en día, a los ciudadanos se les niega sistemáticamente
el derecho de voz y voto en las cuestiones substantivas más
profundas que afectan a sus vidas -incluyendo el gasto de estado,
impuestos, privatización, programas de austeridad, subsidios
para multinacionales, etc. Para encubrir esta negación hacia
los ciudadanos los defensores elitistas del estado liberal se refieren
a nociones amorfas de "sociedad civil" y "globalización".
Vivimos en sociedades de clases, donde las desigualdades socioeconómicas
son más agudas de lo que han sido a lo largo de los últimos
treinta años. La "sociedad civil" incluye inversores billonarios
y banqueros que acumulan fortunas comprando y vendiendo empresas,
cerrándolas y explotando a miles de trabajadores, así
como pagando salarios muy bajos, negando a los trabajadores eventuales
los derechos laborales elementales. Las desigualdades socioeconómicas
y las relaciones explotadoras de la "sociedad civil" definen concepciones
muy distintivas de ciudadanía y acción política.
Para los directores corporativos de la élite rica, la ciudadanía
consiste en decisiones macroeconómicas influyentes; para
los trabajadores, la ciudadanía consiste en adaptarse a esas
decisiones o meterse en política de clases para resistirse
a ellas.
El punto teórico es que el concepto de sociedad civil es
demasiado general e incluyente para explicar las políticas
económicas divisorias generadas por una clase de sociedad
civil contra otra. El ejercicio de ciudadanía substantiva
está estrechamente asociado con la política de clases
que reconocen las relaciones distintivas y desiguales entre sociedad
civil y las relaciones entrelazadas entre las clases dominantes
de la sociedad civil y el Estado.
La ciudadanía substantiva está en profundo conflicto
con las prácticas coactivas de las CMN. Las amenazas públicas
y cubiertas de las CMN de mover el capital, cerrar fábricas,
explotar trabajadores es un factor significativo que mina el debate
libre y el proceso legislativo democrático. Es el revólver
corporativo apuntando a la cabeza del trabajo o del legislador que
impiden políticas democráticas.
La ciudadanía sólo puede funcionar cuando los ciudadanos
pueden elegir a los que tornan las decisiones, no bajo el dedo de
actores externos sensibles a las élites políticas
y económicas de EE.UU. o de Europa. Los ciudadanos no pueden
comprometerse en debates significativos sin una cultura cívica,
cuando amenazas y chantajes son las armas de un conjunto de intereses.
La ciudadanía requiere que las preferencias electorales basadas
en campañas electorales tengan alguna correspondencia con
las políticas del gobierno. Los socialdemócratas que
hablan a la gente antes de las elecciones y se rinden ante las multinacionales
después de ellas ponen en cuestión no sólo
sus credenciales reformistas, sino que también minan la legitimidad
del proceso electoral.
Subida y caída de la democracia en el sur de Europa
A mediados de los años 70, en el sur de Europa (Portugal,
España, Grecia) se experimentó una de las transformaciones
políticas más prometedoras desde el final de la II
Guerra Mundial: el fin de las dictaduras militar y civiles y el
surgimiento de regímenes civiles elegidos democráticamente.
Aún más significativo fue que las clases populares
(trabajadores, agricultores, estudiantes, etc.) de la sociedad civil
jugaron un papel crucial en la "transición" organizando asambleas
de masas, publicando revistas, debatiendo cuestiones en consejos
de vecinos, en asambleas en fábricas, en cooperativas rurales,
en el campus universitario, etc. Un proceso político se había
puesto en marcha y se movía para democratizar desde el régimen
hasta el lugar de trabajo, relaciones sociales y el estado.
Esta profunda dinámica de democratización sin embargo,
fracasó. La transición a la "democracia pura" se convirtió
en transacción entre las élites políticas emergentes,
el poder establecido en el estado autoritario y los escalones más
altos de la estructura de clases, ayudada e incitada por los EE.UU.
y Europa Occidental -principalmente por lo que entonces era Alemania
Occidental.
La fusión de nuevos políticos postdictatoriales, de
clase media que escalan posiciones socialmente y los centros de
poder del estado conservadores que existían, limitaron la
transición política a un cambio de régimen,
no a una transformación de estado. La nueva configuración
institucional continuó minando las bases democráticas
sociopolíticas fundamentales de la democracia pura, antes
de abolir o revocar los avances socioeconómicos que tuvieron
lugar en el período inmediato de la transición. Las
agencias estatales se apropiaron del organismo popular de toma de
decisiones. Los políticos electorales y los oficiales conformistas
de la unión comercial ignoraron o abolieron el estilo asambleario
para tomar decisiones en el lugar de trabajo. Grupos autónomos
de vecinos eran sustituidos por agencias estatales o marginales
en el reparto de recursos. En una palabra, la transacción
política que conducía a un "régimen electoral
autoritario" híbrido convirtió deliberada y exitosamente
una ciudadanía activa en una clientela electoral pasiva.
La dinámica política de] régimen transaccional
no evitó que la sociedad civil perdiera su autonomía,
su agitado espíritu democrático, y procedió
a desmantelar o a cooptar las nuevas formas institucionales. Las
cooperativas agrícolas fueron desmanteladas, marginadas o
burocratizadas. Los consejos de trabajadores se transformaron en
agencias "consultivas" marginales. Los jefes locales de los barrios
se convirtieron de facto en administradores del desembolso del presupuesto
del estado.
La élite o las estructuras ---dearriba abajo" continuaron
su propia "lógica centralizadora": el poder pasó de
las asambleas populares a la clase política electoral, desde
el parlamento hasta el ejecutivo, desde la ejecutiva nacional a
las élites "internacionales" de Bruselas, Washington y Bonn.
El autoritarismo del nuevo estilo fue personificado en el jefe político
personalista que designó seguidores leales y sometió
bajo el mando de la OTAN a la CEE (Comunidad Económica Europea)
y a los banqueros internacionales. Ni las elecciones periódicas,
partidos competidores, los parlamentos locuaces, ni los mass-media
generalmente libres pero conformistas no eran retos para ellos.
Los "regímenes de transacción" reprodujeron un estado
centralizado de hecho, comparable con el pasado pero no idéntico
a él . Mientras el vocabulario de democracia y de una "transición
democrática" circulaba mucho y era aceptado, en general,
por la mayoría de los académicos, periodistas y el
público en general, el poder político estaba cada
vez más concentrado en los acuerdos formados para repartir
el poder entre las nuevas élites políticas del brazo
ejecutivo y los "capitalistas con miras al exterior" y sus cada
vez más importantes socios inversores extranjeros.
Los regímenes transaccionales del sur de Europa estaban afianzados
esencialmente en dos lógicas: la tradicional relación
entre patrón/cliente que consolidaba el poder doméstico,
y la nueva lógica de "integración" por subordinación
ante los circuitos internacionales de capital y poder. Este estilo
"híbrido" de hacer política era complementario, no
contradictorio. La clientela suministró la estabilidad política
que facilitó la "liberalización" y la "apertura económica"
beneficiando a esas clases y grupos dentro de los circuitos internacionales,
mientras perjudicaba a muchos que estaban fuera de los circuitos.
Los regímenes transaccionales siguieron una trayectoria política
que movió la democracia social y el liberalismo social a
neoliberalismo. Esta trayectoria política reflejó
y dio forma a la creación de una estructura de clases nueva,
con un desdoblamiento tanto horizontal como vertical: las clases
clave, los "capitalistas transnacionales" locales forjaban acuerdos
rápidamente o se fusionaban o eran comprados por medio de
capital de Europa, de los EE.UU. y de Japón. Las élites
de los servicios de turismo, de comercio y de la banca desarrollaron
una gran afinidad y cambios substanciales para respaldar enérgicamente
un giro hacia el "neoliberalismo", del mismo modo en que lo hicieron
los asesores profesionales con las multinacionales y con los académicos
con aspiraciones de llegar a ser "funcionarios internacionales".
Bajo estas clases clave que salían beneficiadas había
trabajadores, agricultores y pequeños hombres de negocios
que generalmente sufrieron las consecuencias adversas, particularmente
durante el "período neoliberal tardío", viendo desgastados
sus beneficios sociales, sus subsidios y su protección laboral.
Los partidos socialistas del sur de Europa jugaron un juego fundamental
en la formación del régimen transaccional y la desmovilización
de las clases populares en la transición hacia el liberalismo
social. Sus credenciales oposicionistas les dieron un grado de legitimidad
del que los partidos tradicionales de derecha desacreditados carecían.
Los socialistas eran capaces de "vender" a las clases populares
la idea de que la reconsolidación del régimen híbrido
era un elemento de "estabilización de la democracia" y ocultar
el hecho de que aquello era una cuña que abría el
camino para la vuelta al poder de una nueva forma de reglas elitistas
capitalistas.
Los partidos socialistas cambiaron el discurso ideológico
básico desde justicia social y ecuanimidad hasta "modernización",
"europeización" y "empresa", ofuscando (en términos
ideológicos) de esta manera el surgimiento de una nueva clase
dirigente, y nuevas formas de explotación y desigualdades.
El "discurso europeizador" de los socialistas fue particularmente
efectivo y útil. En primer lugar, se aprovechó del
complejo de inferioridad de los europeos del sur y evocó
imágenes de una gran capacidad de consumo y fuertes programas
de bienestar social (de los cuales ninguno se materializó
de manera continua ni generalizada), En segundo lugar la "europeización"
proporcionó a los socialistas una cobertura ideológica
en los países del sur de Europa para adentrar su economía
y su estructura militar y política en Europa como miembros
subordinados. La desigual unión de economías y el
sufrimiento que esto ocasionó a muchos fue racionalizado
como el coste que había que pagar necesariamente para convertirse
en "europeos". Para la élite de la economía, militar
y estatal, por supuesto, había beneficios -subsidios, carreras
profesionales, prestigio y codos que rozaban con compañeros
socialistas de Europa Occidental, así como garantías
contra la reversión al pasado o revoluciones en el futuro.
En el actual esquema de cosas, los socialistas del sur de Europa
han sido ascendidos a posiciones de "responsabilidad" por mandato
de la OTAN (léase Washington). Javier Solana, el socialista
español, lleva a cabo la política de la Administración
de Clinton como Secretario General de la OTAN. Westendorf, un vestigio
de Franco que ejerció en el Ministerio de Asuntos Exteriores
de Felipe González, desempeña la labor de enviado
de Washington en Bosnia. Costas Simitis, el Primer Ministro griego,
colabora con Washington en la entrega del líder kurdo Ocalan
al represivo régimen turco. Portugal provee de tropas a las
misiones de la OTAN en Europa.
El discurso europeizador es, en efecto, una racionalización
ideológica para la abdicación de una política
democrática exterior independiente para el sur de Europa.
Las conexiones sociales subyacentes entre los intereses capitalistas
transnacionales del sur de Europa y el capital euroamericano proporcionan
la "base política" para la integración, por medio
de una estrategia de subordinación.
El resultado de este tipo de europeización es, sin embargo,
un nuevo divorcio entre la toma de decisiones los ciudadanos. Las
líneas de mandato se extienden más allá, hacia
arriba y hacia fuera, las líneas de transmisión de
mandato (políticas) son más impersonales y unidireccionales
(por medio de los massmedia) y el papel de los ciudadanos es de
manera creciente una de dos: o consumidor, o destinatario.
Las revueltas, protestas y marchas ocurren en respuesta a los programas
económicos de diseño elitista: los granjeros protestan
por recortes en los subsidios; los trabajadores se manifiestan contra
el desempleo; la servidumbre civil golpea contra los recortes a
lo Mastricht en los presupuestos... todavía la estructura
centralizada y su apuntalamiento ideológico, y el apoyo de
los partidos, ambos se mantienen en su lugar... al menos por ahora.
Conclusión
El resurgimiento de relaciones imperiales -erróneamente descrito
como "globalización" ha hecho estragos en las prácticas
democráticas. junto con la redefinición de democracia
como toma de decisiones de manera centralizada mediante elecciones,
el papel de los ciudadanos como protagonistas de debates políticos
públicos francamente ha decaído. El resultado es una
mayor apatía del votante, una abstención creciente
y el rechazo a apoyos políticos, el "antivoto" - así
como una mayor recurrencia a la acción extraparlamentaria.
Las perspectivas para una nueva reorganización sociopolítica
apremian y la posibilidad de un orden político económico
más participativo (democracia pura o socialismo) depende
de varios factores.
1. La propagación de la crisis capitalista desde el Sudeste
de Asia, América Latina, Rusia y la ex-URSS hasta EE.UU.
y Europa. Hay razones muy plausibles para creer que esto es probable,
dada la coacción de que el colapso de estos mercados sería
aprovechado para realizar las mayores corporaciones en Europa y
en los EE.UU..
2. Se están perfilando en el horizonte cambios sociopolíticos
a gran escala en regiones que han sido afectadas por la crisis y
que son claves: en China el malestar político está
creciendo hacia el interior del país debido a cierres masivos
y a las redes de seguridad no existentes. En Brasil, la depresión
está provocando cada vez más confrontaciones a muchos
niveles -desde gobernadores del Estado hasta los trabajadores sin
tierra. En Indonesia, Rusia, etc., devastados por el colapso del
capitalismo están surgiendo retos sociales similares.
3. Las confrontaciones militares y políticas provocadas por
la partición de Yugoslavia por obra militar de Washington
-OTAN puede probablemente provocar un conflicto militar prolongado
desestabilizando los Balcanes y podría llevar a una guerra
más general,
4. El boom de los EE.UU. se alimenta en parte de una exagerada burbuja
especulativa que es insustancial. Los stocks están muy sobrevaluados;
los ahorros son negativos y el resultado de la economía productiva
no tiene relación con la economía escrita sobre el
papel.
Si en efecto cualquiera o todos estos sucesos se volvieran realidad
estaríamos posiblemente ante un crecimiento de políticas
extraparlamentarias en Occidente y una radicalización de
los procesos políticos en el Sur y en el Este. Los partidos
ya establecidos, incluso los socialistas o especialmente ellos,
convencidos profundamente de su misión como guardianes del
status quo y creyentes de sus propios mitos de pertenecer al "centro
izquierda" o Tercera Vía son estructuralmente incapaces de
liberarse de un orden político económico en crisis.
Los nuevos movimientos sociopolíticos tomarán probablemente
en un principio la forma de los consejos de parados en Francia,
de las confrontaciones de agricultores y granjeros con el estado,
de las huelgas generales de los trabajadores daneses, etc.
El colapso del neoliberalismo ya está provocando una profunda
reflexión sobre la despreocupada "liberalización"
que ha condenado a cientos de millones de personas a la pobreza
en Asia, América Latina y Rusia. Hay una gran posibilidad
de que se dé un giro hacia un desarrollo interno en contra
de la "globalización" imperialista, un restablecimiento del
proyecto socialista -la resocialización de empresas privadas
en quiebra como alternativa a las adquisiciones del exterior, niveles
más altos en planes públicos y un retorno al modelo
de asamblea popular para la democratización de espacios públicos
y privados.
En el sur de Europa, la crisis y la reflexión de la trayectoria
realizada al finalizar los años 70 puede llevar a una reanimación
del «espíritu de 1974"; la crisis saca lo mejor y lo peor
de la gente. Por parte de las clases gobernantes en decadencia siempre
hay una amenaza de represión para retener el poder y para
subvencionar sus pér didas; para las clases populares, consejos,
asambleas, solidaridad -un resurgimiento de la ciudadanía
en lugar de relaciones patrón-cliente.
Lo que está claro es que un cuarto del mundo capitalista
no puede prosperar cuando tres cuartos están en crisis profunda
-las leyes de acumulación capitalista no pueden operar en
unas circunstancias tan restrictivas. Lo que también queda
claro es que el actual éxito del capitalismo en Europa y
en los EE.UU. está ampliamente basado en la desmantelación
del estado de bienestar social y en el rechazo a acceder a cualquier
pacto social significativo. Tal y corno hemos visto, incluso las
más mínimas reformas fiscales propuestas por el anterior
ministro alemán de finanzas fueron rechazadas, y el propio
ministro fue expulsado. Esto suscita una cuestión fundamental:
si el bienestar social, tal y como históricamente ha sido
entendido en Europa no es verosímil bajo la existencia real
del capitalismo, ¿cuáles son las alternativas? Recuerdo una
de las exhibiciones retóricas del Presidente Kennedy, que
sin embargo contenía una profunda verdad "Aquellos que hacen
que la reforma sea imposible hacen que la revolución sea
inevitable".
17 de abril de 1999
Oporto. Portugal. 145